Existen
cuadros cuyos autores pintaron por ambas caras. Es el caso de un óleo de Dalí
pintado en 1925. En él vemos por uno de los lados, la fuente de un jardín con
ninfas y señoritas y por el otro un retrato de espaldas de la hermana del
autor. Las dos son obras de arte, pero mientras observamos una de ellas, no
somos capaces de ver la otra. Y viceversa.
Sucede lo
mismo cuando visitamos por primera vez el monumento natural de los Órganos de
Montoro, centramos nuestra atención en la colosal estructura caliza que esta
frente a nosotros, y la mayoría no tenemos ojos ni imaginación para nada más. Muy pocos se preguntan que
habrá al otro lado de esa fastuosa escultura esculpida por la madre Tierra.
Intuyes que haya lo que haya en la antecima, nunca será tan extraordinario como
lo que ahora contemplas. Pues bien, al igual que en el cuadro de Dalí, al otro
lado del lienzo pétreo en el que la Naturaleza cincelo los bellos Órganos de
Montoro, también existe una obra de arte.
Y es que en la
cara oculta del monumento natural de los Órganos, encontramos el barranco de la
Cueva Muñoz, desnivel brusco con un terreno abrupto, áspero, indómito,
montaraz… Un paraje casi impenetrable.
Fue Luis
Moliner, ilustre geólogo y amigo, el primero que me habló de nuestra
protagonista de hoy, la cueva Muñoz. Me comento que era una enorme oquedad
capaz de impresionar al más insensible. No sé muy bien porqué, mi cerebro
asoció la cueva a las partidas de soldados carlistas, imaginando que ese nombre
derivaba de algún oficial, leal al infante Carlos, que escondió en ella a sus
tropas. Es probable que relacionase por error la cueva Muñoz con la cueva Carnicer de Castelserás. Imaginaos mi sorpresa cuando, organizando nuestra
excursión, descubrí que su nombre no hacía referencia a ningún oficial carlista
sino a un gigante.
Fue el veinte
de junio cuando fuimos a visitarla. La peque de la casa se despertó tarde y por
lo tanto decidimos tomar un tentempié una vez llegásemos al lugar donde
empezase la senda a pie. Preparamos unos bocadillos de rico jamón de Teruel,
llenamos la nevera portátil y nos pusimos en marcha.
Tomamos la
carretera nacional 211 en dirección a la capital de la provincia, desviándonos
a la izquierda a la altura de la Venta de La Pintada para coger la llamada “The
Silent Route”, sinuosa carretera que se extiende desde este punto hasta el
término municipal de Cantavieja, acariciando, en su irregular deambular,
parajes de bellísimos contrastes.
No pudimos
evitar hacernos la instantánea oficial junto al “photo call” de la ruta del
silencio. Observar desde allí las heridas abiertas que han producido los ríos y
barranqueras durante miles de años alrededor del río Guadalope es fascinante.
Antes de que
la calzada se deslizarse hacia abajo, paralela al barranco de los Degollados,
nada mas pasar la caseta de madera de información de las Masías de Ejulve, nos
desviamos por el primer camino que
quedaba a la izquierda. Desde allí nos dirigimos hacia la Masía de los
Barrancos. Dejamos a la derecha el camino que asciende al mirador de los
Órganos y un kilómetro (mas o menos) mas adelante, distinguimos a nuestra
derecha un panel explicativo junto a un pequeño parking. Allí nos detuvimos.
Era la una del
mediodía, hora de máxima radiación solar, cuando iniciamos la marcha, así que
nos protegimos, nos hidratamos y tomamos
la senda en dirección al mirador del barranco Muñoz. Son 1,4 kilómetros ,
veinte minutos según las indicaciones, aunque arrastrando a una niña de casi
cinco años a nosotros nos costo el doble.
La primera
parte del camino discurre por un pinar replantado, probablemente fruto de la
repoblación forestal realizada en la posguerra. La senda en su conjunto no es
de mucha dificultad, pero si se precisa un buen calzado, pues hay tramos de
piedra suelta que nos pueden dar un susto si no usamos una suela adecuada.
Los primeros
ochocientos metros la senda pica hacia arriba, pero una vez coronamos este
primer tramo, ya pudimos disfrutar del barranco en todo su esplendor. Se
distingue ya el enorme bocado realizado a la ladera, la gran oquedad perforada
en los roquedos de la vertiente derecha del cauce.
Desde aquel
punto la ruta continúo en descenso, rodeando la cortada donde se encuentra
nuestra protagonista. Antes de llegar al mirador encontramos varios pinos
derribados por el temporal Gloria que obstaculizaban la senda, lo que nos
obligó a buscar rutas alternativas. A la vuelta encontramos uno de los retenes
de incendios a punto de iniciar trabajos de limpieza, así que no creo que
tarden mucho en liberar el camino.
Una vez en el
mirador, creímos conveniente sentarnos y observar. El barranco es muy
escarpado, con pendientes muy pronunciadas. En la parte superior del mismo el
cauce ha abierto en la roca caliza una sinuosa hoz, lugar donde se encuentra la
cascada de Travertino, a la que en esta ocasión nosotros no bajamos.
Distinguimos perfectamente su formación en V en toda su extensión. Conforme el
barranco se acerca a las inmediaciones del río Guadalope, es abrazado por los
fastuosos escarpes rocosos de su margen derecha, que pertenece al monumento
natural de los Órganos de Montoro. Unos dos mil metros mas abajo del lugar en
el que nos encontrábamos, está el monumental puente del “Vao” (Vado).
Juan Manuel
Calvo Gascón, en el libro editado por el CEMAT, “Baylías. Miscelánea del Centro
de Estudios del Maestrazgo Turolense”, narra los numerosos conflictos que
tuvieron las villas de Ejulve y Villarluengo por lo que se denominaba “Rincón
del Vado”. La carta puebla de Castellote (1292) sitúa el vado del Guadalope en
los dominios de Ejulve, pasando años después a manos de Villarluengo. Según
relata Calvo Gascón, “”la tradición oral ejulvina ha transmitido que “hace
muchos años” se vendieron unas partidas junto al puente del Vado y, en el acto
en que se cerro el trato, las autoridades vecinas invitaron a almorzar a los
ediles ejulvinos unas suculentas truchas del Guadalope a las cuales se les había
quitado la cabeza, simbolizando, de esta forma, el poco “seso” que habían
tenido al aceptar desprenderse de una parte de su termino””.
A los pies del
mirador discurre la senda que lleva a la cueva. Antes de descender, nos
percatamos de una construcción artificial ubicada sobre una cortada. Parecía
una especie de puesto de guardia, un balcón o atalaya desde la que observar
posibles incursiones no deseadas.
Descendimos
hasta la cueva. ¡Sin palabras!
Por mucho que
te hayan contado, por muchas fotos que hayas visto, por mucho que me la había
imaginado, en ningún caso esperaba una balma de ese tamaño. La capa superior de
roca, a unos cincuenta metros sobre nosotros, ejercía de tejado de un enorme
hueco labrado en la caliza, dividido en estrechas terrazas fruto de la erosión
y la dureza de los materiales. Podría tener una profundidad máxima de diez o
quince metros y una anchura de veinte, pero su gran altura confiere al conjunto
un aspecto monumental.
Sobre las
terrazas o balcones tallados por la erosión, se distingue abundante excremento
animal, tanto de aves como de cabras. Este último se encuentra sobretodo en los
salientes laterales de la cueva. Aquel refugio natural, aquella despampanante
obra de arte, es hoy lecho seguro para muchos de los habitantes de aquel
bosque.
Subí a la
parte más alta de la cueva. Allí donde mis condiciones física y técnica, me
permitían trepar con la máxima seguridad. Ver desde aquella altura a las otras
dos componentes de la familia de Explorador de Proximidad, que estaban a los pies
de aquella enorme balma, te ayuda a entender la dimensión de aquel prodigio
natural.
En la parte
inferior de la cueva, en uno de los laterales, encontramos los restos de una
pequeña vivienda en la que según los recuerdos de los últimos masoveros, vivía
un gigante, el gigante Muñoz. Probablemente se tratase de un vecino aquejado de
gigantismo al que su aspecto, diferente a los cánones establecidos, le supuso
rechazo social e incluso familiar, por lo que tuvo que buscarse un lugar donde
vivir. Aquella cueva le dio refugio y alimento, así que allí se estableció.
Según nos ha
contado Diego Ortín, uno de los ejulvinos que mas sabe sobre la historia de
esta antigua villa calatrava, la memoria oral describe la vida de este gigante
anacoreta como sosegada y tranquila. De vez en cuando se dejaba ver por el
pueblo, dispuesto a realizar algún trueque con los vecinos. No se sabe a
ciencia cierta en que consistían esos trueques, pero dado que la enorme cueva
le sirvió de trampa para la caza de la cabra montes, es muy probable que fuese
carne de este animal lo que utilizase para el cambio.
Parece ser que
el gigante colocaba una tabla, con sal en una de las puntas, semisuspendida
sobre el techado superior de la cueva. Cuando las cabras se acercaban al borde
de la tabla a comer la sal, esta se vencía, despeñándose los rumiantes
animales junto a la puerta de la
vivienda de aquel Goliat ejulvino.
Hoy la casa de
aquel Titán esta también semiderruida. Se conserva el horno, un pequeño muro
que dividía las estancias y parte de la techumbre. Parece ser que hace unos
años, entre el mampuesto de una de las paredes que cierran la cueva, se
encontró una cuchara de madera que pudo pertenecer al gigante Muñoz. Es seguro
que la estancia en la cueva de Muñoz, fue anterior a 1915, pues hay mapas de
ese año donde aquel barranco ya recibe el nombre del mítico hombre que lo
pobló.
También existe
recuerdo de que, una vez finalizada la guerra, los maquis hicieron suya la
guarida, eso explica el porque de aquella construcción artificial que hemos
mencionado antes. Y hoy en día, es el ejército el que realiza maniobras en esta
zona. Desconocemos que tipo de maniobras, pero estamos seguros que así es.
Cualquiera que visite la cueva y sea un poco curioso, llegara a la misma
conclusión.
En definitiva,
la cueva Muñoz y el barranco en el que se encuentra, no solo son dos
espectaculares enclaves naturales, también están acompañados de una historia
única. De experiencias vitales sorprendentes que impregnan de vida y de alma
cada poro de la roca caliza que los envuelve.
A la vuelta
observo una vez más aquel maravilloso paraje. No a muchos kilómetros de donde
nos encontramos, esta el edificio donde mi abuela trabajó, cuando era una niña,
a las órdenes de la familia Artola. Las fábricas de Villarluengo siempre han
formado parte de los recuerdos de mi vida, al igual que la sinuosa carretera
que lleva a ellas. No puedo evitar sentir todo aquel territorio como mío.
Hay cinco
puntos cardinales en la proximidad que forman parte de mi vida, que de una forma
u otra han moldeado mi personalidad, me han convertido en lo que hoy soy. Uno
es Alcorisa, cuna de este modesto explorador. Otro Mas de las Matas, pueblo
adoptivo de mi madre, en el que tan buenos ratos he pasado junto a mi familia.
El siguiente las Hoces del Guadalope, enclave natural con el que tengo una
simbiosis especial. Pitarque, pueblo del que es originaria mi rama familiar
materna. Y por ultimo Jarque de la Val, localidad de la que desciende mi padre
y toda su familia. Si trazamos una línea uniendo estos cinco puntos, a todo lo
que queda dentro de ese pentágono irregular le tengo un cariño especial, un
apego emocional inevitable.
Hola!! muchas gracias por tus publicaciones! la verdad que cuántos sitios impresionantes tenemos cerca y no conocemos!
ResponderEliminarNos gustaría hacer esta ruta y como has dicho la palabra "cascada" pues se hace un poco inevitable con este calor preguntarte por ella para añadir a la ruta. Es complicado llegar hasta allí? podrías explicar un poco cómo? Alarga mucho la andada? Gracias!
Hola!! Mil gracias. Pues no llegamos a bajar hasta la cascada. La peque dijo que ya había andado bastante. jejeje. De todas formas esta señalizada. Hay que bajar hasta el fondo del barranco, desviandote a la derecha un poco antes de llegar a la cueva. Si no recuerdo mal, en la señal indicativa ponía 700 metros.
EliminarHola. La zona de la Cascada y del barranco del Guadalope son espectaculares pero solo te aconsejamos realizar este tramo si estás en una condición física óptima y además, no llevas niños contigo. Es un tramo muy abrupto y los caminos no están adecuados perfectamente pero sí que están señalizados. Además, las señales son orientativas y en ningún caso tienes que seguir al pie de la letra lo que ponen respecto a la duración del recorrido ya que es mucho más. Al ser una zona encañonada donde el agua suele bajar en tormenta, os aconsejamos mirar antes el pronóstico del tiempo y tener cuidado con las avenidas de agua que pudieran provocar las tormentas. Por lo demás, es una zona muy muy chula!
EliminarAh bueno pues habrá que probar, muchas gracias!!
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