Existen lugares en nuestra geografía más próxima cuya morfología pasa
desapercibida. Rincones “ocultos” cuya formación resulta increíble a los ojos
de un profano. Emplazamientos que la naturaleza ha cincelado con pasión y precisión,
desgarrando grandes planicies para convertirles en sinuosas autopistas hídricas.
Foto: ADIBAMA
El lugar que
visitamos hoy es un ejemplo de ello, como emergiendo de la nada, rodeado de un
paisaje de pocos contrastes, de una planicie de colores grisáceos dominada por
el arbusto bajo y la roca caliza, una enorme brecha de 30 metros de profundidad
en alguno de sus puntos, se abre paso durante 3,5 kilómetros hasta
el río Martín.
Esa enorme brecha,
ese enorme socavón sobre el que da comienzo el resto del barranco, ya debió
impactar sobremanera a los antiguos, pues nuestros mas lejanos antepasados
decidieron que aquellas enormes paredes de caliza amarillenta serian un buen
lienzo para plasmar el arte pictórico de su época.
Viajamos hasta la comarca Andorra-Sierra de
Arcos, hasta el corazón del Parque Cultural del río Martín. En esta ocasión nos
adentraremos en el termino municipal de Alacón, pueblo bodeguero por
antonomasia.
Para llegar allí debemos tomar en primer
lugar la carretera de Andorra, y una vez estemos en la villa minera, tras superar las cuatro
rotondas existentes en la variante de la
población, tomaremos la vía que se dirige hacia Albalate del Arzobispo, la cual
abandonaremos poco después para tomar a nuestra derecha la pista minera que nos
lleva hasta Ariño.
Recuerdo perfectamente que cuando existía el
negocio musical en mi familia, cuando mis padres en los años 80 distribuían
cintas de cassette por los establecimientos hosteleros de todas estas comarcas,
esta era una de las carreteras que transitábamos. De hecho es curioso lo que ha
sucedido en ella desde entonces, pues el recorrido de la misma apenas ha
variado, pero el paisaje que la rodea ha sufrido tremendas transformaciones,
justo al contrario de lo que sucede en otras carreteras.
Tras dejar atrás montes reconstruidos,
cerros reforestados, desmontes y plantas de tratamiento, desembocamos a la
carretera que une las localidades de Ariño y Oliete. Nos dirigimos hacia esta
última, dejando a nuestra derecha, unos kilómetros mas adelante, la
espectacular sima de San Pedro.
Superamos la travesía de Oliete, asimétrica
y estrecha en algunos puntos. Cruzamos el puente por el que discurre la poca
agua que lleva normalmente el río Martín en estas fechas, y ponemos rumbo hacia
Muniesa. Jamás había visitado el casco urbano de la localidad olietana, así que
en esta excursión hicimos un alto para poder recorrerlo con detalle. Es un
casco urbano costerudo y sinuoso, pero lleno de rincones llamativos. Es agosto
no hay calle en la que no encuentres gente reunida alrededor de una buena
conversación, sentados en corro y hablando de lo divino y de lo humano.
Incluso un anciano, famoso según nos dijo
por haber sido entrevistado en Aragón TV gracias a la iniciativa “apadrina un
olivo”, nos hizo de amable guía
improvisado, contándonos los entresijos familiares de la espectacular casa
solariega de la Donjuana e indicándonos la ruta que debíamos seguir para
conocer con mas detalle el casco urbano de la localidad. Nos pregunto de donde veníamos,
y al responderle que de Alcorisa, asomo en sus ojos cansados y malheridos una
cierta bruma de decepción… “Es que aquí ahora viene gente de toda España, y de
otros países” sentencio. Nos alegramos mucho de que iniciativas como la
recuperación de olivos centenarios estén dando vida a los castigados pueblos de
Teruel.
Para ir a Alacón desde la carretera que une
Muniesa y Oliete hay dos opciones, una primera carretera a la derecha estrecha
y sinuosa y unos kilómetros después una mas ancha y recta. Nosotros tomamos la
segunda. Al llegar a Alacón nos desviamos a la izquierda nada mas entrar,
pasando junto al colegio y dejando la villa a nuestra derecha, y seguimos una
estrecha carretera que se adentra hacia el norte, en dirección al que llaman
“Cabezo Gordo”.
Alacón es una localidad conocida por sus
numerosas bodegas, que en su mayoría se encuentran escavadas en la cara norte
del cerro donde se asienta la población. Según he podido leer en la pagina de
turismo de la comarca Andorra Sierra de Arcos, allí se localizan mas de 500
bodegas en distintas alturas. Bodegas que ganan espacio a la montaña y se
adentran en ella, con bellos portales presididos por arcos de piedra. Estas
construcciones, frescas en verano y templadas en invierno, se convierten en uno
de los rincones favoritos de los vecinos y vecinas de Alacón, que en ellos
desarrollan una buena parte de su interacción social.
Continuamos por la estrecha carretera antes
mencionada. Dicha vía conecta la carretera autonómica A-222, que une Zaragoza
con Montalbán, y Alacón, pero debido a su poco transito se encuentra en un
estado precario, sin apenas señalización, con firme irregular y con tramos en
los que dos coches no son capaces de cruzarse. Siguiendo por esa carretera,
unos kilómetros mas adelante mientras ascendemos la ladera suroeste de la
Sierra de Arcos, encontramos por fin el
nacimiento del Barranco del Mortero.
Dicho nacimiento o cabecera se encuentra
señalizado y dispone de aparcamiento, mirador y paneles explicativos. Las
pinturas rupestres encontradas en él son patrimonio mundial de la UNESCO desde
1998.
No sabría muy bien como describir aquel
lugar. Aparcas el coche sobre uno de los laterales del barranco, a la derecha
de su cauce. Es un paisaje de pobre vegetación, con una capa vegetal escasa. A
lo lejos, observando los cuatro puntos cardinales, una enorme planicie con
numerosos campos de labor. Justo sobre la cabecera encontramos un corral de
ganado, y a penas a cien metros del mismo, un manso riachuelo “de temporada”
(No siempre lleva agua), que hasta ese lugar discurre por la misma altiplanicie
y de repente rasga la roca, colándose en el interior de la misma hasta
aterrizar en un pequeño lago que se convierte en el inicio del espectacular barranco.
Como profano en Geología, no sabría decir
que proceso exacto es el que ha convertido el cauce de un manso barranco en un
enorme cañón encarcelado por grandes muros de caliza.
Según puedo leer en uno de los paneles
explicativos que se encuentran en el lugar:
“…el barranco
es el resultado del encajamiento de las aguas superficiales sobre las calizas
jurasicas. En las rocas de sus laderas se distinguen dos conjuntos geomorfológicos
debido a la erosión diferencial:
-
Un nivel masivo y bien cementado
sobre el que predominan los procesos de meteorización, como queda patente en la
incisión de la red fluvial en la cabecera y su progresivo ensanchamiento.
-
Un nivel inferior de calizas mas
deleznables y organizadas en estratos de espesor variable, que queda afectado
por socavamiento a causa de su menor resistencia a la erosión.”
Sobre el barranco encontramos un cuidado
mirador, donde incluso podemos acomodarnos en un banco de madera y disfrutar la
panorámica de la enorme cicatriz que el tiempo, el agua y la erosión han
realizado en el terreno. También disponemos de una senda acondicionada para
descender al interior del mismo barranco y poder observar más de cerca los
cuatro abrigos rupestres que se encuentran en el lugar.
Covacha Ahumada, Borriquitos, Trepadores y
Recolectores son los nombres de los cuatro abrigos que delimitan la cabecera de
la espectacular quebrada. He de reconocer que ni yo, ni quien me acompañaba,
fuimos capaces de distinguir en ninguno de los abrigos las pinturas rupestres
que en ellos podemos encontrar. Ni tan siquiera con los paneles que te sirven
de guía sobre su ubicación. Si distinguí el rojo cobrizo, pero no silueta o
figura que le diera sentido a la pintura. En fin, gajes del oficio, no todos
tenemos la misma facilidad para todo.
Cuando desciendes a la pequeña balsa sobre
la que, en época de lluvias, precipita el agua que cae sobre el barranco,
entiendes mejor porque describen a aquel lugar como un excelente cazadero. Es
un cerrado acantilado con una única escapatoria. Desde lo alto de los muros de
piedra o escondidos en las numerosas
covachas de caliza, los preparados cazadores prehistóricos tan solo tenían que
esperar a que cualquier animal se acercase a beber agua a aquel pequeño reducto
hídrico y emboscarlo aprovechando la trampa elaborada por la naturaleza.
Si ya de por si es un rincón bellísimo, es inevitable
imaginar la espectacularidad que debe adquirir en época de lluvias, cuando la
cascada precipite liquido elemento sobre la balsa que esta a sus pies, existen
fotografías en la red que dan buena muestra de ello.
Observo con detenimiento el paisaje que me
rodea. Una vez más me invade esa sensación de ser algo pequeñito observando
algo muy grande, de ser un pequeño canto rodado adherido a una enorme roca de
conglomerado. Dueños de nada, pero parte de un todo. Es increíble el tiempo que
la naturaleza ha empleado en moldear rincones maravillosos, fantásticos, que
durante miles de años han ayudado a los humanos a cazar, a sobrevivir, a
sentir, a disfrutar… y lo poco que tardamos nosotros ahora en destrozarlos a
golpe de palanca, de volante, de botón, de gatillazo o de comportamientos
incívicos.
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