" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

lunes, 31 de octubre de 2016

LA AZUD DE ABENFIGO



En Abenfigo, pedanía castellotana de pasado musulmán, nace el extraordinario sistema de riego que alimenta las extensas huertas de Mas de las Matas y Aguaviva, los dominios del antiguo despoblado de Kamarón, sito en la colina de Santa Flora.


Las infraestructuras actuales de esta red de acequias es de reciente construcción, de finales del siglo XX, sin embargo, existen construcciones en el recorrido, que soportan las actuales, que dan buena muestra de que el pasado de este complejo sistema de riego es muy anterior al siglo XX. Según he leído en la web del Ayuntamiento masino, la acequia mayor de la villa, que toma sus aguas de la Azud de Abenfigo, se construyó en el siglo XVIII. Desconozco si esa acequia mayor fue una construcción completamente nueva, o como la acequia vieja de Alcañiz (canal de la Estanca), se aprovecharon ya los trazados realizados por los romanos para asentar las nuevas infraestructuras.


Abenfigo se asienta en la ladera sur de una de las estribaciones de la Sierra de los Caballos,  sobre los cauces del Guadalope y el barranco que lleva su mismo nombre. Es una pequeña población de calles coquetas y muy cuidadas. Precisamente el origen de su nombre, aunque se coincide en su pasado musulmán, tiene dos teorías: Según la propia web de Castellote, Abenfigo se traduciría como “Hijo de Figo”, siendo Figo un nombre propio. Sin Embargo, en la Enciclopedia Aragonesa del Periódico de Aragón traducen el nombre como “Barranco de higos”, debido a las numerosas higueras que según parece hubo en el cauce del barranco que esta a los pies de la población y que tiene su origen en el término municipal de Seno.


La Azud se encuentra entre dos imponentes cortadas, justo en el lugar en el que las estrecheces dan un respiro al rio Guadalope, abriéndose al pequeño valle que se extiende bajo la población de Abenfigo. Hasta la Azud, el rio Guadalope baja encañonado, descosiendo dos bellísimos macizos montañosos de paisajes espectaculares, y más en esta época del año con los ocres del otoño. De hecho, nos fue imposible acceder  al cauce del rio aguas arriba de la Azud de Abenfigo. Tuvimos que trepar hasta lo alto de una de las montañas que lo rodean y volver a bajar hasta él, y cuando  alcanzamos la orilla, la espesa vegetación existente nos  impidió continuar por el cauce, por lo que tuvimos que trepar de nuevo a la montaña.


Quizá resulte más sencillo acceder a él desde las antiguas minas de Castellote, o incluso desde la ermita de San Pedro de Jaganta,  no tardaremos mucho en comprobarlo.

 
Lo que nos llamo la atención fue que, junto al cauce del rio, en un lugar de acceso cuando menos complicado, se distinguían las ruinas de una masada de considerables proporciones, con varios bancales aterrazados a su alrededor. Un extraordinario rincón para evadirse de todo, un idílico emplazamiento para buscar paz y tranquilidad.


Desde lo alto del Cabezo, la impresionante mole montañosa delimitada por el Guadalope y el Barranco de Abenfigo, las vistas son espectaculares. Distinguimos las huertas de Mas de las Matas, con su distinguida torre como faro. Todo el cañón del Guadalope, que desciende desde el embalse de Santoléa dejando a su paso bellísimas formaciones y grandes peñascos, como el imponente Cabezo de Algezar. La Atalaya de Castellote y los muros de su castillo. El barranco de los Cocios, y Vallipón. ESPECTACULAR

  

Cuantos rincones casi desconocidos nos reserva nuestra propia tierra. 

lunes, 17 de octubre de 2016

CASTILLO DE BUÑOL (La Ginebrosa)


            Otra pieza mas, esta muy importante, del entramado defensivo construido en la guerra que enfrento a los hermanos Al´Mutaman y Al´Mundir, que lucharon por el dominio de sus Taifas, la de Zaragoza y la de Lérida-Tortosa respectivamente.


Dicha guerra, que se inicio en el año 1081, tuvo como protagonista a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, mercenario de Al’Mutaman, rey de la Taifa zaragozana, que encomendó a las mesnadas del caballero castellano, no solo protegerlo del empuje del reino aragonés, también recuperar los territorios de Lérida y Tortosa, cuyo padre había dejado en herencia a su hermano Al’Mundir.


Al’Mundir, reforzando infraestructuras ya existentes y construyendo otras nuevas, mando cerrar los caminos que daban acceso al territorio de su Taifa, convirtiendo la primera línea de los macizos montañosos del Sistema Ibérico y la Cordillera Prelitoral en una gigantesca muralla natural cuyos pocos accesos eran vigilados por fortalezas defensivas,  Qal’as, Hins y Atalayas.

En nuestra zona, eran las sierras de los Caballos y La Ginebrosa las que ejercían de muralla natural para defender tres núcleos de población de gran importancia, Morella, Camarón y Qasr’Abbad. Y los accesos los cerraban fortalezas defensivas como la de Alganes, la de Castiel, la de Foz, la de Valdenuez, la de Alcorisa, la de Berge y la de Molinos.

Sin embargo, en el cauce del río Guadalope, defendido por Castiel, dada su importancia estratégica, existía un segundo baluarte de defensa aguas arriba del primero, que no era otro que el castillo de Buñol.


Esta fortaleza fue construida sobre los restos de infraestructuras de origen íbero y romano, de hecho, tal y como nos cuentan los amigos de Arteguias con respecto al origen del nombre del pueblo valenciano de Buñol, “Bullon” o “Billon”, significaría fuente en íbero, por lo que el origen del nombre de este castillo estaría muy relacionado con la caudalosa fuente que tiene a sus pies, “Los Fontanales”, y con sus primeros pobladores.

Buñol permaneció en manos árabes hasta la segunda mitad del siglo XII, cuando las tropas comandadas por Alfonso II se hacen con el control de la depresión de Camarón (Actual Mas de las Matas) en 1169. Existe constancia de que, años después, el Rey Jaime I el Conquistador cede la fortaleza y la población que se asienta junto a él a Don Blasco de Alagón, siendo el hijo de este, Don Artal de Alagón el que en 1291 le concede Carta Puebla. Cuatro años mas tarde permuta la fortaleza con la Orden del Temple, formando parte a partir de entonces de la encomienda templaria de Castellote. Se cree que la consolidación de las fronteras y su difícil ubicación hicieron que a lo largo del siglo XIV fuese abandonado definitivamente.


Actualmente, sobre el cerro escarpado, solo distinguimos el esqueleto de la antigua ermita de la Magdalena, restos de los antiguos muros de la fortaleza e innumerables piezas cerámicas. Sin embargo, auparse hasta lo alto de las ruinas de este olvidado castillo es algo fascinante. Las vistas que se abren ante nosotros son espectaculares. Al norte los bellísimos meandros que dibuja el Guadalope en su lento discurrir hacia la cola del Embalse de Calanda. Al este el macizo montañoso de La Ginebrosa, coronado por la siempre imponente montaña de La Tarayola. Al Oeste el Guadalope descosiendo las Sierras de los Caballos, representada por el bello pico del Moro, y de La Ginebrosa, en la que nos encontramos. Y al sur las preciosas vistas de las enormes llanuras de las huertas de Mas de las Matas y Aguaviva, destacando  los bellos bosques de ribera que escoltan a los ríos Guadalope y Bergantes y que se unen un kilómetro aguas arriba de nuestra ubicación.


En definitiva, visitar las ruinas de Buñol, es fantasear. Convertirnos en arquitectos de lo antiguo y, tomando como referencia los pocos muros de piedra que aun sobreviven, levantar en nuestra imaginación la fortaleza que se alzaba imponente sobre el cerro. Es disfrutar de las maravillosas vistas que durante mas de milenio y medio, íberos, romanos, visigodos, árabes y los nuevos pobladores que ocuparon la fortaleza tras la reconquista, veían tras cada amanecer.

         BUÑOL,  recuerdo vivo de  una época en que las fronteras eran efímeras, época en la que los conflictos territoriales se solucionaban a golpe de mandoble. Demostrémonos a  nosotros mismos que hemos evolucionado algo desde entonces.