En ocasiones, explorando el territorio, encuentras lugares
que sorprenden, no solo por su arquitectura, también por las sensaciones que
despiertan en el visitante. La ermita de San Gregorio de Aguaviva es uno de
ellos. Entrar en el interior de este templo hexagonal, colocarte bajo la bóveda
que cierra el edificio, es como retrotraerte a los tiempos en los que la sin
razón poblaba nuestros municipios.
Uno acaba sintiéndose como en una película de esas que
quisieron retratar el horror de la guerra. Mirando alrededor esperas que en
cualquier momento hagan su entrada en el templo Ana Belén, Loles León, Victoria
Abril… con sus rifles y proclamas libertarias.
Las gentes del Bajo Aragón y su patrimonio, sufrieron
durante las últimas guerras civiles de los siglos XIX y XX los despropósitos de
ambos bandos. Fueron testigos del odio, el rencor y la venganza que se apodera
de un ser humano cuando deja de ser humano. Bajo el paraguas de una bandera, de
una ideología y de un extremismo atroz, justificamos lo injustificable y
hacemos lo inexplicable.
La ermita de San Gregorio es claro ejemplo de ello.
En una de sus paredes, todavía encontramos manuscrito el
recuerdo de uno de aquellos soldados extranjeros que decidieron hacer “suya” la
contienda española, viajando desde Estados Unidos, para luchar contra el golpe
de estado perpetrado por el bando nacional. Aquel soldado murió aquí, como si
supiera que aquella firma impresa en esa ermita, sería su despedida.
“El día de Navidad de 1937 Edward Muscala dejaba constancia
en las paredes de una ermita en Teruel de su pertenencia al Batallón
Washington-Lincoln de la XV Brigada Internacional. Tenía 26 años y una mujer y
un hijo. En ese momento no lo sabía, pero Muscala no los volvería a ver:
moriría tres meses más tarde en la retirada del frente de Aragón.”
http://www.albavolunteer.org/2012/07/siguiendo-los-pasos-del-batallon-lincoln-washington/
— en Aguaviva (Teruel)
Muy interesante ojala nuestra ermita no sea testigo jamás. De una guerra
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