" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

lunes, 15 de diciembre de 2014

ERMITA DEL SANTO SEPULCRO DE ALCORISA




“En los últimos meses de vida Manuel Ballester, perteneciente a una noble familia de infanzones de la villa, pensó en remodelar la capilla donde se aloja el crucifijo del Monte Calvario. La ermita era de patronato del Ayuntamiento y todas las iniciativas y obligaciones referidas a ella corrían de parte del pueblo. Valiéndose Ballester de que un familiar suyo era el unico letrado de un Ayuntamiento compuesto por labradores obtuvo la aprobación de esta obra que inicio sin demora. Transformo el hueco de la peña donde se alojaba la Santa Imagen mediante unas tablas doradas y labradas y sustituyo el escudo de las cinco llagas flanqueado por dos angelotes que presidía la capilla por las armas de su familia. El escudo era tan ostentoso - tan sobresalientes y en tal disposición que dan en rostro a cuantos entran en la ermita – que provoco la indignación de los vecinos y el temor del Ayuntamiento a que le fuera arrebatado el patronato de la ermita. Se enteraron los municipales de las condiciones de favor que habían mediado en la autorización y la revocaron, pero llevados ante los tribunales por Ballester el Real Acuerdo ordeno restablecer en su lugar el escudo”

Pagina 40 del libro “Alcorisa” de Don Pedro Rújula.


         Esto sucedió en 1774, curiosamente 200 años después de la construcción de la primera ermita del Santo Sepulcro, y 500 años después de la muerte de Pelegrín de Atrosillo, segundo señor del castillo alcorisano, y de la mas que probable llegada de la familia Ballester al Mayorazgo de Alcorisa.

         Pero si la ermita en 1774 era de patronato del Ayuntamiento, ¿En que baso el juez su veredicto para fallar a favor del escudo de armas de la familia Ballester? ¿Qué derechos tenían sobre la ermita aquella familia de infanzones alcorisanos?


         Sabemos por la genealogía de Don Blas Pedro Ballester y Net que esta familia ostentaba las dignidades de mayorazgo de la villa y bayles del castillo, ¿Tuvieron algo que ver estas dignidades con la resolución judicial de aquel pleito en el que se vieron inmersos el Ayuntamiento y uno de los ciudadanos ilustres de Alcorisa? ¿Tenían algún privilegio histórico sobre el lugar donde se encontraba la ermita del Santo Sepulcro?

         Alcorisa y su historia esta ligada a esta noble familia de origen catalán, como siempre digo, conocer las memorias de este linaje es recuperar la memoria de una villa a la que le fueron arrebatados la mayor parte de los legajos en los que se escribieron sus crónicas. 
 
         No hay lugar a dudas de la estrecha relación que existía entre los Ballester y la ermita del Santo Sepulcro, y estoy convencido que averiguar a ciencia cierta el porque de este continuo vinculo nos ayudara sobremanera a encontrar muchas de las respuestas que andamos buscando.


http://www.fqll.es/catalogo_detalle.php?id=508








miércoles, 26 de noviembre de 2014

EL CASTILLO Y LOS BALLESTER; HILOS DE UNA MISMA MADEJA

             Como todos sabeis, no soy ningún experto en materia historiográfica, solo soy un vecino curioso e inquieto que quiere conocer, con todo el detalle posible, el pasado de las tierras en las que el destino quiso que naciera y creciera. Desconozco cuales son los protocolos a seguir en la búsqueda de información y por supuesto no dispongo del tiempo necesario ni de los conocimientos precisos  para encerrarme entre miles de legajos, pero desde un primer momento entendí que si quería averiguar algo mas sobre el castillo de Alcorisa, tenia que saberlo todo sobre la familia Ballester, pues a partir de la muerte de Pelegrín de Atrosillo, el Castillo y los Ballester se convierten en dos hilos de una misma madeja.


               He devorado 2, 3 y hasta 4 veces, los libros que han caído en mis manos cuyo tema principal era el pasado de mi localidad, he buscado información en todos los lugares que, desde mi ignorancia, he creído posible encontrarla e incluso he solicitado documentos a los archivos nacionales (Todavía no me ha llegado por cierto) para intentar encontrar algo mas sobre el nacimiento de la villa donde resido.

              Pues bien, hace unos días, gracias a Internet y al excepcional trabajo de Don Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio, director del Colegio Heráldico de España, descubrí la genealogía de una importante familia Balear, los MORLA. Esta familia entronco con los Ballester de Alcorisa en su 8ª generación. (Los Morla a su vez, habían entroncado con otra familia balear, los PUIGDORFILA, curiosamente Barones del Santo Sepulcro). A través de ellos, investigando su historia, descubrí que en Manacor existía una antigua familia con grandes riquezas que también se apellidaba Ballester. Por curiosidad, a través de Internet, busque la genealogía bien documentada de los Ballester de Manacor que también había escrito el señor Luis Valero. En un primer momento pensé que aquellos prohombres mallorquines que se instalaron en la isla en 1229, justo acabada la reconquista, nada tenían que ver con los Ballester de Alcorisa, pero muy al contrario, tenían que ver y mucho. Después de mucho indagar y rebuscar, y sabiendo por el árbol genealógico que Cesáreo Gil incluye en su libro que la primera generación de Ballester que llego a Alcorisa llevaban los apellidos de Ballester y Bernat, creí encontrar un vínculo de estos con las dos familias que repoblaron Cervera del Maestre, llamados también así. Sin embargo este último hallazgo ha hecho que todo lo que había creído descubrir hasta ahora se tambalee de tal forma que solo las teorías pueden explicar la cuestión.

                Al abrir el documento ya me llamo la atención que el escudo heráldico de los Ballester manacorís, cuyo primer hombre fue Don Berenguer Ballester, natural de Barcelona, fuese idéntico al del Barón Arnaldo Ballester, que participo junto a Jaime I en la conquista de Valencia y estuvo presente en las cortes de Alcañiz de 1250. Aunque la sorpresa mayúscula me la lleve cuando llegue a la pagina 7, concretamente a la 7ª generación de estos nobles mallorquines.



DICE ASÍ:

                “Don Blas Pedro Ballester y Net, segundogénito de Don Rafael Ballester y de Doña Cathalina Net, nació en la ciudad de Palma y siendo mozo marchó a enrolarse en los 8 Tercios de Italia en busca de fortuna, interviniendo en la Campaña de la Valtelina (1618/1626). Éste era un estratégico valle de la cordillera Alpina que permitía el paso entre el Milanesado español y el Tirol austriaco dominios ambos de los Habsburgo, por lo que su posesión era vital en aquellos momentos en que Europa ardía en la denominada “Guerra de los Treinta Años”, por ser la única vía terrestre por la que el Imperio Español  enfrascado en la guerra contra los protestantes podía enviar refuerzos a Flandes. Don Blas demostraría su arrojo y valor en la campaña contra los Grisones, pueblo que habitaba dicho valle de la Valtelina, interviniendo activamente en la pacificación del Valle y siendo uno de los artífices del Tratado que el 6 de febrero de 1621, firmó el Duque de Feria, Capitán General del Ejército Español, con los grisones y por el que se garantizaba el libre transito de las tropas y avituallamientos españoles, y se permitía el establecimiento de guarniciones españolas en los enclaves estratégicos que protegían el Valle. En el Archivo de la Real Audiencia de Aragón (Zaragoza) se encuentra el Real Privilegio y Comisión que se despachó en la villa y corte de Madrid, a los doce días del mes de marzo de 1622, por el rey Don Felipe IV “El Grande”, que comisionó todo su Real Poder y facultad al Excelentísimo Señor Don Gómez Suárez de Figueroa y Córdova, Duque de Feria, Gobernador y Capitán General por Su Majestad en el Estado de Milán, para que en nombre de Su Majestad promoviera y armara al grado y honor de Caballero a Don Blas Ballester y Net, lo que sería solemnemente realizado en el Campo de la Magiolina del Ducado de Milán, el día 29 de julio de 1622, por el propio Duque de Feria ante todo el Real Ejercito formado y armado en orden de parada, según se estilaba entonces para honrar a los héroes de guerra. Se indica además textualmente en el citado legajo que: “A fin que dicho Don Blas Ballester y toda su descendencia por línea masculina, hasta entonces nacida y la que hubiera de nacer en adelante, gozaran de todos los fueros, exenciones, privilegios, libertades e inmunidad que los demás Caballeros del presente Reino pueden y deben gozar". A su regreso a España Don Blas no volvió a Mallorca, pues en premio a sus servicios en la guerra de Italia le fue encomendada la Baylia del Castillo de Alcorisa, localidad aragonesa distante seis leguas de la ciudad de Alcañiz (Teruel) y a cuya jurisdicción calatrava pertenecía. Una vez allí para poder tomar posesión de su cargo tuvo que probar su nobleza mediante una Jurisfirma de Infanzonía, obtenida ante el Tribunal del Justicia Mayor de Aragón, con fecha 28 de noviembre de 1622 En adelante tanto él como sus descendientes residirían en Aragón, pues Don Blas conocería y contraería matrimonio en la parroquial de San Pedro Apóstol de Visiedo (Teruel) hacia 1627 con Doña Juana Jerónima Calvo, natural de dicho lugar, hija de Don Juan Calvo y nieta de Don Juan Calvo, infanzones avecindados en Visiedo, perteneciente a la jurisdicción de Calamocha. Fruto de su matrimonio serían Don Blas, Don Pedro, Doña Josepha y Doña Jerónima Ballester Calvo”

            Según esta genealogía de una persona versada en este tipo de cuestiones, los Ballester, infanzones de Aragón, llegaron a Alcorisa en 1622. ¿Cómo podía ser posible? Existen referencias anteriores en los libros de nuestros historiadores locales que ya hablan de la presencia de la familia Ballester en Alcorisa, pero si según este documento Don Blas Pedro Ballester y Net recibió la Baylia del Castillo de Alcorisa como premio a sus servicios, ¿Qué fue de la familia Ballester que ya residía en la villa?. Por muchas vueltas que le doy no tengo una respuesta contundente. Aunque dos son las teorías que cobran mas fuerza en mi cabeza:

-          La primera es que Don Berenguer Ballester, que llego a Mallorca en 1229, formaba parte del mismo núcleo familiar que los Ballester que tomaron posesión en 1271 del castillo de Alcorisa, muy probablemente relacionados con el Barón Arnaldo Ballester. Posiblemente en 1622, tras la muerte de Don Blas Ballester, Señor Mayor de Alcorisa en ese momento, sin descendencia directa, Don Pedro Blas Ballester y Net, familiar del primero tomo posesión del mayorazgo alcorisano. Esto no coincide con el árbol genealógico presente en el libro Alcorisa y sus tradiciones pero, ¿Qué otra opción existe?

-          La segunda, menos probable, es que el autor de dicha genealogía haya traducido mal los documentos, o incluso haya unido troncos familiares distintos que han provocado esta extraña coincidencia. Aunque esto es harto improbable habiendo sido escrito por toda una eminencia en la heráldica española.

Sea como fuere lo importante es que de nuevo aparece nombrado en un documento histórico el castillo de Alcorisa, y también hay certeza escrita de que los Ballester poseían la dignidad de Alcaides y Bayles del castillo alcorisano (Aunque esto no quiere decir que en 1622 la fortaleza todavía permaneciese en pie, simplemente significa que la dignidad de Baylé o Alcaide del castillo de Alcorisa todavía era reconocida por la corona). La duda es desde que fecha poseían tal distinción, ¿1271 o 1622?. Me inclino a pensar que seria la primera, pues ya en 1492  Cesáreo Gil deja constancia de vecinos de Alcorisa apellidados Ballester que murieron en la conquista de Granada, Emilio Moliner nos habla de Don Pedro Ballester, capellán del Pilar durante el reinado de Fernando el católico, y no podemos olvidar el nombre del primer Alcalde de la villa de Alcorisa, Juan Ballester. 



Demasiadas preguntas a las que dar respuesta, demasiadas incógnitas difíciles de resolver. De todas formas, desde mi más absoluta ignorancia sobre procedimientos historiográficos, seguiré indagando y buscando información sobre esta importante familia, seguiré intentando encontrar vínculos con su dignidad de alcaides del castillo de Alcorisa. Los Ballester emparentaron con las familias más nobles de la corona aragonesa, con grandes de España, e incluso alguno de ellos fue consejero y escolta real. Estoy convencido que desenredar la madeja de esta familia es desenredar el pasado de Alcorisa. Seguimos en ello.


lunes, 17 de noviembre de 2014

LOS HOCINOS DE LAS PARRAS DE MARTÍN

                Existen lugares a nuestro alrededor que ya los antiguos consideraban mágicos. Lugares en los que los primeros humanos entendieron el gran poder de la Madre Naturaleza, la fuerza de los elementos y lo insignificantes que eramos ante tales energías. Aquellos seres humanos, humildes y analfabetos, entendían como nadie que era la madre tierra la que les permitía vivir un día mas. Por eso cada vez que salía el Sol le rendían pleitesía en lugares donde era visible el enorme poder de un planeta vivo.


                Aquellos seres humanos agradecidos y atemorizados han dado paso a la sociedad de hoy. Una sociedad más culta, más avanzada tecnológicamente, pero mucho más soberbia. Una sociedad que ya no tiene respeto alguno por el medio que le permite amanecer cada día, por las energías que mantienen un equilibrio necesario en el que desarrollar nuestra vida. La inteligencia ha hecho que nos consideremos los amos de todo, los dueños de cada uno de los animales con los que compartimos casa, de cada palmo de terreno. Nos hemos creído con el derecho de destrozar, romper, deformar, aniquilar, cambiar… Sin darnos cuenta que aquello a lo que maltratamos y golpeamos es en realidad lo que nos permite seguir viviendo. Y la cuestión no es si la tierra nos devolverá el golpe o no, la cuestión es cuándo lo hará.

                Por eso de vez en cuando es bueno visitar esos mágicos lugares. Perderse en las entrañas de nuestras sierras y buscar en ellas rincones donde la naturaleza nos muestra su fuerza y  su poder. Es bueno deleitarse con la belleza de parajes únicos que nos ponen la carne de gallina. Sitios en los que las palabras del viejo jefe indio “Seatle” cobran mucho mas sentido:


“Sabemos que la tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra. Sabemos que están vinculadas todas las cosas. Lo que acontece a la tierra también le ocurre al hijo de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida, es solo un hilo del tejido. Todo lo que el hombre le hace a la tierra, se lo hace a el mismo”

Nuestra visita de hoy será al corazón de la comarca de las Cuencas Mineras, concretamente al río de las Parras, por lo tanto debemos tomar la carretera nacional 232 en dirección a Teruel. En Castel de Cabra cada uno decide su camino. El destino es Utrillas y algunos prefieren tomar la carretera de Palomar hasta Escucha y bajar después a la capital de la comarca minera y, otros, prefieren ir por Montalbán. Eso lo dejo a elección del lector y del explorador. En este caso nosotros nos decidimos por la segunda opción.

Cruzamos el viaducto del Barranco de Palomar. Aún hoy podemos ver bajo esta espectacular obra de ingeniería el antiguo puente e incluso podemos bajar hasta él para contemplar no sólo la belleza paisajística del lugar, sino también la espectacular estructura del viaducto antes mencionado. Dibujamos las sinuosas curvas anteriores a la travesía de Montalbán. Vemos los restos de aquel importante castillo, morada durante cientos de años de la orden de Santiago y víctima de las conquistas que el Cid realizó en nuestras comarcas. Una vez más las guerras carlistas se encargaron de barrer el recuerdo de aquella importante fortaleza.

Atravesamos Montalbán y, una vez llegamos a la rotonda del cruce de Caminreal, Teruel y Zaragoza, tomamos la tercera salida en dirección a Utrillas.  Conforme ascendemos por la Nacional 420 hacia la villa minera, a nuestra derecha vemos un grupo de madrugadores senderistas que atraviesa uno de los túneles de la antigua vía de tren que unía Utrillas y Zaragoza. Se han acondicionado los primeros kilómetros como vía verde. Tiene que ser una interesante excursión.

En la travesía de Utrillas tenemos señalizado el camino hacia Las Parras, así que giramos a la derecha por el lugar indicado y nos adentramos en su casco urbano unos cientos de metros. Después giramos a la izquierda. Una vez dejamos a nuestra derecha la enorme fabrica de Casting Ros el firme se vuelve mas irregular, mas estrecho. Esa es la carretera que nos lleva a nuestro destino.

Sorprende la ubicación del pequeño pueblo de Las Parras. Protegido por la sierra de San Just, se asienta en un estrecho valle de acceso tortuoso. Hoy en día este pequeño y hermoso pueblecito es barrio de Utrillas pero, a pesar del estado de la techumbre de su iglesia, en ningún caso puede considerarse un pueblo fantasma. Sólo hay que fijarse en las huertas, en la ropa tendida, en los jardines de algunas casas… Las Parras de Martín todavía es un pueblo vivo.

Aparcamos el coche junto a la señal de madera que informa del sendero de acceso a los hocinos. Después nos dimos cuenta que, para los menos andarines, todavía podemos ir unos cientos de metros en coche. Incluso con un buen todoterreno podríamos llegar casi hasta los mismos hocinos, pero el desconocimiento inicial nos hizo desistir de ir mas allá.

El inicio del camino es ancho, nada complicado, y se mantendrá así en la mayor parte del recorrido. Ya en el inicio podemos ver las impresionantes formaciones calizas que coronan los macizos desnudos. Vigilan el sosegado paso de las aguas del río de Las Parras. Sin embargo la desnudez de estas montañas no es completa. De vez en cuando oasis “choperos” de colores verdes y ocres cubren partes determinadas de sus laderas, anunciando que allí brota agua.

Una indicación nos invita a seguir una estrecha senda a nuestra derecha que discurre por la ladera de la montaña. No es necesario que toméis ese camino: si seguís por la pista principal, vadeando el río, podréis continuar por la orilla del cauce hasta un puente de cemento. Una vez allí, tomando el camino de la derecha que inicia la subida por la ladera de la montaña, iremos a parar al mismo lugar donde nos dirigía el sendero anterior.


      Seguimos el camino. No dejamos de disfrutar, a un lado y otro, de los espectaculares roquedos calizos que acompañan nuestro paseo. Finalmente, tras una bajada prolongada, llegamos a la orilla del río, a los pies de una pasarela de madera. Aquí es donde hay que ponerle un “pero” a la indicación vertical, pues la colocación del cartel que hay justo antes de cruzar confunde al visitante y los contrariados senderistas han dibujado muchos senderos infructuosos. Para ver los dos hocinos es necesario cruzar el puente. El Hocino del Pajazo a la derecha y el Pozo de las Palomas a nuestra izquierda.


Por cierto, antes de llegar a la orilla de la corriente de agua, dejamos una formación pétrea espectacular a nuestra izquierda. Un extraño conglomerado de rocas y vegetación enclavado estregicamente sobre uno de los hocinos. Sus formas, los muros de argamasa que cerraban la roca horadada o incluso los restos de hollín en varios de sus recovecos lo hacen realmente curioso. Leímos que se trataba de una necrópolis, pero lo extraño del lugar no nos dejó del todo convencidos de esa explicación.

Nos decidimos primero por visitar el Hocino de las Palomas. El camino que discurre junto al río hasta el cañón donde se esconde este enclave excepcional ya es espectacular, y mas en esta época del año. Los tonos ocres con los que el otoño dibuja su estación en los enormes chopos que vigilan nuestros pasos, los tonos grises y anaranjados de las murallas de piedra y los variados verdes de la vegetación ribereña convierten el camino en una preciosa explosión de vida y colores.

Pero lo mejor está por llegar. Poco a poco la vegetación va dando paso a la roca caliza. Las enormes paredes de piedra se cierran por ambos lados, dejando en el centro un estrecho desfiladero labrado por el líquido elemento a lo largo de millones de años. El lugar es espectacular, a la par que maravilloso. 


Al fondo, más allá del final de la estructura artificial que nos permite caminar sobre las aguas, la roca se rompe. De sus entrañas sale el sonido amplificado del agua al golpear. La cortina de agua evaporada que cierra el paso al enorme “ojo” de la roca, se tiñe de bellísimo arcoíris al recibir el sol del mediodía. Un manso y desacompasado caudal de agua transparente resurge de la oscuridad de la enorme cueva tallada por ella misma con años de esfuerzo, dedicación y paciencia, y continúa su camino buscando un nuevo reto, un nuevo obstáculo que superar. 

Aquel lugar me recuerda a las películas de mi infancia. A los mágicos lugares amazónicos que aparecían en películas como “Tras el corazón verde”. Sin embargo este lugar está aquí, apenas a 45 minutos en coche desde Alcorisa. Imperdonable no conocerlo. 

¿Qué pensarían nuestros antepasados ante esta obra de arte esculpida con el cincel del tiempo por la madre naturaleza?
 



Impresionados todavía por la belleza de la mágica cueva de las Palomas, y después de la pertinente sesión de fotos,  emprendemos rumbo hacia el Hocino del Pajazo. El sendero que nos conduce hasta él también es bellísimo. Agua, vegetación y grandes y vertiginosos roquedos que se yerguen hacia el cielo: la combinación perfecta para dejarnos boquiabiertos.

Nuestra llegada al Hocino del Pajazo nos deja fríos. Es un salto de agua de unos 10 metros de altura y de gran belleza que cae sobre un pozo rodeado de una espesa vegetación, pero sin lugar a dudas el de las Palomas se ha quedado impregnado en nuestra retina. Ver la extraordinaria belleza del primero ha provocado que el segundo no nos haya impresionado tanto, así que mi recomendación es que para aquellos que visitéis el lugar, os acerquéis primero a este hocino y dejéis las Palomas para el final.


Tras superar el hocino, el río de las Parras abandona las estrecheces y se desliza suavemente a la cola del nuevo pantano construido cerca de Martín del Río. Desde nuestra posición distinguimos a la perfección la presa de escollera que cierra el último tramo montañoso, antes de desembocar en  el río Martín.


Cuando vamos a iniciar la vuelta intento escuchar el silencio, el lamento de una naturaleza viva que ve como los seres humanos la castigamos una y otra vez sin piedad. Es en ese instante cuando pienso: ¿seremos capaces de agradecer algún día a la Tierra todo lo que ha hecho ella por nosotros?



miércoles, 24 de septiembre de 2014

CASTILLO DE PEÑAFLOR



Existen lugares que nos atraen irracionalmente. Que nada más verlos despiertan en nosotros la imperante necesidad de visitarlos. Que, pese a su estado ruinoso o su descuidado aspecto, calan en nosotros de manera especial.

Eso es lo que yo sentí la primera vez que vi una fotografía de nuestro protagonista de hoy. Sus siluetas despertaron en mí curiosidad, necesidad y enorme interés por conocer. Aquellos restos, casi dibujados sobre la roca, seguro guardaban en su interior una historia digna de ser contada.

Y os puedo asegurar que cuando decidí escribir sobre el castillo de Peñaflor nada sabía de su pasado. Y menos aún que Huesa del Común y Alcorisa compartíamos algo allá por el siglo XIII: Don Pelegrín de Atrosillo fue señor del Castillo de Huesa al igual que del de Alcorisa.

Huesa del Común está a unos 66 kilómetros de Alcorisa y pertenece a la comarca de Cuencas Mineras. Escondida en el cauce del rió Aguasvivas, fue una plaza de importancia capital en la llamada “Reconquista”.

Iniciamos nuestro camino por la A-223 en dirección a Andorra, y una vez allí, tomamos la pista minera que nos conducirá al cruce entre Ariño y Oliete. Me fijo en la maquinaria, dos enormes dumper blancos ya en desuso, que se ha quedado apostada en el lugar donde su motor rugió por última vez. Podemos considerarlas ya patrimonio industrial de nuestras comarcas. 

Una vez en el cruce, pasado ya el enorme complejo industrial que todavía trabaja en el tratamiento del carbón, giramos a la izquierda en dirección a Oliete, dejando a mano derecha el enorme “boquete” de la sima de San Pedro unos kilómetros más adelante.

Sin dejar la A-1401, dejando atrás la travesía de Oliete, llegamos a Muniesa, localidad famosa por las dos torres que adornan su casco urbano. Sin duda cualquiera de las dos, tanto la de su iglesia parroquial como la de la ermita de Santa Barbará, formarían parte por derecho propio de una guía explicativa de las torres más bonitas y curiosas de nuestra provincia.

Después de una breve parada para observar con detalle la singular figura que corona una de las torres, nos ponemos de nuevo en marcha en dirección a Cortes de Aragón. Es poco antes de llegar a esta localidad cuando tomamos el cruce a la derecha que nos lleva hasta el protagonista de nuestra excursión. Son apenas 15 minutos en una carretera de firme irregular de un solo carril, desde la que pronto podemos contemplar la imponente silueta del viejo castillo de Peñaflor.


Una vez en el pueblo, y tras preguntar a uno de los amables vecinos de la localidad, ascendemos por sus asimétricas calles, probablemente de origen árabe, hasta la parte de atrás de la deteriorada iglesia. Allí aparcamos el coche, justo enfrente de la estrecha senda que nos conducirá al abrazo de los imponentes muros que todavía quedan en pie sobre la roca.

Basta una mirada para saber que aquel castillo fue algo más que una simple fortaleza reconquistada. Que aquella construcción encaramada sobre las salientes calizas de la montaña tuvo una gran trascendencia en la historia de estos asolados parajes. Ya en el ‘Cantar del Mío Cid’ aparece la localidad de Huesa, y por ende su castillo, atacado por el mismísimo Cid Campeador en el año 1082.

Entonces  se  trasladó  mío  Cid  al  puerto  de  Alucant, desde allí atacó mío Cid a Huesa y a Montalbán, en aquella correría diez días tuvieron que emplear.
Versos 951 y ss. CMC

                Fue probablemente construido por la marca superior de Al Ándalus, con el fin de proteger uno de los caminos de acceso  a  una de sus  fortalezas  principales, Montalbán. La tenencia cristiana de esta fortaleza se data definitivamente desde 1154, cuando es conquistada por los señores de Belchite. Su emplazamiento inexpugnable jugó un papel decisivo en la reconquista del resto de las Cuencas Mineras, incluida la fortaleza de Montalbán.

                Asienta su estructura sobre unos 50 metros del roquero de caliza que corona toda la longitud del cerro. A la izquierda todavía conserva los enormes e imponentes muros de una de sus torres lo que le da un aspecto grandioso al conjunto. Y en el centro del recinto, distinguimos perfectamente la estructura de lo que fue otra alta y esbelta torre. Toda la longitud de su estructura está salpicada por trozos de muro de mampostería de diferentes tamaños. Desde luego, ver esta fortaleza en su máximo esplendor tuvo que ser algo espectacular.    
         
                Comenzamos a ascender por el serpenteante camino que sube con dificultad por la ladera. Ya se empiezan a distinguir restos de la antigua estructura defensiva, incluso todavía está en pie parte de lo que fue una torre albarrana que daba acceso al segundo recinto amurallado.

                Conforme ascendemos, una extraña sensación me invade. Estamos siguiendo un camino por el que, hace casi 800 años, Don Pelegrín de Atrosillo, segundo señor de la aldea y castillo de Alcorisa, subió para tomar posesión de esta otra plaza entregada a su persona por Jaime I el Conquistador. Alcorisa y Huesa, dos territorios unidos por un mismo señor.

                Es increíble que aquellos altos y enormes muros, amputados en toda su estructura, todavía sean capaces de aguantar los envites del tiempo y los elementos. Toda la construcción está hecha en mampostería, piedra y argamasa, con las esquinas de sillar. Los musulmanes utilizaban la argamasa (cal, arena y agua) y la piedra sin labrar, en la mayor parte de sus construcciones. Esto les permitía aprovechar la dureza de la mezcla para hacer muros muy anchos y de gran envergadura.

En la roca que soporta la fortaleza distingo una enorme herida, una brecha natural que bien parece la entrada a un recinto secreto o la salida de un túnel de huida. Al acercarme al lugar me doy cuenta que es una especie de sima que realiza un giro de 180 grados dentro de la roca donde se pierde su pista. Me pregunto si algún valiente espeleólogo se habrá adentrado en aquel extraño agujero.

Subimos el último repecho de arena suelta y entramos en lo que fue el recinto amurallado del castillo. Tiene apenas cinco o seis metros de achura. Tuvo que ser una fortaleza sensacional antes de que Ramón Cabrera la condenara, en 1838, al tomarla como posición de defensa en su guerra con el ejército isabelino. Jamás recuperaremos todo el patrimonio que nos robaron las malditas guerras carlistas.
Me fijo en un extraño ventanal. Un sillar enorme incrustado sobre el muro de mampostería con una hendidura redonda en su centro. Los pequeños detalles son siempre los que nos dan una idea de la enorme habilidad constructora de aquellos que edificaban estas construcciones en lugares imposibles, y que aun hoy, sin la intervención humana, hubiéramos podido disfrutar.

El castillo está situado sobre un roquero rodeado por el meandro que dibuja el rio Aguasvivas a su paso por Huesa. El lado sur de la construcción está delimitado por un rasgado acantilado de roca caliza y altura considerable que cae a plomo sobre el cauce del rio. Un cauce estrecho, en el que todavía perviven pequeñas  huertas y un viejo molino. En el extremo oeste de la edificación el roquero está como recortado. Da la sensación que aquel pequeño hueco entre el muro de roca natural era el acceso original al castillo. Al norte, dibujado por un melancólico paisajista, el pueblo y las choperas junto al río contrastan con el amarillo de la cebada recién segada y el gris de los numerosos alcores, sin capa vegetal, diseminados por el lugar.

Nos adentramos en las construcciones que todavía continúan en pie. Restos de una pequeña bodega o aljibe, escaleras, grandes muros y ventanales, estructuras imposibles construidas sobre el abismo.  En las dos torres todavía se nota la mano de los  constructores de la marca superior, a los que les gustaba utilizar el ladrillo viejo para las cosas más delicadas (arte mudéjar).

Sin lugar a dudas, pese a su deterioro, las grandes estructuras que todavía quedan en pie permiten entender la importancia de esta enorme fortaleza. Es fácil imaginar al Cid Campeador observando este lugar impresionado, buscando su punto débil. El rincón exacto donde un castillo inexpugnable se convierte en accesible. Cuantas cosas podrían contarnos las piedras si fuesen capaces de susurrar.

Abandonamos la fortaleza con la sensación de que pisamos el mismo suelo que grandes personajes que, por unas circunstancias u otras, han sido parte importante de la historia de nuestra bella provincia. El Cid Campeador, Ramón Berenguer IV, Jaime I El Conquistador, Galindo Jiménez, Pelegrín de Atrosillo, el Temple o la familia Luna de Illueca, la del Papa luna, a quien Alfonso IV vendió el castillo y sus tierras en 1328.  Tras los muros, en su mayor parte caídos por el desagradable vicio de destruir que tiene el ser humano, se congregaron una serie de personajes cuyos nombres serán siempre recordados. Gentes que vieron en este bello rincón de las cuencas mineras un lugar inigualable, una plaza extraordinaria en la que apoyarse para conseguir sus fines y objetivos.


“Huesa y Alcorisa unidos por un mismo señor allá por el siglo XIII”. Esa es la frase que no dejo de repetir en el camino hasta el coche. ¿Merecería esto un hermanamiento? Esa será otra de tantas historias…







jueves, 28 de agosto de 2014

VIGILANTES PETREOS DE UNA FRONTERA RECIEN NACIDA



 
                    Mojón que marca la linde de los terminos de Alcorisa, Alcañiz y Calanda
 
El 8 de octubre de 1605, Don Juan López Galban, asesor de Jerónimo de Heredia, gobernador general de Aragón, dictaba por fin sentencia inapelable en favor de la causa del rey Felipe III y de las villas de Cretas, La Zoma y Alcorisa.
Finalizaba así un proceso judicial que había durado más de cuatro años, desde que el 14 de marzo de 1601, su majestad Felipe III concedía el titulo de villa a Alcorisa, segregándola de Alcañiz.  Un proceso judicial en el que Alcañiz y Alcorisa tuvieron un enfrentamiento  de una envergadura extraordinaria, una batalla administrativa en la que ambas localidades bajoaragonesas dedicaron cantidades ingentes de recursos humanos y económicos.

                                                                                                                            Fuente del Carmen

Fue ese 8 de octubre de 1605, cuando las lindes entre la aldea de Alcorisa y la villa de Alcañiz, pasaron a ser frontera entre dos territorios independientes, entre dos núcleos poblacionales con jurisdicción administrativa y judicial independiente.
Lindes que también fueron motivo de disputa durante los cuatro años de pleitos continuados, pues alegaban los de Alcañiz que, aunque Alcorisa fuese reconocida villa, era preciso negociar los límites de su término municipal, pues el actual lo disfrutaban como privilegio por pertenecer a la jurisdicción alcañizana.
 Respondían los de Alcorisa que ya, hacia más de 300 años, el comendador de la orden de Calatrava Ruy Sanchez, delimito el territorio al conceder fueros a la aldea, y que por consiguiente eran aquellos antiguos limites los que pertenecían a la actual villa de Alcorisa.

                        Mojón que marca la linde entre los terminos de Alcañiz, Andorra y Alcorisa

Finalmente, también en esto se falló a favor de Alcorisa, y aquellos antiguos límites, marcados precisamente por el peligroso camino que seguían los vecinos de Alcorisa para ir a reclamar justicia a Alcañiz, se convirtieron en la frontera definitiva. Ese camino transcurría desde el Mas de La Plana hasta la fuente del Carmen.

                                                                        Al fondo el Mas de La Plana

Sin embargo, aquellas sentencias no debieron acabar con el conflicto por las lindes, o al menos no para los vecinos de Alcorisa, que por miedo a alguna jugarreta ilegal u ocurrencia desafortunada de los vecinos de Alcañiz, sembraron el límite de los términos de grandes mojones de sillar labrado. Enormes mojones rectangulares de roca caliza, semienterrados y de unas dimensiones considerables para que no fuese ni mucho menos fácil intentar moverlos.
La inmensa mayoría de mojones tallados, colocados hace más de 400 años, todavía siguen allí. Son testigos mudos de un conflicto que convulsiono el siglo de oro bajo aragonés. Vigilantes pétreos de los limites de  un territorio reconquistado por  vía judicial, un territorio que nada tenía que ver con sus características actuales. No dejo de imaginar a los guardas nombrados por la recién nacida villa de Alcorisa mirando con recelo al otro lado de la línea imaginaria que marcan estas columnas de piedra, observando los movimientos sospechosos de los vecinos de Alcañiz que, durante años, habian sobrepasado esa linde que ahora marcaba una nueva jurisdicción.

 


 

 

          Algunos de estos históricos mojones ya han desaparecido por la sobreexplotación agrícola, y otros están en serio peligro de perder su posición vertical, lo que los condenara al olvido. Me irrita el poco respeto que tenemos por aquellos pequeños detalles que marcaron un antes y un después en la historia de nuestro pueblo. Lo poco que apreciamos el significado que aquellos mojones tuvieron para aquellas gentes, vecinos de Alcorisa, que se jugaban la vida y los ahorros cada vez que debían partir en busca de justicia.

                                                                                                                                               Al fondo Alcañiz

RECUPERAR Y RESPETAR LA HISTORIA, ES REMEMORAR LOS HECHOS Y ACONTECIMIENTOS QUE NOS HAN HECHO SER LO QUE SOMOS.

sábado, 16 de agosto de 2014

Restos "HUMANOS" ¿Alguien va a hacer algo?




A veces en las “exploraciones” diarias no se encuentra lo que uno quiere. Hará unos meses, buscando con Marian restos del antiguo poblado de la edad de bronce que había en las faldas de la montaña de San Cristóbal en Alcorisa, nos sorprendimos con el hallazgo de varios restos humanos diseminados por un pequeño barranco.




Tras avisar a la Guardia Civil, y una vez certificado su origen humano, se nos pidió que no subiéramos allí hasta que Patrimonio de Gobierno de Aragón hiciese las comprobaciones necesarias y procediera en consecuencia, y así lo hicimos.


Pues bien, cuál fue nuestra sorpresa cuando,  después de varios meses evitando la zona y sin tener ninguna noticia sobre el hallazgo, un día que decidimos acercarnos de nuevo al lugar nos encontramos con la desagradable noticia de que los restos sueltos se los habían llevado, pero que aquellos que estaban incrustados en los taludes seguían allí, esperando que alguien los desenterrara y los llevara a un lugar más adecuado.

Hay al menos 2 esqueletos distintos en la zona, y por desgracia nadie les ha prestado ninguna atención.

Indagando un poco, y repasando que acontecimientos pudieron suceder allí para que esos dos cuerpos acabaran enterrados en las faldas de San Cristóbal, ayer pude leer, de manos de Cesáreo Gil Atrio en su libro de “Alcorisa y sus tradiciones”, que aquella fue una zona de grandes enfrentamientos en la segunda guerra carlista, y que las faldas de San Cristóbal están llenas de cuerpos de aquel negro episodio de la historia de nuestra villa.


¿Es ese el motivo por el que Patrimonio no ha movido un dedo?

Son restos humanos, pero no son lo suficientemente antiguos para que tengan valor arqueológico, ni lo suficientemente recientes para que sean reclamados por nadie, la cuestion es que han salido a la luz.

Y  yo me pregunto: ¿Merecen por eso pudrirse en un barranco? ¿Merecen ser desmembrados y arrastrados por los torrentes de agua de las tormentas de la zona? ¿Merecen ser olvidados?


Bajo mi punto de vista NO. Son restos humanos, y merecen un trato acorde con su origen. Probablemente son soldados que lucharon por una causa que no compartían, en una guerra que no era suya, obligados por unos dirigentes ávidos de poder, y encontraron la muerte en un lugar equivocado y en el momento inadecuado. Incluso podrían ser vecinos de Alcorisa.

POR FAVOR y POR HUMANIDAD, que aquellos con las competencias necesarias retiren esos restos humanos de allí y los lleven a un lugar más adecuado, o al menos que dejen que otros lo hagamos.