
Se ha llegado a decir que los nombres de los fundadores fueron: Buenhijo Monaldi, Bonayunta Manetti, Maneto dell’Antella, San Amadio de los Amidei, Sosteño, Hugo, y Alejo Falconieri. San Alejo es el más conocido de ellos.
La orden fue fundada en el siglo XIII en Florencia. Los siete santos fundadores pertenecían ya a una especie de cofradía dedicada a la veneración de Santa María; al principio eran solamente un grupo de amigos que decidieron optar por el Evangelio ante la constante situación de caos y enemistad de la Florencia de 1233. Un 15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen, decidieron dedicarse por completo a Jesús y al servicio de Santa María. Poco tiempo después recibieron la aprobación del Papa.
El Viernes santo de 1239
refirieron haber tenido una visión en la cual Santa María les indicó
usar un hábito negro y adoptar la regla de San Agustín.

San Alejo vivió lo suficiente para ver expandida la orden. El papa León XIII canonizó a los siete fundadores el 15 de enero de 1888.”
Fuente: Wikipedia
A esta Orden religiosa, especial desde su fundación, se la vincula con otra de las Órdenes míticas del Medievo, el Temple.

Esa primera ubicación se cree que fue abandonada por posibles
desprendimientos, que causaron graves daños a la estructura del primer
convento. Es entonces cuando la Orden decide trasladar el templo a la
vecina localidad de Cuevas de Cañart.
Allí, en el siglo XVIII,
se construye un nuevo convento que albergaría a los numerosos Servitas
que todavía tomaban el habito en las ásperas tierras cercanas al lugar
donde se localiza el mítico despoblado de Cazarabet o Qasr’Abbad.
Este último convento, de construcción barroca, sucumbió a las
desamortizaciones, a las guerras carlistas, a la dejadez y a la desidia,
y es poco lo que ha sobrevivido hasta nuestros días. De todas formas,
lo que hoy podemos contemplar, es suficiente para darnos cuenta que en
otro tiempo este convento tuvo un porte excepcional. Una belleza
inigualable, cuya iglesia lucia bellas decoraciones de estuco que lo
convertían en un edificio de gran monumentalidad.
Ya que no
pudimos conservarlo en su totalidad, al menos consigamos que las
estructuras que aún permanecen en pie, sigan manteniéndose así.
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