" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

sábado, 25 de marzo de 2023

MAS DEL LLAURADOR

Las  fuerzas legionarias  han conquistado  el  vértice  Calas, el  pueblo de Valdeltormo y han pasado el rio Matarraña entre este pueblo y Caspe.

Han ocupado también el vértice Fraile, Mas del Labrador y varias posiciones de importancia en las cotas 959 y 911, al Sur del pueblo de Belmonte, que asi mismo ha sido conquistado.

En nuestra derecha se ha llevado a cabo la ocupación del vértice Michel, cotas 910,939 y 940, al Norte de Cerollera, pueblo de este nombre en el que se ha cogido prisionero un cuartel general de una brigada completa con toda la documentación de la misma y parte del Ejercito del Este.

Durante el avance en este sector se han cogido al enemigo más de 300 cadaveres, y además en los ataques que llevo a cabo sobre nuestras posiciones de la Tostona y vértice San Joaquin y que fueron rechazados, sufrio enormes perdidas. Se han hecho muchos prisioneros y se ha cogido un deposito de municiones de infantería y artillería.

Parte de guerra (31 de marzo de 1938)

              El principio del fin. Aquella cruenta batalla enmarcada dentro de las operaciones del frente de Aragón, supuso la estocada definitiva para un núcleo poblacional que ya había visto mermado su potencial humano durante las últimas décadas. Las numerosas bombas de aviación y artillería que impactaron sobre las casas, muchas de ellas abandonadas ya por sus moradores, fueron los humeantes clavos que acabaron de cerrar el ataúd de la otrora viva localidad del Mas del Labrador.

              Y es que en la década de los sesenta del siglo pasado, la única familia que quedaba de las seis que habían regresado al municipio tras la terrible guerra civil decidió abandonarlo definitivamente. Un municipio que llegó a albergar más de 120 vecinos, que escuchaba el alboroto lozano por todas sus esquinas, se vio inundado de repente del más absoluto silencio.

              El Mas del Labrador es el símbolo de la verdadera despoblación, el símbolo de una sociedad edificada alrededor de una revolución industrial pujante que apostaba por la concentración de mano de obra alrededor de las grandes ciudades. El símbolo de un Aragón rural decadente, hundido por la inversión desigual de una posguerra cruel, que apenas era capaz de parchear los tremendos trasquilones que la contienda había dejado en sus posesiones.

              Una mañana fría de febrero, con la avifauna totalmente silenciosa por no querer asumir el riesgo de un trino congelado, emprendimos camino hacia el protagonista de nuestra modesta aventura de hoy.

              Dejamos atrás Calanda y continuamos en dirección a Alcañiz. El cauce del Guadalope estaba sumido en los vapores propios de la diferencia de temperatura existente entre el agua y el ambiente. Sucede siempre que el agua está más caliente que el aire que la besa.

              El movimiento en el polígono de Las Horcas era constante, señal de que son muchas las empresas que tienen actividad los sábados. Cuando encaras la recta paralela al complejo industrial, vengas de un lado o de otro, un ligero resorte salta en tu cabeza para recordarte que ahí hay un radar. Curiosa la memoria selectiva.

              A la altura de la ermita de Santa Bárbara de Valdealgorfa, mirando al Norte, pudimos distinguir la silueta del macizo pirenaico nevado. Es estampa habitual en los días claros del invierno.

              Al llegar a las Ventas de Valdealgorfa nos desviamos a la izquierda, en dirección a Calaceite. Poco más allá del meridiano Greenwich, tras dejar a la derecha el cruce a Valjunquera, distinguimos un entrador señalizado a nuestra derecha cuando la carretera comienza a picar hacia abajo. Lo tomamos para llegar al Mas del Labrador.

              Todos los que hayáis pasado por esa carretera os habréis percatado de la esbelta iglesia que se encuentra entre la calzada y el barranco. Dado lo proclives que hemos sido en la construcción de monasterios, conventos, santuarios o ermitas, alguno habrá pensado que aquel templo religioso debía formar parte de algún complejo de este tipo. Nada más lejos de la realidad, aquella esbelta construcción dedicada a San Juan “Degollat” era la iglesia parroquial de un núcleo poblacional, la iglesia mayor de un municipio que fue, pero ya no es.



              Aparcamos en lo que antaño fue la plaza Mayor. He visto imágenes aéreas de 1956-57 y nada tiene que ver el lugar con lo que era cuando fue abandonado en los años sesenta. El pueblo en su conjunto se desarrollaba al Sur y Este de la Iglesia y alrededor de la calle Mayor, lugar donde hoy son todavía visibles muros de bella factura.

              Entre la iglesia y la vieja carretera no queda nada, tan solo una estructura redonda que se eleva a poco más de un palmo del suelo.  Desconozco cuál era su uso, quizá un pozo de agua ubicado en algún patio interior de alguna vivienda desaparecida. Hoy está totalmente cegado.

              Exploramos el resto de vestigios de lo que fue un pueblo habitado. Al Este es donde los muros han aguantado más. El tapial ha sucumbido por completo al paso del tiempo y solo algunas paredes de sillar y sillarejo de muy bella factura se mantienen hoy en pie. No duraran mucho.




              La localidad se construyó sobre un afloramiento de arenisca, por lo que la cantera la tenían realmente cerca. De hecho, la calle más larga, la calle Mayor, el camino de entrada al municipio desde Alcañiz, esta labrada sobre dicho afloramiento, igual que los edificios existentes en la misma. Son innumerables las muescas regulares que podemos distinguir en la arenisca, signo inequívoco de su aprovechamiento en la construcción de la población.

              Hoy transcurre por allí una ruta de BTT que atraviesa un angosto túnel metálico que nos permite cruzar la actual nacional. Al otro lado, un cruce de caminos y un peirón dedicado a San Antonio de Padua. Desandamos el camino andado y volvimos hacia el ruinoso enclave.

              En la trasera de la iglesia encontramos un patio amurallado al que podemos acceder. Viendo las lapidas que sobreviven aun en la pared del templo, es posible que fuese un viejo cementerio. Teniendo en cuenta que la primera referencia documental del Mas del Labrador data de 1646, creo que aquel pequeño cubículo amurallado es demasiado diminuto para albergar a todos los vecinos y vecinas fallecidos. Tenía que existir algún otro cementerio extramuros.


              Volvimos de nuevo a la plaza tratando de imaginar cómo sería aquel pueblo en 1737, donde consta un censo de 131 vecinos. Las familias solían ser extensas en esa época, por lo que tampoco sería necesaria una gran extensión. Ya en 1930, antes de la fatídica guerra, la localidad contaba con 56 vecinos, y solo 27 volvieron a su casa al inicio de la dictadura. En 1962, los últimos moradores abandonaban el pueblo.

              Al menos la iglesia ha sido recientemente restaurada. Si ella pudiese hablar nos contaría cuál ha sido el devenir de aquellos muros que la rodean y que no han conseguido sobrevivir a las bombas y la soledad. Que no han conseguido resistir a una despoblación intraprovincial e interprovincial. Porque de la primera de ellas se habla mucho, pero la segunda es igual o más dañina para los pequeños núcleos de población diseminados por nuestra provincia.

              Echo un último vistazo a mi alrededor. Me doy cuenta entonces que la última vez que estuve allí una de las imponentes fachadas que disponía de un bellísimo arco de medio punto todavía estaba en pie. Hoy sus escombros lucen diseminados por el suelo. ¿Qué quedará cuando nuestra pequeña exploradora venga con sus pequeños exploradores? Es seguro que la iglesia y muy poquito más.


martes, 17 de enero de 2023

ERMITA DE SAN MIGUEL Y LOS PALEOCANALES (Alcañiz)


Tendemos a pensar que las grandes extensiones de tierra de cultivo, como la que se existe entre Alcorisa, Calanda y Alcañiz, son secarrales menesterosos cuya riqueza patrimonial es escasa. De hecho son muchos los que de forma apresurada lanzan la soflama de “que lo pongan en aquel secarral”, refiriéndose a zonas extensas de cultivo, cuando se quiere implantar algún macroproyecto industrial.

Nada más lejos de la realidad, estas zonas, de características geológicas muy particulares, albergan ricos ecosistemas, enorme patrimonio, una historia prolífica y maravillosos rincones de una fuerza extraordinaria.

Es el caso de nuestro protagonista de hoy, que se encuentra en la periferia de un Lugar de Interés Comunitario, las Saladas. Las Saladas son treinta cubetas estacionales que se llenan de agua en épocas de lluvia a través de corrientes subterráneas y cuyo caudal disuelve los yesos existentes en el terreno.

      Tal como se refleja en Wikipedia, “el mineral de yeso es un constituyente común de rocas sedimentarias, particularmente depósitos de sal marina, y suelos formados directamente por evaporación o más tarde por hidratación de anhidrita. Los depósitos de yeso se originaron como consecuencia de la evaporación de disoluciones acuosas sobresaturadas en lagos o mares de poca profundidad”. Es por eso que tras el proceso de disolución de los yesos por las corrientes subterráneas, el agua dulce de la lluvia se convierte en agua salada.

En el estío el agua sufre una enérgica evaporación que provoca que las sales queden depositadas sobre la superficie, lo que transforma el paisaje en una inmensa llanura blanca similar a un desierto. La vegetación gipsícola, única capaz de sobrevivir en suelos de esas características, y la gama de blancos y rojizos del propio terreno hacen que en época de sequía sea un espectáculo contemplarlo. 

Junto a las Saladas, se encuentra la ermita de San Miguel, esqueleto pétreo, recuerdo de épocas de numerosos masoveros, que visitaremos hoy.


Hay diversas formas de llegar hasta la ermita. En mi caso, decidí tomar la TE-V-1336, que une la Nacional 211 en el cruce de Castelserás, con la A-1415, carretera que enlaza la localidad de Andorra con la Nacional 232. Es una carretera estrecha, con firme gastado e irregular, pero totalmente recta. En el lugar donde el canal Calanda-Alcañiz cruza perpendicular a dicha vía, me desvié hacia la derecha, siguiendo el camino paralelo al canal antes mencionado.

Al llegar a la inmensa balsa que forma parte del sistema de riego del canal, tome el camino a mi derecha, dejando la masa de agua a mi izquierda. Rodee la Balsa por el camino de la Peña Blanca, y unas cuantas decenas de metros más adelante volví a girar a la derecha, en dirección al Mas de San Miguel, donde hay una granja de considerables dimensiones. Desde allí a la ermita ya no hay pérdida, pues la tenemos en nuestro campo de visión todo el rato. De todas formas aconsejo planificar la ruta antes de salir de casa.

A la altura del Mas de San Miguel, el paisaje ya no deja indiferente a nadie. Se distingue perfectamente la estructura destechada de la iglesia sobre uno de los estéticos paleocanales de arenisca, el brillo de la lámina de agua de la Salada Grande más allá de la España, a lo lejos el cabezo del Palao, poblado desde antiguo y gran capital del imperio romano en nuestra zona, y a la izquierda, enmarcado tras un collado horadado en un paleocanal, la silueta siempre inconfundible del castillo calatravo de Alcañiz.

“Un paleocanal , también deletreado paleocanal y también conocido como paleovalle o palaeoriver , es un término geológico que describe un remanente de un río inactivo o un canal de corriente que ha sido llenado o enterrado por sedimentos más jóvenes. Los sedimentos en los que se corta o se entierra el canal antiguo pueden ser no consolidados, semi-consolidados, consolidados o litificados . La palabra paleocanal se forma a partir de paleo , que significa "viejo" y canal”

(https://hmn.wiki/es/Paleovalley)

              En lo que respecta a los de Alcañiz, Javier Mendivil Navarro los describe de la siguiente forma:

              Geológicamente nos encontramos en la cuenca sedimentaria del Ebro, con un relleno subhorizontal (apenas existen influencias tectónicas) de edad terciaria. Las litologías son sobre todo detríticas, predominando areniscas y arcillas. En la región de Alcañiz aparece una espectacular red de largos paleocanales (se observan muy bien en fotografía aérea), que corresponden a un sistema sedimentario con aportes procedentes del Sur, de las sierras marginales ibéricas. Los paleocanales, areniscosas, por erosión diferencial, han terminado destacando sobre los terrenos arcillosos más blandos (han dado lugar a un "relieve invertido"). Sobre las mismas areniscas de los canales se observan formas típicas de erosión de este tipo de materiales, como "tafonis" y "gnammas" (oquedades pequeñas sobre paredes y suelos de areniscas respectivamente)”

              Sobre uno de esos paleocanales, encontré la ermita de San Miguel. Se sitúa en la partida de El Plano de Alcañiz, muy cerca de la “Salada Grande”, asentada sobre ese paleopromontorio de arenisca. Bello esqueleto arquitectónico de lo que antiguamente fue  lujoso templo de reunión y culto de decenas de masoveros.

                             







  El catalogo patrimonial de la fundación Quílez Llisterri, data su posible construcción en el siglo XVI.  Su planta rectangular, los grandes arcos apuntados que sostenían la techumbre,  las arcadas de medio punto de las puertas principal y auxiliar, las modestas ventanas con forma de aspilleras que debían servir para ventilación y defensa, el ábside poligonal y la característica espadaña donde se encontraban las campanas que anunciaban el ritual cristiano o alguna “buena nueva” (o mala) que debiese conocerse con urgencia, denotan la importancia que en tiempos pasados tuvo este templo religioso.

Se encuentra muy alejada de la población, en lo que hoy son zonas de nuevo regadío, está rodeada por numerosas masadas o refugios agrícolas y ganaderos. Algunos de estos últimos construidos aprovechando las oquedades de la roca arenisca.

Este tipo de ermitas, muy frecuentes en la geografía bajoaragonesa, no solo eran recinto de culto cristiano para aquellos que residían alejados de los cascos urbanos, también se convertían en verdaderos centros sociales. Antes y después de la eucaristía, hombres y mujeres departían amigablemente sobre cosechas, inquietudes, problemas, necesidades, negocios, casamientos… Muchos de ellos solo se relacionaban con otras familias el domingo al ir a misa, por lo que jugaban un papel fundamental en las relaciones sociales entre las distintas masías y sus moradores.

Cuantas bodas y dotes se habrán “pactado”, antes y después de los sermones del cura, a las puertas de esta ermita.

Tras reconocer profundamente el templo, me alejé hacia el norte por el paleocanal de arenisca que le sirve de improvisado altar. Son numerosas las cazoletas excavadas en la roca que encontramos sobre él. La arenisca, roca muy endeble, es incapaz de sostenerse firme ante las acometidas del tiempo, y el firme de canal es irregular, lleno de surcos y desniveles propios de cualquier película de aventuras.

El lugar todavía me deparaba una última sorpresa. Regrese hacia la ermita por un estrecho camino que encontramos al sur del paleocanal, paralelo a él, encontrándome bajo una enorme balma de la arenisca, un bellísimo aljibe totalmente seco. Es perfectamente visible la antigua escalera de acceso, el canal de evacuación del líquido elemento y la relativamente moderna caseta que probablemente contenía una bomba que elevaba el agua hasta el canal mencionado.

Eché una última mirada al paisaje que me rodeaba. Áspero, seco y carente de una vegetación tupida, pero con un atractivo excepcional. Recomiendo encarecidamente la visita.