" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

sábado, 14 de noviembre de 2020

BALNEARIO DE FONTÉ (Caspe)

 
                     Abrí la foto que acababa de recibir y observe el raído edificio. Ni idea de donde estaba esa vieja construcción, pero por su hechura y tamaño tuvo que ser importante en tiempos pasados. Dado que  me  la había  mandado  el alcañizano  Víctor  Monzón, gran  conocedor del término municipal de la “Histórica y Heroica” ciudad,  supuse  que  aquel enorme  casal  debía  estar  en algún rincón de los dominios alcañizanos.

            Abrí el resto de fotografías, que no hicieron más que reafirmarme en la idea de que aquella construcción no era una masía mas, era algo distinto. Por fin, cuando llegue a la ultima foto y vi grabado en una columna la inscripción “Antiguo Balneario de Fonté”, me dio un vuelco el corazón. ¿Un balneario en Alcañiz? Al instante pregunté a Víctor por la ubicación de ese viejo balneario. Me respondió que estaba en territorio caspolino, cercano a las saladas de Chiprana, junto al río Regallo.

            ¿Como era posible que jamás hubiese oído hablar de él? Conocía el yacimiento romano de la Dehesa de los baños, en Chiprana, incluso había estado un par de veces en la ermita de San Marcos, cercana a ese vetusto edificio, pero mi memoria no guardaba recuerdo alguno de un balneario. Víctor me envío algo más, el PDF de un libro titulado “Monografía de la ciudad de Caspe y de sus baños de Fonté”.

¿Tan importante fue esa casa de baños? No tuve duda alguna, Fonté seria el protagonista de nuestra próxima aventura en Balceí. Así que un domingo de octubre, toda la familia de Explorador de Proximidad nos pusimos en marcha en dilección a Caspe, en busca de aquel aislado edificio que un día fue refugio de hidroterapias.

Por un momento dudamos sobre cual seria el camino por el que llegaríamos a él. La ruta más rápida era ir a Caspe y desde allí a Chiprana, pero nos atraía la idea de bajar paralelos al río Regallo, desde Valmuel al lugar donde esta ubicado el edificio. Este último recorrido discurre por camino en su mayor parte, pero es totalmente desconocido para nosotros. Finalmente, pensando en la pequeña de la casa, decidimos tomar la ruta más rápida.


Ya pasado Alcañiz, superado ya el camino de acceso al vertedero de la Agrupación nº, observe por mi ventanilla el inmenso terreno que se extendía hacia el río Ebro, combinación de grandes campos de secano y cerros de arenisca poblados de pino carrasco. Entre las carreteras N-232 de Hijar a Alcañiz, la N-211 de Alcañiz a Caspe, la A-221 desde Caspe a Escatrón y la A-224 de Escatrón a Hijar se extiendo una inmensa extensión de tierra en la que abunda la tierra de labor y masías con nombres curiosos, capaces de atraer al explorador menos aventurero.

Mas de Bascones, Torre las Monjas, Mas del Padre Santo, Mas de Muerdemachos, Mases de la Cueva, Mas de Capa Negra, Corral del Aljibe, Casa de Valdecatalanes, Mas del Prior, Mas de Ballester, Torre del Maño, Mas de Amante, Mases de la Foya del Burro, Mas del Cerrojo, Torre de Amay… son algunos de los curiosos nombres de masias de esa zona cuyo estado desconozco, pero que merecen estar presentes en los mapas topográficos. No tardaremos mucho en comprobar el aspecto actual de algunas de ellas.

Dejamos Caspe atrás para dirigirnos a Chiprana. Mientras que la ciudad del compromiso estuvo ligada desde la reconquista a la Orden hospitalaria, Chiprana tuvo también pasado templario. El núcleo urbano chipranesco quedó a nuestra derecha mientras nosotros seguíamos en dirección al cauce del río Regallo. Los metros finales del río antes de su desembocadura en el Ebro, han sido inundados por las aguas del embalse de Mequinenza.


Chiprana era la conexión del Bajo Aragón con el río Ebro en época ibérica. El cauce del río Regallo era la vía de comunicación que unía los embarcaderos el gran río aragonés, con los grandes yacimientos de la vega alcañizana.  Según narra la monografía sobre Caspe y los baños escrita por Don Sebastian Velilla e Insa en el siglo XIX, “en tiempo de los romanos, y aun de los sarracenos, había diez pueblos, que eran Trabia (después Trabes), Miralpex, Monfort, Soladiella, Castelfollit, Chacon, Alcalan, Palermo y la Tallada, en cuyos sitios se hallan todavía restos visibles de su existencia”.

A nuestra izquierda, una vez atravesado el puente que salva el valle del Regallo, distinguimos una señalización horizontal en la que nos indicaba la ermita de San Marcos. Entramos por ese camino, un camino asfaltado cuyo firme esta en un estado lamentable. Continuamos recto hasta que dejamos San Marcos a nuestra izquierda y por un pequeño puente atravesamos el ferrocarril. Difícil me será explicaros como llegamos desde aquel punto al edificio, pues tuvimos que tirar un par de veces de Google Earth, os aconsejamos que vais, le echéis un ojo a esta aplicación para poder tener claro cual es el camino a seguir desde ese punto.

Por fin llegamos al antiguo edificio donde estaban situados los baños, apenas a unos metros del cauce del río. Su fachada resulta curiosa, pues se distingue perfectamente su estructura original de sillar espectacular y su posterior ampliación con tapial. Es más, la parte vieja es de tal monumentalidad, que da la sensación de que aquellos baños son muchísimo más antiguos que el hotel balneario que se construyó en la cercanía. El hecho de que la partida, ya desde antiguo, se llame Fonté, es una evidencia de la importancia que tuvo aquella fuente/manantial en tiempos lejanos.


“Se ignora la época del descubrimiento de este manantial, aunque su importancia y la mas antigua tradición, ya verbal ya por escrito, nos autoriza para creer en la probabilidad de su existencia antes de la fundación de Caspe”, afirma el Doctor Velilla e Insa en su monografía. “Brotan las aguas por regurgitación, ó sea de abajo arriba en forma de surtidor en medio de un valle ameno y delicioso, titulado El Regallo, situado al Oeste de esta población, a dos leguas de distancia de la misma, y en los confines del término de Chiprana, de que lo separa una legua escasa de camino como llevo dicho, y cruzado por la carretera de Caspe a Samper de Calanda y Zaragoza”, continua.

Hoy la vegetación y el derrumbe de la techumbre impiden ver si el manantial sigue regurgitando. Al menos nosotros fuimos incapaces de distinguir nacimiento alguno. Yo no podía dejar de observar la raída fachada. Desde la más absoluta ignorancia arquitectónica, recordando otras obras romanas que he contemplado, no me chirrió la posibilidad de que aquel primer edificio termal fuese construido por los que tenían capital en la península itálica. Aunque insisto, son los ojos de un profano en la materia.


El Doctor Velilla e Insa, tras realizar un estricto análisis químico y organoléptico de la aguas de Fonté en su publicación, especifica las propiedades terapéuticas del liquido elemento. “Administradas en baño a su temperatura ordinaria, son útiles en las parálisis, que no estén sostenidas por una lesión orgánica, manía, hipocondría, histerismo, espermatorrea, baile de San Vito y otras enfermedades en las que se busca la sedación del frío”. Posteriormente enumera las propiedades de los baños con el agua templada y caliente. Sin duda alguna los atributos terapéuticos de estas aguas son extraordinarios.

Continuamos hacia el imponente edificio construido como hotel de los baños en 1860 por el empresario caspolino Joaquín Barberán.  Se trata de un edificio de tres plantas, modesto en apariencia, que hoy día esta dividido en tres partes. Por lo que parece, la contracción original se realizo en mampuesto, luciéndola posteriormente en yeso. Si observas el edificio desde su acceso principal, los propietarios de la partición izquierda retiraron el yeso dejando a la vista el mampuesto. Es la parte del edificio que está mejor conservada. La propiedad central ha construido una puerta de garaje, usando el edificio como refugio agrícola. La de la derecha es la que permanece intacta, y a la vez es la más deteriorada. Mantiene la puerta original, cuyo vano esta rematado en sillar, dando apariencia señorial al edificio.


Actualmente la puerta se encuentra destrozada, lo que permite ver las estancias interiores. Aun son visibles los números de las habitaciones y los mensajes que algunos clientes dejaron a carboncillo en las paredes del hotel. Algunas de ellas fueron realizadas antes de que el establecimiento cerrara en 1912, por lo que resulta inexplicable que se hayan conservado.




Abandonamos el edificio  en dirección al coche. No pude evitar lanzar una última mirada a ese enorme pedazo de historia de nuestras comarcas. Me intrigaba el uso de la construcción desde que el negocio cerro, hasta nuestros días. Concretamente, su papel en la guerra civil, pues el hecho de que un edificio de sus dimensiones estuviera entre la sede del Consejo Regional de Defensa de Aragón, ubicada en Caspe, y el frente de batalla, lo hacia un lugar ideal para el descanso de las tropas, en concreto de sus oficiales. Aunque he buscado información sobre ese menester en archivos y hemerotecas, no he encontrado nada relevante, tan solo la WEB del Agitador Bajoaragonés, medio de comunicación caspolino,  hace referencia a la posibilidad de que Buenaventura Durruti y Dolores Ibarruri “La Pasionaria”, estuviesen en el edificio en el año 36. Existe algún testimonio oral sobre esta circunstancia, pero no pueden asegurar que realmente fuera cierto.

Sea como fuere, los baños de Fonté son historia viva de nuestras comarcas. Las aguas de ese manantial han recibido bañistas de épocas distintas, de culturas diversas, de diferentes civilizaciones. Por desgracia, hoy ya nadie hace uso de ellas.

 

martes, 29 de septiembre de 2020

ERMITA DE LA MARE DE DEU DEL SARGAR

Las aventuras mas fascinantes son aquellas que no planeas. La improvisación generalmente desemboca en lo imprevisto, y lo imprevisto puede llevarnos a descubrir lugares mágicos y vivir grandes experiencias, o puede convertir una excursión en una tortuosa peripecia. Para bien o para mal, la improvisación siempre resulta fascinante. 


Nosotros solemos planear al milímetro nuestras aventuras, pero de vez en cuando también nos apetece improvisar. Levantarte una mañana, desayunar, preparar unas buenas viandas, montar en el coche y viajar sin rumbo, adonde nuestra propia voluntad nos lleve ese día. A merced del sistema límbico. 

Así descubrimos a la protagonista de este nuevo capitulo de explorador de proximidad, dejándonos llevar. Recorriendo kilómetros sin un destino fijo. Sin más objetivo que el de disfrutar del entorno, de los paisajes y del rico patrimonio que alberga nuestra proximidad. 

Aquel día habíamos salido a media mañana. Mientras respostábamos, tomamos la decisión de dirigirnos al Matarraña. Recorrer los nuevos kilómetros, por fin acabados, de la carretera Nacional 232 en su límite con Castellón. Así que pusimos rumbo hacia Mas de las Matas y desde allí a Aguaviva, para luego tomar la A-1409 en dirección a La Ginebrosa. Recorrimos la ladera Sur de la sierra ginebrosina hasta Le Cerollera, desde donde accedimos por fin a la N-232. 

Conforme nos acercábamos a Monroyo recordé una Aplec, celebración festiva de los pueblos castellonenses de la comarca de “Els Ports”, que se celebró en Herbés cuando yo era un recién estrenado veinteañero. Acampamos en unos bancales cercanos al casco urbano y pasamos todo el fin de semana de fiesta entre conciertos, discomóviles, risas, diversión, amigos y descanso. Dos días y medio estuvimos allí y no tenía apenas recuerdos de la localidad, tan solo la zona de acampada, la de conciertos y la piscina municipal. Propuse conocer Herbés, moción aprobada por unanimidad, así que antes de llegar a los dos nuevos túneles de Monroyo, abandonamos la nacional con rumbo a Peñarroya de Tastavins. 

La carretera que comunica Peñarroya con Herbés presenta un estado lamentable mientras circula por territorio turolense. Firme irregular con grandes socavones y un ancho de vía en el que es misión imposible cruzarse dos coches si no encuentras un escape lateral. Eso si, los paisajes son maravillosos. Discurre por el angosto barranco labrado por el río Tastavins y serpentea al compás de meandros, hoces y saltos de agua, siempre rodeada de un espeso manto vegetal de bosque mediterráneo que viste los grandes altozanos que arrebujan al torrente, destacando sobre todos ellos la llamada Roca Mola.
 

Herbés se ubica en una costeruda ladera, a la derecha de la carretera, presidido por su iglesia y un caserón de aspecto señorial que resulto ser un antiguo castillo remozado. Pertenecía al Barón de Herbés y sus almenas, ventanas góticas y rejería, datan su construcción en el siglo XIV. Herbés fue conquistada por el noble aragonés Don Blasco de Alagón en 1232, expidiéndole carta puebla un año después. Blasco de Alagón eligió a Juan Garcés como poblador de la plaza recién conquistada, siendo este el primer propietario del Señorío de Herbés. 


Rozábamos ya el medio día y el calor era sofocante, así que decidimos que íbamos a buscar un lugar en penumbra donde poder comer, después ya visitaríamos la localidad. Fue entonces cuando distinguimos una señal a nuestra izquierda en la que alcanzamos a leer: “Paisaje pintoresco”, así que sin pensarlo nos adentramos por aquel estrecho camino de firme encementado que discurría por el cauce de un barranco. 

Conforme avanzábamos, el paisaje era más abrupto y agreste. A nuestra derecha dejamos un salto de agua, sin caudal en esta ocasión, cuyas formas, incluso sin la presencia del líquido elemento, eran espectaculares. Recordaba haber visto un salto parecido en mis excursiones digitales, las que hago habitualmente por la red. Lo llamaban “el Botador”, y por las fotos de “San Google”, os puedo asegurar que con agua es todavía más espectacular. 

Al final del camino, una vez superado un estrato de roca caliza que emerge hacia el cielo, sobre la confluencia de dos barrancos, encontramos un edificio de planta cuasi cuadrada, donde una austera ermita destacaba sobre el resto de los elementos constructivos. Habíamos llegado a la Ermita de la Mare de Deu del Sargar. 

El edificio en apariencia es frugal, sin grandes alardes arquitectónicos y con contados accesos al exterior. Desde el camino tan solo se divisa cuatro pequeñas ventanas a la nave de la ermita y a la derecha, en esquina, la puerta de entrada a un edificio anexo. La parte superior del vano de dicha puerta, dispone unas monumentales dovelas formando un arco de medio punto. Sobre el hastial hay una bella espadaña con su correspondiente campana. La forma cuadrada del conjunto invita a pensar que antiguamente pudo ser una fortificación. 


“El Santuario del Sargar está formado por tres edificios principales construidos en mampostería dejada a la vista y dispuestos alrededor de un patio con una fuente en su centro: la propia ermita, que en sus tiempos estuvo fortificada, y las casas del ermitaño y de la Cofradía, construidas en 1654. La vivienda del santero queda al Este, comunicada con el templo a través de la sacristía y con entrada desde el patio por una puerta de medio punto. Es un edificio de dos plantas, rectangular y con cubierta a una sola vertiente. Mayor interés tiene la Casa de la Cofradía, situada al Oeste y también de dos alturas, con una porchada en la planta baja que permite el acceso desde el exterior y balcones en el piso alto. El conjunto se completa con otras dependencias, corrales y caballerizas.” 



Rodeé el edificio y bajé hasta la rambla. Desde el barranco hay una puerta de acceso a la casa del santero, pero aun así mantiene la apariencia de recinto fortificado. Sargar es sinónimo de sarguera, y parece ser que la Virgen en cuestión debe su nombre a este arbusto tan apreciado por los artesanos del mimbre, que más de una vez lo han usado como sustituto de este, pues el cauce del barranco esta atestado de este elemento vegetal. 


Alrededor de las dos ramblas que confluyen a los pies de la ermita, distinguí numerosas calzadas, señal de que en otro tiempo aquella tierra estuvo trabajada, pero el elemento constructivo mas interesante de cuantos había a la derecha del cauce, es una vetusta fuente construida en sillar labrado. Apenas deja escapar un “chorrillo” de agua, pero eso no le resta un ápice de belleza. 

 
Deambulé por las inmediaciones del complejo eremítico buscando el mejor lugar para captar la instantánea del conjunto. Son numerosas las calzadas que hay en los alrededores, por lo que fue extensa la tierra trabajada. Como digo, el templo y sus edificios anexos son muy austeros, sin alardes. La suntuosidad es obra de la naturaleza, que lo ha rodeado de un paisaje hermoso, de contrastes verdes, grises y marrones. El espeso manto vegetal que cubre los alcores que rodean la ermita viste al paisaje con sus mejores galas para honrar a aquella imagen de madera encontrada por un pastor en una cueva, bajo una cortina de zarzas, imagen desaparecida en la última gran guerra. 


Y es que la historia de la Mare de Deu del Sargar es igual que la de cientos de templos cristianos de los territorios reconquistados en los siglos XII y XIII. Un pastor encuentra la imagen de una virgen en una cueva, la traslada a la villa y esta vuelve a aparecer al día siguiente en la cueva en cuestión. El proceso se repite dos, tres y hasta cuatro veces en algunos casos, hasta que las autoridades deciden construirle una morada cercana al lugar donde fue encontrada. 
 

La imagen del Sargar apareció a finales del siglo XIII junto a una fuente, en la cueva que una roca desprendida formaba con el suelo del barranco. Dicha cueva o balma estaba tapada por las zarzas. Aun hoy podemos contemplar la piedra, la fuente y la balma donde aquello sucedió. Sobre la roca se construyó un peirón en honor a la Virgen del Sargar y en la cueva podemos ver un raído mosaico cerámico con la imagen de la patrona de Herbés. Precisamente fue junto a la roca en cuestión donde dimos buena cuenta de las viandas que traíamos, en un cuidado merendero resguardado del sol. 
 
 
Sin lugar a dudas se trata de un lugar pintoresco. Un conjunto arquitectónico envuelto por un paisaje natural realmente acogedor y sorprendente. Antes de dejar atrás a la Mare de Deu del Sargar nos prometimos volver, pues queremos ver el interior del santuario. Hasta pronto. 


Autor: Oscar Librado Millán 

                                                                                                                                                               Fotos: Marián Beltrán

miércoles, 23 de septiembre de 2020

LAS HOCES Y EL MAQUIS

Testimonios:

-          “Iba a buscar el “ganao” y me pararon dos maquis. El que estaba más cerca de mi me quito el morral y mientras lo regiraba dejo el naranjero sobre una piedra al lado mío. Ya no era la primera vez que me quitaban la comida, así que tonto de mí, con diez u once años que tenia, pensé en coger el naranjero y apuntarles. Suerte que no lo hice, porque el otro estaba vigilante y con el dedo en el gatillo. Si lo hubiese cogido me hubieran “matao”, no estaría aquí.”

-        "Por la noche venían los maquis y se llevaban la mitad de lo que teníamos para comer, por el día venia la Guardia Civil y se llevaba la otra mitad."

         "Una vez cogieron a un maqui con un jamón que nos habían robado a nosotros. Pues la Guardia Civil no solo no nos devolvió el jamón sino que se llevaron a mi padre al cuartel una semana y le dieron una somanta palos por colaborador. Que días más malos pasamos."

-       "Había un guardia que estaba siempre en la central, que cada vez que pasabas te arreaba ostión, y luego te preguntaba que adonde ibas. Eso sí, primero la ostia."

"La única que vez que he visto llorar a mi padre fue el día que los guardias nos echaron de la masada. Fuimos al pueblo y a los quince días a Barcelona a ganarnos la vida. Allí se murió, jamás volvió a pisar la masada."

 

 Cuando visitas las hoces del Guadalope ves una tierra bellísima, cuasi indómita. Rodeada de majestuosos roquedos, de espesa vegetación, de profundos barrancos y grandes cimas. Sin embargo, cuando tienes la suerte de cruzarte con un lugareño y te cuenta sus experiencias vitales en aquel agreste paisaje, te das cuenta que aquella maravillosa tierra también fue un lugar duro y difícil en el que sobrevivir en la posguerra. Uno de esos parajes en los que los pobres pastores y campesinos que regentaban las pocas tierras de labor que allí existían, vivían en primera persona los continuos careos entre maquis y las fuerzas vivas del Régimen, siendo siempre ellos los peor parados. Cuando cogen confianza, siempre salen a relucir las duras vivencias de aquella época, los desgraciados episodios que tuvieron que soportar en los años en los que los guerrilleros de Levante y Aragón se escondían por estas salvajes tierras. 

Es más, cuando escucho que alguno se ofende cuando se dice la “España vaciada” recuerdo a todas esas familias que en 1947 fueron obligadas a abandonar sus masías, sus campos, sus tierras de pastoreo… La mayoría sin alternativa, pues en muchos casos la distancia entre el pueblo y esos lugares era tal, que de ninguna manera podían pensar en ir y volver cada día. Tuvieron que emigrar a las grandes ciudades o al Bajo Aragón para poder seguir sobreviviendo. 

“Vaciaron las masadas, vaciaron la provincia”

miércoles, 22 de julio de 2020

SAN ANTÓN DE LA MATA, UNA FIESTA MUY ENTRAÑABLE



Notificaciones de Whatsapp:

-          Eva Félez creó el grupo “San Antón La Mata”
-          Eva Félez te añadió
-        Eva Félez: “Buenos días chic@s!!! Este año hace mi padre la fiesta de San Antón de La Mata el sábado 18. Así que estáis invitados a tomar café a partir de las 16:30, baile en la plaza y a las 21:30 cena en el local de las escuelas.”

“¿Su padre solo hacía toda la fiesta de San Antón?”, pensé. Es más, lo pregunté. Para alguien profano en celebraciones de municipios menores de tres mil habitantes, eso sonaba muy raro. ¿Una familia encargándose de toda una fiesta?

Pues así era. Como Prior de la cofradía de San Antón de La Mata de los Olmos, Francisco Félez y su familia debían organizar un fin de semana de hermandad, de entrañable exaltación de la amistad y de proclamación del imprescindible ligamen entre matinos y matinas.  Contaban con la colaboración de la Junta Directiva de la Cofradía y con la ayuda de voluntarios de la localidad, pero el peso de la fiesta era responsabilidad suya. Tan curioso nos pareció aquello, que enseguida convenimos que debíamos aceptar la invitación. Nos apetecía vivir aquella fiesta desde el interior. Sentir, no con tanta intensidad, lo que sus protagonistas sienten en este tipo de celebraciones centenarias.

Cuál fue nuestra sorpresa cuando, días después, Joaquín Peralta y Conchi Parer, nos invitaron, como miembros del equipo de trabajo de la Asociación Fiesta de la Villa, a disfrutar en primera persona de la famosa “llega”, recogida musical de provisiones por las calles de la localidad, que posteriormente se subastan para ayudar a sufragar los gastos de la fiesta.

Enlazábamos pues una intensa jornada de celebración en las calles matinas que nunca podríamos olvidar. Han pasado muchos meses y circunstancias insólitas, pero sigo recordando cada minuto que mi familia y yo pasamos en el bello municipio cuyo nombre está ligado a una vetusta pila bautismal envuelta en leyenda. El sábado 18 de enero de 2020 permanecerá en la corteza prefrontal de mi cerebro mientras tenga uso de razón.

Llegamos a La Mata treinta minutos después del mediodía. La hoguera ya ardía en el centro de la plaza. Acertamos a escuchar a dos ancianos veteranos que ponían en duda la efectividad calórica de la cuidada estructura leñosa que la familia Félez había construido. “Cuando caigan, se saldrán y no se quemaran”, decía uno de los ancianos, señalando los troncos verticales apilados en círculo alrededor del centro de la hoguera.


Nos reunimos con nuestros anfitriones Joaquín y Conchi. Con ellos estaba Antonio Sánchez, viejo amigo y compañero de andanzas políticas con el que tuve el placer de compartir Consejo Comarcal. Fue en el año 2003 cuando yo, un joven inexperto que se enfrentaba por primera vez a las inmundicias del barro político, aterrice en la Comarca del Bajo Aragón para hacerme cargo de la delegación de deportes de la institución. Fueron años duros, de decepciones, de desencantos, de aprendizaje y de maduración, pero recuerdo con mucho cariño el apoyo y el ánimo que Antonio y Ricardo Sancho, entonces alcaldes de La Mata y  Foz respectivamente, me transmitían en aquellas complicadas situaciones.

Comenzó la llega. Todo el pueblo se vuelca en la donación de provisiones para que sean subastadas en el baile de la tarde. El que no da bebida, da comida, el que no animales, y algunos, enseres de primera necesidad. Es la tradición. El modo que tienen en muchos pueblos turolenses de financiar la fiesta de todos, de recaudar dinero en Pro de la celebración y la hermandad entre vecinos.


No es difícil imaginar el origen de la llega. Cuando las sociedades tenían lo justo para sobrevivir y se imponía la economía circular, incluso el trueque entre vecinos, en  la celebración, en lugar de comprarle la docena de huevos al huevero o el vino al bodeguero, estos lo cedían a la cofradía y la gente lo compraba posteriormente a los cofrades. Todos contentos, los que necesitaban el producto lo tenían y la fiesta se beneficiaba del sobrecoste producido por la pública subasta. Las gentes del lugar asumían de buen grado el sobrecoste ocasional, pues sabían a qué iba destinado ese dinero.

Al terminar la llega nos dirigimos a la peña de Joaquín y Conchi a comer. “El Motonabo” se llama la peña, y nada más entrar en su sede social ya te llevas una sorpresa, pues en el patio descansa un tándem cuya estructura podría ser patente de un ingeniero puntero en el mundo de los ciclos. Es espectacular.

Fuimos tratados como infanzones del Siglo de Oro. Una rica paella, buen vino, excelente acompañamiento, amena conversación y postres deliciosos. Tratar tan bien a las visitas en ocasiones es contraproducente, pues lo más seguro es que quieran repetir. Jejeje ¡¡¡MIL GRACIAS AMIGOS DE EL MOTONABO!!!

Tras las ricas viandas, visitamos la casa rural que está construyendo la familia Peralta Parer en la localidad. Una casa restaurada con gusto, en la que lo antiguo asoma la patita. Porque La Mata es uno de esos pueblos cuya travesía no le hace justicia. Cuando atraviesas la nacional eres incapaz de imaginar los testimonios pétreos que hay a lo largo de la villa matina. Bellísimos arcos de sillar magníficamente labrados en abundantes puertas principales, escudos de armas, arcos apuntados en algunas casas, bellas capillas o la monumentalidad de su ayuntamiento, que junto a la iglesia y la plaza forman un conjunto arquitectónico admirable. No cabe duda de que La Mata de los Olmos vivió en primera persona el boom de la lana en época moderna.



Llegamos al bello edificio que albergaba las viejas escuelas cuando la mayoría de los invitados habían tomado ya su café, aunque tuvimos la suerte de encontrar sitio para sentarnos. La familia del Prior dispuso unos ricos acompañamientos, así que los invitados nos afanábamos por degustar todo aquel manjar que acompañaba a la infusión de los granos del fruto del “cafeto”.


Es en esos momentos, en ese trance en el que coinciden alrededor de una mesa gentes de variada edad, variada cultura, variado poder adquisitivo, variado lugar de nacimiento y de diferentes ideologías o creencias, donde te das cuenta que en esa fiesta las diferencias no existen. En los bancos de aquel abarrotado salón, “el clan del Prior” lo honraba a él, a su familia y a su pueblo por encima de todo, y lo hacían con la más fastuosa sonrisa. Las desemejanzas deben quedarse en la puerta.


Nos sentimos tan integrados, fuimos tan agasajados, que Rafael Lahoz, edil de la villa, tuvo a bien interrumpir la celebración para enseñarnos la siempre sorprendente nevera de la localidad. En el trayecto hacia el magnifico nevero, pudimos visitar la casa rural que él y su esposa María José gestionan con mimo y profesionalidad. El nombre de este negocio turístico es Fuentevieja, un bello ejemplo de arquitectura rustica, rehabilitada con sumo gusto y cuidado, en la que no han escatimado ningún detalle.
 

Cuando volvimos a la plaza, la hoguera se consumía al compás de la música. La orquesta lanzaba sus acordes desde el trinquete de la Casa Consistorial, donde se había colocado una barra especialmente concurrida. La familia Félez repartía torreznos y buen vino a todos los presentes. “El secreto está en que todos vayan borrachos cuando empiece la subasta”, me decía nuestro anfitrión. No sería difícil, pues aun no habías acabado el primer trago y ya tenías el segundo encima.


Comenzó la subasta. Desde el minuto uno me quede pasmado. Imaginaba que una tradición arraigada tendría una amplia participación, pero ni por un momento pensé que colaborar con la fiesta era tirar la casa por la ventana. No solo participaba todo el mundo, sino que los precios que se pagaban por cada lote rozaban la enajenación. Multiplicaban su precio de mercado de forma inconcebible para un profano de la fiesta como yo. Aquello jamás podría suceder en mi pueblo.

Mientras muchos de los lotes recién adquiridos eran repartidos ya entre los presentes, el jolgorio iba “in crescendo”. Bailes, risas y conversaciones, profundas y menos profundas. En ese momento La Mata olía a leña quemada, a amistad recién asada, a cariño ahumado, a afecto bien tostado… La Mata olía a vida.


Aun tuvimos la suerte de poder disfrutar la cena junto a los matinos y matinas. Había sido una jornada fantástica, pero la pequeña de la casa ya comenzaba a acusar sus idas y venidas por las calles de la villa con Iago y Rodrigo. Se le cerraban los ojos, así que tuvimos que marchar al lecho familiar. No soy capaz de plasmar en estas líneas lo mucho que os agradecemos la maravillosa jornada que nos hicisteis pasar. No hay lengua, ni viva ni muerta, que tenga la palabra precisa para describir todo los que nos hicisteis sentir ese 18 de enero. Así que recurriré a lo mas sencillo, GRACIAS, Gracias a Eva y Carmelo, a toda la familia Félez, a Joaquín y a Conchi, a Rafael, a toda la peña “El Motonabo” y todos y cada unos de los matinos y matinas que nos hicisteis sentir como en casa.


Volvíamos a Alcorisa todavía sorprendidos por lo que habíamos visto en la subasta, intentando comprender porque alguien era capaz de pagar noventa euros por dos botellas de vino y unas rosquillas. Entendimos que los matinos y matinas, los de cuna y los de adopción, han vivido la llega y la subasta de San Antón desde muy pequeñitos y la entienden como una vía de financiación imprescindible para poder organizar esa fiesta en la que todo el mundo goza y todo el mundo disfruta, donde las relaciones sociales son intensas, emocionantes y muy entrañables, donde te reencuentras con aquellos que están, con aquellos que vienen y con el recuerdo de aquellos que estuvieron, pero ya no están. Cuando compras un lote, no solo colaboras con la fiesta, te conviertes en hilandero del tejido social de un pueblo, en mecenas de una jornada de convivencia imprescindible. Los pueblos solo mueren cuando se acaban sus tradiciones. Las fiestas populares son el alma de los pueblos, por lo tanto ayudar a mantenerlas, es ayudar a que el pueblo sobreviva.

sábado, 4 de julio de 2020

LA CUEVA MUÑOZ (Ejulve)



           Suele pasar que cuando centras tu atención en algo único, sorprendente, fascinante… no tienes ojos para nada más. Cuando observamos una obra de arte, siempre hay algo en ella que nos llama poderosamente la atención, y pese a que la miramos en toda su complejidad, la mayoría solo vemos aquello que ha despertado nuestro interés. Por ejemplo, el David de Miguel Ángel. Miramos la obra en su conjunto, pero la mayoría suele centrar su atención en el anverso, dando menos importancia a su reverso.


           Existen cuadros cuyos autores pintaron por ambas caras. Es el caso de un óleo de Dalí pintado en 1925. En él vemos por uno de los lados, la fuente de un jardín con ninfas y señoritas y por el otro un retrato de espaldas de la hermana del autor. Las dos son obras de arte, pero mientras observamos una de ellas, no somos capaces de ver la otra. Y viceversa.


Sucede lo mismo cuando visitamos por primera vez el monumento natural de los Órganos de Montoro, centramos nuestra atención en la colosal estructura caliza que esta frente a nosotros, y la mayoría no tenemos ojos ni imaginación  para nada más. Muy pocos se preguntan que habrá al otro lado de esa fastuosa escultura esculpida por la madre Tierra. Intuyes que haya lo que haya en la antecima, nunca será tan extraordinario como lo que ahora contemplas. Pues bien, al igual que en el cuadro de Dalí, al otro lado del lienzo pétreo en el que la Naturaleza cincelo los bellos Órganos de Montoro, también existe una obra de arte.

Y es que en la cara oculta del monumento natural de los Órganos, encontramos el barranco de la Cueva Muñoz, desnivel brusco con un terreno abrupto, áspero, indómito, montaraz… Un paraje casi impenetrable.



Fue Luis Moliner, ilustre geólogo y amigo, el primero que me habló de nuestra protagonista de hoy, la cueva Muñoz. Me comento que era una enorme oquedad capaz de impresionar al más insensible. No sé muy bien porqué, mi cerebro asoció la cueva a las partidas de soldados carlistas, imaginando que ese nombre derivaba de algún oficial, leal al infante Carlos, que escondió en ella a sus tropas. Es probable que relacionase por error la cueva Muñoz con la cueva Carnicer de Castelserás. Imaginaos mi sorpresa cuando, organizando nuestra excursión, descubrí que su nombre no hacía referencia a ningún oficial carlista sino a un gigante.



Fue el veinte de junio cuando fuimos a visitarla. La peque de la casa se despertó tarde y por lo tanto decidimos tomar un tentempié una vez llegásemos al lugar donde empezase la senda a pie. Preparamos unos bocadillos de rico jamón de Teruel, llenamos la nevera portátil y nos pusimos en marcha.

Tomamos la carretera nacional 211 en dirección a la capital de la provincia, desviándonos a la izquierda a la altura de la Venta de La Pintada para coger la llamada “The Silent Route”, sinuosa carretera que se extiende desde este punto hasta el término municipal de Cantavieja, acariciando, en su irregular deambular, parajes de bellísimos contrastes.

No pudimos evitar hacernos la instantánea oficial junto al “photo call” de la ruta del silencio. Observar desde allí las heridas abiertas que han producido los ríos y barranqueras durante miles de años alrededor del río Guadalope es fascinante.


Antes de que la calzada se deslizarse hacia abajo, paralela al barranco de los Degollados, nada mas pasar la caseta de madera de información de las Masías de Ejulve, nos desviamos por el  primer camino que quedaba a la izquierda. Desde allí nos dirigimos hacia la Masía de los Barrancos. Dejamos a la derecha el camino que asciende al mirador de los Órganos y un kilómetro (mas o menos) mas adelante, distinguimos a nuestra derecha un panel explicativo junto a un pequeño parking. Allí nos detuvimos.

Era la una del mediodía, hora de máxima radiación solar, cuando iniciamos la marcha, así que nos protegimos, nos  hidratamos y tomamos la senda en dirección al mirador del barranco Muñoz. Son 1,4 kilómetros, veinte minutos según las indicaciones, aunque arrastrando a una niña de casi cinco años a nosotros nos costo el doble.



La primera parte del camino discurre por un pinar replantado, probablemente fruto de la repoblación forestal realizada en la posguerra. La senda en su conjunto no es de mucha dificultad, pero si se precisa un buen calzado, pues hay tramos de piedra suelta que nos pueden dar un susto si no usamos una suela adecuada.

Los primeros ochocientos metros la senda pica hacia arriba, pero una vez coronamos este primer tramo, ya pudimos disfrutar del barranco en todo su esplendor. Se distingue ya el enorme bocado realizado a la ladera, la gran oquedad perforada en los roquedos de la vertiente derecha del cauce.

Desde aquel punto la ruta continúo en descenso, rodeando la cortada donde se encuentra nuestra protagonista. Antes de llegar al mirador encontramos varios pinos derribados por el temporal Gloria que obstaculizaban la senda, lo que nos obligó a buscar rutas alternativas. A la vuelta encontramos uno de los retenes de incendios a punto de iniciar trabajos de limpieza, así que no creo que tarden mucho en liberar el camino.

Una vez en el mirador, creímos conveniente sentarnos y observar. El barranco es muy escarpado, con pendientes muy pronunciadas. En la parte superior del mismo el cauce ha abierto en la roca caliza una sinuosa hoz, lugar donde se encuentra la cascada de Travertino, a la que en esta ocasión nosotros no bajamos. Distinguimos perfectamente su formación en V en toda su extensión. Conforme el barranco se acerca a las inmediaciones del río Guadalope, es abrazado por los fastuosos escarpes rocosos de su margen derecha, que pertenece al monumento natural de los Órganos de Montoro. Unos dos mil metros mas abajo del lugar en el que nos encontrábamos, está el monumental puente del “Vao” (Vado).



Juan Manuel Calvo Gascón, en el libro editado por el CEMAT, “Baylías. Miscelánea del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense”, narra los numerosos conflictos que tuvieron las villas de Ejulve y Villarluengo por lo que se denominaba “Rincón del Vado”. La carta puebla de Castellote (1292) sitúa el vado del Guadalope en los dominios de Ejulve, pasando años después a manos de Villarluengo. Según relata Calvo Gascón, “”la tradición oral ejulvina ha transmitido que “hace muchos años” se vendieron unas partidas junto al puente del Vado y, en el acto en que se cerro el trato, las autoridades vecinas invitaron a almorzar a los ediles ejulvinos unas suculentas truchas del Guadalope a las cuales se les había quitado la cabeza, simbolizando, de esta forma, el poco “seso” que habían tenido al aceptar desprenderse de una parte de su termino””.


A los pies del mirador discurre la senda que lleva a la cueva. Antes de descender, nos percatamos de una construcción artificial ubicada sobre una cortada. Parecía una especie de puesto de guardia, un balcón o atalaya desde la que observar posibles incursiones no deseadas.


Descendimos hasta la cueva. ¡Sin palabras!


Por mucho que te hayan contado, por muchas fotos que hayas visto, por mucho que me la había imaginado, en ningún caso esperaba una balma de ese tamaño. La capa superior de roca, a unos cincuenta metros sobre nosotros, ejercía de tejado de un enorme hueco labrado en la caliza, dividido en estrechas terrazas fruto de la erosión y la dureza de los materiales. Podría tener una profundidad máxima de diez o quince metros y una anchura de veinte, pero su gran altura confiere al conjunto un aspecto monumental.

Sobre las terrazas o balcones tallados por la erosión, se distingue abundante excremento animal, tanto de aves como de cabras. Este último se encuentra sobretodo en los salientes laterales de la cueva. Aquel refugio natural, aquella despampanante obra de arte, es hoy lecho seguro para muchos de los habitantes de aquel bosque.



Subí a la parte más alta de la cueva. Allí donde mis condiciones física y técnica, me permitían trepar con la máxima seguridad. Ver desde aquella altura a las otras dos componentes de la familia de Explorador de Proximidad, que estaban a los pies de aquella enorme balma, te ayuda a entender la dimensión de aquel prodigio natural.


En la parte inferior de la cueva, en uno de los laterales, encontramos los restos de una pequeña vivienda en la que según los recuerdos de los últimos masoveros, vivía un gigante, el gigante Muñoz. Probablemente se tratase de un vecino aquejado de gigantismo al que su aspecto, diferente a los cánones establecidos, le supuso rechazo social e incluso familiar, por lo que tuvo que buscarse un lugar donde vivir. Aquella cueva le dio refugio y alimento, así que allí se estableció.



Según nos ha contado Diego Ortín, uno de los ejulvinos que mas sabe sobre la historia de esta antigua villa calatrava, la memoria oral describe la vida de este gigante anacoreta como sosegada y tranquila. De vez en cuando se dejaba ver por el pueblo, dispuesto a realizar algún trueque con los vecinos. No se sabe a ciencia cierta en que consistían esos trueques, pero dado que la enorme cueva le sirvió de trampa para la caza de la cabra montes, es muy probable que fuese carne de este animal lo que utilizase para el cambio.

Parece ser que el gigante colocaba una tabla, con sal en una de las puntas, semisuspendida sobre el techado superior de la cueva. Cuando las cabras se acercaban al borde de la tabla a comer la sal, esta se vencía, despeñándose los rumiantes animales  junto a la puerta de la vivienda de aquel Goliat ejulvino.

Hoy la casa de aquel Titán esta también semiderruida. Se conserva el horno, un pequeño muro que dividía las estancias y parte de la techumbre. Parece ser que hace unos años, entre el mampuesto de una de las paredes que cierran la cueva, se encontró una cuchara de madera que pudo pertenecer al gigante Muñoz. Es seguro que la estancia en la cueva de Muñoz, fue anterior a 1915, pues hay mapas de ese año donde aquel barranco ya recibe el nombre del mítico hombre que lo pobló.


También existe recuerdo de que, una vez finalizada la guerra, los maquis hicieron suya la guarida, eso explica el porque de aquella construcción artificial que hemos mencionado antes. Y hoy en día, es el ejército el que realiza maniobras en esta zona. Desconocemos que tipo de maniobras, pero estamos seguros que así es. Cualquiera que visite la cueva y sea un poco curioso, llegara a la misma conclusión.

En definitiva, la cueva Muñoz y el barranco en el que se encuentra, no solo son dos espectaculares enclaves naturales, también están acompañados de una historia única. De experiencias vitales sorprendentes que impregnan de vida y de alma cada poro de la roca caliza que los envuelve.


A la vuelta observo una vez más aquel maravilloso paraje. No a muchos kilómetros de donde nos encontramos, esta el edificio donde mi abuela trabajó, cuando era una niña, a las órdenes de la familia Artola. Las fábricas de Villarluengo siempre han formado parte de los recuerdos de mi vida, al igual que la sinuosa carretera que lleva a ellas. No puedo evitar sentir todo aquel territorio como mío.


Hay cinco puntos cardinales en la proximidad que forman parte de mi vida, que de una forma u otra han moldeado mi personalidad, me han convertido en lo que hoy soy. Uno es Alcorisa, cuna de este modesto explorador. Otro Mas de las Matas, pueblo adoptivo de mi madre, en el que tan buenos ratos he pasado junto a mi familia. El siguiente las Hoces del Guadalope, enclave natural con el que tengo una simbiosis especial. Pitarque, pueblo del que es originaria mi rama familiar materna. Y por ultimo Jarque de la Val, localidad de la que desciende mi padre y toda su familia. Si trazamos una línea uniendo estos cinco puntos, a todo lo que queda dentro de ese pentágono irregular le tengo un cariño especial, un apego emocional inevitable.