Hoy visitamos un lugar especial, especial por diferentes motivos. En primer lugar porque está más alejado que el resto de protagonistas de nuestras aventuras, en segundo lugar porque no se trata de un elemento patrimonial (aunque dicho espacio lo compongan varios elementos de nuestro patrimonio natural) y en tercer lugar porque no solo es un sitio maravilloso, también es solidario y muy necesario.
Por
eso, el escuchar hablar de La Maleza, lo primero que rondó mi cabeza fue que
tipo de recinto albergaría los distintos animales allí, si espacios amplios y
adecuados, o espacios reducidos e insalubres.
Para
allí que nos fuimos un sábado del mes de junio. Uno de esos sábados en los que
la temperatura rozaba los cuarenta grados y la vegetación, sedienta, pedía
a gritos un poco de H2O. Cargamos una
nevera repleta de bebidas refrescantes y un montón de hielo y nos pusimos en
marcha.
Para
llegar a la sierra de Albarracín tenemos hasta tres alternativas. La primera es
ir por la N-420 en dirección a la capital y tomar la A-23 hacia Zaragoza para
luego salir por la carretera en dirección a Gea. La segunda, la que hicimos
nosotros, tomando en Alfambra la TE-V-1008 en dirección a Santa Eulalia y desde
allí en dirección a Bronchales. La tercera es tomar la N-211 hasta Caminreal,
después Monreal del Campo y continuar por la N-211 hasta el Pobo de Dueñas,
desviándonos allí hacía Orihuela del Tremedal. La primera de ellas es la opción
más rápida y cómoda, pero a veces apetece conocer pueblos o carreteras por los
que nunca hemos transitado, como hicimos nosotros.
Desde
Santa Eulalia, que está a 984 metros de altitud, iniciamos un ascenso constante
hacia las cumbres de Bronchales. Al pasar por Pozondón recordé la curiosa historia de Tumi, que será protagonista de
alguna de nuestras aventuras con toda seguridad, y las ruinas del castillo de
los Ares, datado en el siglo XII y que no tengo el gusto de conocer todavía. La
excusa perfecta para volver a estos impresionantes parajes.
Al llegar a Noguera de Albarracín,
donde el terreno ya es mucho más escarpado y abrupto, giramos a la izquierda en
dirección a Tramacastilla. El nombre de este municipio es un ejemplo de la
estrecha relación que Navarra y la Comarca de Albarracín tuvieron durante el
medievo, pues debe su nombre al pueblo riojano de Nájera (Noguera), en La
Rioja, que fue capital del reino navarro durante unos años. Homenaje de los
Azagra a sus raíces.
Encontramos
el acceso al parque faunístico de La Maleza a la izquierda, poco después de
dejar Tramacastilla a nuestra derecha. Está bien señalizado y se encuentra
frente a la carretera que da acceso a la hospedería el Batán, hospedería de la
que los alcorisanos nos sentimos especialmente orgullosos, aunque este lejos de
nuestro municipio. Es una enorme satisfacción para nosotros que nuestros
vecinos triunfen más allá de nuestras fronteras, Sebastián Roselló es uno de
esos grandes alcorisanos ausentes, reconocidos fuera de nuestro pueblo.
La Maleza
nos recibe con su manifiesta austeridad. Junto al parking, sin estructuras de
sombra, encontramos un modesto edificio que alberga la recepción del parque. No
existe servicio de cafetería, al menos no estaba abierto el día que nosotros lo
visitamos, y aunque no se echa de menos, no estaría de más que se instalase
alguna máquina de vending.
La
recepción es muy sobria, pero suficiente. Un mostrador donde nos recibió un
muchacho muy amable que nos dio todo tipo de explicaciones con los planos
correspondientes y estantes con merchandising del parque para los que quieren
un recuerdo. Os recomiendo comprar comida para los animales, y más si vais con
niños. No os arrepentiréis.
Desde esa
recepción accedes al recinto principal del parque faunístico. Está ubicado en
una val de pinares de rodeno que emergen de un paisaje espectacular donde
predomina la arenisca roja. Solo el barranco ya merece la pena ser visitado, es
precioso.
Nuestra
pequeña exploradora disfrutó de lo lindo la experiencia, pues pudimos disfrutar
de casi todos los animales que residen en el parque, solo los hurones, que
decidieron alargar la siesta por el intenso calor, se nos resistieron. Eso sí,
los grandes triunfadores fueron los animales de la granja, donde estuvimos más
de la mitad del tiempo que pasamos en el parque.
Estar entre los animales, poder tocarlos, sentirte parte de la granja, que sean ellos los que te busquen, los que demanden caricias y cariño… es una sensación increíble. Mientras Marián y Gisela alimentaban a los animales yo me senté en un banco a la sombra, y allí que vinieron unas rollizas ovejas a rogarme que les acariciara la frente. Estuvieron a mi lado durante todo el rato que estuvimos en el recinto de la granja. Lo dicho, una sensación increíble. La recomiendo encarecidamente. Empatizar con los animales nos hace mucho más humanos.
La Maleza
no es un parque zoológico, es un refugio espectacular. En su página WEB podemos
leer:
“Nuestros animales disponen de amplios
recintos, donde viven en un estado de semilibertad. No somos un zoológico al
uso, los animales cuentan con el suficiente espacio y refugios naturales para
no ser molestados si ellos así lo quieren, por lo que hay que ser paciente y
disfrutar del momento en el que el animal decide salir a saludar. Todos
nuestros animales han nacido en cautividad, provienen de centros de
recuperación o han sido rescatados de situaciones precarias.”
Doy fe. Quedé tan gratamente impresionado por este modesto, pero a la vez necesario, refugio animal, que creí justo y necesario dedicarle una de nuestras aventuras.
Ojalá nuestras instituciones jamás lo dejen
solo. Más allá de la rentabilidad económica, está la gran labor que desarrolla.
Necesitamos instalaciones así que alberguen con dignidad a aquellos animales
que por circunstancias no pueden estar en otro lugar.
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