" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

lunes, 27 de marzo de 2017

LOS BAÑOS (Villarluengo)

En 2014 algunos de los mejores hombres del cuerpo de exploradores del ejercito alcorisano que formaban un comando, iniciaron una aventura que a día de hoy todavía continua, no tardaron mucho en recorrer los paisajes que rodeaban al lugar en el que se encontraban residiendo, hoy buscados todavía por esos montes de Dios, sobreviven como exploradores de fortuna, si usted quiere visitar algún lugar  y se los encuentra quizá pueda unirse a ellos...” JEJEJE


            En primer lugar me vais a permitir dar las gracias desde estas líneas a mis compañeros de correrías. Aquellos intrépidos aventureros que se fían de mi criterio a la hora de planificar nuevos desafíos. MIL GRACIAS EXPLORADORES DE FORTUNA.

            Este pasado domingo 26 de marzo, seis de los integrantes que forman ese cuerpo de exploradores de elite teníamos una misión, visitar, en un lugar de difícil acceso, de extraordinaria belleza y de una fuerza excepcional, el pequeño balneario o casa de baños que prestó servicio durante mucho tiempo en una de las zonas más recónditas de nuestra provincia, las hoces del Guadalope.

            Nuestra primera intención fue acceder hasta el lugar donde se ubicaban los restos del corral de Villaseco con el coche. Aparcar allí, examinar la zona y después continuar andando hasta el pico de los Baños, desde donde decidiríamos como atacar el cauce del  río Guadalope en busca de sus aguas termales. Sin embargo, tras cruzar el pinar de las Cuevas de Cañart en dirección al Mas del Higueral de Ladruñan, cuando íbamos a tomar el camino que nos iba a llevar a nuestro destino, nos encontramos una enorme cadena que nos impedía el paso, así que tuvimos que dejar los coches antes del lugar previsto.


            Desde allí comenzamos nuestra excursión a pie. Unos dos primeros kilómetros de camino con el firme en buen estado, rodeados de cultivo de carrasca trufera y monte bajo. Todavía hoy es visible el enorme daño que hizo el incendio que asolo el Maestrazgo en 1994. Han pasado casi 23 años y el monte comienza a recuperar poco a poco el ímpetu, sin embargo todavía falta mucho tiempo hasta que recobre el esplendor de antaño.


            Nuestra primera parada, el puntal de la Tochada, lugar donde se encuentran los restos del corral de Villaseco. Queríamos comprobar que eran unas asimétricas estructuras vistas por imagen de satélite que se extendían cercanas al esqueleto del corral. Existe constancia de que la histórica ciudad Andalusí de Qasr Abbad, cuyos restos no han sido localizados, estaba en las inmediaciones del Río Guadalope, entre la localidad de Ladruñan y el Puente del Vado, por lo que cualquier estructura extraña detectada en el lugar debe ser investigada.



          Para nuestra sorpresa, todas esas líneas grisáceas de formas irregulares eran acumulamientos de piedras. Los allí presentes, pese a lanzar teorías por doquier, no supimos darle una explicación convincente a aquellos montones lineales de piedra que ocupaban una enorme extensión de terreno. Algunos parecían muros inacabados, pero de casi dos metros de anchura, otros dibujaba formas redondeadas, otros se alineaban entre si de forma casi simétrica. En definitiva, extrañas estructuras cuyo origen o uso nosotros no supimos explicar. He buscado información sobre estos amontonamientos, pero no he encontrado nada parecido. La tierra no es nada fértil, no existe apenas capa vegetal y muy pedregosa, por lo que queda descartado que pudiesen ser bancales. Tampoco da la sensación que sean los restos de murallas o muros, pues no existe ninguna simetría. Los pocos restos de cerámica dispersos por el lugar, tampoco nos arrojaron ninguna luz sobre aquellas extrañas acumulaciones de piedra. Bajo mi modesta opinión, algún experto debería estudiar este curioso emplazamiento. ¿Nos echáis una mano?






  
En cuanto al corral, nos sorprendió sobretodo su tamaño. Es muy grande, y pese a que ya solo unos pocos muros aguantan las embestidas del tiempo y los elementos, todavía son visibles las diferentes técnicas constructivas que hay en él, de las diversas ampliaciones que ha sufrido en distintas épocas. Todavía se pueden ver los cimientos originales.

Lanzando teorías poco convincentes sobre aquellos hacinamientos de piedra seca que se extendían por doquier, continuamos nuestro camino. Ninguna de aquellas teorías nos convenció. Poco a poco, paso a paso, palabra a palabra continuamos descendiendo en dirección al pico de los Baños. El desnivel es alto, en apenas cinco kilómetros desciendes más de 400 metros de altitud.




 Elegimos la cima de los Baños para almorzar, es una atalaya fascinante. Quizá desde allí podríamos distinguir el antiguo edificio que albergo los Baños de Villarluengo. Sin embargo apenas distinguíamos el liquido elemento en su bravo discurrir hacia las hoces mas bajas. Alrededor del pico de los Baños el Guadalope dibuja un meandro y desde la cima solo puedes ver sus aguas antes y después de afrontar la cerrada curva, no durante. Eso si, el lugar es espectacular, con grandes paredes verticales de caliza, angostos barrancos, cuevas, altas cumbres, espectaculares roquedos, bellísimas formaciones… tierra de maquis sin duda, dada la escarpada orografía.






 Sin apenas información del lugar exacto en el que se ubicaba el pequeño balneario, tuvimos que decidir. Atacábamos el cauce por el Oeste, bajando después río abajo, o por el contrario lo hacíamos por el este y subíamos ribera arriba. Valorando la dificultad de las dos opciones, nos decidimos por la segunda. Iniciamos el descenso hasta la orilla del río, junto a la cueva de la Higuera, y desde allí, sobre los restos de lo que fue un antiguo camino, todavía conserva muchas de sus calzadas, iniciamos el ascenso río arriba por la margen izquierda.


 Cuando ya comenzábamos a desesperarnos, esquivando piedras, monte bajo, zarzas… pudimos distinguir dos balcones de forja abiertos hacia el caudaloso río. Junto al edificio, a una veintena de metros, había una fuente construida en sillar, ya deteriorada por el abandono y la falta de mantenimiento. Por desgracia el edificio se erguía en la otra orilla, y dada la época del año en la que estamos, el caudal del Guadalope no era nada despreciable. Sin embargo nos pudo la curiosidad, y enfrentándonos a la corriente, decidimos cruzar el embravecido torrente de agua que nos separaba de nuestro objetivo.

Unos remangados, otros en calzoncillos, nos lanzamos al abrazo del líquido elemento. Fue poner el pie en el agua y sentir como miles de agujas perforaban nuestra piel. ¡Estaba heladísima!. Como pudimos cruzamos al otro lado, notando como nuestras extremidades inferiores iban perdiendo la sensibilidad que antes, al roce de aliagas y zarzas, si tenían.


 Por fin llegamos al edificio. Esta en estado ruinoso. Los diferentes pisos han colapsado ya, y tan solo sus cuatro  fachadas mantienen el porte original. Es una construcción de apenas 30 metros cuadrados de planta cuadrada y de tres alturas, y en una de sus esquinas todavía podemos ver la chimenea que calentaba a los pacientes que venían a recibir novenas a la pequeña casa de Baños. Incomodo tenia que ser para los enfermos acceder hasta aqui a lomos de un equino en busca de la deseada curacion.



Chuse Bicén Piquer, otro gran explorador, nos ha contado que su tío-abuelo, José Griñón Repullés, se hizo con la propiedad de este modesto balneario y que existía información del mismo en la pagina Web del Ayuntamiento de Villarluengo. En efecto en dicha página podemos leer parte de la historia de este curioso y escondido rincón termal, permanecio abierto hasta los años 60, pero se desconoce la fecha exacta en la que un medico de Villarluengo promovio su apertura.


Nos acercamos a la fuente donde se recogía el agua que servia de tratamiento. Sin duda estaba muchísimo mas caliente que el río, quizá a 20-25º de temperatura, pero no se si lo suficiente para considerarla termal, quizá por eso la calentaban todavia más en un horno exterior.



 Tras explorar las inmediaciones del edificio, cuando ya nos preparábamos para cruzar de nuevo al otro lado, contemple con detenimiento aquel lugar. Es increíble, el sonido de las aguas encañonadas, el refugio que te proporcionan las dos pronunciadas elevaciones de caliza que encierran al río, el aire limpio, los aromas de  la naturaleza, la paz  que proporciona el saberse lejano a cualquier atisbo de civilización…

  


¿Serian de verdad las aguas de ese manantial las que obrarían milagros sobre la salud de los pacientes? ¿O quizá fuese la paz y la tranquilidad que se apoderaba de su cuerpo durante nueve días la que ejercía de verdadera sanadora?

 Imagino que de todo un poco.



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