" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

martes, 19 de febrero de 2019

SIMA DE VALDELAMATA (Foz Calanda)



Me habían hablado de ella en muchas ocasiones, pero después de cuatro intentos de búsqueda infructuosa, comenzaba a pensar que, o bien la vegetación la había cubierto, o bien aquella sima no existía. La primera vez no fui solo, me acompaño Luis Moliner, pero ni siquiera cuatro ojos vieron más que dos. Es más, la aventura acabo como el rosario de la aurora, solicitando la ayuda de Javier Figuerola y su sabueso, para encontrar a mi perro, el cual se perdió mientras buscábamos el dichoso agujero. Las tres veces siguientes pasé a unos pocos metros de ella, pero no conseguí localizarla.

Tuvo que ser solicitando ayuda a través de Facebook, cuando un vecino de Foz Calanda, Juanjo Sancho, se ofreció a acompañarme hasta ella para que pudiera ubicarla. Así que, una mañana de domingo, por fin pude ver la sima de la que tanto había oído hablar, de la que tantas historias había oído contar. Su boca tenía poco más de un metro cuadrado y, por lo que me contó Juanjo, una caída vertical de 8 a 10 metros. En ese instante decidí que, me costase lo que me costase, tenía que bajar a conocer su interior.

No fue hasta más de un año después cuando, gracias a nuestros amigos trepadores Nerea y Andrés, pudimos descender al interior de la sima. Un descenso emocionante, que nos descubrió una galería de considerable tamaño que albergaba en su interior alguna que otra sorpresa.

El día elegido fue el 16 de febrero, sábado. Nerea y Andrés, miembros del club “Trepadores Cavernícolas” y con experiencia en el manejo de las cuerdas de escalda, junto  a la familia de “Explorador de Proximidad”, nos pusimos en marcha aquella mañana con el fin de cumplir uno de los grandes propósitos del 2019.

Nunca había rapelado, pero ¿Que mejor momento podía encontrar para hacerlo por primera vez?

Debo reconocer que estaba nervioso, un descenso vertical de diez metros sin tener ninguna experiencia, no era moco de pavo, pero eran tantas las ganas que tenia de explorar aquel subsuelo que ni se me paso por la cabeza no hacerlo.

Conforme nos acercábamos al lugar, serpenteando por los sinuosos caminos de la sierra de los Caballos, un cosquilleo se apoderaba de mi estomago. Estábamos a punto de acceder a un lugar donde poca gente había bajado, un lugar en el que no sabíamos muy bien que nos íbamos a encontrar y con un equipo que yo nunca había usado. Una experiencia fascinante, a la par que arriesgada.

Andrés no tardo demasiado en montar los elementos necesarios para asegurar la bajada. Fue él quien bajo en primer lugar para cerciorarse de que los peligros de aquella hondonada terminaban en el descenso. Así era, según nos comentó tras una primera exploración, una vez abajo, el acceso a todas las salas visitables era seguro y sin necesidad de equipos de escalada.


Tras un pequeño refrigerio y después de colocarnos los elementos de seguridad necesarios, comenzamos el descenso. Debo reconocer que los momentos previos a que la cuerda  se tensara y me mantuviese suspendido, fueron angustiosos. Milésimas de segundo en las que tienes la sensación de que la maraña de fibras entrelazadas  cederá y  caerás de espaldas al agujero. Aunque debo decir que excepto en ese primer momento, el resto del descenso no se me hizo complicado.


Una vez abajo, mientras esperábamos que Nerea comenzase su descenso, no pude evitar explorar aquella primera sala, la principal. Me llamo la atención la gran acumulación de escombro que había en su interior. Además un escombro con piedras de dimensiones considerables que difícilmente se podía haber producido por los arrastres del agua. También localice latas de comida oxidadas, carcasas de proyectil, dos vainas de bala y una pequeña madera ovalada, colocada sobre una piedra a modo de asiento. La estancia, de aproximadamente unos 40 metros cuadrados y una altura de cuatro metros, tenía dos pequeños pasos de metro por metro en su pared norte que comunicaban con otras dos salas, las cuales a su vez también estaban comunicadas por otro pasadizo.


Cuando los tres miembros del equipo estábamos abajo, comenzamos la exploración intensiva de aquella cueva. En primer lugar buscamos explicación al escombro allí acumulado. Como he dicho, era difícil que aquella escoria, con rocas de tamaño considerable, estuviese allí debido a los arrastres de las lluvias. Pensamos en que, o bien lo habían echado allí a conciencia, o por parte del techo había cedido, cayendo sobre el suelo de la cavidad. Aunque si era un derrumbe, ¿Era natural? ¿O podría haber sido provocado por material de guerra en la batalla que tuvo lugar en la zona en marzo de 1938?


La sima se encuentra junto a la línea de trincheras que se extiende sobre toda la Sierra de los Caballos, cercana a los Brusquiles, lugar por el que el ejército franquista rompió las defensas republicanas en marzo de 1938. Fue un episodio más del llamado Frente de Aragón. Una batalla que duro apenas una semana y en la que la aviación alemana y la 4ª de Navarra se emplearon con dureza sobre las posiciones del ejército republicano. Gracias al fantástico trabajo realizado por los investigadores locales Roberto Alquezar y David Alloza, sabemos que según un parte de guerra el 24 de marzo de 1938, se usaron más de 60000 cartuchos, 500 granadas de mano y gran numero de morteros. Buena muestra de la dureza de los combates en la zona.

Continuamos adentrándonos en la cavidad. Entramos en la sala de la izquierda, con la intención de averiguar si aquella sima era la puerta a algún laberinto subterráneo. La caliza comenzaba a dibujar formas hermosas sobre la pétrea estructura y el suelo había dejado de tener el escombro que encontramos en la cámara principal. Había numerosos restos óseos de animales, muestra inequívoca de que habían caído al agujero y jamás pudieron salir. Aquella sala tenía una forma más irregular, una estancia totalmente asimétrica. Tendría alrededor de 30 metros cuadrados.


Abandonamos la sala por un angosto pasillo y accedimos al tercer espacio. Esta nueva estancia comunicaba con la sala principal, de hecho el escombro había cerrado la mayor parte de la comunicación entre salas. Quizá, antes del derrumbe, las dos salas fuesen solo una.

Nada mas acceder a ella, Andrés se percato de los restos óseos que había a los pies del escombro, colocados cuidadosamente sobre un saliente de piedra. La mandíbula, que conservaba aun todos los dientes, no dejaba lugar a dudas, eran restos humanos. Probablemente, fruto de aquella batalla que se produjo una decena de metros sobre nuestras cabezas hacia 81 años, aunque, ¿Quiénes éramos nosotros para dictaminar la antigüedad de aquellos huesos?


En la parte inferior de aquella cavidad había estalactitas y estalagmitas que podían tener milenios, pero que algún desalmado había decidido cercenar. Los trozos de estas maravillosas formaciones pétreas se extendían por el suelo, como victimas de un cruel atentado contra el patrimonio. Aun así las formaciones calcáreas que todavía permanecían vistiendo las paredes y el techo de aquella cueva eran espectaculares, de un blanco inmaculado. Hacia años que el líquido elemento las había abandonado, ni tan siquiera la humedad se adhería a la piel cuando acercabas la mano a ellas.






Buscamos una continuación de la cueva a través de esta última sala. De hecho encontramos hasta dos cavidades que daban la sensación de ser una continuación de la misma, pero ni tan siquiera el más delgado del grupo fue capaz de pasar por el estrecho pasadizo.


Disfrutamos un rato más de aquel subsuelo. Para alguien poco acostumbrado a estas aventuras el momento era especial, una experiencia única en la vida de “Explorador de Proximidad” que nos gusto tanto, que no tardaremos en volver a repetir. Seguro que no es la sima de más difícil acceso, seguro que no es la cueva con las formaciones calcáreas más espectaculares, seguro que no es la cavidad más profunda de la proximidad, pero era nuestra primera sima, y eso hará que no la olvidemos jamás.


Llegó el momento de salir, y con él, la parte mas dura de la aventura. Sabía que en ningún caso seria capaz de impulsar mi peso a través de la cuerda, me faltaba fuerza y experiencia, así que convinimos con Nerea y Andrés que, asegurándome  desde abajo, saldría trepando por las irregulares formas que me ofrecía la pared de la sima. Me costo, pero lo conseguí.

Un día fabuloso, con una compañía excepcional, que se convirtió en una de las aventuras más fascinantes de Explorador de Proximidad.

Tras esta maravillosa experiencia, llego otra aventura no menos espectacular, el rescate de los restos humanos por parte de Guardia Civil y la autoridad judicial, pero esa ya es otra historia.

Fotos: Marián Beltrán y Nerea Salueña

PD: Mil gracias a Nerea Salueña y Andrés Nuez, Trepadores Cavernícolas, sin ellos esta aventura no hubiese sido posible.




viernes, 15 de febrero de 2019

DESEMBOCADURA DEL RIO GUADALOPILLO Y EL PUENTE DEL ESTRECHILLO O ESTERTILLO (Calanda)

 
Bajo la sinuosa carretera que une las localidades de Calanda y Torrevelilla, a los pies del puente del Estrechillo o Estertillo y aguas abajo del pantano de Calanda, el rio Guadalopillo se une a su hermano mayor, el Guadalope, en su camino hacia el padre Ebro. El lugar es idílico. Con un bosque de rivera de gran belleza, con construcciones bellísimas y con grandes peñascos de aglomerado dispersos por el cauce del rio Guadalope que confieren al lugar identidad propia. Recorrer el bello sendero que discurre paralelo al Guadalopillo desde la localidad de Calanda es un paseo muy recomendable.
 





Precisamente, en el lugar por el que el puente del Estrechillo o Estertillo atraviesa el rio, la roca madre cierra el camino del líquido elemento, dejando apenas tres metros entre los promontorios de roca para que discurra el agua.


¿Sera ese el origen de su nombre? Estoy convencido que el puente actual sustituyo a otro más antiguo destruido muy probablemente en las guerras del XIX, pues a los pies del actual encontramos estructuras de sillares mucho mas antiguas y aguas abajo  hay más sillares diseminados sobre el propio cauce.
 




El puente del Estertillo o Estrechillo es contemporáneo, según la revista "Miscelanea Turolense" fue descimbrado el 25 de septiembre de 1894. Todavía distinguimos los "bocados" realizados  en la piedra para la colocación de las cimbras.
 
 
 
 
El rio Guadalopillo nace a las faldas de los majestuosos montes de Majalinos, en Ejulve. En su lento discurrir atraviesa los términos de Ejulve, Molinos, Berge, Alcorisa, Foz y Calanda hasta unirse en las huertas de esta última localidad con el segundo rio más largo de la cuenca derecha del Ebro, el Guadalope. Existe un documento del año 1148, cuando las fronteras del Bajo Aragón todavía no estaban consolidadas en el que al Guadalopillo lo denominan “Rivum de Molins” (Rio de Molinos). Aunque en otros documentos posteriores, una vez los cristianos aseguraron el territorio, paso a llamarse “Rivum de Exulp” (Rio de Ejulve). No existe constancia del momento en el que se le bautiza definitivamente con el nombre de Guadalopillo, pero sin duda dicho nombre está muy relacionado con el de su hermano mayor, el rio Guadalope.
 
 




 

 
 

miércoles, 6 de febrero de 2019

TRES TORRES PIQUER

 TORRE PIQUERO

 Existen en la proximidad tres masías fortificadas con el mismo nombre, Torre Piquer.
 
Tres localidades turolenses con un nexo común. Tres villas distantes entre sí en cuyo término existe una construcción defensiva con el mismo nombre.

Berge, Tronchón y Villarroya de los Pinares comparten algo más que provincia, comparten el nombre de tres torreones defensivos. El nombre de “PIQUER”

La Torre de Berge es sin duda la más deteriorada, las otras dos se conservan en un estado aceptable, posando orgullosas ante el paso del tiempo.
 
Siempre nos habíamos preguntado el porqué, con una distancia geográfica considerable, podía haber tres masías fortificadas llamadas de igual modo.

Pues bien, ayer, revisando la Heráldica del apellido Piquer leía lo siguiente:

“Según indican la mayoría de tratadistas, las más antiguas familias de este apellido fueron originarias de Vizcaya, desde donde pasaron a Aragón, Catalunya y Valencia, formando parte de los ejércitos cristianos en la reconquista.

La constancia documental de la presencia de este apellido en tierras de Aragón, se remonta a mediados del siglo XVI. De una casa que hubo del apellido en el lugar de Villarluengo (Teruel), descendió en el año 1583 el religioso Valer Pique. Profesó en la Compañía de Jesús, donde se distinguió por sus méritos y virtudes, adquiriendo fama de notable orador.

A principios del siglo XVIII y documentado en la población de Fornoles (Teruel), encontramos al médico y filósofo Andrés Piquer, el cual fue nombrado como médico de cámara por el rey Fernando VI.

Etimológicamente, según recoge Francesc de B. Moll, este apellido deriva del sustantivo piquer, piquero "soldado que servía en el ejército con la pica."

PIQUERO. Esto me hizo reflexionar. Los piqueros siempre formaban en primera línea en la batalla. Eran los encargados de frenar las acometidas de la caballería enemiga con sus picas. Los primeros soldados en entrar en batalla.

¿Quizá el sobrenombre “Piquer” en una masía fortificada significaba que era la primera línea de defensa? ¿Que los soldados allí atrincherados eran los primeros en presentar batalla ante un eventual ataque? ¿Qué dichas masías estaban en zonas de frontera o lugares estratégicos (Caminos, pasos, puentes…) para la defensa de una población o grupo de poblaciones?

Es una teoría muy factible.

Torre Piquero. La primera construcción militar del frente. El Torreón que hacía de pica para frenar las primeras acometidas de la caballería enemiga. Piquer, apelativo que recibían aquellos que eran los responsables de defender dicha plaza y que posteriormente adquirieron como apellido.


TORRE PIQUER DE BERGE

“Fue una construcción de carácter defensivo, a la cual se adosa una casa de labranza de construcción posterior. Es de planta cuadrada y gran altura, con puerta dovelada en arco de medio punto bien conservada y situada en alto. La ventana de la misma fachada también está adintelada y se observan varios vanos y aspilleras en alguna de sus caras. No se puede precisar bien su remate porque se encuentra rebajada en altura, aunque bien podría ser almenado.”
 


TORRE PIQUER DE TRONCHÓN

“Se trata de una torre fortificada acompañada de las restantes construcciones que formaban parte de la masía.
La torre propiamente dicha tiene planta cuadrada, de 7’5 metros de lado y cinco plantas de altura que suman alrededor de 15 metros.
Está fabricada en obra de mampostería, utilizando el sillar para reforzar las esquinas, así como los ventanas, almenas y puertas.
Destaca la puerta de entrada en arco de medio punto al exterior y adintelado al interior. Conserva ventanas de asiento (o festejadoras) en perfecto estado de conservación así como vigas de madera tallada.”
 


TORRE PIQUER DE VILLARROYA

“Está ubicada en un enclave estratégico muy próximo al nacimiento del río Guadalope, junto al límite municipal con Allepuz, en un lugar privilegiado dominando el Alto Guadalope, siendo éste un paraje de gran interés.
Arquitectónicamente se puede destacar que la altura de sus muros laterales sobrepasan al tejado de la torre, de una sola vertiente, por tanto se infiere de ello que presenta menos altura que la construcción original.
La composición de la torre está basada en sillares de arenisca y caliza, y como uno de los elementos más atractivos que se puede remarcar es una ventana de gran tamaño y de carácter ajimezado sobre la cual se presenta uno de los escudos que aparecen en los muros del conjunto.”