" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

martes, 26 de julio de 2016

LAS CUEVAS DE EVA (Crivillén)



Nada mas aparcar el coche en el entrador de un campo de almendros me di cuenta que había cometido un error de principiante. ¿Venir en pantalón corto a un lugar desconocido? Parezco novato. jejeje

Y en efecto, pese a que el ascenso no era excesivamente duro,  la errónea elección del uniforme hizo que nuestras piernas sufrieran el continuo acoso de las dichosas aliagas. ¡Jamás vayáis a una excursión a un monte desconocido con pantalón corto!

Sin embargo, dejando a un lado la desacertada elección textil, el lugar es realmente especial. No solo por sus intrincados pasadizos de caliza, ni por los inexplorados agujeros que se introducen en la roca hacia un mundo subterráneo desconocido, también por los dos nombres con que son conocidas estas cuevas en Crivillén.

Su nombre oficial es “Cuevas de Eva”. Seguramente bautizadas por un romántico que creyó ver en estas guaridas pétreas el origen de la vida según el antiguo testamento. Como si aquellas oquedades hubiesen servido de refugio a la primera “madre” una vez ella y Adán fueron expulsados del paraíso.  Sin embargo, los ancianos del lugar, también la llaman "cueva de los Moros", pues según cuentan, trascendió de generación en generación, que allí vivían “los Moros” muchos años antes de que los reyes aragoneses dominaran estos territorios.

Entre nosotros, dudo mucho que una civilización tan avanzada como la islámica se refugiara en ese roquedo, y más después de comprobar la falta de material cerámico en la ladera inferior a las cuevas. Esta leyenda, mas bien tiene que ver con el hecho de que, para nuestros antepasados, todo aquel periódico histórico que vaya mas allá del “Batallador” es sinónimo de “moros.” Para la gente mayor, aquellos que por circunstancias nunca pudieron tener un libro de historia entre las manos, los moros fueron los primeros pobladores de nuestras tierras, y todo elemento que supere el milenio de edad es de origen “moro”.

Gracias a un guía excepcional, Jesús Moreno, pudimos visitar estas bellísimas cuevas, situadas en un lugar privilegiado, dominando todo el cañón del rio Escuriza en su camino hacia el pinar de La Codoñera, entre Crivillén y Alloza.

El acceso a la base de la pared de caliza es empinado, pero no de mucha complicación. Lo mas difícil esta al final, cuando topas con el roquedo que envuelve las cuevas. Es allí donde te tienes que enfundar el traje de escalador y trepar por los salientes de la pared hasta las diferentes oquedades, muchas de ellas conectadas entre si a través del interior de la montaña. En esa ascensión es donde existe la primera pista de que el ser humano, en una época determinada, probablemente la prehistoria, utilizo esa cueva de refugio, pues tallo en la roca asideros para ayudarse en el ascenso. 

El hollín decora todas las complejas estancias del conjunto de cuevas. En todas ellas, al menos una vez en la historia, algún ser humano encendió una hoguera. Una prueba más de que aquellas oquedades, suspendidas a cinco o diez metros de altura sobre la cortada de caliza, han servido de refugio a antiguos moradores.

Sorprende lo intrincado de su estructura. En todas ellas encuentras agujeros de pequeño tamaño que se introducen en el corazón de la montaña. Agujeros por los que, al menos ahora, seria imposible que accediese un ser humano sin escombrar el suelo. Incluso en una de ellas existe una pequeña galería de unos seis o siete metros de larga por la que debes pasar agachado y que poco a poco se va estrechando hasta que es imposible seguir. Eso si, la galería continua hacia el interior.
Otras muchas están comunicadas entre si, y el discurrir del agua en días de lluvia ha dibujado formas preciosas en las paredes que envuelven a la sala principal. La verdad es que es un mirador excepcional, un lugar de gran importancia estratégica, a salvo de enemigos o depredadores.

            “Cuevas de Eva” o “Cuevas de los Moros”, nombres ancestrales que han perdurado en el tiempo entre los vecinos de esta pequeña villa de la comarca Andorra-Sierra de Arcos. Quizá en un pasado lejano todavía quedasen evidencias reales de la presencia de seres humanos viviendo en aquellas cuevas. Quizá restos de huesos, o algún rincón pintado, a salvo del tizne negruzco de las hogueras. O incluso es probable que, hace cientos de años, aquellos recovecos que se adentran en el corazón de la estructura caliza y por los que hoy no cabria nada mayor que un gato, entonces eran accesibles para un ser humano, entrando en alguna galería donde existían pruebas inequívocas de que aquel lugar fue refugio y morada de una pequeña comunidad humana tiempo atrás.

            Probablemente nunca sepamos toda la verdad sobre el origen de los nombres de estas peculiares cuevas. Lo que es seguro, es que los nombres nunca se eligen por casualidad, los antiguos siempre bautizaban los lugares en los que vivían con un principio claro de causalidad.

Gracias a Jesús Moreno por enseñarnos un rincón tan especial de nuestra geografía mas próxima.


  
  


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