Si algo he
aprendido en estos años curioseando por ese enmarañado mundo archivero, es que
la historia puede cambiar de un día para otro a golpe de transcripción. Lo que
hoy creías negro, puede convertirse en blanco. Lo que era una teoría, puede convertirse
en certeza. Lo que dabas por seguro, acaba demostrándose falso.
Y es que
rebuscar en el pasado tiene estas cosas, pero ¿Cómo podría un buen explorador
no hacerlo?
Los
libros olvidados, los documentos perdidos y encontrados… pueden convertir un edificio
mas, en una estancia única, un montón de piedras, en “ese” montón de piedras,
un pequeño yacimiento, en el buscado yacimiento, un simple peirón, en el
legendario peirón.
El patrimonio
y esos viejos documentos van de la mano. Aquello que escribió el secretario de
un viejo Obispo, el notario de una aldea, el comendador de un castillo, el
general de una guerra, la monja de un convento, la tabernera de una posada…
aquellos viejos legajos se convierten en el alma del lugar en el que se
redactaron. Significa descifrar las experiencias vitales de aquellas personas
que amablemente decidieron legarnos un trocito de ellos mismos para que
recordemos que esa enorme construcción que hoy observamos con asombro, en otro
tiempo fue un reguero de vida.
Pues bien,
hace unos meses, en uno de los episodios de “En busca del castillo perdido”
escribía que la Bula Papal del año 1187 firmada por Gregorio VIII en la que
concedía privilegios a la Orden de Calatrava era el documento conocido más
antiguo en el que se hacía referencia a Alcorisa.
Las
incesantes pesquisas han hecho que aquella bula papal se convierta en el
segundo documento más antiguo de los que yo conozco que hace referencia a
nuestra villa. Buscando información sobre los despoblados de Pitarra y Val de
Nuez me tope con una referencia de Jordán de Asso en su libro “Historia de la
economía política de Aragón”, escrito a finales del siglo XVIII, sobre un
antiguo documento del Cartulario Menor de La Seo de Zaragoza en el que se
nombraba el despoblado de “Valdenues”.
Hace unos
días, los archiveros del cabildo zaragozano tuvieron a bien hacerme llegar la
transcripción de dicho documento y… ¡¡Sorpresa!!. No solo había referencia a
Valdenuez, también a Pitarra y, cómo no, a Alcorisa. Este documento, en el que
un Obispo llamado Bernardo hace una donación a la cámara de La Seo de Zaragoza,
habla sobre las iglesias de varios pueblos y despoblados bajoragoneses.
Lo
sorprendente es que está fechado en 1148, cuando las fronteras entre cristianos
y musulmanes en el Bajo Aragón variaban a diario a golpe de mandoble. Es más,
es probable que en esas fechas, el castillo alcorisano y el poblamiento que lo
acompañaba, estuviesen de nuevo en manos islámicas, pues tras la muerte de
Alfonso I y la crisis abierta en el reino por su testamento, los musulmanes,
agazapados en Morella, dieron un paso al frente reconquistando de nuevo las poblaciones
que el Batallador había conquistado años antes.
¿Qué significa
esto?
En primer
lugar significa que Alcorisa en 1148 ya tenía un núcleo poblacional lo
suficientemente importante para tener iglesia propia. Iglesia que muy
probablemente los cristianos, tras la conquista de Alfonso I, reubicaron en
alguna dependencia musulmana (¿Quizá en una antigua Mezquita?), pues es difícil que
a los discípulos de la cruz les diera tiempo a construir su propio templo en
tiempos tan convulsos, donde las escaramuzas e incursiones en territorio
enemigo eran habituales.
En segundo
lugar significa que aquella primera iglesia documentada en 1339 en el Archivo Municipal,
la iglesia de María Magdalena, pudiese ser la misma que el Obispo Bernardo dono
a La Seo de Zaragoza en 1148, y por lo tanto el germen poblacional del actual núcleo
urbano de Alcorisa.
¿Cuál era la ubicación
de esta iglesia? ¿Cuál pudo ser el origen del Alcorisa actual? Solo diré que
actualmente disponemos de una pista muy importante que podria resolver este
acertijo, pero de momento no desvelaremos el misterio, pues es preciso seguir
investigando para confirmar nuestras sospechas.
Como veis
nunca aseguro nada, solo teorizo, pues por desgracia el tiempo me ha enseñado
que en la historia nada es seguro, y yo no tengo ni la titulación ni la
experiencia necesaria para convertir teorías en certezas. Lo que hoy parece un castillo, mañana puede
ser una ermita.
Sea como
fuere, como dije antes, estamos al capricho de antiguos legajos. Estamos en
manos de encuentros casuales, de fructíferas investigaciones que, de golpe y
porrazo, den con algún antiguo testimonio escrito de la historia de nuestra
villa. DESCUBRIMOS PARA REDESCUBRIR
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