Foto: Turismo de Morella
La madrugada
del 26 de octubre de 1232, Don Blasco de Alagón y cinco de sus caballeros
atravesaban la puerta Ferrissa del castillo de Morella. Alguien la había
abierto desde el interior. La fortaleza caía en manos de la mesnada del
caballero aragones.
Ese fue el
final de la dominación árabe del castillo morellano. La hermosa atalaya
morellana, habitada desde el III milenio antes de Jesucristo, iniciaba una nueva época, con un nuevo señor
al cargo.
No tardo
mucho en llegar la conquista de Morella a oídos del Rey Jaime I “El Conquistador”,
que pese a haber autorizado a Don Blasco a quedarse con la posesión de todo
aquello que conquistase en la invasión del Reino valenciano, considero la plaza
de tanta importancia, que decidió ir a reclamársela personalmente.
Puerta Ferrissa
Así lo
cuenta el propio Rey en el “Llibre del fets”, relato autobiográfico del
monarca:
Así que llegó don Blasco á nuestra presencia, apeóse; pusímonos Nos en pié, al verle; y luego nos sentamos todos con don Pero Ferrandez, don Atorella y Zeit—Abuzeit: pero habiéndonos él manifestado que quería hablar con Nos á solas, despedimos á todos los demás.
— ¿Qué es lo que mandáis, señor? - nos dijo
— Vos sabéis, don Blasco, que sois nuestro mayordomo, que os hemos tenido siempre en mucho y os hemos otorgado muchas gracias, y que sois además feudatario nuestro; por tanto, ya que, según me habéis noticiado, Dios os ha concedido el apoderaros de ese lugar tan fuerte y tan famoso, bien podéis conocer vos que por muy bien que con él nos sirvieseis, la plaza es tal, que solo un rey debe poseerla: os rogamos, pues, que por la naturaleza que con Nos tenéis, por las singulares mercedes que siempre os hemos dispensado, y como mayordomo nuestro, consintáis en entregarnos ese castillo, y por ende os habremos de hacer tanto bien á vos y á todos los vuestros, que pueda luego deciros todo el mundo, que buen galardón llevasteis por el servicio que nos hicisteis.
—¿Y no recordáis, señor, la escritura que me habéis otorgado?
— Sí, en efecto; y en ella se dice que debe ser vuestro cuanto ganéis de los moros.
— Ciertamente, señor.
— Á pesar de esto, don Blasco, vos conocéis ya que no debe perteneceros esa conquista, porque es tal el castillo, que vale tanto como un condado con todas sus pertenencias; lo que podéis hacer es, que ya que Dios os ha dado tan buen lugar y podéis cedérmelo, me lo entreguéis, haciéndoos yo en recompensa tantas mercedes, que por ellas conocerán los hombres el señalado servicio que me habréis prestado, y cuán agradecido os quedo.
— Señor, nos contestó, lo pensaré y os daré la respuesta.
Apartóse entonces con cuatro caballeros que iban con él, y después de haber deliberado, volvió y nos dijo:
—¿Empeñado estáis, señor, en poseer la plaza de Morella?
—Bien podéis conocerlo, le respondimos: para Nos es muy importante el tenerla, mientras que á vos os es más conveniente lo que os hemos ofrecido.
— Ya que es esta vuestra voluntad, y que tanto os interesa el poseer dicha fortaleza, me conformo, señor, y pláceme que sea vuestra: solo una cosa os pido, y es que os dignéis dármela en feudo: yo la tendré por vos; y ya que soy yo el que os la cedo, justo es que sea preferido á todos los demás.
Que nos place, le dijimos; y por consiguiente vámos á presencia de don Pero Ferrandez, don Atorella, Zeit-Abuceit y los demás caballeros, para que sepan todos que vos la tendréis en feudo por Nos.
—Bien está, nos contestó.
Y nos marchámos en seguida á encontrar á dichos nobles. Llegados Nos y Don Blasco á presencia de ellos, quería éste que Nos hablásemos primero; mas habiéndole objetado que á él le tocaba el hacerlo, tomó la palabra y dijo:
—Señor, Vos me otorgásteis escritura, en que me cedisteis todos los lugares que yo conquistase de los moros; pero tánto me habéis favorecido, y tánto me prometéis favorecerme en adelante, que es muy justo que por mi parte os preste cualquier servicio que puedo prestaros. Así pues, ya que Vos queréis que sea vuestro ese castillo, quiérolo también yo; y solo os pido que pueda tenerlo en feudo por Vos, pues justo es que para ello sea yo preferido á cualquiera otro hombre de vuestro reino.
Contestámosle que se lo agradecíamos, y que le recompensaríamos el servicio que acababa de prestarnos; y con estopúsose ante Nos de hinojos, y nos prestó homenaje de manos y de boca, de que tenia por Nos el castillo de Morella. Permanecimos allí todo aquel día, y á la mañana siguiente partimos para Arés, y nos posesionámos de dicho lugar, dando á los peones que se habían apoderado de él tales recompensas, que quedaron muy satisfechos de Nos.
Actualmente,
la fortaleza, es más parecida a como la dejo el General carlista Ramón Cabrera y su ejército,
que a como la encontró Don Blasco tras su reconquista, pero es tan imponente,
tan enorme, tan extraordinaria… que no puedes dejar de imaginar la sensación que
debió tener el caballero aragones la primera vez que se asomo a sus almenas mas
altas.
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