" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

miércoles, 31 de julio de 2013

SIMA DE SAN PEDRO

Nuestra excursión de hoy será al corazón del Parque Cultural del Río Martin, a uno de esos lugares que el capricho de la Naturaleza convierte en únicos, uno de esos lugares que no dejan de sorprenderte a pesar de las muchas veces que los visitas.
            Inicio mi marcha por la carretera A-223 en dirección a Andorra. Una vez accedo a esta localidad atravieso su variante, compuesta ya por, nada más y nada menos, que cuatro rotondas, y sigo en dirección a Albalate del Arzobispo por la misma carretera A-223. Existe una leyenda muy manida en relación a Andorra. Muchos son los que cuentan la continua llegada de visitantes buscando las estaciones de esquí debido a malas pasadas de sus GPS. Según estas leyendas, el hecho de compartir nombre con el pequeño país vecino ha supuesto que muchos esquiadores hayan confundido su camino, acabando en el Bajo Aragón en lugar de en el corazón de los Pirineos.
            Atravieso la cuarta rotonda, de nueva construcción, tomando la salida en dirección a Albalate. Dejo a mi derecha el Polígono de la Estación, un ejemplo de la reconversión minera en nuestra Comarca, pero que, por desgracia, no ha sido ajeno a la crisis en la que estamos sumidos. Paso por debajo de un puente y nada más cruzarlo encuentro una salida a mi derecha que da acceso a una carretera asfaltada que conduce a medio camino entre  Ariño y Oliete. Esta carretera se construyó para el transporte de carbón entre las minas  existentes en la zona y la Central Térmica de Andorra. De hecho, pese al cierre de varias explotaciones mineras, aún hoy es utilizada para tal fin, por lo que en días de lluvia tendremos que tener cuidado con la explosiva mezcla que supone la carbonilla dejada por los innumerables camiones y el agua, pues crea una primera película resbaladiza que ha provocado más de un susto.
            El tránsito por esta carretera es muy entretenido. Se pueden distinguir las destacadas excavaciones producidas en el terreno para la extracción del carbón a cielo abierto, contemplar las colosales máquinas abandonadas  con sus impresionantes ruedas que no dejan indiferente a nadie por el extraordinario tamaño que tienen, observar un gran lavadero de carbón todavía en funcionamiento y un imponente edificio plagado de maquinaria, maquinaria que todavía hoy cumple su función en la extracción del negro mineral. En nuestro trayecto, nos convertiremos en testigos de excepción del excelente trabajo de restauración al que han sido sometidos los terrenos antiguamente explotados.
            Tras unas naves industriales encuentro la intersección que me incorpora a la A-1401, carretera que une Oliete y Ariño, giro hacia mi izquierda en dirección a la primera, observo en el cielo un lejano ala delta que danza con el viento al compás de las ráfagas otoñales. Sin duda, un lugar privilegiado para observar los colores ocres que comienza a darnos el otoño en este mes de octubre.
            Recorro unos cuantos kilómetros en dirección a Oliete y justo frente al cruce que encontramos a nuestra izquierda en dirección a Alloza, puedo distinguir una pequeña señal que nos indica a nuestra derecha el camino de acceso al lugar de nuestra visita. El camino esta asfaltado en los primeros metros, pero acaba desembocando en una pista de grava de anchura considerable que me conduce hacia el cauce del río, atravesando cultivos de cereal ya recolectados a un lado y otro del camino. En mi descenso, aún incapaz de distinguir la Dolina, admiro los montes que tengo frente a mí, montes con escasa vegetación, en avanzado estado de erosión, de color blanquecino pálido. Si me hubiesen dicho que allí se han rodado escenas de alguna vieja película de vaqueros no me hubiese sorprendido lo mas mínimo, pues el aspecto de aquel lugar es semidesértico.
            Una extraña construcción a la derecha del paisaje llama mi atención. Es un muro de piedra ruinoso que corona  una pequeña colina. Por su deterioro imagino su antigüedad, años y años viendo, desde su posición elevada, el transcurrir de las mansas aguas del río Martín. Un cartel me indica después que se trata del Poblado Ibero de San Pedro de los Griegos, un vestigio más de nuestros lejanos antepasados que dejaron un importante legado cultural y arquitectónico en todo el Bajo Aragón Histórico. Este poblado data del siglo III a.C., y se cree que estuvo habitado hasta mediados del siglo I a.C. El yacimiento presenta dos zonas claramente identificadas, un recinto fortificado en un extremo y otro extramuros en la falda del cerro. Según he podido leer, el sistema de fortificación de este poblado, muestra la adopción de novedades con respecto a otros yacimientos de la zona, al tener que hacer frente a ejércitos con modernas maquinarias de asedio.
            Atravieso el río por un pequeño puente construido sobre varios tubos de hormigón, no es difícil adivinar que en tiempos de crecidas ese puente quedara completamente anegado por el río, pero cumple su función a la perfección cuando el caudal es el habitual. Tras coronar una pequeña cuesta distingo un cruce de caminos junto a una granja de grandes dimensiones, en el hay dos carteles indicativos, el de la derecha nos conduce al poblado ibero y el camino que continua recto es el que me lleva hasta mi destino.
            A partir de ahí el camino empeora, las lluvias han arañado el firme con fiereza, y tengo que esforzarme para no sucumbir con la rueda a las heridas profundas que nadie ha curado todavía. Es curioso que un lugar con tanta afluencia no tenga un mantenimiento constante, la profundidad de los canales labrados por el agua dice bien a las claras que hace muchísimo tiempo que ninguna maquinaria lo ha tratado con cariño.        Conforme avanzo distingo lo que parece una delimitación de color verde, es una delimitación bastante precaria, compuesta de varios soportes verticales, unidos entre sí mediante dos sirgas de gran tamaño que rodean el lugar en toda su extensión. Supongo que ese semivallado tendrá como misión evitar que los animales y personas se acerquen peligrosamente al lugar. Distingo ya las escarpadas paredes de una enorme oquedad, de un agujero de grandes dimensiones, no alcanzo a distinguir su profundidad, pero a simple vista calcularía su diámetro en unos cien metros. A pesar de que te lo describan una y mil veces, la magnitud de la sima emociona y sorprende a todos en la primera visita.
            Finalmente, tras una serpenteante cuesta arriba y una bajada pronunciada, llegamos a una explanada preparada para que aparquemos allí nuestro vehículo. Ahora ya puedo distinguir todo el perímetro de las dos sirgas que cierran el enorme hoyo que tengo ante mí. Salgo del coche y me dirijo hacia un panel explicativo colocado estratégicamente, en el puedo leer que la Sima de San Pedro es un pozo de forma acampanada, de impresionantes dimensiones, cuyo fondo está ocupado por un lago parcialmente rodeado de una zona terrosa. Por su estructura geológica está considerada única en Europa, pues sus características son propias de climas tropicales. Sus números, espeluznantes: el diámetro de la boca entre 70 y 85 metros, su profundidad hasta la lamina de agua 86 metros y la profundidad del lago 22 metros.
            Observo con detalle la explicación gráfica del panel sobre el origen de su formación. Miles de años esculpiéndose a sí misma con la ayuda del agua y la erosión para acabar siendo como es en la actualidad. Pienso en las miradas atónitas de sus visitantes a lo largo de la historia, en los pensamientos sobrecogidos de aquellas personas de la antigüedad que no tenían ante ellos un panel explicativo que les narrara el origen de aquel extraño fenómeno natural que tenían ante sus pies. ¿Sería un lugar de sacrificio? ¿Sería la boca del infierno? ¿Sería un lugar sagrado?... preguntas que en cada época y en cada civilización tenían diferente respuesta.
            Llega a mis oídos el disparo sordo de una escopeta de caza mientras una bandada de estorninos sale despavorida del interior de la sima volando hacia ninguna parte pero acompasadamente. La forma acampanada de la sima ha supuesto que sea un lugar de gran importancia ecológica. Según se puede leer, sus agrietadas paredes dan cobijo a una nutrida comunidad de especies, alrededor de 25 entre reptiles, anfibios, aves y mamíferos. Dentro de aquel enorme boquete, gracias a sus peculiares condiciones geológicas y climáticas, existe un ecosistema único en Europa.
            Comienzo a descender por una dificil senda hacia una estructura de color verde. Es una especie de balcón construido sobre la misma sima con unas poleas y engranajes justo enfrente., al lado de una placa en honor a un espeleólogo fallecido en uno de los innumerables descensos que allí se realizan. El acceso a la estructura esta prohibido pero todo el mundo tiene la tentación de asomarse a ella. De todas formas, según cuentan, el mayor espectáculo en el lugar se produce al alba y al atardecer, cuando, como si de un ritual ancestral se tratara, las aves que habitan la sima entran y salen  todos los días y en el mismo orden, como si algún general plumífero les hubiese marcado un plan de despegue y aterrizaje predeterminado. Que sabia es la naturaleza.
             Asomo la cabeza más allá de la débil barandilla. El lago es de un color negruzco, denso, rodeado de una verdosa vegetación. Busco a mi espalda una piedra de tamaño aceptable y cuando la encuentro me vuelvo a acercar al borde y la lanzo. 1, 2, 3,4 y 5 segundos es el tiempo que tarda aquella piedra en impactar contra el líquido elemento. Decido estar el mínimo tiempo posible en aquella estructura y me retiro hacia atrás pensando en los innumerables misterios que albergaran los 22 metros de agua que se esconden en el fondo de aquella extraña oquedad. Durante siglos aquel lugar ha podido ser testigo mudo de innumerables capítulos de nuestra historia y extraño guardián de los secretos que  nuestros antepasados han querido sepultar bajo aquellas aguas.
            Antes de dirigirme al coche exploro los alrededores, se puede apreciar una enorme grieta por la que el barranco que desciende de las montañas vierte el agua recogida durante las lluvias sobre la sima. Quizá aquella grieta sea el lugar por donde seguirá esculpiéndose a sí misma, el lugar por el que aumentara su grandeza con el paso de los siglos. Echo un último vistazo. Que caprichosa es la Naturaleza, mira que decidir que en un bello pueblecito de la provincia de Teruel tuviéramos una sima única en Europa, si esto lo pillaran los catalanes o los valencianos...

            La Naturaleza nos ha premiado con esta espectacular formación, ahora somos nosotros los que debemos corresponderla cuidándola y disfrutándola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario