" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

domingo, 13 de septiembre de 2015

TORRE PALOS

 

Había oído hablar de las malas vibraciones, de lugares que despiertan sensaciones desapacibles, agobio, incomodidad... De situaciones que, sin motivo aparente, se convierten en desagradables. Sitios en los que el cuerpo reacciona instintivamente, mostrando su rechazo a las circunstancias que lo rodean de forma inexplicable.

Nunca me he considerado una persona especialmente sensitiva. He visitado cientos de edificios civiles, innumerables templos religiosos, poblados y pueblos abandonados, excavaciones, extraños lugares de cultos antiguos, cuevas, edificios impregnados de misterios y leyendas... Y jamás he experimentado sensaciones que se alejen de la pura lógica.

Sin embargo, aquel 12 de octubre, festividad nacional, no se me olvidara fácilmente. Era un día como tantos, una excursión como tantas… Pero el edificio que apareció ante nosotros era diferente.  Una bellísima masía desconocida para mi. Muy deteriorada, pero conservando todavía el porte de edificio señorial. Una casa de enjundia, palacete rural de dimensiones considerables. Pese al riesgo por su deterioro, no dudamos un momento en explorar aquel enorme edificio abandonado. Con mucha precaución, nos adentramos en sus dependencias.

Nada más entrar me invadió una sensación negativa, malas vibraciones, un extraño sentimiento de congoja y tristeza... “Mal rollo”, dicho coloquialmente. Fue tal la sensación de incomodidad, que  decidí salir de aquellos muros. Ya en el exterior, observando la regia fachada, me prometí que intentaría averiguar algo sobre aquella inmensa construcción, pues estaba convencido de que tenía una historia digna de ser contada. No me equivocaba.

Poco después, gracias a una foto y a los “tentáculos” de Facebook supe que aquel bello, a la par que misterioso, edificio era la Torre Palos, de sobras conocida en Alcañiz por uno de los últimos capítulos de su historia. Desde entonces lo he visitado en varias ocasiones. He recorrido sus dependencias solo y acompañado. He indagado sobre las experiencias vitales que acogieron esos muros. Sin embargo nunca más he vuelto a tener aquella agobiante sensación de pesadumbre y tristeza que me invadió la primera vez que la visite. Hoy volveré allí con vosotros.

Este majestuoso edificio se encuentra cerca de la carretera del puente “La Alberca” o “La Alberta”, pues lo llaman de ambas formas. Yo me decanto porque la primera es la correcta, pues en las rocas que rodean al río, a los pies del puente, todavía se distinguen heridas artificiales que pudieron pertenecer a una antigua alberca islámica.

Esta carretera es uno de los atajos que muchos tomamos para evitar el tráfico denso de Alcañiz cuando nos dirigimos a la parte alta de la ciudad. Escoltada en uno de sus tramos por grandes pinos carrascos que desfiguran el asfalto con sus poderosas raíces, es una estrecha vía que une la Nacional 211 con la que discurre entre las localidades de Alcañiz y Castelserás.

Accedo a la Torre Palos por el camino paralelo al canal de la Estanca, colosal obra hidráulica de decenas de kilómetros encargada de suministrar el líquido elemento al embalse artificial que da vida a las huertas de la “Histórica y Heroica Ciudad”.

Dicho camino discurre a los pies del despoblado de “Alcañiz el viejo”, que se considera el primer asentamiento poblacional y el germen de la actual ciudad de Alcañiz. El catalogo de la Fundación Quílez Llisterri lo describe de la siguiente forma:

“Cerro aislado que destaca sobre su entorno dominando toda la Hoya de Alcañiz, junto al curso del río Guadalope. En las distintas excavaciones realizadas en las primeras décadas del siglo pasado aparecieron un conjunto de estructuras de un poblado fortificado con foso, murallas con torres, silos de cereal y una gran cisterna de mampostería trabada con mortero de clara filiación musulmana como elementos más destacados. Estos en su mayor parte, deben de pertenecer a época islámica, aunque es muy posible que algunos tengan origen en fases anteriores de ocupación como demuestra la variedad cualitativa y cuantitativa de los restos localizados.”

Conforme avanzo comienzo a distinguir la silueta del imponente edificio. Frente a él, se abre una gran explanada flanqueada por enormes árboles. En el centro una construcción redondeada, los restos de algún elemento decorativo probablemente. El edificio está fabricado en sillar, de enorme fachada longitudinal donde se distingue, a la izquierda, una pequeña espadaña en la que debió colgar la campana de lo que fue la antigua capilla o ermita. A la derecha, la parte correspondiente al extraordinario palacete. En esta ultima parte el sillar esta enlucido en yeso.


Aparco el coche en la explanada y observo la imponente fachada. Se trata de una construcción típica aragonesa, con el primer piso de gran altura y bellas balconadas de medio punto y el segundo rematado con la típica arcada corrida aragonesa. La dejadez, el olvido y el vandalismo han hecho que su estado actual sea ruinoso, que peligre toda su estructura. Una pena porque es un edificio digno de admiración.

Accedo por la entrada principal de la ermita. Hay que tener muchísimo cuidado, cualquier descuido podría suponer un accidente. La ermita es quizá la parte de la casona que está en mejor estado. Todavía se pueden distinguir relieves de yeso y parte del mosaico que decoraba el suelo. El altar mayor esta presidido por un raído colchón en el que algún transeúnte decidió pasar la noche tiempo atrás.


Lo que mas llama la atención de esta ermita es el coro, comunicado con la masia. Probablemente era la forma de diferenciar clases sociales, los jornaleros, criados y otros vecinos de masías más modestas escucharían misa a pie de altar, mientras que los señores de la casona lo harían desde el coro.

A la derecha, un vano al que ya le han arrancado la puerta da acceso a uno de los patios de la enorme construcción. Recorrerla es pasear por su inquietante historia reciente: a los cascotes que invaden el suelo se unen restos de papeles oficiales, botes de orina, radiografías… Documentos que por lógica los últimos pobladores debieron haberse llevado consigo.

Algunas habitaciones todavía conservan la numeración. Y los muebles que formaban parte de el día a día de sus moradores todavía están allí, acumulando polvo. El aspecto señorial del edificio contrasta con los restos de su última reforma. Una reforma moderna en la que se utilizaron materiales que nada tienen que ver con su pasada majestuosidad.

Pero sin lugar a dudas la parte mas inquietante del edificio es su bodega. Al fondo de la misma, bajo la roca madre de arenisca sobre la que esta asentada la construcción, encontramos un lugar que pone los pelos de punta. En lo mas oscuro, en lo mas recóndito, alguien ha trasladado el altar de la ermita, no se muy bien con que fin. Un altar compuesto por tres losas de piedra enormes que no cualquiera podría trasladar. Es una especia de capilla improvisada, adaptada con suelo de baldosa y el retablo forrado de madera. Pintadas satánicas decoran las estancias cercanas. No se el motivo por el que está allí esa oscura capilla, pero sin lugar a dudas pone los pelos de punta.


El resto del edificio es más de lo mismo: una combinación entre bellísimos trazos constructivos de su arquitectura original y baldosas blancas modernas que nada aportan al lugar. Decido salir de nuevo al patio y observo la fachada de esta enorme torre. No cabe lugar a dudas que la construcción fue majestuosa en un tiempo no muy lejano, pero su historia, sus experiencias vitales, todavía son mas increíbles.

Sigo desconociendo el origen de tan imponente masía. Mi teoría es que pudo pertenecer a la Orden de Calatrava, pues parece ser que la familia Palos la adquirió en una de las desamortizaciones del siglo XIX, al mismo tiempo que uno de los molinos de Alcañiz. Desde entonces fue propiedad de dicha familia. Incluso algunos hablan de que entre sus muros hubo visitas de personajes relevantes de la historia contemporánea de España.

Un anciano de Alcañiz me comentó que en la visita de José Antonio Primo de Rivera. en enero de 1936, lo más importante no fue el mitín,, sino la reunión secreta mantenida por varios cabecillas del movimiento en la Torre Palos. No puedo dar fe de si esa reunión tuvo lugar, pues no he encontrado testigos de la misma, sólo el boca a boca.

Lo que sí es seguro es que el miembro mas ilustre de la Familia Palos, Don Luis Palos Iranzo, fue amigo y compañero de facultad de Don José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Existen numerosas referencias de ello en libros dedicados a él. Don Luis Palos Iranzo fue un alto cargo del Instituto General de Previsión en época franquista.

Con el levantamiento militar del 36, y una vez que la República recuperó el Bajo Aragón, la Torre Palos fue utilizada por un tiempo como hospedaje de los niños que se habían quedado huérfanos en los bombardeos de Madrid. Posteriormente, con la llegada del bando nacional, se convirtió en cuartel general del ejército italiano.




Tras la guerra se convirtió en hospicio católico dirigido por religiosos, aunque también se realizaban campamentos de la sección femenina de Falange Española. Ce hecho, varias personas me han asegurado que existe una foto de Pilar Primo de Rivera vistiendo el uniforme falangista a las puertas de la Torre Palos.

Pero si hay un episodio de la historia de este edificio que tiene perplejos a los alcañizanos ese es el último. Con la llegada de la democracia la familia Palos intento vender tanto la Torre como las tierras circundantes. Las tierras fueron vendidas pero la gran masía no interesó a los compradores. Años después Luis Palos Iranzo, cedió la propiedad del edificio a una congregación religiosa enmarcada dentro de la fe católica, llamada LUMENDEI.

Esta congregación, formada por religiosos que todavía vestían el hábito en sus quehaceres diarios, constituyó en la Torre de Palos un centro de desintoxicación de drogodependientes. Una desintoxicación basada en principios religiosos en los que, según me contaron, primaban los rezos y la contemplación por encima de las medidas terapéuticas. Fue un episodio todavía recordado en Alcañiz, pues aquellos religiosos de hábito se dejaban ver con sus pupilos por la ciudad en ocasiones, sobretodo en Semana Santa.

De la noche a la mañana aquel centro fue cerrado, y nada mas se supo de sus moradores. Desde entonces el vandalismo y la dejadez han hecho que este bello edificio este a las puertas de un derrumbe casi seguro.

Echo un último vistazo. Si la memoria impregnara los elementos constructivos cuánto tendrían que contarnos. Subo al coche y me alejo sabiendo que la Torre de Palos no es una investigación cerrada para mí. 



2 comentarios:

  1. Que horror y que lugar impregnado de sufrimiento. Tratar la abstinencia de un drogadicto con rezos y métodos religiosos. Yo tuve el mismo sentimiento de ahogo y mala vibración la primera vez que la visite

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  2. Ayer mismo pasé por ahí. Sentía curiosidad. Mi primera impresión fue que sería un buen lugar para hacer psicofonías. Esa sensación de "algo" (¿sufrimiento?) adherido al lugar. Pese a mi curiosidad, no me atreví a entrar al interior. Los escombros hacían presagiar posibles accidentes y el temor superó la curiosidad. Otro día volveré. He tomado fotos recientes que se pueden ver en este álbum (aunque compartido con otras imágenes del cercano yacimiento íbero de El Palao): https://photos.app.goo.gl/KDw7pQveR8t9WozG8
    Han pasado ocho años desde el artículo original, así que está todo mucho más deteriorado.

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