" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

viernes, 25 de septiembre de 2015

LA VIRGEN DE LA CONSOLACIÓN (Monroyo)




Existen innumerables leyendas que relatan la historia lejana de muchos de los rincones de nuestras comarcas. Leyendas que enriquecen nuestro patrimonio, que llenan de contenido viejos muros, que llenan de vida antiguos edificios.

Hoy, como buen “fabulador”, contare la versión adaptada de una de esas leyendas. Permitiéndome ciertas licencias, y dando vida y alma a personajes de mi cosecha, construiré un breve relato por el que, según cuentos antiguos, se edifico la ermita-santuario de la Virgen de la Consolación en Monroyo, en la provincia de Teruel.

Espero que os guste:

Don Juan de Vilamat daba buena cuenta del pollo asado que le habían preparado sus anfitriones del hábito calatravo. Don Juan, natural de Morella, llevaba 13 años fuera de su tierra natal. 13 años guerreando con los castellanos para labrarse un nombre.

Todavía recordaba el día en que su padre, un modesto zapatero, en su lecho de muerte, hizo prometer a Juan, que apenas contaba 16 años, que se convertiría en alguien importante, que sus hazañas serian recordadas, que su nombre seria melodía de juglares. Todavía recordaba el día que, bajo los arcos del acueducto morellano, se despidió de su madre entre llantos, sollozos y entrañables abrazos, pues partía de inmediato a alistarse en los ejércitos de Don Pedro IV de Aragón, en guerra contra el Rey castellano Pedro I.


Grandes meritos había adquirido el joven Juan. Su  valor, su coraje y su raza fueron reconocidos de inmediato por sus señores, que vieron en el joven morellano los valores propios de un verdadero caballero. Por eso, al finalizar la contienda, Pedro IV concedió al soldado Juan Vilamat el privilegio de ingreso en la Orden de Caballería, convirtiéndose entonces en Juan de Vilamat. Y como premio a sus distinguidos servicios se le concedió el señorío del castillo y villa de Castellfort.

-          - Creo Don Juan que deberíais replantearos el pasar la noche en nuestro Santuario, el día se está cerrando demasiado, es posible que os encontréis con una inesperada nevada en vuestro peregrinaje a Morella. Sabed que un servidor de nuestro Rey siempre es bienvenido en Monserrate – dijo el más anciano de los frailes calatravos.

-          - Mil gracias tenga usted Fray Hernando, pero estando en Alcañiz me llegaron noticias de que mi madre aguantara poco más entre los vivos, y no me perdonaría jamás que antes de exhalar su último aliento no vea en lo que su hijo se ha convertido. - Contesto Don Juan

-       - Vaya, dios quiera que vuestra madre pueda esperaros. Sin duda su viaje junto a nuestro señor será menos doloroso cuando vea que aquel muchacho que marcho con unos pocos reales en la faltriquera, se ha convertido hoy en señor de Castellfort. Historia digna de ser contada a los más jóvenes para que vean que con constancia y la ayuda de Dios podemos cambiar nuestro destino – comento Fray Hernando


Tras un breve aseo, Don Juan ensillo su amado caballo y partió de inmediato hacia Morella. No tardo en sorprenderle la tormenta. Los finos copos de nieve, que apenas cuajaban en el suelo, dieron paso a una feroz ventisca, que cerró por completo el horizonte, dejando ciego y desorientado al señor de Castellfort.

Pronto su amado caballo se vio incapaz de abrirse paso a través de los enormes ventisqueros que se formaban en el camino, por lo que el bravo caballero tuvo que dejar la cabalgadura y abrir expedición, estirando con fuerza del ramal para ayudar al equino a vencer la resistencia de la nieve acumulada.

Tras una larga hora de duro camino, Don Juan se reconoció perdiendo las fuerzas. El manto de nieve era cada vez más espeso y su amado caballo cada vez más pesado. Sentía la congelación en pies y manos, y los finos y heladores pedacitos de hielo que el viento lanzaba contra su cara estaban minando la resistencia de su curtida piel.

“13 años luchando en innumerables batallas. 13 años segando la vida de otros para salvar la mía propia. 13 años blandiendo la espada con valor y determinación para que mi padre se sintiese orgulloso de mi allá donde estuviese. 13 años bañado en sangre, odio y violencia. Y cuando por fin vuelvo a casa convertido en lo que mis padres querían que fuese, es la nieve la que me lo arrebata todo”. Pensó Don Juan mientras intentaba sacar a su caballo del lugar donde había quedado varado.

Cuando ya no pudo hacer nada por liberar al equino, una helada lagrima broto de la mejilla del caballero. Sabía lo que tenía que hacer, sabía lo que le salvaría la vida, pero una vez mas eso significaba perder un amigo. Un amigo fiel, un compañero leal que tantas y tantas veces había estado a su lado, protegiéndolo.

Asió con fuerza la daga que portaba en el cinturón y de un movimiento rápido segó la yugular del caballo, utilizando la sangre caliente del equino para recuperar la movilidad en sus dedos doloridos. Antes de que le abandonaran las fuerzas, abrió las entrañas del corcel y con rápidos movimientos extrajo las vísceras del animal. Como pudo se introdujo en el interior de la panza de su viejo amigo muerto y espero a que pasase la ventisca.

Fueron horas de inmenso dolor. Horas en las que, aun sabiendo que había ganado una vida, Don Juan sabía que había perdido el alma. Lagrimas, lagrimas y más lagrimas por aquel noble caballo que hasta en su último aliento le había prestado gran servicio.

No dejo de llorar desconsolado mientras esperaba el final de la tormenta en el interior de aquella caja torácica. Y en la desgraciada espera se prometió que si conseguía sobrevivir, levantaría en aquel lugar una ermita dedicada a la Señora de la Consolación, para que otros en su situación encontraran el consuelo de la Virgen.

Años después, cuando las tierras de Castellfort fueron rentables, Don Juan de Vilamat cumplió su promesa, y edifico la ermita en el lugar donde su amado caballo perdió la vida para salvar la suya.







domingo, 13 de septiembre de 2015

TORRE PALOS

 

Había oído hablar de las malas vibraciones, de lugares que despiertan sensaciones desapacibles, agobio, incomodidad... De situaciones que, sin motivo aparente, se convierten en desagradables. Sitios en los que el cuerpo reacciona instintivamente, mostrando su rechazo a las circunstancias que lo rodean de forma inexplicable.

Nunca me he considerado una persona especialmente sensitiva. He visitado cientos de edificios civiles, innumerables templos religiosos, poblados y pueblos abandonados, excavaciones, extraños lugares de cultos antiguos, cuevas, edificios impregnados de misterios y leyendas... Y jamás he experimentado sensaciones que se alejen de la pura lógica.

Sin embargo, aquel 12 de octubre, festividad nacional, no se me olvidara fácilmente. Era un día como tantos, una excursión como tantas… Pero el edificio que apareció ante nosotros era diferente.  Una bellísima masía desconocida para mi. Muy deteriorada, pero conservando todavía el porte de edificio señorial. Una casa de enjundia, palacete rural de dimensiones considerables. Pese al riesgo por su deterioro, no dudamos un momento en explorar aquel enorme edificio abandonado. Con mucha precaución, nos adentramos en sus dependencias.

Nada más entrar me invadió una sensación negativa, malas vibraciones, un extraño sentimiento de congoja y tristeza... “Mal rollo”, dicho coloquialmente. Fue tal la sensación de incomodidad, que  decidí salir de aquellos muros. Ya en el exterior, observando la regia fachada, me prometí que intentaría averiguar algo sobre aquella inmensa construcción, pues estaba convencido de que tenía una historia digna de ser contada. No me equivocaba.

Poco después, gracias a una foto y a los “tentáculos” de Facebook supe que aquel bello, a la par que misterioso, edificio era la Torre Palos, de sobras conocida en Alcañiz por uno de los últimos capítulos de su historia. Desde entonces lo he visitado en varias ocasiones. He recorrido sus dependencias solo y acompañado. He indagado sobre las experiencias vitales que acogieron esos muros. Sin embargo nunca más he vuelto a tener aquella agobiante sensación de pesadumbre y tristeza que me invadió la primera vez que la visite. Hoy volveré allí con vosotros.

Este majestuoso edificio se encuentra cerca de la carretera del puente “La Alberca” o “La Alberta”, pues lo llaman de ambas formas. Yo me decanto porque la primera es la correcta, pues en las rocas que rodean al río, a los pies del puente, todavía se distinguen heridas artificiales que pudieron pertenecer a una antigua alberca islámica.

Esta carretera es uno de los atajos que muchos tomamos para evitar el tráfico denso de Alcañiz cuando nos dirigimos a la parte alta de la ciudad. Escoltada en uno de sus tramos por grandes pinos carrascos que desfiguran el asfalto con sus poderosas raíces, es una estrecha vía que une la Nacional 211 con la que discurre entre las localidades de Alcañiz y Castelserás.

Accedo a la Torre Palos por el camino paralelo al canal de la Estanca, colosal obra hidráulica de decenas de kilómetros encargada de suministrar el líquido elemento al embalse artificial que da vida a las huertas de la “Histórica y Heroica Ciudad”.

Dicho camino discurre a los pies del despoblado de “Alcañiz el viejo”, que se considera el primer asentamiento poblacional y el germen de la actual ciudad de Alcañiz. El catalogo de la Fundación Quílez Llisterri lo describe de la siguiente forma:

“Cerro aislado que destaca sobre su entorno dominando toda la Hoya de Alcañiz, junto al curso del río Guadalope. En las distintas excavaciones realizadas en las primeras décadas del siglo pasado aparecieron un conjunto de estructuras de un poblado fortificado con foso, murallas con torres, silos de cereal y una gran cisterna de mampostería trabada con mortero de clara filiación musulmana como elementos más destacados. Estos en su mayor parte, deben de pertenecer a época islámica, aunque es muy posible que algunos tengan origen en fases anteriores de ocupación como demuestra la variedad cualitativa y cuantitativa de los restos localizados.”

Conforme avanzo comienzo a distinguir la silueta del imponente edificio. Frente a él, se abre una gran explanada flanqueada por enormes árboles. En el centro una construcción redondeada, los restos de algún elemento decorativo probablemente. El edificio está fabricado en sillar, de enorme fachada longitudinal donde se distingue, a la izquierda, una pequeña espadaña en la que debió colgar la campana de lo que fue la antigua capilla o ermita. A la derecha, la parte correspondiente al extraordinario palacete. En esta ultima parte el sillar esta enlucido en yeso.


Aparco el coche en la explanada y observo la imponente fachada. Se trata de una construcción típica aragonesa, con el primer piso de gran altura y bellas balconadas de medio punto y el segundo rematado con la típica arcada corrida aragonesa. La dejadez, el olvido y el vandalismo han hecho que su estado actual sea ruinoso, que peligre toda su estructura. Una pena porque es un edificio digno de admiración.

Accedo por la entrada principal de la ermita. Hay que tener muchísimo cuidado, cualquier descuido podría suponer un accidente. La ermita es quizá la parte de la casona que está en mejor estado. Todavía se pueden distinguir relieves de yeso y parte del mosaico que decoraba el suelo. El altar mayor esta presidido por un raído colchón en el que algún transeúnte decidió pasar la noche tiempo atrás.


Lo que mas llama la atención de esta ermita es el coro, comunicado con la masia. Probablemente era la forma de diferenciar clases sociales, los jornaleros, criados y otros vecinos de masías más modestas escucharían misa a pie de altar, mientras que los señores de la casona lo harían desde el coro.

A la derecha, un vano al que ya le han arrancado la puerta da acceso a uno de los patios de la enorme construcción. Recorrerla es pasear por su inquietante historia reciente: a los cascotes que invaden el suelo se unen restos de papeles oficiales, botes de orina, radiografías… Documentos que por lógica los últimos pobladores debieron haberse llevado consigo.

Algunas habitaciones todavía conservan la numeración. Y los muebles que formaban parte de el día a día de sus moradores todavía están allí, acumulando polvo. El aspecto señorial del edificio contrasta con los restos de su última reforma. Una reforma moderna en la que se utilizaron materiales que nada tienen que ver con su pasada majestuosidad.

Pero sin lugar a dudas la parte mas inquietante del edificio es su bodega. Al fondo de la misma, bajo la roca madre de arenisca sobre la que esta asentada la construcción, encontramos un lugar que pone los pelos de punta. En lo mas oscuro, en lo mas recóndito, alguien ha trasladado el altar de la ermita, no se muy bien con que fin. Un altar compuesto por tres losas de piedra enormes que no cualquiera podría trasladar. Es una especia de capilla improvisada, adaptada con suelo de baldosa y el retablo forrado de madera. Pintadas satánicas decoran las estancias cercanas. No se el motivo por el que está allí esa oscura capilla, pero sin lugar a dudas pone los pelos de punta.


El resto del edificio es más de lo mismo: una combinación entre bellísimos trazos constructivos de su arquitectura original y baldosas blancas modernas que nada aportan al lugar. Decido salir de nuevo al patio y observo la fachada de esta enorme torre. No cabe lugar a dudas que la construcción fue majestuosa en un tiempo no muy lejano, pero su historia, sus experiencias vitales, todavía son mas increíbles.

Sigo desconociendo el origen de tan imponente masía. Mi teoría es que pudo pertenecer a la Orden de Calatrava, pues parece ser que la familia Palos la adquirió en una de las desamortizaciones del siglo XIX, al mismo tiempo que uno de los molinos de Alcañiz. Desde entonces fue propiedad de dicha familia. Incluso algunos hablan de que entre sus muros hubo visitas de personajes relevantes de la historia contemporánea de España.

Un anciano de Alcañiz me comentó que en la visita de José Antonio Primo de Rivera. en enero de 1936, lo más importante no fue el mitín,, sino la reunión secreta mantenida por varios cabecillas del movimiento en la Torre Palos. No puedo dar fe de si esa reunión tuvo lugar, pues no he encontrado testigos de la misma, sólo el boca a boca.

Lo que sí es seguro es que el miembro mas ilustre de la Familia Palos, Don Luis Palos Iranzo, fue amigo y compañero de facultad de Don José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Existen numerosas referencias de ello en libros dedicados a él. Don Luis Palos Iranzo fue un alto cargo del Instituto General de Previsión en época franquista.

Con el levantamiento militar del 36, y una vez que la República recuperó el Bajo Aragón, la Torre Palos fue utilizada por un tiempo como hospedaje de los niños que se habían quedado huérfanos en los bombardeos de Madrid. Posteriormente, con la llegada del bando nacional, se convirtió en cuartel general del ejército italiano.




Tras la guerra se convirtió en hospicio católico dirigido por religiosos, aunque también se realizaban campamentos de la sección femenina de Falange Española. Ce hecho, varias personas me han asegurado que existe una foto de Pilar Primo de Rivera vistiendo el uniforme falangista a las puertas de la Torre Palos.

Pero si hay un episodio de la historia de este edificio que tiene perplejos a los alcañizanos ese es el último. Con la llegada de la democracia la familia Palos intento vender tanto la Torre como las tierras circundantes. Las tierras fueron vendidas pero la gran masía no interesó a los compradores. Años después Luis Palos Iranzo, cedió la propiedad del edificio a una congregación religiosa enmarcada dentro de la fe católica, llamada LUMENDEI.

Esta congregación, formada por religiosos que todavía vestían el hábito en sus quehaceres diarios, constituyó en la Torre de Palos un centro de desintoxicación de drogodependientes. Una desintoxicación basada en principios religiosos en los que, según me contaron, primaban los rezos y la contemplación por encima de las medidas terapéuticas. Fue un episodio todavía recordado en Alcañiz, pues aquellos religiosos de hábito se dejaban ver con sus pupilos por la ciudad en ocasiones, sobretodo en Semana Santa.

De la noche a la mañana aquel centro fue cerrado, y nada mas se supo de sus moradores. Desde entonces el vandalismo y la dejadez han hecho que este bello edificio este a las puertas de un derrumbe casi seguro.

Echo un último vistazo. Si la memoria impregnara los elementos constructivos cuánto tendrían que contarnos. Subo al coche y me alejo sabiendo que la Torre de Palos no es una investigación cerrada para mí. 



viernes, 11 de septiembre de 2015

¿VERGE DE LA PENYA?



              
             Una  buena  amiga, y extraordinaria  experta  en el mundo antiguo, me dice que soy un gran fabulador. En efecto lo soy. Jejeje   Me apasiona crear “historias” alrededor de la historia, me fascina elucubrar explicaciones a aquello que nadie me ha explicado, adoro buscar respuestas a aquello que, de momento, no las tiene, aun a sabiendas que solo son “mis” respuestas.
 
            Eso me paso repasando documentación antigua. Llamo mi atención que en los documentos medievales mas antiguos la vecina localidad de Berge, aparece con el nombre de Verge. Incluso en partes de guerra isabelinos del siglo XIX también es nombrada con V. Ese fue el detonante para que mi cabeza, acostumbrada a buscar respuestas a todas las preguntas, comenzase a elucubrar sobre el origen del nombre de esta villa bajoaragonesa.

             Desconozco si existe una explicación oficial, yo no la he encontrado, pero si sabemos que con el traslado del poblamiento a su ubicación actual, paso a llamarse Villanueva de Verge

            La antigua Berge se situaba en las inmediaciones de la ermita de la Virgen de la Peña, lugar en el que existe constancia de poblamientos iberos y de una colonia visigoda importante, o al menos eso se desprende de la necrópolis encontrada allí, en la que aparecieron importantes ajuares.

            La última etapa visigoda, tras el reinado de Recaredo, abandono el cristianismo arriano para convertirse al catolicismo. Por lo que entre el año 589 y el año 714, fecha esta ultima en la que el valle del Ebro es invadido por el Islam, las poblaciones visigodas abrazaron la religión católica. Es pues lógico suponer, que en una colonia numerosa como la que se presupone en Berge, existiese algún tipo de templo católico, altar o imagen a la que el pueblo pudiese dirigir sus rezos.


                Pues bien, quizá alguna de aquellas veneradas imágenes, la de una virgen para más señas, fuera escondida por los pobladores visigodos con la llegada de Al Ándalus, y recuperada por los nuevos pobladores tras la reconquista definitiva del Bajo Aragón, llevada a cabo por parte de Alfonso II.
                Tal y como nos cuenta el padre Roque Faci en su libro “Aragón Reyno de Christo…” publicado en el siglo XIII, parece que así fue. Extraigo uno de sus fragmentos en los que Faci habla de la imagen de la Virgen de la Peña de Berge:

“… como había estado sepultada (quizá muchos siglos) en lo profundo de la tierra, quedo desfigurada, por lo cual quisieron los de Verge que se renovase la encarnación…”

 



             ¿Pudo ser el descubrimiento de la talla de una virgen enterrada  el origen del nombre de Berge?
 
                
                    Existe constancia de que la repoblación del Bajo Aragón fue mayoritariamente hecha por gentes de los condados catalanes y de la Occitania. Por lo tanto su idioma era el catalán, lemosine u occitano, los tres idiomas tienen raices comunes. ¿Y como se dice Virgen en dichas lenguas? Efectivamente, VERGE.

                ¿Encontraron los nuevos pobladores del siglo XII y XIII la imagen de una virgen visigoda enterrada en los peñascos que rodean a la actual ermita? ¿Quizá el nombre original de esta localidad bajo aragonesa era el de “VERGE DE LA PENYA”? ¿Derivaría tras el traslado en Vilanova de la Verge, para, tras la castellanización de nuestras tierras, pasar a llamarse Villanueva de Berge y posteriormente Berge?


                Se que es solo una fabula, un razonamiento interesado de un explorador inquieto que busca responder aquello que muy probablemente se quedara sin respuesta, pero debo decir que yo me lo paso “PIPA” imaginando.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Morella y San Vicente Ferrer




Pasear por Morella no solo es un placer para nuestros sentidos, es también un encuentro mágico y maravilloso con su historia, con el patrimonio histórico que, aun hoy, nos recuerda la importancia de esta bellísima población en tiempos pasados. Por las puertas de sus murallas pasaron grandes ejércitos, jerarcas eclesiásticos, el Cid, reyes musulmanes y cristianos, judíos, cataros, santos, grandes nobles, ilustres generales…

En 1231 Don Blasco de Alagón se hace con el control de esta codiciada plaza, y Jaime I “El conquistador”, pese a que le había prometido al noble aragonés el control sobre todas las poblaciones y castillos que él conquistase, pide la propiedad de la misma para la Corona dada su importancia y su majestuosidad. Dura negociación mantuvieron el Rey templario y el noble de Alagón hasta llegar a un acuerdo que satisfizo a las dos partes.

Morella es sinónimo de monumentalidad. Hablar de Morella seria hablar de su castillo, de sus palacios, de sus monasterios y conventos, de su preciosa iglesia, de sus murallas, de su acueducto… pero existe también una curiosidad que muchas veces pasa desapercibida al visitante, la sorprendente leyenda de San Vicente y su visita a Morella.

Aquí la teneis relatada en su blog por otro explorador, por un viajero inquieto, por “Pasajero 56”:

“Paseando por la hermosa y monumental Morella nos encontramos en la calle de la Virgen una casa, conocida por el nombre de Rovira, en la que se aprecia unos azulejos que hacen referencia a un milagro que en esta ciudad hizo San Vicente. La leyenda dice que en el año 1414 San Vicente se alojó en esta casa de Morella en su viaje a Peñiscola para reunirse con el papa Benedicto XIII (Papa Luna) y el rey Fernando I y hablar del final del Cisma de Occidente, cuya reunión por cierto terminó sin éxito por la negativa del papa Benedicto a abdicar. La mujer de la casa donde iba a alojarse el santo, preocupada por no tener nada que ofrecerle para comer preguntó a su marido qué podía preparar de comida al santo. El marido le contestó que lo mejor que encontrara. La mujer, enloquecida, pensó que lo mejor y más preciado era su amado y único hijo. La mujer en su ataque de locura y en ausencia del marido, mató a su propio hijo de seis meses y lo guisó, como si fuera un cordero, para ofrecérselo a San Vicente. Incluso, para probar si el asado estaba en su punto, la mujer arranco un dedo de su hijo.
Cuando se disponían a comer, el santo se dió cuenta de lo sucedido y, cogiendo los trozos del niño, en medio de sus plegarias, los juntó de nuevo y le resucitó, devolviéndoselo sano a sus padres, aunque eso si, sin el dedo que la madre le había arrancado. Ahora esa placa recuerda el hecho, al igual que un cuadro expuesto en el Museo de Bellas Artes de Valencia del pintor Gaspar de la Huerta refiere este milagro.”