Alcañiz fue una de las villas más poderosas de toda la
Corona de Aragón, de todas las Españas.
Tras
la donación que Alfonso II realizo a la Orden de Calatrava de Alcañiz
y sus dominios en 1179, la encomienda se convirtió, con el paso de los años, en la más
influyente que los freyres calatravos tenían en territorio aragonés.
Alcañiz
tenía jurisdicción, y por lo tanto recibía tributo, en numerosas aldeas. Sus
dominios alcanzaban gran parte del Matarraña y el Bajo Aragón. Era tal el poder
que ostento el Concejo alcañizano que incluso disputaba privilegios a la propia
Orden de Calatrava por vía judicial.
Los
prohombres alcañizanos adquirieron un poder económico enorme gracias a la
explotación de los recursos agrícolas y ganaderos de todo su término. Mientras
que las aldeas se ahogaban teniendo que tributar a la Orden y al Concejo por
igual, sufriendo todas las desventajas que suponía tener la administración
pública y de justicia a varias leguas de distancia.
Fue
tal el enfrentamiento de la Orden con el Ayuntamiento alcañizano y sus
prohombres, qué en 1283 varios vecinos tomaron el castillo produciendo gran
tumulto, seguramente a instancias de los grandes burgueses de la villa. Así se
desprende de un documento, sito en el Archivo de la Corona de Aragón, en el que
el infante Alfonso solicita a los oficiales reales que hagan cumplir la
sentencia del Justicia de Aragón contra los asaltantes de la fortaleza
calatrava.
Los
diferentes comendadores hallaron una solución a estos enfrentamientos, el
desmembramiento progresivo de la jurisdicción alcañizana. Así pues, apoyaron las
reivindicaciones que las aldeas hacían a la Corona para ser reconocidas como
villas de pleno derecho, de ese modo seguían tributando a la Orden, pero se
desligaban de los yugos del Concejo de Alcañiz, restándole así poder económico
y territorial.
Ese
poder económico lo adquirieron gracias a los innumerables recursos de que
disponían en el territorio, el más importante el recurso hídrico. Se cree que
ya los romanos diseñaron las infraestructuras adecuadas para convertir gran
parte del valle del Guadalope en regadío, construyendo la acequia vieja, hoy
canal de la Estanca.
Todavía
hoy podemos contemplar tres infraestructuras hídricas que demuestran la
importancia de la huerta en la economía de la “Histórica y Heroica” ciudad de
Alcañiz.
Tres
norias bellísimas. Hoy son metálicas, a simple vista fruto ya de la
reindustrialización, pero las construcciones que las alojan parecen anteriores.
Apostaría que las norias actuales no han sido las únicas que cumplieron la
función de elevar el agua, que las que hoy podemos contemplar sustituyeron a
otras más antiguas, probablemente de madera, que cumplieron su función muchos
siglos antes. Quizá estas norias ya funcionaban cuando los vecinos de Alcañiz
decidieron asaltar el castillo calatravo. Juzgar vosotros mismos.
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