" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

miércoles, 2 de agosto de 2023

MONASTERIO DE RUEDA (Sastago)

La Orden monacal del Cister, fundada por Roberto de Molesmes en la región francesa de Borgoña en 1098, vivió una gran expansión durante la primera mitad del siglo XII. Una expansión cuyo responsable fue su miembro más ilustre, Bernardo de Claraval

“En el siglo XII la orden cisterciense ejercía una gran influencia política. Bernardo de Claraval influyó decisivamente en la elección del papa Inocencio II en 1130, y luego en la de Eugenio III en 1145.42​ Este antiguo abad cisterciense predicó, a petición de la orden, la Segunda Cruzada que llevó a Tierra Santa a Luis VII y a Conrado II. Bernardo fue quien hizo reconocer la Orden del Temple. En el siglo xii la orden proporcionó a la iglesia noventa y cuatro obispos y el papa Eugenio III

Wikipedia



No solo eran prolíficas las relaciones de Bernardo de Claraval y el Cister con el papado y con la propia Orden del Temple, la Corona aragonesa encomendó la misión de repoblar las tierras reconquistadas a estos monjes de origen francés que gozaban de las bendiciones de las grandes casas europeas, de las poderosas ordenes de caballería, de la propia iglesia y de la sociedad en general.

Cumplieron su papel a la perfección, ganando privilegios y concesiones por parte de los reyes aragoneses, lo que les permitió extender su poder a través de complejos monacales formidables como los de Veruela, Piedra, Poblet, Santas Creus o Rueda. Precisamente este último es nuestro protagonista en nuestra aventura de hoy.

Por primera vez, nuestra sobrina favorita decidía acompañarnos, y creo que se llevó buen sabor de boca. Sabiendo su afición por la arqueología, habíamos organizado el día para comenzar en Rueda y terminar en la colosal ciudad romana de Lépida Celsa. Fue el día 24 de abril, aprovechando el festivo aragonés, la fecha elegida para tan completa jornada.

Salimos de Alcorisa en dirección a Andorra. Pese a ser día festivo los trabajadores que estaban perfilando los últimos detalles de la nueva variante seguían al pie del cañón. No dudo que esta magna obra tendrá algún inconveniente, pero el bienestar y la seguridad que vamos a ganar los vecinos y vecinas de Alcorisa está por encima de cualquier otra consideración. Parece ilógico solicitar autovías y a la vez reclamar que no se hagan variantes.

Ya en Andorra tomamos la primera salida en la rotonda de la Cruz Roja, buscando desembocar en la N-232. Resulta todavía impactante no encontrar a nuestra izquierda la esbelta chimenea y sus tres hermanas rechonchas. No sé cuándo nos adaptaremos al nuevo paisaje los que lo hemos visto durante toda nuestra vida. Imagino que el mismo tiempo que tardaron aquellos que tuvieron que adaptarse a la instalación de la térmica cuando llevaban toda la vida sin ella.

Al llegar a Híjar, ya en su travesía, nos desviamos a la derecha hacia la A-224. Ya sin dejarla llegamos a Escatrón. Es preciso recordar que en la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de esta localidad, es donde se encuentra el retablo de alabastro realizado por el maestro Esteban en 1607 que estaba en la iglesia del monasterio. Fue trasladado a este templo en el primer tercio del siglo XIX para asegurar su conservación. Es espectacular.

Ya en Escatrón torcemos a la izquierda por la A-221. Dejamos atrás la central eléctrica y al atravesar el Ebro, un cartel nos informa de que a nuestra derecha está el camino que da acceso al monasterio. Conforme avanzamos hacia él, ya podemos distinguir la enorme extensión que ocupa. Su torre mudéjar, su puerta real, su esbelto muro de sillar… Aparcamos el lugar destinado a ello y nos dirigimos hacia la entrada del monasterio.

Nos recibe la llamada puerta real, construida a principios del siglo XVII. Es sin lugar a dudas una de las señas de identidad del complejo monacal. Parece ser que fue en el siglo XVIII cuando se le añadieron las esculturas que la presiden y que todavía le dan un aspecto más señorial.

Atravesamos la puerta de regia madera y entramos en un amplio recibidor donde hay expuestas varias maquetas e información sobre la restauración y el monasterio. La verdad es que el trabajo de restauración, a los ojos del profano, es extraordinario.

Nos dirigimos a la sala donde se venden las entradas y allí encontramos una vecina de Alcorisa. Siempre es una alegría encontrar paisanos y paisanas allá donde vamos, si además no lo esperas, la alegría es el doble de grande. Tras los pertinentes saludos nos indica precios y las instrucciones para la visita. Incluso se ofrece a hacernos una foto de familia en el espacioso patio de San Pedro. Muchísimas gracias por tu profesionalidad.

El patio está cerrado por los cuatro puntos cardinales. Frente al zaguán de entrada encontramos la iglesia y el conjunto monacal. A nuestra derecha el palacio del Abad y la galería que conectaba dicho palacio con el recinto medieval. A nuestra izquierda la antigua hospedería y edificios de servicio.



En el patio podemos distinguir una excavación arqueológica consolidada y visible. He buscado información sobre ella, pero no he encontrado nada al respecto. Desconozco si son ruinas del monasterio original o de alguna edificación anterior a la propia construcción del mismo. Se distinguen unos sillares en semicircunferencia y dos sobrias columnas.

Accedemos al complejo monacal medieval. Resulta curioso atravesar un pórtico gótico, labrado con gran maestría, con una tarjeta de acceso de tecnología avanzada. ¿Qué dirían aquellos monjes que siglos antes atravesaban aquella puerta si nos viesen ahora abrirla con un trozo de papel duro? ¡Brujería! Igual acabábamos en la hoguera.


Atravesar aquella puerta es realizar un viaje al medievo más profundo. Al tiempo en que un nuevo estilo constructivo, mucho más elaborado y llamativo que los anteriores, se imponía en la edificación de los nuevos templos eclesiásticos. El claustro de Rueda es una buena muestra de ello. Podría intentar describirlo, hablar de sus formas, de la tipología típica del Cister, de sus espectaculares ventanales… pero nada de lo que os pueda decir causará más impacto en vosotros que verlo en primera persona. Es sorprendente lo mucho que se parecen los claustros de Veruela, Rueda y Poblet.



La visita al monasterio resulta espectacular. Todas las dependencias son muestra inequívoca de la excelencia de aquellos maestros constructores que diseñaban fábricas tan colosales e imponentes. La iglesia, hoy vacía, en la que podemos contemplar dos capillas barrocas cuyos relieves han sobrevivido al abandono y las guerras, el dormitorio, con su enorme calefactorio, la sobriedad de la sala capitular, el refectorio con su espectacular pulpito, la cocina y sus disimuladas chimeneas, la acequia que pasaba bajo varias estancias, el lavatorio, único en la construcción cisterciense peninsular, el scriptorio y su bóveda de crucería, las salas de castigo… Todo el complejo es maravilloso, monumental y majestuoso.





Salimos del complejo extasiados, comentando lo esplendoroso que resulta todo el monasterio, y nos dirigimos a ver la famosa noria de Rueda y el ingenioso sistema hídrico utilizado por los ingenieros agrónomos de la época. Es una rueda enorme, hoy de estructura metálica. Hubo un tiempo que esta gran circunferencia, fundamental en el abastecimiento hídrico de la agricultura monacal, era de madera. Colosal obra de carpintería.

Sin duda alguna Rueda es uno de los monasterios más bonitos de la Corona de Aragón. Uno de esos grandes complejos que tanta influencia tuvieron en la repoblación de las tierras recién conquistadas. Probablemente la estrecha relación entre el Cister, el Temple y Jaime I, fuese decisiva para que los grandes cenobios de los dominios del Conquistador estuviesen en posesión de los discípulos de San Bernardo.

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