Sin lugar a dudas una de las grandes
curiosidades de nuestra provincia. Es increíble lo mucho que trabajaban los
antiguos para vencer las inclemencias meteorológicas. Este camino es buena
muestra del sistema de balizamiento antinieve usado por nuestros antepasados.
Un sistema “PIEDRA a PIEDRA”, “PEIRÓN a PEIRÓN”, para no desviarse de la ruta
cuando nos encontramos un grueso manto de nieve.
Pese a que los pilones fueron edificados
entre los siglos XVII y XVIII, cuando el Maestrazgo todavía pertenecía a “La
ruta de la lana”, elemento este muy apreciado por mercaderes de medio mundo, se
construyeron sobre un camino histórico, de antaño, uno de esos caminos cuyo
firme ha sido pisado por varias civilizaciones.
De hecho en plena conquista del Reino de
Valencia, en el año 1232, cuando el Rey Jaime I se encontraba en Teruel
preparando la estrategia para asaltar Burriana por recomendación de Don Blasco
de Alagón, este aprovechaba para tomar Morella, apelando al compromiso real de
que toda ciudad o fortaleza conquistada por el de Alagón seria para él.
Cuando la
noticia llego a su majestad “El conquistador”, enfureció. Morella era una plaza
demasiado importante para pertenecer a otro que no fuera el Rey. Marcho
entonces Jaime I sobre Morella, tomando el camino en el que hoy encontramos los
pilones, con el fin de “convencer” a Don Blasco de que aquella fortaleza debía
ser de la Corona. Aprovecho el camino para hacerse con Ares del Maestre, otra
importante plaza, para posteriormente negociar con el de Alagón la entrega de la
imponente villa de Morella. Como compensación el noble caballero aragonés fue
recompensado un año después con el señorío de Sastago (Zaragoza). Sus
descendientes se convertirían en CONDES DE SASTAGO, importante linaje aragonés.
“El conocido como “Camino de los Pilones”
es un camino histórico, un tramo de un antiguo Camino Real entre Teruel y las
poblaciones del Levante, por el Maestrazgo turolense. Se conserva en toda su
extensión el tramo que comunicaba las poblaciones de Villarroya de los Pinares
y Allepuz en Teruel, a lo largo de un recorrido de casi 6 kilómetros ; aunque
también se pueden encontrar vestigios de este antiguo camino en la Partida de
la Nave, en la loma del Pinar entre Fortanete y La Iglesuela del Cid, y en el
Puerto de Las Cabrillas entre la Iglesuela y el Portell, así como en la zona de
Valdelinares.
La costumbre de señalar los caminos con
montones de piedras, columnas o árboles es conocida desde la Antigüedad. Este
camino medieval fue vía de salida de las materias primas del Maestrazgo,
principalmente de la lana. Pudo ser transitado por el rey Jaime I El
Conquistador en su camino hacia Peñíscola desde Teruel, pasando por Allepuz y
Villarroya de los Pinares, como se deduce del documento “Llibre dels fets o
Crónica histórica”.
Probablemente este camino se señalizó con
pilones en la Edad Moderna, en el siglo XVIII. En este momento las
comunicaciones en España se racionalizaron y mejoraron considerablemente con el
fin de facilitar el tránsito, la circulación y el comercio, especialmente en lo
que se refiere a la salida de las materias primas de las áreas rurales, y en
concreto de la lana, el esparto y los tejidos del Maestrazgo.
La característica principal de este camino
es la existencia de unos grandes pilones o hitos, de los que se conservan en la
actualidad 113. Fueron construidos con obra de mampostería, piedra y mortero y
enlucidos. Son de forma cilíndrica, con mayor diámetro en basamento y remate.
Tienen en general una altura aproximada de 2’50 metros y un diámetro de unos 0’65
metros. En cada pilón podemos diferenciar tres partes: basamento, fuste y
terminación.
Los pilones se sitúan a los laterales del
camino a distancia regular, entre 30 y 50 metros , con el fin de
obtener una relación visual entre ellos para no perderse con la ventisca, nieve
y niebla, elementos meteorológicos que son frecuentes en este paisaje sin
apenas vegetación arbórea. La memoria oral incide en la construcción del camino
de los pilones a causa de la frecuente perdida de los viajeros, comerciantes, tratantes,
etc. en este paisaje semiárido del Maestrazgo turolense, al cual afectaban
todas las inclemencias del tiempo. La señalización para los caminantes es por
tanto su principal identidad, constituyendo hoy en día un magnífico ejemplo de
las comunicaciones y el intercambio entre poblaciones tal como han venido
originándose y sucediendo a lo largo de la historia.”
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