En toda localidad hay rincones, lugares, emplazamientos, espacios, zonas… con un atractivo especial. Paisajes que por sus características llaman la atención del visitante. Muchos de esos paisajes han sido moldeados a lo largo de la historia tanto por intervención natural, como por intervención artificial.
Nuestro
protagonista de hoy es uno de esos rincones. Un bello barranco rasgado por las
corrientes de agua, rodeado de esbeltas calzadas y con una vegetación
incipiente que aprovecha la sombra y la humedad de la angostura. Incluso en
dicho barranco, nuestros antepasados construyeron hasta dos monumentales norias
de una proeza arquitectónica excepcional.
Como hemos
dicho antes, en todos los pueblos existen rincones así, espacios muy atractivos
a los ojos del visitante. Si a esos espacios les añades una oferta recreativa
original y sugestiva para los más pequeños, el coctel concluyente es
fascinante. El Barranco de Las Parras, nuestro protagonista, es un ejemplo
maravilloso.
Siempre he
sentido curiosidad por como son los momentos en los que surgen las grandes
ideas. Los momentos en los que una o varias personas diseñan en su cabeza un
bosquejo que en un principio resulta cercano a la excentricidad. Conforme la
idea comienza a ser compartida, moldeada, visualizada… empieza a convertirse en
un proyecto viable, en un fantástico plan.
Imagino que la primera persona que
propuso transformar el barranco de Las Parras en un diminuto “Jurasik Park”,
tuvo que soportar miradas incrédulas, recelos, risas incomodas… pero alguien
también vio en ello una oportunidad y decidió apostar por esa idea original.
Hoy es todo un éxito.
Ya
habíamos estado en este precioso barranco temático, pero no conocíamos a la
nueva incorporación, el hermano mayor, la réplica más grande del mundo del mítico
Patagotitán. Era obligado volver a “Extinción”.
Fue el 27
de agosto, día de Santa Mónica, cuando decidimos regresar a Las Parras. Los
días precedentes había hecho un calor asfixiante, superando los cuarenta grados
por el día y los treinta por la noche, así que habíamos ido aplazando la
visita, apurando el final de mes. El sábado 26 amanecimos con un brusco cambio
de tiempo, así que decidimos que el día siguiente, sería el día perfecto para
conocer al que, según los expertos, fue el animal terrestre más grande de todos
los tiempos.
Viajar a
Las Parras de Castellote siempre es un placer, incluso cuando el cierzo se
muestra belicoso. Sus frías acometidas, después de las tórridas jornadas que
habíamos vivido, eran una bendición del cielo.
Nunca nos
cansamos de disfrutar del trayecto hasta territorio parrino, por muchas veces
que lo hayamos recorrido ya. Nuestro angosto Valdenuez, el cabalgamiento del
Caballo, el “Señorío” de Anduch, la torre más alta de la provincia, las bellas
riberas del Guadalope con la sierra de la Menedella como telón de fondo, los
barrancos de Abenfigo y Seno, el gran muro de Caliza sobre el que se asientan
el castillo templario y el LLovedor, la siempre mágica villa de Castellote, la
monumental presa de Santolea, el Castellar, la hermosa y bien cuidada aldea de
Jaganta… Son innumerables los atractivos de los que disfrutamos en este
trayecto.
Conforme
nos acercamos a Las Parras, destaca la esbelta torre de San Nicolás de Bari.
Las Parras es una localidad de pasado templario, dominada desde el siglo XII
por las Órdenes Militares presentes en Castellote. Los Maestres y Comendadores
del castillo castellotano eran los señores de estos dominios. Es tierra de
olivo, y por ende tierra de buen aceite. Todavía puede visitarse la maravillosa
almazara de la que disponía la localidad.
Aparcamos
en la calle del Barranquillo, travesía y arteria principal de la población. Embocamos
andando la calle de San Antonio, dejando a la izquierda la parroquial mientras
caminamos por la calle del Portal. ¿Por qué la llaman calle del Portal? Si la
visitáis, enseguida veréis el por qué.
El casco
urbano de Las Parras tiene una traza constructiva poco planificada, con anchos
distintos, recovecos, esquinas… probablemente su trazado urbano sea de época
andalusí. De todas formas, sorprende lo bien cuidadas y arregladas que están
sus calles, lo remozadas que están sus casas y la espectacularidad de “la Mayor”,
su barranco y su puente medieval. Merece mucho la pena perderse entre sus
calles y callejones.
Dejamos el
puente a la derecha y caminamos por el cauce del barranco de Las Parras.
Llegamos a un rincón espectacular, de esos de película, de esos que no dejan a
nadie indiferente. El lavadero, la fuente, la noria… este espacio bien podría
ser un digno plató de cine en películas de otras épocas.
Desde
aquel punto ya vemos el llamativo letrero que da acceso a territorio saurio.
Según he podido leer en el periódico La Comarca, todo surgió de la afición de
un parrino afincado en Aguaviva. Rafa Martínez, tras unos primeros pinitos
replicando animales más convencionales, decidió aventurarse con dos
dinosaurios. Tan satisfactoria fue la experiencia, que el Ayuntamiento de Las
Parras, a través de su Alcalde, le
ofreció la posibilidad de exponer dichas replicas en la senda que
discurre por el barranco. Fue tal el éxito que tuvo la idea, que Rafa decidió
ampliar el parque jurásico con nuevas replicas y elementos anexos que crean una
atmosfera muy especial en un escenario excelente.
Pronto “Extinción”
se convirtió en un reclamo maravilloso para los pequeños (y los no tan
pequeños) gracias al boca a boca. Fue tal el éxito de este atractivo barranco
temático, que decidieron ser aún más ambiciosos, planteando la construcción del
dinosaurio más grande del mundo.
Cuando
accedemos al paseo jurásico, nos recibe el gran protagonista de la película
dirigida por Steven Spielberg, el Velociraptor. Lo encontramos protegiendo a
sus pequeñas crías, que por fin han roto la cascara de sus respectivos huevos.
Continuamos hacia delante y unos simpáticos Compsognathus observan
inocentes nuestro lento deambular,
dispuestos a darnos un susto. A la izquierda, los huesos de un dinosaurio ya
fallecido, probablemente devorado por algún predador. Quizá el T-REX, que nos
espera más adelante con su afilada dentadura. Suerte que tenemos un refugio en
el que guarecernos. Todavía hay más sorpresas antes de llegar al Rey del
barranco, no os las perdáis.
Como hemos
dicho, el paseo es agradable. Al fabuloso entorno, se suman los atractivos
dinosaurios, que no dejaran de arrancar sonrisas y aspavientos a nuestros
pequeños durante todo el recorrido, pero sin duda, esas sonrisas, esos
aspavientos, se tornan en admiración y sorpresa cuando distinguen al gigante
Patagotitán. 46,7 metros de longitud y 71,5 toneladas son las cifras de este
monumental ejemplar. ESPECTACULAR.
El recorrido se completa atravesando un puente construido con los restos óseos de otro dinosaurio, otro atractivo elemento que engrandece todavía más esta original oferta turística de los vecinos y vecinas de Las Parras.
En definitiva, si no lo conocéis, no esperéis más. Tampoco creáis que encontraréis en territorio parrino un Dinópolis, ni falta que hace, es, digámoslo así, un paseo tematizado en un entorno privilegiado. Una apuesta decidida por dotar de un contenido que aporta, que genera atracción y que genera expectativas, un bello paseo que nace desde un entorno rural idílico y continua por un entorno natural bellísimo que cuenta con atractivas aportaciones artificiales de nuestros antepasados. OS GUSTARÁ.
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