¿Dónde estaba Cazarabet?
Aquel núcleo
poblacional desaparecido, relacionado por Elías Teres, ilustre arabista, con el
Iqulim (Distrito) nombrado por el geógrafo andalusí Al-Udri en el siglo
XI, Qasr Abbad, se había convertido en un objetivo, en un reto personal al que
quería dar respuesta.
Cazarabet,
como despoblado medieval, es nombrado en al menos tres documentos medievales,
uno sito en el cartulario mayor de La Seo de Zaragoza y los otros dos en el cartulario
de la encomienda templaría de Castellote, sito en el Archivo Histórico Nacional.
En los tres, la localización del despoblado es la misma, las hoces del rio
Guadalope en el triangulo formado por Ladruñan, Tronchón y Villarluengo.
Hasta en cinco
ocasiones hemos visitado el lugar, reconociendo a fondo el terreno que se
extendía junto a la que todavía es conocida como masía de Cazarabet, un enclave
estratégicamente privilegiado en el que todavía se distinguen antiguos sistemas
de riego conducidos desde los barrancos del Mas Royo y Torrecilla, donde
antiguamente seguro que hubo una pequeña azud.
Restos de la masía de Cazarabet
Sin embargo
tan solo los restos constructivos de la antigua masía permanecen en el angosto
valle formado por las enormes paredes de caliza que envuelven el enclave.
Apenas existen restos cerámicos de otras épocas, y en la parte más cercana al
cauce todavía son apreciables los estragos que las avenidas históricas del
Guadalope han hecho en el lugar.
Sin duda
alguna pudo ser un enclave habitado, de hecho lo fue hasta bien entrado el
siglo XX, pero, pese a que hay restos de innumerables masías en lugares casi
inaccesibles, ni en las ruinas de la antigua masada de Cazarabet, ni en la
periferia, había sido capaz de encontrar restos que pudiesen pertenecer a un
castillo-palacio.
Y es que si Elías
Teres tiene razón, y la Cazarabet cristiana se corresponde con la Qasr Abbad
andalusí, por lógica, bien allí o en los alrededores, debería de existir un “Al
Qasr” (Alcázar o castillo palacio), del que derivaría el nombre de la ciudad,
Qasr’Abbad o Castillo de los Abbad.
Elías Teres
reflexiona sobre la obra de otro Geógrafo andalusí, Yaqüt (1179-1229), en cuya obra
también describió parte del territorio bajo aragonés. En ella, este geógrafo
habla sobre el rio “Wadl-l-Lawh (Rio de la Tabla) del que dice que constituía
una comarca rural de Zaragoza”. Teres considera que este río se correspondería
con el Guadalope. Pascual Madoz en su diccionario Geográfico de 1835, en su
descripción de Castelseras, nos habla sobre el puerto que existía en el río, y
sobre la madera que descendía por él desde las tierras del Maestrazgo hasta
Caspe. Teniendo en cuenta estas dos afirmaciones, es más que probable que el Guadalope si se correspondiera con el río
nombrado por Yaqüt, y que dicho rio recibiese ese nombre porque ya desde
antiguo fue utilizado para transportar madera por su cauce. Quizá Cazarabet y
su territorio, fuesen el origen de esa madera, y por ende el motivo de la
importancia de este misterioso enclave. Quizá todas las alquerías que estaban
bajo la protección del castillo de los Abbad, tenían como ocupación la
industria maderera, y probablemente bajo la hoz baja, justo en el lugar donde
se encuentra la masía de Cazarabet, seria donde los troncos iniciarían su viaje
hacia el rio Ebro. ¿Es posible que el descenso con “navatas” no fuese exclusivo
del pirineo? ¿Quizá el rio de la tabla (Guadalope) también fue ruta de la
madera durante cientos de años?
“El transporte de troncos mediante las
navatas era un trabajo común en el Pirineo oscense hasta principios del siglo
XX. Con las aguas del deshielo, los navateros bajaban por los ríos desde los
cursos altos (zonas con caudal suficiente para poder navegar) en sus navatas de
madera hasta las zonas llanas para poder vender la madera, principalmente para
la construcción de casas. Los navateros se jugaban la vida, ya podéis imaginar
lo difícil que es descender por un río de montaña, con aguas bravas, grandes
piedras, aguas muy frías, azuds... pues lo difícil que era con esas
embarcaciones tan "rústicas" y descendiendo el río y superar todas
estas dificultades. El destino era primero llegar al Ebro, y una vez allí con
aguas muchos más tranquilas llegar hasta su desembocadura, en el Mediterráneo.
Una vez en destino y llegados a acuerdos comerciales satisfactorios, retornaban
a las montañas andando o en burro (por si no hubiera sido duro el trayecto de
ida... el de vuelta no estaba nada mal tampoco).”
Eso explicaría
porque en un territorio tan agreste, tan abrupto, de tan complicado acceso, floreció
una comunidad islámica de tanta importancia. Un entramado poblacional que
incluso fue cabeza de distrito en la Marca Superior de Al Ándalus.
¿Entonces realmente
Cazarabet era Qasr Abbad tal como asegura Teres?
Al Udrí decía:
“…el distrito de Qasr Abbad, contiguo al de Zaragoza.
Qasr Abbad queda cerca del de Tortosa, y en estos momentos está en la ruta que
lleva a ella…”
Esta
afirmación del geógrafo andalusí me despisto. Por mucho que hayan cambiado las
vías de comunicación, el camino entre Zaragoza y Tortosa jamás seria por las
Hoces del Guadalope, en aquellos tiempos la navegación del Ebro seria el camino
más rápido para unir ambas ciudades. Entonces, si Cazarabet se correspondía con
Qasr Abbad, ¿Cómo podía estar en el
camino que unía Zaragoza y Tortosa?
Entendí que Al
Udri no se refería a la ciudad Tortosana, sino a la taifa de Lérida - Tortosa
en General, y el camino al que hacía referencia muy probablemente era una ruta
comercial, la que unía la ciudad más prospera de la Taifa, que según he podido
leer a arabistas valencianos era Burriana, y la capital de la taifa zaragozana.
De hecho Don Blasco de Alagón, tal como relata Jaime I en su “Llibre del fets”,
recomendó al Conquistador iniciar su conquista de Valencia por dicha ciudad,
Burriana, una muestra más de la importancia que tuvo aquella plaza.
Entonces… ¿Y
la fortaleza que daba nombre a dicho territorio? Localizarla era fundamental,
pues si finalmente existiese un castillo bajo cuya protección estuviesen las
alquerías de la zona podría ser un espaldarazo definitivo a esta teoría.
Hoy en día
tenemos herramientas que antiguamente no estaban al alcance de la gente de a pie.
La enorme calidad y resolución de las imágenes de satélite que podemos ver en
“Bing Mapas”, así como el hecho de que la zona todavía está recuperándose del
devastador incendio que tuvo lugar allí hace ya unos años, me permitía poder
repasar palmo a palmo el terreno desde el PC de casa. Horas y horas de
investigación que, el menor resultado, se convertía en una excursión al lugar
para contrastar el hallazgo.
Así surgió
nuestra última visita. Había localizado restos constructivos sobre un roquedo,
entre el rio Guadalope y el barranco del Nogueral, apenas a un kilometro en
línea recta de las hoces. Además estos restos respondían a dos circunstancias
especiales, la primera que se encontraban en un escarpado roquedo de difícil
acceso, y la segunda que eran atravesados por la llamada “Calzada del Cid”.
¿Pudo acceder
a Olocau por la llamada “Calzada del Cid”? ¿Se correspondería esa calzada con
el camino histórico que unía “Saraqusta” (Zaragoza) y “Borriana” (Burriana)?
Desde Saraqusta a Azaila, de Azaila a Hijar, de Hijar a Alcorisa, De Alcorisa a
Castellot, de Castellot a Cazarabet, de Cazarabet a Olocau, de Olocau a
Mirambel, de Mirambel a Cantavieja, De Cantavieja a Iglesuela del Cid, De
Iglesuela del Cid a Villafranca del Cid, de Villafranca del Cid a Lucena del
Cid y de Lucena del Cid a Burriana.
Después de un
primer intento fallido, en el que una inoportuna niebla de junio nos impidió
llegar al objetivo, el pasado día 13 de junio, con la inestimable colaboración
de Chuse Bizen Piquer, conseguimos llegar al lugar donde las imágenes del
satélite parecía que situaban las
construcciones artificiales.
Fuimos en
coche hasta muy cerca, llegando hasta Tronchón y después accediendo por la
pista que une esta localidad con la de Villarluengo. Sorprende que en el
trayecto encuentras masías de enjundia,
de soberbia estructura de piedra en sillar y sillarejo, incluso dos de ellas,
Torre Piquer y Torre Soriano, fortificadas, dotadas de un espectacular torreón
de defensa. Dos torres fortificadas en la misma Calzada del Cid, en un lugar
que durante años fue tierra de frontera. ¿Casualidad?
Aparcamos
nuestro vehículo en la masía de la Zarza, a pocos kilómetros del lugar donde
situábamos los restos y desde allí iniciamos el camino a pie. En un primer
momento confundimos el recorrido, creímos que dado que un cabezo cercano recibe
el nombre de “Calzada del Cid” dicha calzada debía transcurrir por su cresta.
No era así, la calzada, como descubrimos después desde lo alto del cerro,
transcurría por la ladera este y todavía es hoy utilizada como camino forestal
que, al adaptarlo al paso de vehículos todoterreno, han quedado destruidos
muchos de los muros de piedra que la sujetaban.
Bajamos hasta ella y la seguimos hasta el final. Llega un momento que cruza por un estrecho collado el macizo montañoso que divide el cauce del Guadalope y el barranco del Nogueral y al pasar al otro lado parece desaparecer. El incendio, la erosión y la fuerza con la que los romeros han invadido el terreno quemado, impiden ver en un primer momento el recorrido que sigue la calzada, incluso parece que desde allí no continua hacia ningún lugar. Sin embargo, siguiendo las estrechas sendas dejadas por las cabras montesas y que discurren hacia el norte bajo una pared de caliza, se evidencia que sin duda ese era el recorrido que seguía la antigua vía. De hecho, llega un momento en el que de nuevo la montaña se abre en forma de estrecho collado hacia el noreste, y al otro lado encontramos los restos que andábamos buscando.
No cabe duda
que aquellos muros pertenecen a un entramado defensivo. Un castillo-atalaya de otro
tiempo. Se distinguen hasta cinco estructuras diferentes que muy probablemente
en la antigüedad formaban parte de un todo. Dos anchos muros de piedra y
argamasa, uno frente al otro, recibiendo a los viajeros que llegaban por la
calzada desde el sur. Junto al muro de la izquierda los cimientos de una
estructura cuadrada bajo un promontorio rocoso de unos cuatro por seis metros
desde donde hay unas vistas privilegiadas del cauce del río Guadalope. Y en lo
alto, mas allá del muro de la derecha, una estructura cuadrada que bien pudiera
ser la planta de algún viejo torreón. Más allá de la pequeña altiplanicie donde
se dibujan las viejas estructuras, en dirección a las hoces, también podemos
ver restos de los antiguos muros de piedra que sujetaban la calzada.
Sin lugar a dudas allí hubo una fortaleza. Por desgracia yo no soy quien para definir la época. No soy quien para datar la antigüedad de aquellos viejos muros, pero el hecho de que la Calzada del Cid transcurra por ellos, es una pista de cuánto tiempo hace que pueden estar allí. Unos muros olvidados, casi derrotados, que durante años gozaron de la protección de la masa forestal arrasada durante el trágico incendio que sufrió el Maestrazgo en 1994.
¿Era esa
fortaleza el Alcázar del jerarca andalusí, de apellido Abbad, que controlaba la
tala de madera en la zona? ¿Era ese castillo el referente de todo el territorio
conocido como Cazarabet? Intentaremos dar respuesta a estas cuestiones.
Continuara…
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