" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

EL CASTILLO Y LOS BALLESTER; HILOS DE UNA MISMA MADEJA

             Como todos sabeis, no soy ningún experto en materia historiográfica, solo soy un vecino curioso e inquieto que quiere conocer, con todo el detalle posible, el pasado de las tierras en las que el destino quiso que naciera y creciera. Desconozco cuales son los protocolos a seguir en la búsqueda de información y por supuesto no dispongo del tiempo necesario ni de los conocimientos precisos  para encerrarme entre miles de legajos, pero desde un primer momento entendí que si quería averiguar algo mas sobre el castillo de Alcorisa, tenia que saberlo todo sobre la familia Ballester, pues a partir de la muerte de Pelegrín de Atrosillo, el Castillo y los Ballester se convierten en dos hilos de una misma madeja.


               He devorado 2, 3 y hasta 4 veces, los libros que han caído en mis manos cuyo tema principal era el pasado de mi localidad, he buscado información en todos los lugares que, desde mi ignorancia, he creído posible encontrarla e incluso he solicitado documentos a los archivos nacionales (Todavía no me ha llegado por cierto) para intentar encontrar algo mas sobre el nacimiento de la villa donde resido.

              Pues bien, hace unos días, gracias a Internet y al excepcional trabajo de Don Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio, director del Colegio Heráldico de España, descubrí la genealogía de una importante familia Balear, los MORLA. Esta familia entronco con los Ballester de Alcorisa en su 8ª generación. (Los Morla a su vez, habían entroncado con otra familia balear, los PUIGDORFILA, curiosamente Barones del Santo Sepulcro). A través de ellos, investigando su historia, descubrí que en Manacor existía una antigua familia con grandes riquezas que también se apellidaba Ballester. Por curiosidad, a través de Internet, busque la genealogía bien documentada de los Ballester de Manacor que también había escrito el señor Luis Valero. En un primer momento pensé que aquellos prohombres mallorquines que se instalaron en la isla en 1229, justo acabada la reconquista, nada tenían que ver con los Ballester de Alcorisa, pero muy al contrario, tenían que ver y mucho. Después de mucho indagar y rebuscar, y sabiendo por el árbol genealógico que Cesáreo Gil incluye en su libro que la primera generación de Ballester que llego a Alcorisa llevaban los apellidos de Ballester y Bernat, creí encontrar un vínculo de estos con las dos familias que repoblaron Cervera del Maestre, llamados también así. Sin embargo este último hallazgo ha hecho que todo lo que había creído descubrir hasta ahora se tambalee de tal forma que solo las teorías pueden explicar la cuestión.

                Al abrir el documento ya me llamo la atención que el escudo heráldico de los Ballester manacorís, cuyo primer hombre fue Don Berenguer Ballester, natural de Barcelona, fuese idéntico al del Barón Arnaldo Ballester, que participo junto a Jaime I en la conquista de Valencia y estuvo presente en las cortes de Alcañiz de 1250. Aunque la sorpresa mayúscula me la lleve cuando llegue a la pagina 7, concretamente a la 7ª generación de estos nobles mallorquines.



DICE ASÍ:

                “Don Blas Pedro Ballester y Net, segundogénito de Don Rafael Ballester y de Doña Cathalina Net, nació en la ciudad de Palma y siendo mozo marchó a enrolarse en los 8 Tercios de Italia en busca de fortuna, interviniendo en la Campaña de la Valtelina (1618/1626). Éste era un estratégico valle de la cordillera Alpina que permitía el paso entre el Milanesado español y el Tirol austriaco dominios ambos de los Habsburgo, por lo que su posesión era vital en aquellos momentos en que Europa ardía en la denominada “Guerra de los Treinta Años”, por ser la única vía terrestre por la que el Imperio Español  enfrascado en la guerra contra los protestantes podía enviar refuerzos a Flandes. Don Blas demostraría su arrojo y valor en la campaña contra los Grisones, pueblo que habitaba dicho valle de la Valtelina, interviniendo activamente en la pacificación del Valle y siendo uno de los artífices del Tratado que el 6 de febrero de 1621, firmó el Duque de Feria, Capitán General del Ejército Español, con los grisones y por el que se garantizaba el libre transito de las tropas y avituallamientos españoles, y se permitía el establecimiento de guarniciones españolas en los enclaves estratégicos que protegían el Valle. En el Archivo de la Real Audiencia de Aragón (Zaragoza) se encuentra el Real Privilegio y Comisión que se despachó en la villa y corte de Madrid, a los doce días del mes de marzo de 1622, por el rey Don Felipe IV “El Grande”, que comisionó todo su Real Poder y facultad al Excelentísimo Señor Don Gómez Suárez de Figueroa y Córdova, Duque de Feria, Gobernador y Capitán General por Su Majestad en el Estado de Milán, para que en nombre de Su Majestad promoviera y armara al grado y honor de Caballero a Don Blas Ballester y Net, lo que sería solemnemente realizado en el Campo de la Magiolina del Ducado de Milán, el día 29 de julio de 1622, por el propio Duque de Feria ante todo el Real Ejercito formado y armado en orden de parada, según se estilaba entonces para honrar a los héroes de guerra. Se indica además textualmente en el citado legajo que: “A fin que dicho Don Blas Ballester y toda su descendencia por línea masculina, hasta entonces nacida y la que hubiera de nacer en adelante, gozaran de todos los fueros, exenciones, privilegios, libertades e inmunidad que los demás Caballeros del presente Reino pueden y deben gozar". A su regreso a España Don Blas no volvió a Mallorca, pues en premio a sus servicios en la guerra de Italia le fue encomendada la Baylia del Castillo de Alcorisa, localidad aragonesa distante seis leguas de la ciudad de Alcañiz (Teruel) y a cuya jurisdicción calatrava pertenecía. Una vez allí para poder tomar posesión de su cargo tuvo que probar su nobleza mediante una Jurisfirma de Infanzonía, obtenida ante el Tribunal del Justicia Mayor de Aragón, con fecha 28 de noviembre de 1622 En adelante tanto él como sus descendientes residirían en Aragón, pues Don Blas conocería y contraería matrimonio en la parroquial de San Pedro Apóstol de Visiedo (Teruel) hacia 1627 con Doña Juana Jerónima Calvo, natural de dicho lugar, hija de Don Juan Calvo y nieta de Don Juan Calvo, infanzones avecindados en Visiedo, perteneciente a la jurisdicción de Calamocha. Fruto de su matrimonio serían Don Blas, Don Pedro, Doña Josepha y Doña Jerónima Ballester Calvo”

            Según esta genealogía de una persona versada en este tipo de cuestiones, los Ballester, infanzones de Aragón, llegaron a Alcorisa en 1622. ¿Cómo podía ser posible? Existen referencias anteriores en los libros de nuestros historiadores locales que ya hablan de la presencia de la familia Ballester en Alcorisa, pero si según este documento Don Blas Pedro Ballester y Net recibió la Baylia del Castillo de Alcorisa como premio a sus servicios, ¿Qué fue de la familia Ballester que ya residía en la villa?. Por muchas vueltas que le doy no tengo una respuesta contundente. Aunque dos son las teorías que cobran mas fuerza en mi cabeza:

-          La primera es que Don Berenguer Ballester, que llego a Mallorca en 1229, formaba parte del mismo núcleo familiar que los Ballester que tomaron posesión en 1271 del castillo de Alcorisa, muy probablemente relacionados con el Barón Arnaldo Ballester. Posiblemente en 1622, tras la muerte de Don Blas Ballester, Señor Mayor de Alcorisa en ese momento, sin descendencia directa, Don Pedro Blas Ballester y Net, familiar del primero tomo posesión del mayorazgo alcorisano. Esto no coincide con el árbol genealógico presente en el libro Alcorisa y sus tradiciones pero, ¿Qué otra opción existe?

-          La segunda, menos probable, es que el autor de dicha genealogía haya traducido mal los documentos, o incluso haya unido troncos familiares distintos que han provocado esta extraña coincidencia. Aunque esto es harto improbable habiendo sido escrito por toda una eminencia en la heráldica española.

Sea como fuere lo importante es que de nuevo aparece nombrado en un documento histórico el castillo de Alcorisa, y también hay certeza escrita de que los Ballester poseían la dignidad de Alcaides y Bayles del castillo alcorisano (Aunque esto no quiere decir que en 1622 la fortaleza todavía permaneciese en pie, simplemente significa que la dignidad de Baylé o Alcaide del castillo de Alcorisa todavía era reconocida por la corona). La duda es desde que fecha poseían tal distinción, ¿1271 o 1622?. Me inclino a pensar que seria la primera, pues ya en 1492  Cesáreo Gil deja constancia de vecinos de Alcorisa apellidados Ballester que murieron en la conquista de Granada, Emilio Moliner nos habla de Don Pedro Ballester, capellán del Pilar durante el reinado de Fernando el católico, y no podemos olvidar el nombre del primer Alcalde de la villa de Alcorisa, Juan Ballester. 



Demasiadas preguntas a las que dar respuesta, demasiadas incógnitas difíciles de resolver. De todas formas, desde mi más absoluta ignorancia sobre procedimientos historiográficos, seguiré indagando y buscando información sobre esta importante familia, seguiré intentando encontrar vínculos con su dignidad de alcaides del castillo de Alcorisa. Los Ballester emparentaron con las familias más nobles de la corona aragonesa, con grandes de España, e incluso alguno de ellos fue consejero y escolta real. Estoy convencido que desenredar la madeja de esta familia es desenredar el pasado de Alcorisa. Seguimos en ello.


lunes, 17 de noviembre de 2014

LOS HOCINOS DE LAS PARRAS DE MARTÍN

                Existen lugares a nuestro alrededor que ya los antiguos consideraban mágicos. Lugares en los que los primeros humanos entendieron el gran poder de la Madre Naturaleza, la fuerza de los elementos y lo insignificantes que eramos ante tales energías. Aquellos seres humanos, humildes y analfabetos, entendían como nadie que era la madre tierra la que les permitía vivir un día mas. Por eso cada vez que salía el Sol le rendían pleitesía en lugares donde era visible el enorme poder de un planeta vivo.


                Aquellos seres humanos agradecidos y atemorizados han dado paso a la sociedad de hoy. Una sociedad más culta, más avanzada tecnológicamente, pero mucho más soberbia. Una sociedad que ya no tiene respeto alguno por el medio que le permite amanecer cada día, por las energías que mantienen un equilibrio necesario en el que desarrollar nuestra vida. La inteligencia ha hecho que nos consideremos los amos de todo, los dueños de cada uno de los animales con los que compartimos casa, de cada palmo de terreno. Nos hemos creído con el derecho de destrozar, romper, deformar, aniquilar, cambiar… Sin darnos cuenta que aquello a lo que maltratamos y golpeamos es en realidad lo que nos permite seguir viviendo. Y la cuestión no es si la tierra nos devolverá el golpe o no, la cuestión es cuándo lo hará.

                Por eso de vez en cuando es bueno visitar esos mágicos lugares. Perderse en las entrañas de nuestras sierras y buscar en ellas rincones donde la naturaleza nos muestra su fuerza y  su poder. Es bueno deleitarse con la belleza de parajes únicos que nos ponen la carne de gallina. Sitios en los que las palabras del viejo jefe indio “Seatle” cobran mucho mas sentido:


“Sabemos que la tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra. Sabemos que están vinculadas todas las cosas. Lo que acontece a la tierra también le ocurre al hijo de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida, es solo un hilo del tejido. Todo lo que el hombre le hace a la tierra, se lo hace a el mismo”

Nuestra visita de hoy será al corazón de la comarca de las Cuencas Mineras, concretamente al río de las Parras, por lo tanto debemos tomar la carretera nacional 232 en dirección a Teruel. En Castel de Cabra cada uno decide su camino. El destino es Utrillas y algunos prefieren tomar la carretera de Palomar hasta Escucha y bajar después a la capital de la comarca minera y, otros, prefieren ir por Montalbán. Eso lo dejo a elección del lector y del explorador. En este caso nosotros nos decidimos por la segunda opción.

Cruzamos el viaducto del Barranco de Palomar. Aún hoy podemos ver bajo esta espectacular obra de ingeniería el antiguo puente e incluso podemos bajar hasta él para contemplar no sólo la belleza paisajística del lugar, sino también la espectacular estructura del viaducto antes mencionado. Dibujamos las sinuosas curvas anteriores a la travesía de Montalbán. Vemos los restos de aquel importante castillo, morada durante cientos de años de la orden de Santiago y víctima de las conquistas que el Cid realizó en nuestras comarcas. Una vez más las guerras carlistas se encargaron de barrer el recuerdo de aquella importante fortaleza.

Atravesamos Montalbán y, una vez llegamos a la rotonda del cruce de Caminreal, Teruel y Zaragoza, tomamos la tercera salida en dirección a Utrillas.  Conforme ascendemos por la Nacional 420 hacia la villa minera, a nuestra derecha vemos un grupo de madrugadores senderistas que atraviesa uno de los túneles de la antigua vía de tren que unía Utrillas y Zaragoza. Se han acondicionado los primeros kilómetros como vía verde. Tiene que ser una interesante excursión.

En la travesía de Utrillas tenemos señalizado el camino hacia Las Parras, así que giramos a la derecha por el lugar indicado y nos adentramos en su casco urbano unos cientos de metros. Después giramos a la izquierda. Una vez dejamos a nuestra derecha la enorme fabrica de Casting Ros el firme se vuelve mas irregular, mas estrecho. Esa es la carretera que nos lleva a nuestro destino.

Sorprende la ubicación del pequeño pueblo de Las Parras. Protegido por la sierra de San Just, se asienta en un estrecho valle de acceso tortuoso. Hoy en día este pequeño y hermoso pueblecito es barrio de Utrillas pero, a pesar del estado de la techumbre de su iglesia, en ningún caso puede considerarse un pueblo fantasma. Sólo hay que fijarse en las huertas, en la ropa tendida, en los jardines de algunas casas… Las Parras de Martín todavía es un pueblo vivo.

Aparcamos el coche junto a la señal de madera que informa del sendero de acceso a los hocinos. Después nos dimos cuenta que, para los menos andarines, todavía podemos ir unos cientos de metros en coche. Incluso con un buen todoterreno podríamos llegar casi hasta los mismos hocinos, pero el desconocimiento inicial nos hizo desistir de ir mas allá.

El inicio del camino es ancho, nada complicado, y se mantendrá así en la mayor parte del recorrido. Ya en el inicio podemos ver las impresionantes formaciones calizas que coronan los macizos desnudos. Vigilan el sosegado paso de las aguas del río de Las Parras. Sin embargo la desnudez de estas montañas no es completa. De vez en cuando oasis “choperos” de colores verdes y ocres cubren partes determinadas de sus laderas, anunciando que allí brota agua.

Una indicación nos invita a seguir una estrecha senda a nuestra derecha que discurre por la ladera de la montaña. No es necesario que toméis ese camino: si seguís por la pista principal, vadeando el río, podréis continuar por la orilla del cauce hasta un puente de cemento. Una vez allí, tomando el camino de la derecha que inicia la subida por la ladera de la montaña, iremos a parar al mismo lugar donde nos dirigía el sendero anterior.


      Seguimos el camino. No dejamos de disfrutar, a un lado y otro, de los espectaculares roquedos calizos que acompañan nuestro paseo. Finalmente, tras una bajada prolongada, llegamos a la orilla del río, a los pies de una pasarela de madera. Aquí es donde hay que ponerle un “pero” a la indicación vertical, pues la colocación del cartel que hay justo antes de cruzar confunde al visitante y los contrariados senderistas han dibujado muchos senderos infructuosos. Para ver los dos hocinos es necesario cruzar el puente. El Hocino del Pajazo a la derecha y el Pozo de las Palomas a nuestra izquierda.


Por cierto, antes de llegar a la orilla de la corriente de agua, dejamos una formación pétrea espectacular a nuestra izquierda. Un extraño conglomerado de rocas y vegetación enclavado estregicamente sobre uno de los hocinos. Sus formas, los muros de argamasa que cerraban la roca horadada o incluso los restos de hollín en varios de sus recovecos lo hacen realmente curioso. Leímos que se trataba de una necrópolis, pero lo extraño del lugar no nos dejó del todo convencidos de esa explicación.

Nos decidimos primero por visitar el Hocino de las Palomas. El camino que discurre junto al río hasta el cañón donde se esconde este enclave excepcional ya es espectacular, y mas en esta época del año. Los tonos ocres con los que el otoño dibuja su estación en los enormes chopos que vigilan nuestros pasos, los tonos grises y anaranjados de las murallas de piedra y los variados verdes de la vegetación ribereña convierten el camino en una preciosa explosión de vida y colores.

Pero lo mejor está por llegar. Poco a poco la vegetación va dando paso a la roca caliza. Las enormes paredes de piedra se cierran por ambos lados, dejando en el centro un estrecho desfiladero labrado por el líquido elemento a lo largo de millones de años. El lugar es espectacular, a la par que maravilloso. 


Al fondo, más allá del final de la estructura artificial que nos permite caminar sobre las aguas, la roca se rompe. De sus entrañas sale el sonido amplificado del agua al golpear. La cortina de agua evaporada que cierra el paso al enorme “ojo” de la roca, se tiñe de bellísimo arcoíris al recibir el sol del mediodía. Un manso y desacompasado caudal de agua transparente resurge de la oscuridad de la enorme cueva tallada por ella misma con años de esfuerzo, dedicación y paciencia, y continúa su camino buscando un nuevo reto, un nuevo obstáculo que superar. 

Aquel lugar me recuerda a las películas de mi infancia. A los mágicos lugares amazónicos que aparecían en películas como “Tras el corazón verde”. Sin embargo este lugar está aquí, apenas a 45 minutos en coche desde Alcorisa. Imperdonable no conocerlo. 

¿Qué pensarían nuestros antepasados ante esta obra de arte esculpida con el cincel del tiempo por la madre naturaleza?
 



Impresionados todavía por la belleza de la mágica cueva de las Palomas, y después de la pertinente sesión de fotos,  emprendemos rumbo hacia el Hocino del Pajazo. El sendero que nos conduce hasta él también es bellísimo. Agua, vegetación y grandes y vertiginosos roquedos que se yerguen hacia el cielo: la combinación perfecta para dejarnos boquiabiertos.

Nuestra llegada al Hocino del Pajazo nos deja fríos. Es un salto de agua de unos 10 metros de altura y de gran belleza que cae sobre un pozo rodeado de una espesa vegetación, pero sin lugar a dudas el de las Palomas se ha quedado impregnado en nuestra retina. Ver la extraordinaria belleza del primero ha provocado que el segundo no nos haya impresionado tanto, así que mi recomendación es que para aquellos que visitéis el lugar, os acerquéis primero a este hocino y dejéis las Palomas para el final.


Tras superar el hocino, el río de las Parras abandona las estrecheces y se desliza suavemente a la cola del nuevo pantano construido cerca de Martín del Río. Desde nuestra posición distinguimos a la perfección la presa de escollera que cierra el último tramo montañoso, antes de desembocar en  el río Martín.


Cuando vamos a iniciar la vuelta intento escuchar el silencio, el lamento de una naturaleza viva que ve como los seres humanos la castigamos una y otra vez sin piedad. Es en ese instante cuando pienso: ¿seremos capaces de agradecer algún día a la Tierra todo lo que ha hecho ella por nosotros?