El día amaneció precioso, unos
bellísimos “Cúmulos”, nubes blancas y algodonadas, lucían una vestimenta anaranjada al recibir
los primeros rayos del amanecer. Una de
esas mañanas en las que merece la pena madrugar solo para contemplar el
horizonte, que cambia de formas, de colores, de trazos… conforme avanza el
reloj. Ni el más ducho en la pintura es capaz de plasmar en lienzo espectáculo
como ese.
Gracias a la amable invitación de la empresa Matarraña Aventura, por fin
íbamos a recorrer una parte de la Val de Zafan.
Salimos de Alcorisa sobre las 7:35,
no teníamos muy claro cuanto nos iba a costar el trayecto a Cretas, pues apenas
recordábamos la ultima vez que estuvimos en ese preciosa villa matarrañense,
así que decidimos no pillarnos los dedos y asegurarnos de que íbamos a llegar a
la hora convenida.
Poco después de las 9 de la mañana ya
estábamos allí, así que decidimos visitar el casco urbano de la localidad hasta
que llegase “la media”, que era la hora a la que habíamos quedado. Mereció la
pena madrugar. Nuestra memoria no tenía constancia de la belleza urbana de la
villa de Cretas. No recordábamos que aquella población tuviese un casco urbano
tan espectacular.
A las nueve y media ya estábamos frente a la puerta del espacioso local de nuestros amigos de Matarraña Aventura. Todo estaba preparado. El equipamiento, las bicicletas, las luces,
los respectivos mapas, el seguro… Debo, vecina de la villa de Alcorisa, nos dio
las convenientes instrucciones, explicándonos a la perfección el recorrido, los
puntos de recogida, y los lugares más emblemáticos. Nada más y nada menos que
36 túneles teníamos que atravesar en nuestra travesía.
Mientras esperábamos a Javier, que
había tenido que trasladar a unos clientes a Valderrobres, observamos con
detenimiento aquella sede espectacular. Decenas de bicicletas de marcas de
primera fila, sillas y carritos para los peques, todo tipo de complementos… Nos
llamo mucho la atención un curioso artilugio, una “media bicicleta” para niños
que iba amarrada al sillín de la bici del adulto. “Esta para Pablo”,
dijo mi acompañante.
Disfrutábamos del buen royo que se
respiraba junto al rincón “Happy” de aquel espacioso local cuando apareció el
anfitrión. Vestía una amplia sonrisa, derrochando simpatía por cada poro de su
piel. Presentación, fotos, amena conversación… Desde el primer momento, desde
el instante que pisamos el local, entendimos que el secreto del éxito de esa
joven empresa es la pasión con la que lleva a cabo su tarea, las ganas con las
que hacen las cosas y la fuerza con la que te explican la belleza de lo
próximo.
Sin más dilación nos subimos a
nuestra bicicleta y nos pusimos en marcha. Los primeros metros discurren por la
villa de Cretas, tomando la carretera que va en dirección a LLedó. Precisamente
en esa entrada, como en muchos pueblos de Aragón, podemos disfrutar de dos
bellos peirones.
Nada mas salir de la villa de Cretas
tomamos un camino a la derecha, camino que nos conducía a la vieja estación de
tren de esta localidad. Es allí donde iniciamos nuestro camino por la
espectacular vía verde, un recorrido lleno de contrastes.
El primer tramo diferenciado es el
que discurre entre Cretas y Horta de Sant Joan. Allí el terreno que circunda a
la vía es mucho más llano, adornado con trabajados campos de labor y con
preciosas vides de las que salen los famosos “caldos” de estas tierras. A la derecha puedes
contemplar la majestuosa silueta del macizo montañoso de “Los puertos de
Beceite” o “Els ports de Beseit”, nexo de unión entre el Sistema Ibérico y la Cordillera Prelitoral Catalana.
Els Ports, son ejemplo claro de que
la naturaleza no entiende de fronteras ni etiquetas. Esta bella serranía ocupa
tres provincias distintas, tres comunidades autónomas diferentes, y la mires
por el punto cardinal que la mires no ha escatimado ni un ápice de belleza. Sin
lugar a dudas es uno de los complejos montañosos con más fuerza de la península
ibérica, uno de los rincones mas atractivos de nuestro país.
Los primeros kilómetros del recorrido
me invadía un cierto desasosiego. Por diversas circunstancias, mi estado de
forma no era el más indicado, y pese a que los amigos de Matarraña Aventura me
habían dicho que la travesía era muy llevadera, tenía pánico de no poder
completar el recorrido. Nada mas lejos de la realidad, pese a ser 46 kilómetros,
es un camino muy fácil, muy agradecido, apto para cualquier edad y cualquier
estado de forma. En todo momento el firme pica hacia abajo, con algún tramo
llano, el esfuerzo físico a realizar es insignificante. De hecho nos prometimos
volver con nuestras mujeres e hijos para pasar una maravillosa jornada en
familia.
Dejábamos atrás Horta de San Joan.
Bellísimo el cerro de Santa Bárbara, con el mágico convento de San Salvador a
sus pies y las increíbles estructuras
que forma la caliza en los peñascos que adornan su cumbre. Es lógico que los
sabios caballeros del Temple pensasen que aquel lugar desprendía una energía
especial.
A partir de allí comienza a
envolvernos el bosque mediterráneo. Un manto de verde intenso cubre todo el
paisaje que alcanza nuestra vista, y comienzan a sucederse túneles y viaductos
por doquier. Es una sensación única. El viento masajeando la cara, los olores
del pino carrasco, del enebro, del tomillo, del romero… invadiendo nuestras
fosas nasales, el silencio adueñándose de nuestro propio ser, el colorido y los
contrastes del paisaje sumiéndonos en un estado de bienestar increíble… Si en
el alguna ocasión he alcanzado la paz interior, ese momento fue uno de ellos.
Conforme avanzábamos hacia Prat de
Compte la vía verde comienza a llenarse de más vida. Grupos de bicicletas, de
viandantes, incluso un jovenzuelo con un monopatín. En estos tramos ya hay que
andar con más cuidado, pues muchos de los excursionistas no llevan la
señalización adecuada, y en los túneles es difícil distinguirlos.
Un antiguo vagón de tren usado como
restaurante nos da la bienvenida a la estación de Prat de Compte. Es a partir
de aquel lugar donde la vía verde se encajona en monumentales barrancos de
caliza. Donde bellísimos roquedos de formas imposibles escoltan el sinuoso
discurrir de las numerosas bicicletas que pueblan ese tramo. Es quizá la zona
más espectacular. Conforme pedaleas boquiabierto, no dejas de preguntarte como
demonios hicieron para construir, entre tan pronunciados desfiladeros, aquella
gran infraestructura.
Mientras almorzabamos junto a un
bello viaducto, intentaba imaginar los
tiempos en los que la naturaleza escuchaba el traqueteo de la vieja
locomotora, los tiempos en los que la fauna del lugar veía interrumpido su
descanso por el “Chacacha” del antiguo tren que realizaba este trayecto cada
día. Pensaba en el padecimiento de aquellos antepasados que dejaron en este
lugar su sudor, sus lágrimas, su sangre e incluso su vida construyendo esta
tortuosa vía de tren.
La locomotora de la Val de Zafan dejo
de transitar por estos indómitos parajes en el año 1973. El hundimiento de uno
de los túneles, fue la excusa que necesitaban los responsables políticos para
adelantar su cierre. El proyecto inicial esta fechado en 1863 y se pretendía
unir el ferrocarril de la Puebla de Hijar con San Carlos de la Rapita. Según
parece, la construcción de esta vía respondía a motivos militares, pues se
temía una invasión de la península desde los pirineos, y este tren respondía a
la necesidad de abastecimiento de las tropas españolas que debían frenar el avance del enemigo a orillas del
río Ebro.
No hubo invasión pirenaica, y en un
primer momento solo se construyo el tramo entre Alcañiz y la Puebla de Hijar,
sin embargo la Guerra Civil, y la importancia estratégica de esta vía en la
batalla del Ebro, precipito su construcción, finalizada en 1942. Cada túnel,
cada metro cúbico de tierra, cada viaducto… esta impregnado del sudor, la
sangre y el sufrimiento de los presos republicanos que tuvieron que trabajar
sin descanso durante cuatro años en la finalización de esta monumental
infraestructura, que tuvo una importancia capital en la batalla mas importante
de la ultima guerra.
Por suerte, la sierra de Pandols,
pese estar empapada de la sangre de aquellos “hermanos” que dieron su vida en
una guerra inexplicable e injusta, no nos guarda ningún rencor. Y se sigue
mostrando majestuosa, bellísima, deleitándonos con figuras imposibles, con
barrancos sorprendentes, con hermosos paisajes, con rincones maravillosos y
escarpes espectaculares.
Precisamente uno de esos bellos
rincones, que se encuentra junto a la vía, es el Santuario de la Fontcalda, uno
de esos templos religiosos en los que años después de la reconquista, se
produjo el tan manido milagro del pastor que encuentra una imagen, la traslada,
y esta no conforme con dicho traslado aparece de nuevo en el lugar que fue
encontrada. Se levanto pues allí el edificio en el que se veneraría a la virgen
de la Fontcalda, curiosamente junto a un manantial de aguas termales y medicinales
de gran importancia. La excusa perfecta para peregrinar hasta allí.
Tras varios barrancos vertiginosos y
viaductos de bella factura, dejando a la derecha el túnel todavía derruido que
origino el cierre del ferrocarril, llegamos a
la estación de Benifallet, donde
la vía se coloca paralela al río Ebro y la carretera C-12. A la izquierda
distinguimos bellos campos de naranjos, en contraste con las brillantes aguas
del río más caudaloso de la península
Nos acercábamos ya a Xerta. El Ebro
seguía acompañándonos en el final de tan maravillosa excursión, y nuestras
caras dibujaban una enorme sonrisa de satisfacción. Una jornada fabulosa estaba
llegando a su fin, eso si, no seria la ultima vez que dábamos pedales por
aquella espectacular vía verde. La inmensa azud que alimenta los canales que
riegan el arroz del Delta llamo nuestra atención, por un momento pensé que un
porcentaje muy pequeño de aquellas aguas embravecidas venia de nuestras
tierras, de los ríos Guadalopillo y Guadalope; “Hoy hemos hecho casi el mismo
recorrido”, dije para mi.
Al llegar a Xerta dimos buena cuenta
de la comida que todavía nos quedaba en la mochila. A penas nos dio tiempo a
engullir los alimentos, pues puntual como un reloj suizo, Javier apareció con
su decorada furgoneta y el pequeño almacén de bicicletas que llevaba a cuestas.
Intercambiamos pareceres, cargamos nuestras “burras a pedales” e iniciamos el
camino de regreso a Cretas.
Fue un trayecto ameno, donde
compartimos experiencias, rutas, excursiones, vivencias, futuros proyectos…
Javier me contó que desde muy pequeño había tenido claro a que quería
dedicarse. Su pasión por estas maravillosas tierras del Matarraña, por el
deporte de aventura, por la belleza de la proximidad, su vocación de guía, de
instructor, de orientador… le habían llevado desde muy niño a tomar la decisión
de querer tener su propia empresa de aventura. El camino había sido complicado,
duro, y difícil, pero las cosas empezaban a ir cada vez mejor y la Val de Zafan
era un reclamo cada vez mas conocido.
En un suspiro llegamos de nuevo a
Cretas. Es increíble lo rápido que se pasa el tiempo cuando estas a gusto.
Jamás olvidare la amabilidad, la simpatía y la profesionalidad de esta joven
empresa llamada Matarraña Aventura, de hecho no tardaremos mucho en visitarlos de
nuevo. Nos despedimos de nuestros anfitriones agradeciéndoles de nuevo el
habernos considerado dignos de vivir una jornada tan maravillosa y
espectacular. Y yo, por lo bajini, sin que nadie se enterara, me despedí
también de la fantástica Orbea que me había acompañado en tan excitante
aventura.
http://www.matarrañaventura.com
Cuando subimos al coche para iniciar
el regreso a casa, como acto reflejo, la misma palabra salio de los labios de
mi acompañante y de los míos: IMPRESIONANTE MAÑANA. Volveremos.
Fdo: Oscar Librado Millán