" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

domingo, 28 de abril de 2024

MOMIAS DE QUINTO DE EBRO

Volvíamos de la capital del Ebro, de uno de esos compromisos vitales cuyo motivo no viene a cuento en este artículo. Habíamos dejado atrás el cruce de Pina, y nos acercábamos a las revoltosas curvas que hay entre recta y recta en la llamada partida de El Blanco. En la agenda virtual de aquella mañana, la hora de llegada a casa iba a ser anterior a la que habíamos calculado, así que no éramos victimas del yugo de la prisa.




En el horizonte, al Este, se distinguía la silueta del monumental Piquete de Quinto de Ebro. Este templo del siglo XV, que se construyó bajo la advocación de La Asunción, recibe esa denominación popular de “El Piquete” por su posición elevada sobre el cerro de La Corona. Durante siglos, esa estratégica posición ha hecho que el templo se haya convertido en fuerte en todas las guerras en las que Quinto ha sido protagonista.


Observando las bellas trazas mudéjares del templo me vino una idea a la cabeza, “¿Por qué no vamos a ver las famosas momias?”. Aceptada la moción, enfrente de la gasolinera tomamos el camino de Valdamén.

Pasamos frente al campo de futbol. Cuantas veces habré jugado en ese campo con el Club Deportivo Alcorisa. Recuerdo algunas circunstancias francamente desagradables en las que tuvo que intervenir la Guardia Civil.

En la calle de Doña Urraca es donde encontramos el parking del museo. Desde allí ascendemos a pie al interior del recinto amurallado que rodea al antiguo templo cristiano, hoy desacralizado. Estéticamente, la antigua iglesia es preciosa. Rodeada de una inmensa explanada, sus esbozos mudéjares recién restaurados, suponen una apariencia de monumentalidad extraordinaria, con formas geométricas en su torre que solo aquellos antiguos pobladores que residían en las “morerías” de reino cristiano, eran capaces de hacer.

Antes de entrar al templo, decidimos rodear la construcción.

“Su historia constructiva muestra cierta complejidad. Originalmente se trataba de una iglesia de estilo mudéjar de una única nave dividida en tres tramos, con capillas laterales y ábside pentagonal, más dos torres en los ángulos de los pies (existen referencias a una segunda torre aparte de la conservada, que se situaría en el lado del Evangelio, aunque no quedan restos arquitectónicos de su existencia)…

Al exterior, uniformemente construido con ladrillo visto, presentan gran diferencia el cuerpo original, que abarca desde la cabecera hasta el campanario, y el añadido barroco, situado a los pies. Este último, ligeramente más alto y muy sobrio en la decoración, presenta como elemento más destacado el enorme frontón triangular, con decoración de mútulos, que corona el hastial de los pies. El edificio original del siglo XV, está recorrido en su parte superior por esa galería de arquillos renacentistas situado sobre el alero primitivo con ménsulas piramidales escalonadas; los arcos de la galería que discurre sobre el cuerpo de naves son de medio punto y doblados, mientras que los que van sobre la cabecera son ligeramente apuntados.

En cuanto a la obra original, al exterior destacan fundamentalmente tres elementos: los vanos, la puerta y la torre.

En cada uno de los paramentos se abre una compleja ventana, compuesta por tres arquillos apuntados, separados por mainel octogonal, y enmarcados por un gran arco moldurado del mismo perfil.

La torre está situada en la parte central del muro sur, pues en su origen quedaba a los pies de la iglesia. Es de planta cuadrada y cuatro cuerpos, separados por frisos con decoración dentada y cornisas sostenidas por ménsulas piramidales escalonadas. Destaca la decoración de ladrillo, con motivos de lazo de ocho y de cuatro, que presentan un panel completo en el segundo cuerpo y, en el tercero (originalmente, el cuerpo de campanas), enmarcan vanos geminados en arco apuntado sobre montados por un gran arco apuntado decorado con alfiz de ladrillo.”

Territoriomudejar.es


Accedemos a la antigua iglesia. Los muros interiores están raídos, ametrallados, carcomidos… No cabe duda que la última guerra fue cruel con el edificio. Aun así, pese al maltrato evidente al que ha sido sometido durante las últimas décadas tras su devastación en la guerra civil, es apreciable en cada rincón de su estructura su original monumentalidad.

    

Tuvo que ser una iglesia bellísima y decorada con frescos de vivos colores. Probablemente de su última restauración barroca. Los relieves de yeso existentes en alguno de los arcos de las capillas también parecen obra de esa última rehabilitación.

El tamaño del templo es similar a nuestra iglesia de San Sebastián, pero con seis capillas laterales adheridas a la nave principal. Sorprende saber que en el edificio se han cuantificado 1085 enterramientos, pero solo quince de ellos acabaron momificados.

Llama la atención de aquellos huesos cubiertos de pieles deshidratadas, el estado de sus ropajes, casi intactos. Incluso hay zapatos de cuero cuya conservación es extraordinaria.






Bigotes, dientes, pelo, uñas… es increíble contemplar cuerpos momificados a tan poca distancia. E inevitable pensar quienes serian y cómo fue su vida. Bueno, la vida de aquellos que fallecieron adultos, pues también hay cuerpos momificados de bebes que te hielan la sangre. La mortalidad tras el nacimiento en aquella época era muy alta.

Varios de los cuerpos momificados visten hábito franciscano. Incluso en alguno de los cuerpos hay lugares donde la piel y el tejido se han fusionado, haciendo difícil determinar cuál es cuál. Por muy acostumbrado que estés a la contemplación de cadáveres, conforme avanzas en aquel museo no puedes evitar sentir desasosiego y ponzoña mental ante aquellos huesos envueltos de piel seca que acercan los restos a una humanidad imaginaria.



En el museo también podemos contemplar numerosos objetos encontrados junto a los cuerpos, Algún ataúd policromado cuyo color ha resistido el paso del tiempo. Medallas, llaves, tinteros e incluso una pistola. Es sorprendente lo magníficamente conservados que están.





En definitiva, el museo de las momias de Quinto es un lugar diferente, único en Aragón. Al menos yo no conozco museo alguno en el que puedas contemplar cuerpos momificados en el mismo lugar que fueron enterrados. En un edificio cuyo envoltorio luce espectacular, pero cuyo interior es buena muestra de la destrucción y el horror vivido durante la última guerra.

Si no lo conocéis, no dudéis en acercaros. Eso sí, la visión de aquellos cuerpos menudos, amortajados, con ropajes infantiles de otras épocas, producirá desazón en el alma más curtida.