Había
oído hablar de las malas vibraciones, de lugares que despiertan sensaciones
desapacibles, agobio, incomodidad... De situaciones que, sin motivo aparente,
se convierten en desagradables. Sitios en los que el cuerpo reacciona
instintivamente, mostrando su rechazo a las circunstancias que lo rodean de
forma inexplicable.
Nunca
me he considerado una persona especialmente sensitiva. He visitado cientos de
edificios civiles, innumerables templos religiosos, poblados y pueblos
abandonados, excavaciones, extraños lugares de cultos antiguos, cuevas,
edificios impregnados de misterios y leyendas... Y jamás he experimentado
sensaciones que se alejen de la pura lógica.
Sin
embargo, aquel 12 de octubre, festividad nacional, no se me olvidara
fácilmente. Era un día como tantos, una excursión como tantas… Pero el edificio
que apareció ante nosotros era diferente.
Una bellísima masía desconocida para mi. Muy deteriorada, pero
conservando todavía el porte de edificio señorial. Una casa de enjundia,
palacete rural de dimensiones considerables. Pese al riesgo por su deterioro,
no dudamos un momento en explorar aquel enorme edificio abandonado. Con mucha
precaución, nos adentramos en sus dependencias.
Nada
más entrar me invadió una sensación negativa, malas vibraciones, un extraño
sentimiento de congoja y tristeza... “Mal rollo”, dicho coloquialmente. Fue tal
la sensación de incomodidad, que decidí
salir de aquellos muros. Ya en el exterior, observando la regia fachada, me
prometí que intentaría averiguar algo sobre aquella inmensa construcción, pues
estaba convencido de que tenía una historia digna de ser contada. No me
equivocaba.
Poco
después, gracias a una foto y a los “tentáculos” de Facebook supe que aquel
bello, a la par que misterioso, edificio era la Torre Palos, de sobras conocida
en Alcañiz por uno de los últimos capítulos de su historia. Desde entonces lo
he visitado en varias ocasiones. He recorrido sus dependencias solo y
acompañado. He indagado sobre las experiencias vitales que acogieron esos
muros. Sin embargo nunca más he vuelto a tener aquella agobiante sensación de
pesadumbre y tristeza que me invadió la primera vez que la visite. Hoy volveré
allí con vosotros.
Este
majestuoso edificio se encuentra cerca de la carretera del puente “La Alberca”
o “La Alberta”, pues lo llaman de ambas formas. Yo me decanto porque la primera
es la correcta, pues en las rocas que rodean al río, a los pies del puente,
todavía se distinguen heridas artificiales que pudieron pertenecer a una
antigua alberca islámica.
Esta
carretera es uno de los atajos que muchos tomamos para evitar el tráfico denso
de Alcañiz cuando nos dirigimos a la parte alta de la ciudad. Escoltada en uno
de sus tramos por grandes pinos carrascos que desfiguran el asfalto con sus
poderosas raíces, es una estrecha vía que une la Nacional 211 con la que
discurre entre las localidades de Alcañiz y Castelserás.
Accedo
a la Torre Palos por el camino paralelo al canal de la Estanca, colosal obra
hidráulica de decenas de kilómetros encargada de suministrar el líquido elemento
al embalse artificial que da vida a las huertas de la “Histórica y Heroica
Ciudad”.
“Cerro
aislado que destaca sobre su entorno dominando toda la Hoya de Alcañiz, junto
al curso del río Guadalope. En las distintas excavaciones realizadas en las
primeras décadas del siglo pasado aparecieron un conjunto de estructuras de un
poblado fortificado con foso, murallas con torres, silos de cereal y una gran
cisterna de mampostería trabada con mortero de clara filiación musulmana como
elementos más destacados. Estos en su mayor parte, deben de pertenecer a época
islámica, aunque es muy posible que algunos tengan origen en fases anteriores
de ocupación como demuestra la variedad cualitativa y cuantitativa de los
restos localizados.”
Conforme avanzo comienzo a distinguir la silueta del imponente
edificio. Frente a él, se abre una gran explanada flanqueada por enormes
árboles. En el centro una construcción redondeada, los restos de algún elemento
decorativo probablemente. El edificio está fabricado en sillar, de enorme
fachada longitudinal donde se distingue, a la izquierda, una pequeña espadaña
en la que debió colgar la campana de lo que fue la antigua capilla o ermita. A
la derecha, la parte correspondiente al extraordinario palacete. En esta ultima
parte el sillar esta enlucido en yeso.
Aparco el coche en la explanada y observo la imponente fachada. Se
trata de una construcción típica aragonesa, con el primer piso de gran altura y
bellas balconadas de medio punto y el segundo rematado con la típica arcada
corrida aragonesa. La dejadez, el olvido y el vandalismo han hecho que su
estado actual sea ruinoso, que peligre toda su estructura. Una pena porque es
un edificio digno de admiración.
Accedo por la entrada principal de la ermita. Hay que tener
muchísimo cuidado, cualquier descuido podría suponer un accidente. La ermita es
quizá la parte de la casona que está en mejor estado. Todavía se pueden
distinguir relieves de yeso y parte del mosaico que decoraba el suelo. El altar
mayor esta presidido por un raído colchón en el que algún transeúnte decidió
pasar la noche tiempo atrás.
Lo que mas llama la atención de esta ermita es el coro, comunicado
con la masia. Probablemente era la forma de diferenciar clases sociales, los
jornaleros, criados y otros vecinos de masías más modestas escucharían misa a
pie de altar, mientras que los señores de la casona lo harían desde el coro.
A la derecha, un vano al que ya le han arrancado la puerta da
acceso a uno de los patios de la enorme construcción. Recorrerla es pasear por
su inquietante historia reciente: a los cascotes que invaden el suelo se unen
restos de papeles oficiales, botes de orina, radiografías… Documentos que por
lógica los últimos pobladores debieron haberse llevado consigo.
Algunas habitaciones todavía conservan la numeración. Y los
muebles que formaban parte de el día a día de sus moradores todavía están allí,
acumulando polvo. El aspecto señorial del edificio contrasta con los restos de
su última reforma. Una reforma moderna en la que se utilizaron materiales que
nada tienen que ver con su pasada majestuosidad.

Sigo desconociendo el origen de tan imponente masía. Mi teoría es
que pudo pertenecer a la Orden de Calatrava, pues parece ser que la familia
Palos la adquirió en una de las desamortizaciones del siglo XIX, al mismo
tiempo que uno de los molinos de Alcañiz. Desde entonces fue propiedad de dicha
familia. Incluso algunos hablan de que entre sus muros hubo visitas de
personajes relevantes de la historia contemporánea de España.
Un anciano de Alcañiz me comentó que en la visita de José Antonio
Primo de Rivera. en enero de 1936, lo más importante no fue el mitín,, sino la
reunión secreta mantenida por varios cabecillas del movimiento en la Torre
Palos. No puedo dar fe de si esa reunión tuvo lugar, pues no he encontrado
testigos de la misma, sólo el boca a boca.
Lo que sí es seguro es que el miembro mas ilustre de la Familia
Palos, Don Luis Palos Iranzo, fue amigo y compañero de facultad de Don José
María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Existen numerosas referencias
de ello en libros dedicados a él. Don Luis Palos Iranzo fue un alto cargo del
Instituto General de Previsión en época franquista.
Con el levantamiento militar del 36, y una vez que la República
recuperó el Bajo Aragón, la Torre Palos fue utilizada por un tiempo como
hospedaje de los niños que se habían quedado huérfanos en los bombardeos de
Madrid. Posteriormente, con la llegada del bando nacional, se convirtió en
cuartel general del ejército italiano.
Tras la guerra se convirtió en hospicio católico dirigido por
religiosos, aunque también se realizaban campamentos de la sección femenina de
Falange Española. Ce hecho, varias personas me han asegurado que existe una
foto de Pilar Primo de Rivera vistiendo el uniforme falangista a las puertas de
la Torre Palos.
Pero si hay un episodio de la historia de este edificio que tiene
perplejos a los alcañizanos ese es el último. Con la llegada de la democracia
la familia Palos intento vender tanto la Torre como las tierras circundantes.
Las tierras fueron vendidas pero la gran masía no interesó a los compradores.
Años después Luis Palos Iranzo, cedió la propiedad del edificio a una
congregación religiosa enmarcada dentro de la fe católica, llamada LUMENDEI.
Esta congregación, formada por religiosos que todavía vestían el
hábito en sus quehaceres diarios, constituyó en la Torre de Palos un centro de
desintoxicación de drogodependientes. Una desintoxicación basada en principios
religiosos en los que, según me contaron, primaban los rezos y la contemplación
por encima de las medidas terapéuticas. Fue un episodio todavía recordado en Alcañiz,
pues aquellos religiosos de hábito se dejaban ver con sus pupilos por la ciudad
en ocasiones, sobretodo en Semana Santa.
De la noche a la mañana aquel centro fue cerrado, y nada mas se
supo de sus moradores. Desde entonces el vandalismo y la dejadez han hecho que
este bello edificio este a las puertas de un derrumbe casi seguro.
Echo un último vistazo. Si la memoria impregnara los elementos
constructivos cuánto tendrían que contarnos. Subo al coche y me alejo sabiendo
que la Torre de Palos no es una investigación cerrada para mí.
Que horror y que lugar impregnado de sufrimiento. Tratar la abstinencia de un drogadicto con rezos y métodos religiosos. Yo tuve el mismo sentimiento de ahogo y mala vibración la primera vez que la visite
ResponderEliminarAyer mismo pasé por ahí. Sentía curiosidad. Mi primera impresión fue que sería un buen lugar para hacer psicofonías. Esa sensación de "algo" (¿sufrimiento?) adherido al lugar. Pese a mi curiosidad, no me atreví a entrar al interior. Los escombros hacían presagiar posibles accidentes y el temor superó la curiosidad. Otro día volveré. He tomado fotos recientes que se pueden ver en este álbum (aunque compartido con otras imágenes del cercano yacimiento íbero de El Palao): https://photos.app.goo.gl/KDw7pQveR8t9WozG8
ResponderEliminarHan pasado ocho años desde el artículo original, así que está todo mucho más deteriorado.