" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

martes, 17 de enero de 2023

ERMITA DE SAN MIGUEL Y LOS PALEOCANALES (Alcañiz)


Tendemos a pensar que las grandes extensiones de tierra de cultivo, como la que se existe entre Alcorisa, Calanda y Alcañiz, son secarrales menesterosos cuya riqueza patrimonial es escasa. De hecho son muchos los que de forma apresurada lanzan la soflama de “que lo pongan en aquel secarral”, refiriéndose a zonas extensas de cultivo, cuando se quiere implantar algún macroproyecto industrial.

Nada más lejos de la realidad, estas zonas, de características geológicas muy particulares, albergan ricos ecosistemas, enorme patrimonio, una historia prolífica y maravillosos rincones de una fuerza extraordinaria.

Es el caso de nuestro protagonista de hoy, que se encuentra en la periferia de un Lugar de Interés Comunitario, las Saladas. Las Saladas son treinta cubetas estacionales que se llenan de agua en épocas de lluvia a través de corrientes subterráneas y cuyo caudal disuelve los yesos existentes en el terreno.

      Tal como se refleja en Wikipedia, “el mineral de yeso es un constituyente común de rocas sedimentarias, particularmente depósitos de sal marina, y suelos formados directamente por evaporación o más tarde por hidratación de anhidrita. Los depósitos de yeso se originaron como consecuencia de la evaporación de disoluciones acuosas sobresaturadas en lagos o mares de poca profundidad”. Es por eso que tras el proceso de disolución de los yesos por las corrientes subterráneas, el agua dulce de la lluvia se convierte en agua salada.

En el estío el agua sufre una enérgica evaporación que provoca que las sales queden depositadas sobre la superficie, lo que transforma el paisaje en una inmensa llanura blanca similar a un desierto. La vegetación gipsícola, única capaz de sobrevivir en suelos de esas características, y la gama de blancos y rojizos del propio terreno hacen que en época de sequía sea un espectáculo contemplarlo. 

Junto a las Saladas, se encuentra la ermita de San Miguel, esqueleto pétreo, recuerdo de épocas de numerosos masoveros, que visitaremos hoy.


Hay diversas formas de llegar hasta la ermita. En mi caso, decidí tomar la TE-V-1336, que une la Nacional 211 en el cruce de Castelserás, con la A-1415, carretera que enlaza la localidad de Andorra con la Nacional 232. Es una carretera estrecha, con firme gastado e irregular, pero totalmente recta. En el lugar donde el canal Calanda-Alcañiz cruza perpendicular a dicha vía, me desvié hacia la derecha, siguiendo el camino paralelo al canal antes mencionado.

Al llegar a la inmensa balsa que forma parte del sistema de riego del canal, tome el camino a mi derecha, dejando la masa de agua a mi izquierda. Rodee la Balsa por el camino de la Peña Blanca, y unas cuantas decenas de metros más adelante volví a girar a la derecha, en dirección al Mas de San Miguel, donde hay una granja de considerables dimensiones. Desde allí a la ermita ya no hay pérdida, pues la tenemos en nuestro campo de visión todo el rato. De todas formas aconsejo planificar la ruta antes de salir de casa.

A la altura del Mas de San Miguel, el paisaje ya no deja indiferente a nadie. Se distingue perfectamente la estructura destechada de la iglesia sobre uno de los estéticos paleocanales de arenisca, el brillo de la lámina de agua de la Salada Grande más allá de la España, a lo lejos el cabezo del Palao, poblado desde antiguo y gran capital del imperio romano en nuestra zona, y a la izquierda, enmarcado tras un collado horadado en un paleocanal, la silueta siempre inconfundible del castillo calatravo de Alcañiz.

“Un paleocanal , también deletreado paleocanal y también conocido como paleovalle o palaeoriver , es un término geológico que describe un remanente de un río inactivo o un canal de corriente que ha sido llenado o enterrado por sedimentos más jóvenes. Los sedimentos en los que se corta o se entierra el canal antiguo pueden ser no consolidados, semi-consolidados, consolidados o litificados . La palabra paleocanal se forma a partir de paleo , que significa "viejo" y canal”

(https://hmn.wiki/es/Paleovalley)

              En lo que respecta a los de Alcañiz, Javier Mendivil Navarro los describe de la siguiente forma:

              Geológicamente nos encontramos en la cuenca sedimentaria del Ebro, con un relleno subhorizontal (apenas existen influencias tectónicas) de edad terciaria. Las litologías son sobre todo detríticas, predominando areniscas y arcillas. En la región de Alcañiz aparece una espectacular red de largos paleocanales (se observan muy bien en fotografía aérea), que corresponden a un sistema sedimentario con aportes procedentes del Sur, de las sierras marginales ibéricas. Los paleocanales, areniscosas, por erosión diferencial, han terminado destacando sobre los terrenos arcillosos más blandos (han dado lugar a un "relieve invertido"). Sobre las mismas areniscas de los canales se observan formas típicas de erosión de este tipo de materiales, como "tafonis" y "gnammas" (oquedades pequeñas sobre paredes y suelos de areniscas respectivamente)”

              Sobre uno de esos paleocanales, encontré la ermita de San Miguel. Se sitúa en la partida de El Plano de Alcañiz, muy cerca de la “Salada Grande”, asentada sobre ese paleopromontorio de arenisca. Bello esqueleto arquitectónico de lo que antiguamente fue  lujoso templo de reunión y culto de decenas de masoveros.

                             







  El catalogo patrimonial de la fundación Quílez Llisterri, data su posible construcción en el siglo XVI.  Su planta rectangular, los grandes arcos apuntados que sostenían la techumbre,  las arcadas de medio punto de las puertas principal y auxiliar, las modestas ventanas con forma de aspilleras que debían servir para ventilación y defensa, el ábside poligonal y la característica espadaña donde se encontraban las campanas que anunciaban el ritual cristiano o alguna “buena nueva” (o mala) que debiese conocerse con urgencia, denotan la importancia que en tiempos pasados tuvo este templo religioso.

Se encuentra muy alejada de la población, en lo que hoy son zonas de nuevo regadío, está rodeada por numerosas masadas o refugios agrícolas y ganaderos. Algunos de estos últimos construidos aprovechando las oquedades de la roca arenisca.

Este tipo de ermitas, muy frecuentes en la geografía bajoaragonesa, no solo eran recinto de culto cristiano para aquellos que residían alejados de los cascos urbanos, también se convertían en verdaderos centros sociales. Antes y después de la eucaristía, hombres y mujeres departían amigablemente sobre cosechas, inquietudes, problemas, necesidades, negocios, casamientos… Muchos de ellos solo se relacionaban con otras familias el domingo al ir a misa, por lo que jugaban un papel fundamental en las relaciones sociales entre las distintas masías y sus moradores.

Cuantas bodas y dotes se habrán “pactado”, antes y después de los sermones del cura, a las puertas de esta ermita.

Tras reconocer profundamente el templo, me alejé hacia el norte por el paleocanal de arenisca que le sirve de improvisado altar. Son numerosas las cazoletas excavadas en la roca que encontramos sobre él. La arenisca, roca muy endeble, es incapaz de sostenerse firme ante las acometidas del tiempo, y el firme de canal es irregular, lleno de surcos y desniveles propios de cualquier película de aventuras.

El lugar todavía me deparaba una última sorpresa. Regrese hacia la ermita por un estrecho camino que encontramos al sur del paleocanal, paralelo a él, encontrándome bajo una enorme balma de la arenisca, un bellísimo aljibe totalmente seco. Es perfectamente visible la antigua escalera de acceso, el canal de evacuación del líquido elemento y la relativamente moderna caseta que probablemente contenía una bomba que elevaba el agua hasta el canal mencionado.

Eché una última mirada al paisaje que me rodeaba. Áspero, seco y carente de una vegetación tupida, pero con un atractivo excepcional. Recomiendo encarecidamente la visita.

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