" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

miércoles, 16 de marzo de 2016

"COVA BONICA" o "CUEVA DEL MAS DE JUANOS"

  

Existen rincones en nuestra geografía más próxima que, pese a tener alguna característica sobresaliente, son muy poco conocidos. Lugares de importancia arquitectónica, paisajística o histórica que muchos de los vecinos del municipio donde se encuentra ni siquiera saben ubicar. Otros, incluso, desconocen su existencia.

Eso le sucede a nuestra protagonista de hoy. Pese a ser un lugar llamativo y con una historia curiosa, muy poca gente ha oído hablar de ella. Y me incluyo, pues fue mi amigo Sergio Ferrero de Fórnoles el que, un día como otro cualquiera en una de las muchas conversaciones que hemos mantenido a lo largo de los años, me habló de esta rarísima obra arquitectónica sita en Valderrobres. La llamaban “La cova bonica”.

Y es que no es una cueva al uso, se trata de un lugar especial. Uno de esos rincones impregnados de una experiencia vital que los hace únicos. Una de esas localizaciones en las que la mano del hombre y su “locura transitoria” la convierten en historia viva de otro tiempo, en el sello personal de un personaje histórico que quiso dejar su impronta antes de dejar la vida mundana.

Como digo, es Valderrobres, capital del Matarraña, el lugar donde viajaremos en esta ocasión. Sergio Ferrero, que ya ejerció de anfitrión en nuestra excursión al Santuario de Montserrate, medió para que su amigo Jorge Manero nos guiara hasta el corazón del término municipal de la villa arzobispal. Hasta el escondido lugar donde un eremita del siglo XIX decidió pasar los últimos días de su vida, dejando en herencia su habilidad picapedrera, su destreza a la hora de esculpir la piedra.

Era un domingo por la tarde cuando Jorge y Sergio cerraron la excursión convenida. Una excursión a la llamada “Toscana española”, a una de las comarcas con mas fuerza del territorio español. Una tierra que desprende belleza, monumentalidad e historia en cada uno de sus rincónes.

Salimos de Alcorisa sobre las 15 horas y ponemos rumbo a Alcañiz por la Nacional 211. Una vez en la Ciudad de los Calatravos, nos incorporamos a la nacional 232 en dirección a las Ventas de Valdealgorfa. Tras pasar el cruce de Torrecilla de Alcañiz, no puedo evitar recordar las innumerables trincheras que pueblan los cabezos de aquel terreno. Vestigios de la gran batalla que libraron allí las tropas italianas del bando nacional y el V cuerpo del Ejército republicano, comandado por el General Enrique Líster.


Pocos metros después de las ventas de Valdealgorfa aparece a nuestra derecha la señal indicativa de Valderrobres. Así que abandonamos la nacional y nos incorporamos a la autonómica 231 por la que llegaremos hasta la capital del Matarraña.

Dejamos atrás Valjunquera y La Fresneda, pueblos que también pertenecieron a la encomienda calatrava alcañizana, y nos colocamos paralelos, pero a contracorriente, al río que da nombre a la comarca. Río que, como la mayor parte del mundo sabe, tiene un nacimiento espectacular, uno de los rincones mas bellos de Aragón e incluso de España, el Parrizal.

Llegamos a Valderrobres alrededor de las 16 horas. Sergio ya nos espera en el lugar convenido. Lugar en el que también ha quedado con nuestro amable anfitrión, Jorge Manero. En cuanto aparece, y después de unas breves presentaciones, nos ponemos en marcha. Cruzamos el río y frente al cruce de Beceite, pasado el Hotel “Fuente del Miro”, tomamos un camino asfaltado a la izquierda. Es el acceso al castillo por la parte de arriba de la población.

Desde el camino se aprecia perfectamente el bello conjunto formado por la fortaleza arzobispal y la iglesia gótica. Valderrobres posee una extraordinaria monumentalidad, una estructura urbana congelada en el tiempo bañada de medievo. Pasear por sus calles es una increíble experiencia. Cada cuesta, cada rincón, las fachadas de sillar, las puertas adoveladas, su maravillosa plaza, su extraordinario Ayuntamiento… En Valderrobres tienes la sensación de que, al doblar la esquina, aparecerá ante ti un armado caballero, espada en mano, en busca de enemigos y tierras que conquistar.


Cuando ya nos acercábamos al viejo cementerio que preside la localidad, nuestro anfitrión hace girar su todoterreno a la derecha. Le seguimos de cerca con nuestro coche, pues ya tenemos experiencia en este tipo de circunstancias. Y sabemos que las gentes del medio rural, al conocer perfectamente los caminos que les rodean, corren más por ellos que por la propia carretera. 

De pronto el todoterreno se para. Nos miramos contrariados, pues en un rápido reconocimiento visual no logramos apreciar lugar alguno donde pudiera estar la cueva. Pero muy pronto nos damos cuenta del por qué de la interrupción. Por nuestra derecha aparece un enorme y solitario cerdo, que olisquea el vehiculo con curiosidad mientras continua su camino. Curiosa experiencia sin duda.

Tras varios kilómetros serpentenado por una pista con el firme en muy buen estado, llegamos junto a lo que parece un corral de ganado. Allí tomamos el camino de la izquierda y, unos cientos de metros más adelante, aparcamos los vehículos junto al camino.

Nada más bajar del coche, en la ladera de una montaña, frente a un campo de almendreras, ya podemos ver la curiosa cueva. Desde la distancia parece antigua. Un enterramiento romano o incluso judío. Estoy convencido de que los sepulcros de la Judea del siglo I no debían ser muy diferentes a esta fascinante y laboriosa caverna.

Desde nuestra posición se distingue la puerta, rematada con un arco de medio punto tallado en forma de ornamento que le confiere un aspecto estético realmente atractivo. A la derecha de la puerta se aprecian varias formas geométricas labradas en la roca. Desde luego, a simple vista, el lugar llama muchísimo la atención.

Continuamos por el camino que une los diferentes bancales de olivos hasta llegar frente a la cueva. Aquí los detalles ya son más visibles. Una de las formas geométricas tallada en la roca, a la derecha, parece estar preparada para hacer fuego, de hecho el negro que tiñe el hueco de la arenisca lo confirma. Es una oquedad redondeada, muy bien trabajada, presidida por un matachispas semicircular de circunferencia casi perfecta.


Entre el fuego y la puerta, una nueva talla, esta vez rectangular y con dos alturas simétricas diferenciadas. Parece una ventana a medio acabar. De hecho en el centro se ven dos pequeños agujeros que comunican con el interior de la cueva. A la izquierda de la puerta otra oquedad artificial, mucho más grande y también rectangular. ¿Quizá otra ventana inacabada?


Vuelvo a fijarme en la puerta. Está rematada a los lados con lo que parecen dos columnas, culminadas por capiteles desde donde sale el dibujo del arco de medio punto que preside el vano de la puerta. Entre el vano y ese arco, se aprecia una forma geométrica inacabada. Su dibujo esta completo, pero tan solo la parte superior aparece tallada. Parece una rueda de la vida, o de la fortuna, o quizá la representación del sol.  He buscado símbolos que se parezcan a éste, pero no he encontrado nada similar. Puede ser un simple motivo decorativo o algo de significado especial para el constructor de esta curiosa morada.

Accedo al interior. Es sorprendente el poco espacio en el que vivía aquel misterioso personaje que decidió enclaustrarse en esta pequeña cueva. No tendrá más de metro y medio de profundidad y unos cuatro metros de anchura. Hay dos pequeñas hornacinas en las que, por los restos, se encendió alguna vela. El suelo es arenoso. A la izquierda todavía se ve la piedra cincelada en basto, como si se intentara ganar espacio a la roca madre. Increíble que alguien pasara sus últimos años en aquel minúsculo espacio.

Al salir me fijo en una pequeña inscripción esculpida en uno de los lados del vano de la puerta. Distingo perfectamente la palabra “VIVA” en la línea superior, pero cuesta mucho distinguir la inscripción entera de la línea inferior. Parece que al final de la misma se lee “REY”. ¿Qué misterios guardaría aquel extraño eremita?


Por lo que cuentan los valderrobrenses, según me dijo Jorge Manero, nuestro fantástico anfitrión era un ex soldado y ex convicto de apellido Segura. Tras una de las muchas guerras que asolaron nuestras tierras en el siglo XIX fue encarcelado en un antiguo penal, situado a unos kilómetros de la cueva. Del penal todavía se distingue la torre principal, sus arcos apuntados, sus ventanas de bella factura y tallas de diversas cruces en sus sillares. Al ser liberado jamás volvió al municipio, se dirigió a esta pequeña cueva y allí paso sus últimos años esculpiendo su obra maestra, su legado, la talla por la que siempre se le iba a recordar.


Los motivos por los que aquel hombre hizo lo que hizo se desconocen. Algunos dicen que tenía lepra, pero es difícil imaginar dónde pudo contagiarse de esa enfermedad en pleno siglo XIX. A no ser que la guerra en la que participó fuera alguna de las rebeliones filipinas, cuando ese país del Pacifico todavía era colonia española. Sea como fuera, aquel valderrobrense nos dejo en herencia un lugar realmente especial. Una fachada de arenisca realmente espectacular, trabajada con maestría y con gusto.

Quizá fue la forma de entretenerse en los últimos años de su vida. O la inspiración por las preciosas vistas que desde aquel lugar se tienen de “Els Ports”, macizo montañoso de una belleza excepcional. O simplemente quiso ser recordado por su última obra, y no por su vida anterior.


Vuelvo a echar una mirada curiosa a aquella preciosa cueva y pienso: ¿sabría volver? Bueno, si un día regresamos volveremos a contactar con nuestros amigos. Pues en estas entrañables aventuras, en estas fascinantes excursiones, no sólo el lugar que visitamos es interesante. Esta mágica pasión por la proximidad nos ha permitido conocer muy buena gente, grandes personas que no sólo nos han ayudado, nos han acompañado, nos han aguantado, nos han formado, nos han enseñado, nos han escuchado… En definitiva, nos han hecho mejores personas. Jorge y Sergio son, sin lugar a dudas, dos buenos ejemplos. Gracias chicos.

Desde el coche echamos una última mirada, realmente es muy llamativa desde la distancia. Montamos en el vehículo y nos ponemos en marcha. No acabaría ahí nuestra excursión, todavía visitamos dos lugares más realmente excepcionales, pero esa, ya es otra aventura.


Oscar Librado Millán

Fotos: Marián Beltrán.

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