" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

martes, 29 de septiembre de 2020

ERMITA DE LA MARE DE DEU DEL SARGAR

Las aventuras mas fascinantes son aquellas que no planeas. La improvisación generalmente desemboca en lo imprevisto, y lo imprevisto puede llevarnos a descubrir lugares mágicos y vivir grandes experiencias, o puede convertir una excursión en una tortuosa peripecia. Para bien o para mal, la improvisación siempre resulta fascinante. 


Nosotros solemos planear al milímetro nuestras aventuras, pero de vez en cuando también nos apetece improvisar. Levantarte una mañana, desayunar, preparar unas buenas viandas, montar en el coche y viajar sin rumbo, adonde nuestra propia voluntad nos lleve ese día. A merced del sistema límbico. 

Así descubrimos a la protagonista de este nuevo capitulo de explorador de proximidad, dejándonos llevar. Recorriendo kilómetros sin un destino fijo. Sin más objetivo que el de disfrutar del entorno, de los paisajes y del rico patrimonio que alberga nuestra proximidad. 

Aquel día habíamos salido a media mañana. Mientras respostábamos, tomamos la decisión de dirigirnos al Matarraña. Recorrer los nuevos kilómetros, por fin acabados, de la carretera Nacional 232 en su límite con Castellón. Así que pusimos rumbo hacia Mas de las Matas y desde allí a Aguaviva, para luego tomar la A-1409 en dirección a La Ginebrosa. Recorrimos la ladera Sur de la sierra ginebrosina hasta Le Cerollera, desde donde accedimos por fin a la N-232. 

Conforme nos acercábamos a Monroyo recordé una Aplec, celebración festiva de los pueblos castellonenses de la comarca de “Els Ports”, que se celebró en Herbés cuando yo era un recién estrenado veinteañero. Acampamos en unos bancales cercanos al casco urbano y pasamos todo el fin de semana de fiesta entre conciertos, discomóviles, risas, diversión, amigos y descanso. Dos días y medio estuvimos allí y no tenía apenas recuerdos de la localidad, tan solo la zona de acampada, la de conciertos y la piscina municipal. Propuse conocer Herbés, moción aprobada por unanimidad, así que antes de llegar a los dos nuevos túneles de Monroyo, abandonamos la nacional con rumbo a Peñarroya de Tastavins. 

La carretera que comunica Peñarroya con Herbés presenta un estado lamentable mientras circula por territorio turolense. Firme irregular con grandes socavones y un ancho de vía en el que es misión imposible cruzarse dos coches si no encuentras un escape lateral. Eso si, los paisajes son maravillosos. Discurre por el angosto barranco labrado por el río Tastavins y serpentea al compás de meandros, hoces y saltos de agua, siempre rodeada de un espeso manto vegetal de bosque mediterráneo que viste los grandes altozanos que arrebujan al torrente, destacando sobre todos ellos la llamada Roca Mola.
 

Herbés se ubica en una costeruda ladera, a la derecha de la carretera, presidido por su iglesia y un caserón de aspecto señorial que resulto ser un antiguo castillo remozado. Pertenecía al Barón de Herbés y sus almenas, ventanas góticas y rejería, datan su construcción en el siglo XIV. Herbés fue conquistada por el noble aragonés Don Blasco de Alagón en 1232, expidiéndole carta puebla un año después. Blasco de Alagón eligió a Juan Garcés como poblador de la plaza recién conquistada, siendo este el primer propietario del Señorío de Herbés. 


Rozábamos ya el medio día y el calor era sofocante, así que decidimos que íbamos a buscar un lugar en penumbra donde poder comer, después ya visitaríamos la localidad. Fue entonces cuando distinguimos una señal a nuestra izquierda en la que alcanzamos a leer: “Paisaje pintoresco”, así que sin pensarlo nos adentramos por aquel estrecho camino de firme encementado que discurría por el cauce de un barranco. 

Conforme avanzábamos, el paisaje era más abrupto y agreste. A nuestra derecha dejamos un salto de agua, sin caudal en esta ocasión, cuyas formas, incluso sin la presencia del líquido elemento, eran espectaculares. Recordaba haber visto un salto parecido en mis excursiones digitales, las que hago habitualmente por la red. Lo llamaban “el Botador”, y por las fotos de “San Google”, os puedo asegurar que con agua es todavía más espectacular. 

Al final del camino, una vez superado un estrato de roca caliza que emerge hacia el cielo, sobre la confluencia de dos barrancos, encontramos un edificio de planta cuasi cuadrada, donde una austera ermita destacaba sobre el resto de los elementos constructivos. Habíamos llegado a la Ermita de la Mare de Deu del Sargar. 

El edificio en apariencia es frugal, sin grandes alardes arquitectónicos y con contados accesos al exterior. Desde el camino tan solo se divisa cuatro pequeñas ventanas a la nave de la ermita y a la derecha, en esquina, la puerta de entrada a un edificio anexo. La parte superior del vano de dicha puerta, dispone unas monumentales dovelas formando un arco de medio punto. Sobre el hastial hay una bella espadaña con su correspondiente campana. La forma cuadrada del conjunto invita a pensar que antiguamente pudo ser una fortificación. 


“El Santuario del Sargar está formado por tres edificios principales construidos en mampostería dejada a la vista y dispuestos alrededor de un patio con una fuente en su centro: la propia ermita, que en sus tiempos estuvo fortificada, y las casas del ermitaño y de la Cofradía, construidas en 1654. La vivienda del santero queda al Este, comunicada con el templo a través de la sacristía y con entrada desde el patio por una puerta de medio punto. Es un edificio de dos plantas, rectangular y con cubierta a una sola vertiente. Mayor interés tiene la Casa de la Cofradía, situada al Oeste y también de dos alturas, con una porchada en la planta baja que permite el acceso desde el exterior y balcones en el piso alto. El conjunto se completa con otras dependencias, corrales y caballerizas.” 



Rodeé el edificio y bajé hasta la rambla. Desde el barranco hay una puerta de acceso a la casa del santero, pero aun así mantiene la apariencia de recinto fortificado. Sargar es sinónimo de sarguera, y parece ser que la Virgen en cuestión debe su nombre a este arbusto tan apreciado por los artesanos del mimbre, que más de una vez lo han usado como sustituto de este, pues el cauce del barranco esta atestado de este elemento vegetal. 


Alrededor de las dos ramblas que confluyen a los pies de la ermita, distinguí numerosas calzadas, señal de que en otro tiempo aquella tierra estuvo trabajada, pero el elemento constructivo mas interesante de cuantos había a la derecha del cauce, es una vetusta fuente construida en sillar labrado. Apenas deja escapar un “chorrillo” de agua, pero eso no le resta un ápice de belleza. 

 
Deambulé por las inmediaciones del complejo eremítico buscando el mejor lugar para captar la instantánea del conjunto. Son numerosas las calzadas que hay en los alrededores, por lo que fue extensa la tierra trabajada. Como digo, el templo y sus edificios anexos son muy austeros, sin alardes. La suntuosidad es obra de la naturaleza, que lo ha rodeado de un paisaje hermoso, de contrastes verdes, grises y marrones. El espeso manto vegetal que cubre los alcores que rodean la ermita viste al paisaje con sus mejores galas para honrar a aquella imagen de madera encontrada por un pastor en una cueva, bajo una cortina de zarzas, imagen desaparecida en la última gran guerra. 


Y es que la historia de la Mare de Deu del Sargar es igual que la de cientos de templos cristianos de los territorios reconquistados en los siglos XII y XIII. Un pastor encuentra la imagen de una virgen en una cueva, la traslada a la villa y esta vuelve a aparecer al día siguiente en la cueva en cuestión. El proceso se repite dos, tres y hasta cuatro veces en algunos casos, hasta que las autoridades deciden construirle una morada cercana al lugar donde fue encontrada. 
 

La imagen del Sargar apareció a finales del siglo XIII junto a una fuente, en la cueva que una roca desprendida formaba con el suelo del barranco. Dicha cueva o balma estaba tapada por las zarzas. Aun hoy podemos contemplar la piedra, la fuente y la balma donde aquello sucedió. Sobre la roca se construyó un peirón en honor a la Virgen del Sargar y en la cueva podemos ver un raído mosaico cerámico con la imagen de la patrona de Herbés. Precisamente fue junto a la roca en cuestión donde dimos buena cuenta de las viandas que traíamos, en un cuidado merendero resguardado del sol. 
 
 
Sin lugar a dudas se trata de un lugar pintoresco. Un conjunto arquitectónico envuelto por un paisaje natural realmente acogedor y sorprendente. Antes de dejar atrás a la Mare de Deu del Sargar nos prometimos volver, pues queremos ver el interior del santuario. Hasta pronto. 


Autor: Oscar Librado Millán 

                                                                                                                                                               Fotos: Marián Beltrán

miércoles, 23 de septiembre de 2020

LAS HOCES Y EL MAQUIS

Testimonios:

-          “Iba a buscar el “ganao” y me pararon dos maquis. El que estaba más cerca de mi me quito el morral y mientras lo regiraba dejo el naranjero sobre una piedra al lado mío. Ya no era la primera vez que me quitaban la comida, así que tonto de mí, con diez u once años que tenia, pensé en coger el naranjero y apuntarles. Suerte que no lo hice, porque el otro estaba vigilante y con el dedo en el gatillo. Si lo hubiese cogido me hubieran “matao”, no estaría aquí.”

-        "Por la noche venían los maquis y se llevaban la mitad de lo que teníamos para comer, por el día venia la Guardia Civil y se llevaba la otra mitad."

         "Una vez cogieron a un maqui con un jamón que nos habían robado a nosotros. Pues la Guardia Civil no solo no nos devolvió el jamón sino que se llevaron a mi padre al cuartel una semana y le dieron una somanta palos por colaborador. Que días más malos pasamos."

-       "Había un guardia que estaba siempre en la central, que cada vez que pasabas te arreaba ostión, y luego te preguntaba que adonde ibas. Eso sí, primero la ostia."

"La única que vez que he visto llorar a mi padre fue el día que los guardias nos echaron de la masada. Fuimos al pueblo y a los quince días a Barcelona a ganarnos la vida. Allí se murió, jamás volvió a pisar la masada."

 

 Cuando visitas las hoces del Guadalope ves una tierra bellísima, cuasi indómita. Rodeada de majestuosos roquedos, de espesa vegetación, de profundos barrancos y grandes cimas. Sin embargo, cuando tienes la suerte de cruzarte con un lugareño y te cuenta sus experiencias vitales en aquel agreste paisaje, te das cuenta que aquella maravillosa tierra también fue un lugar duro y difícil en el que sobrevivir en la posguerra. Uno de esos parajes en los que los pobres pastores y campesinos que regentaban las pocas tierras de labor que allí existían, vivían en primera persona los continuos careos entre maquis y las fuerzas vivas del Régimen, siendo siempre ellos los peor parados. Cuando cogen confianza, siempre salen a relucir las duras vivencias de aquella época, los desgraciados episodios que tuvieron que soportar en los años en los que los guerrilleros de Levante y Aragón se escondían por estas salvajes tierras. 

Es más, cuando escucho que alguno se ofende cuando se dice la “España vaciada” recuerdo a todas esas familias que en 1947 fueron obligadas a abandonar sus masías, sus campos, sus tierras de pastoreo… La mayoría sin alternativa, pues en muchos casos la distancia entre el pueblo y esos lugares era tal, que de ninguna manera podían pensar en ir y volver cada día. Tuvieron que emigrar a las grandes ciudades o al Bajo Aragón para poder seguir sobreviviendo. 

“Vaciaron las masadas, vaciaron la provincia”