Y es que por mucho que hemos
preguntado, por mucha documentación que hayamos consultado, no hemos encontrado
nada referente a esta laboriosa capilla labrada en la arenisca. A día de hoy,
este inaudito eremitorio artesanal, esta sorprendente construcción alejada de
todo y perdida en medio de ninguna parte, es de autor desconocido.
La cueva del ermitaño se encuentra en
las Alturas del Pradillo, en término municipal de Alcañiz. Escondida entre los
cerros de arenisca localizados entre la “Histórica y Heroica Ciudad” y la
pedanía de Valmuel. Yo pude encontrarla gracias a la localización geográfica
que Víctor me pasó, pero perfectamente podríamos pasar a su lado sin reparar en
ella.
Para llegar hasta allí debemos ir
hasta Alcañiz. Siempre deslumbrante el skyline que dibujan las siluetas de la
iglesia Santa María la Mayor, que hasta 1851 fue colegiata, y el maravilloso
castillo calatravo. El templo religioso llama la atención por la asimetría de
sus torres, cada una de época y apariencia distinta.
Accedamos por donde accedamos a la
capital del Bajo Aragón, al menos tendremos que superar un par de rotondas
para, en la que se encuentra junto a la iglesia de Santo Domingo (actual
Atrium), tomar la carretera TE-730 en dirección a Valmuel. Continuaremos por
esa carretera, dejando a la derecha el cementerio y a la izquierda la
cooperativa de Nuestra Señora de los Pueyos unos cientos de metros más
adelante.
Según los mapas topográficos esa
carretera es conocida como “Cordel de Alcorisa”. Ssegún la acepción tres de la
Real Academia de la Lengua, cordel es una vía pastoril para los ganados
trashumantes de 45 varas de ancho, término heredado de la organización ganadera
de la Corona castellana cuando Alfonso X el Sabio era rey de la misma.
Probablemente dicho término fue importado desde su reino matriz por la Orden de
Calatrava.
El motivo por el que se llama Cordel
de Alcorisa lo desconocemos, pues el camino histórico de Alcañiz a la villa
alcorisana, el llamado camino de las aldeas, desembocaba en el actual camino de
San Antonio. Quizá los ganados trashumantes alcorisanos si accedían a Alcañiz a
través de la Cañada Real de Barcelona a Madrid, que viene desde la Cantera del
Saso hasta el Cabezo de los Tres Pinos, junto a la actual Motorland.
Continuamos por la TE-730 hasta que
encontramos el cruce de acceso a la Ciudad del Motor a nuestra izquierda.
Nosotros tomaremos el camino asfaltado que encontramos a la derecha en
dirección a la carretera de Caspe. También esta vía tiene un nombre curioso,
“Camino de Andorra”. Un centenar de metros más adelante veremos un cartel
vertical en el que leeremos, “Planas de Marta” y “Valmuel por Planas de Marta”.
Encaramos la dirección de ese cartel y aparcamos nuestro coche frente a un
parque fotovoltaico. A partir de ahí, seguiremos a pie.
Seguiremos la senda, bien señalizada, durante poco menos de dos kilómetros. No tiene ninguna dificultad, pero el paso de motocicletas hace que se hagan surcos hondos en el sendero, lo que obliga al excursionista a pisar de forma antinatural, con el consiguiente riesgo de lesión o accidente que conlleva. Mucho cuidado.
A la izquierda del sendero veremos la
hoya de tierra fértil donde se construyeron en la posguerra los pueblos de
Valmuel y Puig Moreno. Es impresionante el paisaje que distinguimos a nuestros
pies. No solo los regadíos de estos dos pueblos coloniales, sino toda la tierra
de labor que se extiende desde allí hasta Andorra, Híjar, Samper y Escatrón.
Extraordinario.
La fácil erosión de la arenisca crea formas bellísimas en los peñascos desprendidos de la roca madre. Los paisajes de esta roca sedimentaria son muy atractivos, llenos de oquedades, arañazos, surcos, grandes desprendimientos, cazoletas naturales y artificiales, roquedos de formas extraordinarias… Un gran espectáculo para cualquier amante de la naturaleza.
Poco antes de los dos kilómetros de
caminata, al llegar a los pies de un muro fracturado de arenisca, deberemos
estar atentos a nuestra izquierda, pues se distingue un sendero que asciende
hasta los pies del muro. Es allí donde esta la entrada a nuestra misteriosa
cueva. El vano de acceso es reducido, de unos cuarenta centímetros de ancho por
poco más de metro y medio de alto. A la izquierda de dicho vano encontramos el
petroglifo de una cruz. A la derecha de la puerta hay una oquedad profunda
producida por la erosión.
Sobre el oratorio, en la parte
superior del muro de arenisca, encontramos una cazoleta artificial para recoger
agua. Es posible que fuese obra del mismo constructor. Continuando por el
sendero un centenar de metros desde el lugar donde se encuentra la cazoleta,
llegaremos a lo más alto de las Alturas del Pradillo, desde donde disfrutaremos
de unas vistas extraordinarias. A nuestros pies, escondida entre lomas de
arenisca y campos de labor, se encuentra la cueva de la Infernalera, gruta
ligada a lo sobrenatural donde dicen las leyendas que sucedieron cosas
inexplicables.
Pero de eso ya hablaremos en otro
artículo…
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