" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

jueves, 28 de julio de 2016

EL CONVENTO DE CALANDA Y EL CASTILLO DE ALGANES


En 1761 se publica el libro “Bullarium Ordinis Militae de Calatrava”. En el existe una exhaustiva recopilación de todas las bulas y privilegios que la Orden militar de Calatrava recibió a lo largo de su historia. Una herramienta imprescindible para aquellos que quieren conocer un poquito más a fondo el pasado de la antigua encomienda de los caballeros de la cruz flordelisada.

Precisamente, entre sus páginas, recoge una bula papal, fechada el 21 de enero de 1276 y firmada por su santidad Gregorio X, donde se describen las lindes del término municipal de Calanda a finales del siglo XIII. 



Poco ha cambiado dicho término, pues aun hoy podemos seguir la línea marcada en los mapas catográficos a la vez que leemos este interesante documento escrito en latín. Son muchos los lugares cuyo nombre no ha variado en casi 800 años. 

Lo curioso de este documento, y el motivo por el que a mí me ha llamado la atención, está en la página 141, concretamente en el párrafo 16. En él describe la zona sur del término calandino, desde el barranco de las teleras, que desemboca junto a la antigua presa de Juan de Villanueva, hasta la azud de Alcañiz. 

Si seguimos en un mapa cartográfico la descripción transcrita, desde dicho barranco pasamos el collado de la fusta, hoy collado de Solán. Seguimos hasta el castillo de Alganes. Después a los Tres Tormos, todavía hoy llamados así (Existe una masia con ese nombre) y de ahí por el actual barranco de la Zahorera hasta la azud del canal de la estanca.


¿Castillo de Alganes? No he encontrado referencias escritas a ningún castillo en la zona del desierto de Calanda, sin embargo en este documento deja bien claro que en 1276, entre el collado y los tres tormos, pasábamos por un castillo llamado Alganes, curiosamente en las proximidades del lugar donde hoy resisten las ruinas del convento carmelita de Calanda.


Tres tormos

¿Pueden tener alguna relación el desaparecido castillo y el convento carmelita? ¿Quizá la elección del lugar en el que se construyo dicho convento, tuvo que ver con la existencia de esa antigua fortaleza? ¿Se aprovecharon los materiales de uno para construir el otro?

Muchas preguntas… ¿Alguien tiene respuestas? jejeje

Según se lee en el magnífico catalogo on line de la Fundación Quilez-Llisterri, en la ficha referente al convento, los Carmelitas Descalzos comenzaron su construcción en este paraje calandino en 1680. Sobre una antigua edificación propiedad de la Orden Calatrava llamada Torre Alginés. 

Alginés y Alganes… realmente curioso el parecido. ¿Casualidad? No lo creo.


De hecho, durante la guerra entre la taifa zaragozana y la de Lerida-Tortosa, que enfrento a los hermanos Al-Mundir y Al-Mutaman, las sierras de Los Caballos y La Ginebrosa se convirtieron en territorio de frontera. Existe constancia de que durante el dominio de La Marca Superior de Al Andalus, muy probablemente en la época antes referida, se fortificaron los pasos de La Sierra de Los Caballos, construyendo pequeñas fortalezas militares (Qal’a), formando una primera línea de defensa.


Así pues, los “Qal’as” de Molinos, de Berge, de Alcorisa, de Val de Nuez y de Castiel formaban un complejo entramado defensivo que protegía los pasos hacia ciudades musulmanas de gran importancia estratégica, como Camarón, Qassr Abbad, Olocau y en ultimo termino Morella.

¿Podría ser el referido castillo de Alganes una prolongación de esa línea de defensa? ¿Quizá dicho castillo era una pieza más en el complejo puzle que protegía los pasos hacia la depresión de Mas de las Matas? 

Alginés, Alganes… no puede ser casualidad.


Existe constancia documental de que los monjes guerreros de Calatrava, tras tomar posesión en 1179 de Alcañiz y sus dominios, cedieron el castillo alcorisano al caballero de mesnada Don Lope de Albero, para que repoblara las tierras que lo rodeaban y protegiese la frontera. Este a su vez, en 1218, cede la fortaleza a su yerno Pelegrín de Atrosillo, en las mismas condiciones pactadas con los Freyres Calatravos. La Orden nunca perdió la propiedad del castillo alcorisano, solo lo arrendo. ¿Quizá paso lo mismo con el desaparecido castillo de Alganes?

Sera difícil saberlo a ciencia cierta, lo único seguro es que en 1276 existía en el lugar un castillo llamado Alganes, y que en 1680, los Carmelitas Descalzos inician la construcción de su convento en una propiedad de la Orden de Calatrava llamada Torre Algínes. 

En mis visitas al ruinoso convento siempre hay algo que llama mi atención. Los muros de carga de la plaza presidida por la fachada principal de la iglesia conventual. Curiosamente dichos muros son de un material distinto a todo el resto de construcciones que encontramos en la zona donde se asienta el convento. El material, la talla, el tamaño, las hechuras… nada tiene que ver con el resto de estilos constructivos. 



¿Son esos muros de carga lo único que queda de aquel desaparecido castillo? ¿O simplemente se utilizaron distintos materiales porque su función era distinta al resto de estructuras? ¿Quizá el conglomerado es más eficiente a la hora de soportar cargas?

Reconozco mi ignorancia sobre ello. ¿Alguien podría arrojar una luz sobre el asunto?

miércoles, 27 de julio de 2016

BARRANCO DE LOS COCIOS (Abenfigo)

Hace veinte años que conozco este mágico rincón. Dos décadas desde que me tope por primera vez con esta majestuosa maravilla natural que tenemos al lado de casa, en nuestra apreciada sierra de los Caballos. Fue en el verano del año dos mil cuando la casualidad quiso que lo viera por primera vez, así que ya tocaba hablaros de ella en nuestra cita de Balcei.



Nuestro masico está en las Fajuelas, término municipal de Mas de las Matas lindando con Abenfigo, y desde que cumplí los diez y ocho años, los sábados de julio y agosto solía bajar andando desde Alcorisa hasta allí. Aunque el inicio del camino no era siempre el mismo, una vez en Villaplano, termino municipal de Castellote, acostumbraba a seguir la misma ruta. Bajaba hasta la masía Cantera y de allí descendía por Vallipón, de allí hasta Abenfigo y de Abenfigo a las Fajuelas.


                       


Sin embargo un día, junto al peirón de la masía Cantera, cambie de planes. Decidí trepar a la montaña en busca de un yacimiento íbero del que me habían hablado. Lo encontré y continué por la cumbre hacia el Este para ver cuan extenso era. Finalmente llegué a la valla de una enorme plantación de melocotones y perimetrando dicha valla accedí al barranco. Pensé que si seguía barranco abajo llegaría hasta el acueducto de la acequia nueva del Mas, junto al río Guadalope, y de allí a mi masico. El descenso por aquel barranco me fascino tanto que no ha habido año que no lo haya vuelto a visitar, en ocasiones hasta tres o cuatro veces. Para este modesto explorador es un lugar fetiche. Quizá lo haya visto ya cuarenta veces y aun así no deja de sorprenderme.

 

            


El barranco de los Cocios desgarra la sierra de los Caballos en su vertiente Sur. Se extiende desde la ladera Oeste del macizo del Pilón de San Pedro, en el corazón de la sierra, hasta el río Guadalope, donde desemboca finalmente aguas abajo de Abenfigo. Aunque es un barranco estacional, son varias las vales y fuentes que nacen en torno a él, por lo que mantiene caudal gran parte del año.

            Un cocio es una vasija abierta, similar a la tinaja o a un barreño grande, con la peculiaridad de que dispone de un orificio de desagüe en la mitad inferior del recipiente. En nuestra proximidad cobran especial relevancia ya desde antiguo, así lo ratifica esta vieja copla:

En Calanda venden cocios,

en Alcorisa pucheros,

en Alcañiz buenas mozas,

y en Caspe buenos mancebos.[1]

            Teniendo en cuenta que en Villaplano encontramos arcilla de excelente calidad aun explotada actualmente, que existe un despoblado medieval cercano a esta explotación, que sobre uno de sus cerros se encuentran los restos de un castillo islámico, que en Vallipón existe un yacimiento íbero de relevancia arqueológica, que hay minas interiores ya abandonadas y que existen viejos hornos alfareros ya en desuso en los alrededores, no es difícil deducir el porque bautizaron a este barranco con el nombre de “Los Cocios”. Sin lugar a dudas, las partidas de Villaplano y Vallipón han tenido notable importancia a lo largo de la historia, y el nexo común entre ambas es este barranco. Es seguro que esta zona ha tenido relación con la manufactura de la arcilla ya desde antiguo.

            Sobre él cruzaba el antiguo camino de Seno a Mas de las Matas y el de Castellote a Calanda, llamado “Del Correo”. Los altiplanos de la sierra de los Caballos en esta zona rondan los 700-850 metros, encontrando numerosas vales fértiles, donde se cultiva fundamentalmente cereal, vid y frutales de secano. Todavía hoy en la hoya de Vallipón, a los pies de la masia Cantera, hay una importante plantación de melocotoneros. Sin embargo la que se encontraba al norte del yacimiento, junto al cauce del barranco, fue arrancada hace unos años. En su lugar se ha plantado cereal y se ha instalado una explotación ganadera. Las montañas están vestidas en su mayor parte de monte bajo, aunque en los alrededores de Villaplano existe una masa de pinar, replantado en la posguerra, de una extensión considerable.


    Sin lugar a dudas la zona que llama especialmente la atención, es la que se extiende entre la explotación ganadera antes referida y el río Guadalope. El tiempo y los elementos han moldeado un paraje abrupto, de una fuerza increíble, con numerosos estrechos, saltos, hoces, pozas… El agua ha ido erosionando la caliza hasta labrar una angosta barranquera en la que se han ido dibujando varios meandros escoltados por bellos roquedos.


Especialmente llamativa es la cascada que encontramos a mitad del recorrido. Unos veinte metros de caída paulatina que finalizan en una hermosa poza protegida por una gran pared rocosa. Aguas abajo de la poza, a unos cincuenta metros a la izquierda, dos grandes abrigos que he repasado en infinidad de ocasiones. Si alguno de nuestros ancestros plasmó allí su arte, hoy no queda ningún rastro. Al menos ningún rastro identificable para unos ojos poco entrenados como los míos.



Eso sí, el recorrido en este ultimo tramo no es apto para personas con poca capacidad física, personas con miedo a las alturas o personas no acostumbradas a caminar por territorio virgen. Para visitar este lugar, es necesario ir convenientemente equipado, tomando las medidas de seguridad adecuadas.

En definitiva, los Cocios es un territorio vivo. Seguro que ya nuestros ancestros consideraron que aquel lugar era realmente especial, cuasi sagrado. Una de esas localizaciones en las que te das cuenta de la fuerza que tiene la naturaleza, de su gran habilidad para crear belleza.  En mi modesta opinión el rincón mas fascinante de nuestra amada sierra de los Caballos. Estoy convencido de que todo aquel que lo visite me dará la razón.






[1] Cancionero popular. Colección escogida de coplas y seguidillas. Pag, 423. Emilio Lafuente y Alcántara (Año 1865)




martes, 26 de julio de 2016

LAS CUEVAS DE EVA (Crivillén)



Nada mas aparcar el coche en el entrador de un campo de almendros me di cuenta que había cometido un error de principiante. ¿Venir en pantalón corto a un lugar desconocido? Parezco novato. jejeje

Y en efecto, pese a que el ascenso no era excesivamente duro,  la errónea elección del uniforme hizo que nuestras piernas sufrieran el continuo acoso de las dichosas aliagas. ¡Jamás vayáis a una excursión a un monte desconocido con pantalón corto!

Sin embargo, dejando a un lado la desacertada elección textil, el lugar es realmente especial. No solo por sus intrincados pasadizos de caliza, ni por los inexplorados agujeros que se introducen en la roca hacia un mundo subterráneo desconocido, también por los dos nombres con que son conocidas estas cuevas en Crivillén.

Su nombre oficial es “Cuevas de Eva”. Seguramente bautizadas por un romántico que creyó ver en estas guaridas pétreas el origen de la vida según el antiguo testamento. Como si aquellas oquedades hubiesen servido de refugio a la primera “madre” una vez ella y Adán fueron expulsados del paraíso.  Sin embargo, los ancianos del lugar, también la llaman "cueva de los Moros", pues según cuentan, trascendió de generación en generación, que allí vivían “los Moros” muchos años antes de que los reyes aragoneses dominaran estos territorios.

Entre nosotros, dudo mucho que una civilización tan avanzada como la islámica se refugiara en ese roquedo, y más después de comprobar la falta de material cerámico en la ladera inferior a las cuevas. Esta leyenda, mas bien tiene que ver con el hecho de que, para nuestros antepasados, todo aquel periódico histórico que vaya mas allá del “Batallador” es sinónimo de “moros.” Para la gente mayor, aquellos que por circunstancias nunca pudieron tener un libro de historia entre las manos, los moros fueron los primeros pobladores de nuestras tierras, y todo elemento que supere el milenio de edad es de origen “moro”.

Gracias a un guía excepcional, Jesús Moreno, pudimos visitar estas bellísimas cuevas, situadas en un lugar privilegiado, dominando todo el cañón del rio Escuriza en su camino hacia el pinar de La Codoñera, entre Crivillén y Alloza.

El acceso a la base de la pared de caliza es empinado, pero no de mucha complicación. Lo mas difícil esta al final, cuando topas con el roquedo que envuelve las cuevas. Es allí donde te tienes que enfundar el traje de escalador y trepar por los salientes de la pared hasta las diferentes oquedades, muchas de ellas conectadas entre si a través del interior de la montaña. En esa ascensión es donde existe la primera pista de que el ser humano, en una época determinada, probablemente la prehistoria, utilizo esa cueva de refugio, pues tallo en la roca asideros para ayudarse en el ascenso. 

El hollín decora todas las complejas estancias del conjunto de cuevas. En todas ellas, al menos una vez en la historia, algún ser humano encendió una hoguera. Una prueba más de que aquellas oquedades, suspendidas a cinco o diez metros de altura sobre la cortada de caliza, han servido de refugio a antiguos moradores.

Sorprende lo intrincado de su estructura. En todas ellas encuentras agujeros de pequeño tamaño que se introducen en el corazón de la montaña. Agujeros por los que, al menos ahora, seria imposible que accediese un ser humano sin escombrar el suelo. Incluso en una de ellas existe una pequeña galería de unos seis o siete metros de larga por la que debes pasar agachado y que poco a poco se va estrechando hasta que es imposible seguir. Eso si, la galería continua hacia el interior.
Otras muchas están comunicadas entre si, y el discurrir del agua en días de lluvia ha dibujado formas preciosas en las paredes que envuelven a la sala principal. La verdad es que es un mirador excepcional, un lugar de gran importancia estratégica, a salvo de enemigos o depredadores.

            “Cuevas de Eva” o “Cuevas de los Moros”, nombres ancestrales que han perdurado en el tiempo entre los vecinos de esta pequeña villa de la comarca Andorra-Sierra de Arcos. Quizá en un pasado lejano todavía quedasen evidencias reales de la presencia de seres humanos viviendo en aquellas cuevas. Quizá restos de huesos, o algún rincón pintado, a salvo del tizne negruzco de las hogueras. O incluso es probable que, hace cientos de años, aquellos recovecos que se adentran en el corazón de la estructura caliza y por los que hoy no cabria nada mayor que un gato, entonces eran accesibles para un ser humano, entrando en alguna galería donde existían pruebas inequívocas de que aquel lugar fue refugio y morada de una pequeña comunidad humana tiempo atrás.

            Probablemente nunca sepamos toda la verdad sobre el origen de los nombres de estas peculiares cuevas. Lo que es seguro, es que los nombres nunca se eligen por casualidad, los antiguos siempre bautizaban los lugares en los que vivían con un principio claro de causalidad.

Gracias a Jesús Moreno por enseñarnos un rincón tan especial de nuestra geografía mas próxima.


  
  


lunes, 25 de julio de 2016

PIEDRA Y AGUA

La combinación entre piedra y agua, aderezada con la siempre necesaria compañía del tiempo, hacen que en la proximidad podamos disfrutar de bellísimas obras de arte.

Muchas de ellas ya las hemos descrito en otras publicaciones, pero creemos que merece la pena reunirlas en un “Face-fotobook” para que nos demos cuenta de los espectaculares regalos que la naturaleza pone a nuestra disposición muy cerquita de nosotros. No están todas, y siempre podemos añadir más, pero sin duda alguna podrían formar una colección única en cualquier museo del mundo.

Queremos pensar que con estas espectaculares formaciones la madre tierra nos manda un mensaje. Nos transmite que somos parte de un todo, que no somos dueños de nada. Que comparados con la complejidad del medio, nosotros somos “pequeñitos”, un eslabón mas de una enorme y compleja cadena de una belleza incomparable. Disfrutemos estas enormes maravillas escultóricas, pero sobretodo, respetémoslas, dejemos que nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, y los hijos de los hijos de nuestros hijos… también disfruten de ellas.

La madre tierra tarda millones de años en moldear y esculpir maravillas como estas, y por suerte nosotros las tenemos ahí, a golpe de paso, para poder contemplarlas, admirarlas, disfrutarlas y quererlas.

 El Vallecillo

La Pobla de Benifassa
 
 Blesa

 La Portellada

 Aliaga

 Castellote

 Aliaga

 La GInebrosa

 Mora de Rubielos

 Las Parras de Martín

 Aliaga

 Ladruñan

 Castelvispal

 Linares de Mora

 Gúdar

 Abenfigo

 Calomarde

 Horta de Sant Joan

 Alcaine

 Molinos

 Las Planas

 Molinos

 Cuevas de Cañart

 Alacón

 Pitarque

 Molinos

 Aguaviva

 Beceite