" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

sábado, 26 de agosto de 2023

LA FABRICA VELLA (La fabrica vieja de Zorita del Maestrazgo)

 

Durante siglos la fuerza del agua ha sido la mejor aliada de los procesos industriales. Incluso en la revolución industrial, con la paulatina aparición de los minerales fósiles en la manufactura, el agua siguió desarrollando un papel fundamental durante décadas. De hecho, se suele considerar que la primera central hidroeléctrica fue la construida en Northumberland (Reino Unido), en 1880. Un año después, en 1881 las cataratas del Niágara alimentan el alumbrado público de Niagara Falls, y a finales de la década ya existían más de 200 centrales tan solo en Estados Unidos y Canadá.[i] La fuerza del agua ha sido fundamental en la historia de la humanidad y en sus técnicas industriales.

Ese es el motivo por el que siempre encontramos el patrimonio industrial más vetusto junto a ríos o sistemas de riego centenarios. En Alcorisa existían hasta tres molinos en el cauce del Guadalopillo, aguas arriba de la villa. El molino alto, el del medio y el molino bajo aprovechaban la fuerza del agua de la acequia para mover los mecanizados necesarios que hacían que las enormes ruedas de piedra moliesen el grano.

Pero no solo eran molinos lo que encontrábamos en los cauces de los ríos, nuestra protagonista de hoy tenía como misión la manufactura de tejidos. Forma parte de un complejo textil que contaba con otras dos fábricas, apenas a tres kilómetros de distancia entre las dos más alejadas. Tenían incluso su propia azud.

No conocía de su existencia. Había oído hablar del molino del Chorrador y de la fábrica de papel del Mas del “Papelé”, pero nunca de esta construcción. Fue a través de Google Earth como descubrí aquella enorme edificación junto al rio Bergantes que llamo poderosamente mi atención. En la fotografía ponía “Fabrica Vella”. Un buen explorador debía visitarla cuanto antes.

Una calurosa tarde de domingo, cuando el sol finalizaba ya su jornada laboral, pusimos rumbo hacia este enclave desconocido para nosotros. Circunvalamos Mas de las Matas, cruzando nuestro amado Guadalope en dirección a Aguaviva. Es el elaborado letrero de “BAJO ARAGÓN” el que determina el momento en el que las sierras de la Menedella, Los Avenzanos, Marondes y San Marcos abrazan al rio Bergantes sin apenas dejarle transitar entre empinadas laderas de bosque mediterráneo y espectaculares roquedos.

Se habla mucho de los paisajes del Matarraña, del Maestrazgo, de la Sierra de Albarracín… pero no me cabe duda de que este tramo del cauce del “Valenciano”, el que se extiende entre el puente de Cananillas y Zorita, no tiene nada que envidiar a ningún otro paisaje de Teruel, o incluso del país. Fabulosas formaciones, paisajes espectaculares, patrimonio de primer orden, HISTORIA en mayúsculas… Quizá aquí también cabría una figura de protección compartida entre Teruel y Castellón.

Conozco el cauce del Bergantes desde que era un niño. Todos los veranos visitábamos sus paisajes en infinidad de ocasiones en busca de refresco. Incluso acampábamos en ellos cuando estaba permitido. Recuerdo con mucho cariño aquellos días y aquellas noches a los pies de una impresionante mole rocosa a la que nosotros llamábamos el indio, frente al Cantal Badat. Era todavía un jovencito imberbe con muchas ganas de comerme el mundo. Risas, juegos, baños y mucha diversión entre amigos. Incluso hicimos dos grandes colegas de Castellón que acampaban en una vieja Pegaso verde con su padre. ¿Qué habrá sido de ellos?

Cananillas, las Dos Rocas, el Chorrador, el medidor, el Vilar… Hemos visitado casi todos sus rincones en estas decenas de años, por lo que todavía me sorprendió más no conocer aquel imponente edificio que localicé a través de Google Earth, aquella “fabrica vella” (fabrica vieja).

Esta representación de un patrimonio industrial modesto y de carácter local, en decadencia tras la globalización, se encuentra entre el Vilar y La Balma, en un bellísimo meandro, aguas abajo de la conocida como Fuente de Los Baños.

En cuanto llegas a la orilla contraria, ya sorprende la monumentalidad de esta enorme edificación. La fachada se encuentra en buenas condiciones, tan solo las maderas raídas de sus ventanas hacen sospechar de su abandono y deterioro. Desde el camino por el que accedemos, encontramos un vado artificial cuyo pavimento también ha sufrido los envites del rio, dejándole profundas heridas. Probablemente era un antiguo puente que fue cegado por los arrastres de las grandes riadas que hoy se ha convertido en una modesta azud sin uso.


Cruzo a través del río. El agua apenas me llega a la pantorrilla, son muchas las piedras de gravera que se han acumulado aguas arriba de la pasarela. Me fijo en dos pilastras de hormigón, que destacan sobre el cauce a mi derecha. Antonio Hernández, José Carbó, Joaquín Cardona y Rosendo Fuster. Junto a estos nombres está grabada la fecha de 1933. Nada he encontrado sobre esto en archivos o hemerotecas, así que toca divagar. Conociendo al rio Bergantes, pienso que aquellas pilastras soportarían una pasarela más elevada que la principal para asegurar que los trabajadores de la fábrica podían acudir a su puesto de trabajo en época de crecidas.




Cruzo el Bergantes por completo y me acerco despacio a la puerta principal. La primera impresión, a vuela pluma, es que aquella fachada debe tener unos 25 metros de ancha por unos 12 metros de alta. Son tres pisos más la planta baja, el más alto con una galería corrida preciosa que recuerda a las galerías corridas de los grandes palacetes de la zona. Quizá eso sea síntoma de que esta fábrica entro en funcionamiento en aquella época en la que la lana de la zona tenía enorme valor para los grandes mercados europeos del renacimiento.

A la derecha, casi colgando del roquedo, distinguimos la acequia que abastecía de agua el complejo textil. Como hemos dicho antes, este complejo constaba de tres centros de trabajo, nuestra protagonista es la que estaba en medio y la mejor conservada, aunque el derribo de parte de su techumbre no augura un futuro halagüeño para ella.



Como digo, he buceado en todos los grandes archivos y hemerotecas del país, y apenas he encontrado un par de referencias a estas fábricas textiles. Al menos sé que en los años veinte del siglo pasado, esta industria textil pertenecía a Manuel Martí Martí, José Martí Darsa y a la viuda de Manuel Ibañez. Nada más reseñable.

Me acerco a la puerta del edificio. Está totalmente abierta, presidida por un bello dintel de viejo “caravista”. Al asomarme se me cae el alma a los pies. El edificio comienza a amenazar ruina, y aunque todavía distinguimos en algunas habitaciones, restos de los viejos procesos de manufactura y algún elemento de la antigua maquinaria, es el escombro el que está apoderándose de la mayor parte de las estancias. Es imposible hacerse una idea de la distribución que pudo tener la fábrica cuando estaba a pleno rendimiento.




Rodeo el edificio. La estructura oxidada de una vieja furgoneta, un pequeño lavadero, una vetusta letrina, una bella terraza o una débil pasarela son los únicos elementos que llaman mi atención. Por encima de todo lo demás, lo que siento es tristeza. La tristeza de ver como aquel imponente edificio puede acabar siendo fruto del recuerdo en una imagen digital. Imagino que es propiedad privada, pero estos edificios monumentales suelen ser herencias envenenadas, recuerdos de otras épocas de bonanza que acabaron con el paro de la producción, y por lo tanto de inviable mantenimiento para una familia que debe cerrar su negocio por falta de rendimiento económico o de mercado.

Estoy convencido que muchas de estas familias sufren en silencio, viendo como parte de su historia, un pedacito de su pasado, el recuerdo de sus antepasados… sucumbe ante el paso del tiempo por no poder afrontar un mantenimiento costosísimo en un edificio de estas características.





Cuando esto sucede, ¿Deberían buscarse fórmulas de colaboración entre administración y propietarios para salvaguardar tan magnifico patrimonio? ¿Podrían recibir ayudas, acuerdos, convenios o incentivos fiscales para que afrontar dicho mantenimiento no fuese misión imposible? La verdad es que no lo sé, no tengo la respuesta. Lo que sí que tengo claro es que cada vez que dejamos caer uno de estos edificios, borramos un pedacito de nuestra historia. Cercenamos el alma de nuestros paisajes, de nuestra tierra y de las gentes que vivieron en ella antes que nosotros. Para entender porque estamos aquí, es fundamental saber cómo hemos llegado.



[i] https://hispagua.cedex.es/sites/default/files/especiales/energia_hidr/1a_origen.htm

miércoles, 2 de agosto de 2023

MONASTERIO DE RUEDA (Sastago)

La Orden monacal del Cister, fundada por Roberto de Molesmes en la región francesa de Borgoña en 1098, vivió una gran expansión durante la primera mitad del siglo XII. Una expansión cuyo responsable fue su miembro más ilustre, Bernardo de Claraval

“En el siglo XII la orden cisterciense ejercía una gran influencia política. Bernardo de Claraval influyó decisivamente en la elección del papa Inocencio II en 1130, y luego en la de Eugenio III en 1145.42​ Este antiguo abad cisterciense predicó, a petición de la orden, la Segunda Cruzada que llevó a Tierra Santa a Luis VII y a Conrado II. Bernardo fue quien hizo reconocer la Orden del Temple. En el siglo xii la orden proporcionó a la iglesia noventa y cuatro obispos y el papa Eugenio III

Wikipedia



No solo eran prolíficas las relaciones de Bernardo de Claraval y el Cister con el papado y con la propia Orden del Temple, la Corona aragonesa encomendó la misión de repoblar las tierras reconquistadas a estos monjes de origen francés que gozaban de las bendiciones de las grandes casas europeas, de las poderosas ordenes de caballería, de la propia iglesia y de la sociedad en general.

Cumplieron su papel a la perfección, ganando privilegios y concesiones por parte de los reyes aragoneses, lo que les permitió extender su poder a través de complejos monacales formidables como los de Veruela, Piedra, Poblet, Santas Creus o Rueda. Precisamente este último es nuestro protagonista en nuestra aventura de hoy.

Por primera vez, nuestra sobrina favorita decidía acompañarnos, y creo que se llevó buen sabor de boca. Sabiendo su afición por la arqueología, habíamos organizado el día para comenzar en Rueda y terminar en la colosal ciudad romana de Lépida Celsa. Fue el día 24 de abril, aprovechando el festivo aragonés, la fecha elegida para tan completa jornada.

Salimos de Alcorisa en dirección a Andorra. Pese a ser día festivo los trabajadores que estaban perfilando los últimos detalles de la nueva variante seguían al pie del cañón. No dudo que esta magna obra tendrá algún inconveniente, pero el bienestar y la seguridad que vamos a ganar los vecinos y vecinas de Alcorisa está por encima de cualquier otra consideración. Parece ilógico solicitar autovías y a la vez reclamar que no se hagan variantes.

Ya en Andorra tomamos la primera salida en la rotonda de la Cruz Roja, buscando desembocar en la N-232. Resulta todavía impactante no encontrar a nuestra izquierda la esbelta chimenea y sus tres hermanas rechonchas. No sé cuándo nos adaptaremos al nuevo paisaje los que lo hemos visto durante toda nuestra vida. Imagino que el mismo tiempo que tardaron aquellos que tuvieron que adaptarse a la instalación de la térmica cuando llevaban toda la vida sin ella.

Al llegar a Híjar, ya en su travesía, nos desviamos a la derecha hacia la A-224. Ya sin dejarla llegamos a Escatrón. Es preciso recordar que en la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de esta localidad, es donde se encuentra el retablo de alabastro realizado por el maestro Esteban en 1607 que estaba en la iglesia del monasterio. Fue trasladado a este templo en el primer tercio del siglo XIX para asegurar su conservación. Es espectacular.

Ya en Escatrón torcemos a la izquierda por la A-221. Dejamos atrás la central eléctrica y al atravesar el Ebro, un cartel nos informa de que a nuestra derecha está el camino que da acceso al monasterio. Conforme avanzamos hacia él, ya podemos distinguir la enorme extensión que ocupa. Su torre mudéjar, su puerta real, su esbelto muro de sillar… Aparcamos el lugar destinado a ello y nos dirigimos hacia la entrada del monasterio.

Nos recibe la llamada puerta real, construida a principios del siglo XVII. Es sin lugar a dudas una de las señas de identidad del complejo monacal. Parece ser que fue en el siglo XVIII cuando se le añadieron las esculturas que la presiden y que todavía le dan un aspecto más señorial.

Atravesamos la puerta de regia madera y entramos en un amplio recibidor donde hay expuestas varias maquetas e información sobre la restauración y el monasterio. La verdad es que el trabajo de restauración, a los ojos del profano, es extraordinario.

Nos dirigimos a la sala donde se venden las entradas y allí encontramos una vecina de Alcorisa. Siempre es una alegría encontrar paisanos y paisanas allá donde vamos, si además no lo esperas, la alegría es el doble de grande. Tras los pertinentes saludos nos indica precios y las instrucciones para la visita. Incluso se ofrece a hacernos una foto de familia en el espacioso patio de San Pedro. Muchísimas gracias por tu profesionalidad.

El patio está cerrado por los cuatro puntos cardinales. Frente al zaguán de entrada encontramos la iglesia y el conjunto monacal. A nuestra derecha el palacio del Abad y la galería que conectaba dicho palacio con el recinto medieval. A nuestra izquierda la antigua hospedería y edificios de servicio.



En el patio podemos distinguir una excavación arqueológica consolidada y visible. He buscado información sobre ella, pero no he encontrado nada al respecto. Desconozco si son ruinas del monasterio original o de alguna edificación anterior a la propia construcción del mismo. Se distinguen unos sillares en semicircunferencia y dos sobrias columnas.

Accedemos al complejo monacal medieval. Resulta curioso atravesar un pórtico gótico, labrado con gran maestría, con una tarjeta de acceso de tecnología avanzada. ¿Qué dirían aquellos monjes que siglos antes atravesaban aquella puerta si nos viesen ahora abrirla con un trozo de papel duro? ¡Brujería! Igual acabábamos en la hoguera.


Atravesar aquella puerta es realizar un viaje al medievo más profundo. Al tiempo en que un nuevo estilo constructivo, mucho más elaborado y llamativo que los anteriores, se imponía en la edificación de los nuevos templos eclesiásticos. El claustro de Rueda es una buena muestra de ello. Podría intentar describirlo, hablar de sus formas, de la tipología típica del Cister, de sus espectaculares ventanales… pero nada de lo que os pueda decir causará más impacto en vosotros que verlo en primera persona. Es sorprendente lo mucho que se parecen los claustros de Veruela, Rueda y Poblet.



La visita al monasterio resulta espectacular. Todas las dependencias son muestra inequívoca de la excelencia de aquellos maestros constructores que diseñaban fábricas tan colosales e imponentes. La iglesia, hoy vacía, en la que podemos contemplar dos capillas barrocas cuyos relieves han sobrevivido al abandono y las guerras, el dormitorio, con su enorme calefactorio, la sobriedad de la sala capitular, el refectorio con su espectacular pulpito, la cocina y sus disimuladas chimeneas, la acequia que pasaba bajo varias estancias, el lavatorio, único en la construcción cisterciense peninsular, el scriptorio y su bóveda de crucería, las salas de castigo… Todo el complejo es maravilloso, monumental y majestuoso.





Salimos del complejo extasiados, comentando lo esplendoroso que resulta todo el monasterio, y nos dirigimos a ver la famosa noria de Rueda y el ingenioso sistema hídrico utilizado por los ingenieros agrónomos de la época. Es una rueda enorme, hoy de estructura metálica. Hubo un tiempo que esta gran circunferencia, fundamental en el abastecimiento hídrico de la agricultura monacal, era de madera. Colosal obra de carpintería.

Sin duda alguna Rueda es uno de los monasterios más bonitos de la Corona de Aragón. Uno de esos grandes complejos que tanta influencia tuvieron en la repoblación de las tierras recién conquistadas. Probablemente la estrecha relación entre el Cister, el Temple y Jaime I, fuese decisiva para que los grandes cenobios de los dominios del Conquistador estuviesen en posesión de los discípulos de San Bernardo.