" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

miércoles, 22 de julio de 2020

SAN ANTÓN DE LA MATA, UNA FIESTA MUY ENTRAÑABLE



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-          Eva Félez creó el grupo “San Antón La Mata”
-          Eva Félez te añadió
-        Eva Félez: “Buenos días chic@s!!! Este año hace mi padre la fiesta de San Antón de La Mata el sábado 18. Así que estáis invitados a tomar café a partir de las 16:30, baile en la plaza y a las 21:30 cena en el local de las escuelas.”

“¿Su padre solo hacía toda la fiesta de San Antón?”, pensé. Es más, lo pregunté. Para alguien profano en celebraciones de municipios menores de tres mil habitantes, eso sonaba muy raro. ¿Una familia encargándose de toda una fiesta?

Pues así era. Como Prior de la cofradía de San Antón de La Mata de los Olmos, Francisco Félez y su familia debían organizar un fin de semana de hermandad, de entrañable exaltación de la amistad y de proclamación del imprescindible ligamen entre matinos y matinas.  Contaban con la colaboración de la Junta Directiva de la Cofradía y con la ayuda de voluntarios de la localidad, pero el peso de la fiesta era responsabilidad suya. Tan curioso nos pareció aquello, que enseguida convenimos que debíamos aceptar la invitación. Nos apetecía vivir aquella fiesta desde el interior. Sentir, no con tanta intensidad, lo que sus protagonistas sienten en este tipo de celebraciones centenarias.

Cuál fue nuestra sorpresa cuando, días después, Joaquín Peralta y Conchi Parer, nos invitaron, como miembros del equipo de trabajo de la Asociación Fiesta de la Villa, a disfrutar en primera persona de la famosa “llega”, recogida musical de provisiones por las calles de la localidad, que posteriormente se subastan para ayudar a sufragar los gastos de la fiesta.

Enlazábamos pues una intensa jornada de celebración en las calles matinas que nunca podríamos olvidar. Han pasado muchos meses y circunstancias insólitas, pero sigo recordando cada minuto que mi familia y yo pasamos en el bello municipio cuyo nombre está ligado a una vetusta pila bautismal envuelta en leyenda. El sábado 18 de enero de 2020 permanecerá en la corteza prefrontal de mi cerebro mientras tenga uso de razón.

Llegamos a La Mata treinta minutos después del mediodía. La hoguera ya ardía en el centro de la plaza. Acertamos a escuchar a dos ancianos veteranos que ponían en duda la efectividad calórica de la cuidada estructura leñosa que la familia Félez había construido. “Cuando caigan, se saldrán y no se quemaran”, decía uno de los ancianos, señalando los troncos verticales apilados en círculo alrededor del centro de la hoguera.


Nos reunimos con nuestros anfitriones Joaquín y Conchi. Con ellos estaba Antonio Sánchez, viejo amigo y compañero de andanzas políticas con el que tuve el placer de compartir Consejo Comarcal. Fue en el año 2003 cuando yo, un joven inexperto que se enfrentaba por primera vez a las inmundicias del barro político, aterrice en la Comarca del Bajo Aragón para hacerme cargo de la delegación de deportes de la institución. Fueron años duros, de decepciones, de desencantos, de aprendizaje y de maduración, pero recuerdo con mucho cariño el apoyo y el ánimo que Antonio y Ricardo Sancho, entonces alcaldes de La Mata y  Foz respectivamente, me transmitían en aquellas complicadas situaciones.

Comenzó la llega. Todo el pueblo se vuelca en la donación de provisiones para que sean subastadas en el baile de la tarde. El que no da bebida, da comida, el que no animales, y algunos, enseres de primera necesidad. Es la tradición. El modo que tienen en muchos pueblos turolenses de financiar la fiesta de todos, de recaudar dinero en Pro de la celebración y la hermandad entre vecinos.


No es difícil imaginar el origen de la llega. Cuando las sociedades tenían lo justo para sobrevivir y se imponía la economía circular, incluso el trueque entre vecinos, en  la celebración, en lugar de comprarle la docena de huevos al huevero o el vino al bodeguero, estos lo cedían a la cofradía y la gente lo compraba posteriormente a los cofrades. Todos contentos, los que necesitaban el producto lo tenían y la fiesta se beneficiaba del sobrecoste producido por la pública subasta. Las gentes del lugar asumían de buen grado el sobrecoste ocasional, pues sabían a qué iba destinado ese dinero.

Al terminar la llega nos dirigimos a la peña de Joaquín y Conchi a comer. “El Motonabo” se llama la peña, y nada más entrar en su sede social ya te llevas una sorpresa, pues en el patio descansa un tándem cuya estructura podría ser patente de un ingeniero puntero en el mundo de los ciclos. Es espectacular.

Fuimos tratados como infanzones del Siglo de Oro. Una rica paella, buen vino, excelente acompañamiento, amena conversación y postres deliciosos. Tratar tan bien a las visitas en ocasiones es contraproducente, pues lo más seguro es que quieran repetir. Jejeje ¡¡¡MIL GRACIAS AMIGOS DE EL MOTONABO!!!

Tras las ricas viandas, visitamos la casa rural que está construyendo la familia Peralta Parer en la localidad. Una casa restaurada con gusto, en la que lo antiguo asoma la patita. Porque La Mata es uno de esos pueblos cuya travesía no le hace justicia. Cuando atraviesas la nacional eres incapaz de imaginar los testimonios pétreos que hay a lo largo de la villa matina. Bellísimos arcos de sillar magníficamente labrados en abundantes puertas principales, escudos de armas, arcos apuntados en algunas casas, bellas capillas o la monumentalidad de su ayuntamiento, que junto a la iglesia y la plaza forman un conjunto arquitectónico admirable. No cabe duda de que La Mata de los Olmos vivió en primera persona el boom de la lana en época moderna.



Llegamos al bello edificio que albergaba las viejas escuelas cuando la mayoría de los invitados habían tomado ya su café, aunque tuvimos la suerte de encontrar sitio para sentarnos. La familia del Prior dispuso unos ricos acompañamientos, así que los invitados nos afanábamos por degustar todo aquel manjar que acompañaba a la infusión de los granos del fruto del “cafeto”.


Es en esos momentos, en ese trance en el que coinciden alrededor de una mesa gentes de variada edad, variada cultura, variado poder adquisitivo, variado lugar de nacimiento y de diferentes ideologías o creencias, donde te das cuenta que en esa fiesta las diferencias no existen. En los bancos de aquel abarrotado salón, “el clan del Prior” lo honraba a él, a su familia y a su pueblo por encima de todo, y lo hacían con la más fastuosa sonrisa. Las desemejanzas deben quedarse en la puerta.


Nos sentimos tan integrados, fuimos tan agasajados, que Rafael Lahoz, edil de la villa, tuvo a bien interrumpir la celebración para enseñarnos la siempre sorprendente nevera de la localidad. En el trayecto hacia el magnifico nevero, pudimos visitar la casa rural que él y su esposa María José gestionan con mimo y profesionalidad. El nombre de este negocio turístico es Fuentevieja, un bello ejemplo de arquitectura rustica, rehabilitada con sumo gusto y cuidado, en la que no han escatimado ningún detalle.
 

Cuando volvimos a la plaza, la hoguera se consumía al compás de la música. La orquesta lanzaba sus acordes desde el trinquete de la Casa Consistorial, donde se había colocado una barra especialmente concurrida. La familia Félez repartía torreznos y buen vino a todos los presentes. “El secreto está en que todos vayan borrachos cuando empiece la subasta”, me decía nuestro anfitrión. No sería difícil, pues aun no habías acabado el primer trago y ya tenías el segundo encima.


Comenzó la subasta. Desde el minuto uno me quede pasmado. Imaginaba que una tradición arraigada tendría una amplia participación, pero ni por un momento pensé que colaborar con la fiesta era tirar la casa por la ventana. No solo participaba todo el mundo, sino que los precios que se pagaban por cada lote rozaban la enajenación. Multiplicaban su precio de mercado de forma inconcebible para un profano de la fiesta como yo. Aquello jamás podría suceder en mi pueblo.

Mientras muchos de los lotes recién adquiridos eran repartidos ya entre los presentes, el jolgorio iba “in crescendo”. Bailes, risas y conversaciones, profundas y menos profundas. En ese momento La Mata olía a leña quemada, a amistad recién asada, a cariño ahumado, a afecto bien tostado… La Mata olía a vida.


Aun tuvimos la suerte de poder disfrutar la cena junto a los matinos y matinas. Había sido una jornada fantástica, pero la pequeña de la casa ya comenzaba a acusar sus idas y venidas por las calles de la villa con Iago y Rodrigo. Se le cerraban los ojos, así que tuvimos que marchar al lecho familiar. No soy capaz de plasmar en estas líneas lo mucho que os agradecemos la maravillosa jornada que nos hicisteis pasar. No hay lengua, ni viva ni muerta, que tenga la palabra precisa para describir todo los que nos hicisteis sentir ese 18 de enero. Así que recurriré a lo mas sencillo, GRACIAS, Gracias a Eva y Carmelo, a toda la familia Félez, a Joaquín y a Conchi, a Rafael, a toda la peña “El Motonabo” y todos y cada unos de los matinos y matinas que nos hicisteis sentir como en casa.


Volvíamos a Alcorisa todavía sorprendidos por lo que habíamos visto en la subasta, intentando comprender porque alguien era capaz de pagar noventa euros por dos botellas de vino y unas rosquillas. Entendimos que los matinos y matinas, los de cuna y los de adopción, han vivido la llega y la subasta de San Antón desde muy pequeñitos y la entienden como una vía de financiación imprescindible para poder organizar esa fiesta en la que todo el mundo goza y todo el mundo disfruta, donde las relaciones sociales son intensas, emocionantes y muy entrañables, donde te reencuentras con aquellos que están, con aquellos que vienen y con el recuerdo de aquellos que estuvieron, pero ya no están. Cuando compras un lote, no solo colaboras con la fiesta, te conviertes en hilandero del tejido social de un pueblo, en mecenas de una jornada de convivencia imprescindible. Los pueblos solo mueren cuando se acaban sus tradiciones. Las fiestas populares son el alma de los pueblos, por lo tanto ayudar a mantenerlas, es ayudar a que el pueblo sobreviva.

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