“…el Vivallo y desde el Vivallo toda la sierra adelante a la Almanarella hasta la Cueva de Alvarc hasta Villar de Trillos, y desde Villar de Trillos hasta Cazarabed hasta el rio y rio arriba hasta el vado de Julve y desde el vado de Julve hasta la fuente que se dice la Pinilla y desde la Pinilla hasta la lengua de Fortún Garcés, dividiendo el termino las aguas batientes y desde la liguna hasta la Val de Abra(..) y desde allí hasta el Lecinar hasta la caída del Fogañan y desde Fogañan hasta el collado de Vallipón hasta la azud de Camarón y desde la azud toda la sierra arriba hasta el Vivallo y la Cueva dividiendo los términos”
Estos eran los dominios de Castellote en época templaría. En los mapas cartográficos actuales, todavía podemos trazar la línea imaginaria de aquel extenso término, pues la mayoría de nombres citados en aquella época, permanecen actualmente con muy pocas variaciones.
Uno de
ellos, es nuestro protagonista de hoy. En la margen derecha del embalse de
Santolea, aguas arriba del barranco de la Camorra, unos tres kilómetros al
norte del famoso Morrón de Bordón, se encuentran las Casas del Alconzal.
Visitamos el lugar un domingo por la mañana. Una amanecer gris y muy húmedo. Para llegar hasta allí desde el Bajo Aragón debemos de ir hacia Castellote sin abandonar la carretera autonómica A-226. Una vez desembocamos en Castellote a través de la enorme galería excavada a finales del siglo XIX bajo el collado de Las Lomas, continuamos por la misma carretera en dirección a Cantavieja.
He pasado
decenas de veces junto al embalse de Santolea después de vaciarlo para
construir la nueva presa y aun así no dejo de sorprenderme. Resulta asombroso
ver el gran páramo que rodea al Guadalope mientras zigzaguea entre el lodo seco.
No es difícil imaginar la rica huerta que se extendería por esa depresión antes
de su inundación.
Unos pocos sacrifican sus huertas
para hidratar las huertas de muchos. Quizá lo justifique el interés general,
pero la realidad es que jamás se ha sido justo con los vecinos de Santolea. No
solo no se les compenso de forma adecuada, sino que incluso se destruyó su
pueblo sin necesidad de hacerlo.
Continuamos por la misma carretera
hasta llegar a la altura de Las Planas. Tras cruzar el puente del municipio,
tomamos el primer camino asfaltado que encontramos a nuestra derecha. Es la
antigua carretera que unía las localidades de Santolea y Las Planas. Hoy, un
tramo del sendero de gran recorrido GR-8 discurre por ella camino de las Casas
del Alconzal y la Algecira. Por eso, para llegar a nuestro destino, basta con
seguir la señalética blanca y roja de este sendero.
Antes de cruzar el pequeño riachuelo que alimenta los caseríos y sus tierras, te invade la sensación de acercarte a tierra abandonada. Las casas del Alconzal son hoy un despoblado fantasma. Dos viviendas restauradas, una fuente en muy buen estado y la cuidada calle que atraviesa este pequeño núcleo, son los únicos indicios de que en alguna ocasión, en algún momento del año, estas calles siguen albergando conversaciones, risas, lamentos, confidencias…
Entre casas y corrales, este antiguo
núcleo poblacional tendrá alrededor de una veintena de estructuras, algunas de
bella factura. La mayor parte están construidas con zócalo de piedra y tapial,
aunque hay algunos edificios de mampuesto. El tapial ha perdido buena parte de
su yeso protector y la erosión ya empieza a deshilachar la cohesión del barro,
la piedra y la paja. Una de las casas ubicadas a la izquierda de la calle,
conforme subes hacia la loma, fue reforzada en su construcción con pilares y
vanos de sillar labrado, que aun aguantan los envites del tiempo, los elementos
y la soledad.
Según he podido leer, Las Casas del
Alconzal albergaron a nueve familias en sus mejores tiempos. Dando por hecho
que en los años veinte del siglo pasado los núcleos familiares eran más
numerosos que en la actualidad, haciendo una media de cinco miembros por
familia, podemos suponer que este conglomerado de masías estuvo habitado por
unas cuarenta y cinco personas antes de la guerra civil. Un pequeño municipio turolense
de la actualidad.
Manuel Pizarro Cenjor, Gobernador
Civil de Teruel desde 1947, ordenó el desalojo de toda masía aislada de los
municipios, con el fin de que los maquis no tuviesen acceso a alimento o apoyo
táctico de ningún tipo. Ese fue el principio del fin de las Casas del Alconzal,
como también el de muchas otras masías de la provincia. Muchas de estas
estructuras estaban muy alejadas de la población, y era logísticamente
imposible ir y volver cada día a trabajar las tierras. Eso supuso que muchos de
sus habitantes emigraran en busca de otra forma de ganarse la vida, abandonando
sus pueblos y sus masías.
Tras la disolución de la Agrupación
Guerrillera de Levante y Aragón, algunos vecinos del Alconzal decidieron
regresar, muy pocos, pero las dinámicas demográficas y el envejecimiento,
hicieron que a comienzos del siglo XXI tan solo un matrimonio siguiese
domiciliado allí, abandonándolo años después para ingresar en la residencia de
ancianos de Castellote. Hoy, las Casas del Alconzal, es un núcleo poblacional abandonado cuyo único
hilillo de vida es la estacionalidad, la segunda residencia y el cuidado de los
esbeltos olivos que todavía entregan su fruto cada invierno.
Las Casas del Alconzal se encuentran
en un paraje de gran belleza. Atalaya envidiable del valle del Guadalope y vigía
excepcional del lugar en el que se enfrentan las sierras de los Caballos y la
Menedella, justo donde se ha construido la nueva presa del Cañón. Sobre la loma
en cuya ladera se asienta la pequeña pedanía de Las Planas, todavía encontramos
un peirón de bellísima factura que bendice el excepcional paisaje que divisamos
desde allí.
Al Este las inmensas hectáreas de
pinar que se extienden entre Las Planas y Las Parras, al Sur el monumental
Morrón de Bordón y sus imponentes estribaciones, al Oeste los abruptos paisajes
de Ladruñan y las Hoces del Guadalope y al Norte el embalse de Santolea y la
excepcional muralla natural de la sierra de los Caballos, con Tablada (1081
metros) como punta de lanza.
El territorio castellotano es sorprendentemente
completo, con una riqueza patrimonial difícilmente igualable. Castellote, por
si sola, bien podría ser un parque natural. Castillos, templos religiosos y
conventos excepcionales, ruinas monumentales, su propio mar, tierras de labor,
riqueza agroganadera, arqueología diversa,
núcleos poblacionales de gran belleza, masías imponentes, lugares de
gran interés geológico, arte rupestre,
un monumento natural y paisajes extraordinarios. ¿Alguien da más?
Echo un último vistazo a las Casas
del Alconzal. Observo con detenimiento las dos edificaciones cuya estructura
esta restaurada y consolidada. Si nadie lo remedia, pronto serán una isla en
medio de un mar de escombro. Nuestra proximidad está plagada de esqueletos
arquitectónicos que no hace tanto albergaron las esperanzas de decenas de
familias. Cuanto esfuerzo hay que hacer para construir y que poquito cuesta
destruir.
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