" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

SANTUARIO DE MONSERRATE


La construcción de edificios o templos de culto cristiano fuera de los núcleos habitados casi siempre están vinculados a algún tipo de aparición mariana. Algunas veces las leyendas nos relatan la aparición física de la virgen y otras, las mas habituales, nos narran la historia de una pequeña talla de madera que la representa, y aparece en lugares muy determinados, produciéndose el milagro de que aun después de su traslado, la imagen vuelve a aparecer en el sitio donde fue encontrada.

            El lugar que vamos a visitar en esta ocasión es ejemplo de esto último. En el siglo XII, en plena reconquista del Bajo Aragón, un pastor encontró entre las ramas de un enebro la talla de una virgen, fue trasladada por dos veces a la localidad de Fornoles, y por dos veces aquella imagen volvió a aparecer entre las ramas del enebro. Así nació el santuario de Monserrate. Mas tarde creció con el cariño y la devoción de los vecinos de Fornoles y alrededores, y si nadie lo remedia, morirá hundido por la desidia de las instituciones que deberían velar por su conservación. No entiendo el afán de la iglesia por escriturarse aquello que no es suyo si luego ni lo arregla ni lo mantiene.

            Comienzo mi excursión de hoy por la carretera nacional 211 en dirección a Alcañiz. Atravieso el pueblo del milagro y me adentro por las tupidas plantaciones de maíz que bailan al compás del viento celebrando nuestro paso.

El contraste que disfrutamos conforme nos acercamos a la “histórica y heroica” ciudad es cuando menos curioso, de un lado los modernos edificios de Motorland, del otro el imponente castillo calatravo, testigo incansable de los continuos cambios que ha sufrido el valle del Guadalope.

Una vez en la rotonda, me incorporo a la variante dirección Castellón. Desvío la mirada a mi derecha intentando distinguir el viejo caserón que tantas veces me ha quitado el sueño, la impresionante casa solariega, hoy demacrada por la soledad y el olvido. “Torre de palos” susurro mientras vuelvo a mirar hacia delante. Algún día, cuando conozca mucho más la historia y las historias de aquella masia, será protagonista de una de mis excursiones.

Continuo, sin dejarla, por la nacional 232.  Quedan atrás las ventas de Valdealgorfa y me adentro ya en la Comarca del Matarraña. Unos kilómetros mas adelante, pasado el cruce de Valderrobres, distingo una nueva intersección, Fornoles a la izquierda y La Codoñera a mi derecha. Sigo recto intentando distinguir la característica espadaña del santuario de Monserrate.

Ya lo veo a mi izquierda, pero tengo que continuar un kilómetro mas adelante, hasta el cruce de Belmonte de San José, para poder hacer el cambio de sentido que me permita acceder al santuario. A mi llegada me llaman la atención los carteles de señalización. En todos ellos se lee “Montserrate”, sin embargo en Fornoles el santuario es conocido como Monserrate. Extraña contradicción. He de decir que mientras escribo todavía desconozco el verdadero nombre del lugar, pues lo he encontrado escrito de ambas formas en infinidad de sitios.

Me bajo del coche mientras espero al que hoy será mi guía en esta interesante excursión. Sergio, amigo y vecino de Fornoles, se presto amablemente a enseñarme, no solo el Santuario, sino también las historias que en el se han vivido.

Observo detenidamente el edificio. Se distinguen dos construcciones completamente distintas, a mi izquierda, lo que parece ser la Iglesia, esta construida en piedra sillar, llena de marcas de cantería en toda su extensión, mientras que en el edificio anexo predomina la mampostería. Esta rodeado de unos inmensos cipreses, algunos de ellos, por su envergadura, parecen plantados cuando se construyeron los edificios anexos, en el siglo XVII.

He leído que por aquel lugar siempre ha transcurrido el camino real que unía las localidades de Alcañiz y Morella, o lo que es lo mismo, Zaragoza y Peñiscola. Puedo imaginar que en el siglo XVII, y debido al continuo ajetreo de carros y carretas con mercancías venidas del puerto de Peñiscola y con destino a Zaragoza, la Orden de Calatrava decidiera ampliar la pequeña ermita para dar servicio y descanso a aquellos viajeros. En definitiva el santuario ha sufrido tres transformaciones importantes. Su construcción original entre finales del siglo XII y principios del XIII, la ampliación gótica realizada en el siglo XIV y la construcción de los edificios dedicados a hospedería en el siglo XVII.

Bajo por la pequeña ladera que separa el aparcamiento del santuario y distingo el sonido lejano de un motor. Mi guía ha llegado. Sergio lleva en su mano derecha un pequeño bolso donde se oye el inconfundible sonido de la colección de llaves que presumiblemente nos darán acceso al viejo edificio contemplativo.

Comenzamos nuestra visita por el camino que se abre paso a la derecha de la construcción. El edificio es sobrio, de líneas rectas, sin grandes alardes constructivos ni complicados trabajos de cantero. Conforme avanzamos mi anfitrión me cuenta la historia de un soldado de la guardia mora de Franco que en la guerra civil, aprovechando la oscuridad y la frondosidad de uno de los cipreses, se escondió, fusil en mano, esperando el regreso del sol. Aquel soldado africano sembró el pánico entre las tropas republicanas que deambulaban esos días por el lugar, que veían caer de un disparo a sus compañeros sin conseguir localizar el origen de los mismos. Fueron muchos los soldados republicanos abatidos hasta que se descubrió la ubicación de aquella avanzadilla nacional de un solo individuo.

Tras una lucha encarnizada con las llaves por fin podemos acceder al edificio. Se abre ante mí un patio enorme, rodeado de grandes soportales con arcos de medio punto. El complejo arquitectónico rodea todo el patio interior, y pese al deterioro sufrido por el tiempo y el desuso todavía podemos apreciar la grandeza que tuvo el lugar en tiempos pasados.

A mi derecha se encuentra lo que parece ser la vivienda del santuario, el lugar donde se hospedaban aquellos que prestaban servicio a peregrinos y visitantes. Es la zona mas deteriorada, sus techumbres han sucumbido al rugido incansable de los elementos, a las desafortunadas visitas de los enemigos de lo cívico y al olvido y desidia de aquellos que deben velar por su conservación.




A mi izquierda, sobre los soportales, distingo un edificio parcialmente reconstruido. Se han consolidado techos y ventanas, conservando la esencia de lo que algún día fue un lugar de descanso y reposo. Al fondo, asentada sobre estructura de sillar y con doble puerta al patio, se encuentra lo que hoy es una de las ermitas mas veneradas del Bajo Aragón histórico.

Cuenta la leyenda que el 4 de mayo de 1512, ante la intensa sequía que asolaba todo el Bajo Aragón histórico, tuvo lugar una romería a este santuario en la que, sin haberse avisado previamente, coincidieron varios pueblos de la zona. Desde entonces cada segundo domingo de mayo se conmemora aquel hecho histórico, considerado como otro milagro de la venerada reliquia.

Conforme nos acercamos al templo, puedo distinguir la maravillosa arquivolta de su portada principal. Pese a ser gótica, esta coronada por un enorme escudo de estilo barroco y adornada con motivos religiosos y florales. A la derecha de esta puerta hay otra de extraordinarias dimensiones, no encuentro explicación a la existencia de doble puerta en apenas tres metros, y mas cuando una de ellas es de un tamaño desproporcionado.



Nos dirigimos hacia la iglesia. A mi izquierda, bajo los porches, hay restos de lo que antiguamente fue un pulpito de oración, uno de esos balconcitos elevados donde un clérigo leía las sagradas escrituras mientras los demás disfrutaban de la comida. Supongo que serian los caballeros y frailes de la Orden de Calatrava los que premiaban a los peregrinos, no solo con descanso y comida, sino también con la palabra de dios.

Entramos en la pequeña iglesia. Pese a que se cree que es de origen gótico, nada en su aspecto interior nos hace recordar los grandes alardes constructivos de aquellos maestros canteros. Su decoración actual es en su mayoría barroca, predominando el arco de medio punto en toda su estructura abovedada. Me llama la atención su altar, un altar construido en madera y en forma de isla coronado con un gran capuchón, en cuyo centro debería encontrarse una reliquia adorada y admirada por los vecinos de Fornoles. Hoy por seguridad, una foto de esa reliquia preside el lugar.


Junto al altar se encuentra una pequeña capilla de decoración barroca. Es la mejor conservada del templo. Combina tallas en yeso de escenas bíblicas con el azulete característico de la zona. La enorme puerta esta enfrente, al otro lado del altar mayor, por lo que se me ocurre una teoría del porque de su construcción. Quizá, en las celebraciones donde habría gran afluencia de gente esa puerta permanecía abierta para que las personas que debían quedarse en el patio pudiesen seguir la eucaristía sin ningún problema.

Observo un pequeño agujero en la pared posterior al altar y es ahí cuando Sergio, anfitrión, amigo y vecino de Fornoles, me relata un acontecimiento del pasado del que su tío fue testigo directo. Durante la guerra, los vecinos de Fornoles juraron defender el santuario de Monserrate de todo aquel que quisiera profanarlo, fuese de un bando o de otro. Todo transcurría sin incidentes hasta que un día, el Jefe del Estado Mayor de la Republica, Don Vicente Rojo, en una de sus muchas visitas a la zona pidió acceder a la iglesia sin ningún tipo de compañía. Aquellos intrépidos vecinos de Fornoles, temiéndose lo peor decidieron vigilar, fusil en mano, por un pequeño agujero que había tras el altar al distinguido visitante, dispuestos incluso a abrir fuego si cometía alguna tropelía dentro del templo. Vicente Rojo, ante el asombro de aquellos que lo observaban, rezo durante 45 minutos y después abandono el lugar. Lo que no sabía aquel comando de defensa del santuario es que Don Vicente, pese a permanecer fiel a la republica, era un ferviente católico.


Subimos al coro y a la torre por unas antiguas escaleras de piedra en forma de caracol sujetas una sobre otra sobre un punto central que va formando la columna. Sin lugar a dudas aquellas escaleras si que eran de la construcción original, aun diría mas, no de la ermita gótica del siglo XIV, sino del pequeño templo que se construyo una vez obrado el milagro de la virgen.

Desde la torre de espadaña se puede distinguir la localidad de Fornoles, los grandes picos de los puertos de Beceite, la inmensidad arbórea del rico bosque mediterráneo que puebla el Matarraña… Sin lugar a dudas un lugar magnifico al que acudir a poner en orden nuestras ideas.


El sol comienza a teñir de naranja las nubes altas que pueblan el cielo mientras se oculta a nuestra espalda, mas haya de la enorme chimenea de la térmica de Andorra. Decidimos ser más ágiles a la hora de echar un vistazo a los edificios anexos y nos ponemos manos a la obra. Sin embargo las prisas no nos impiden disfrutar de una sorpresa mas, en la ampliación realizada en el año 1621 se aprovecho una de las paredes laterales del antiguo templo gótico para levantar uno de los edificios anexos, eso permite poder ver  las tallas que lucían en el saliente del tejado a la altura de los ojos. Son bellísimas, la pena es que muchas de ellas están deterioradas por la mano indecente de algún terrorista del patrimonio.

Mientras nos dirigimos ya a la salida me fijo en el escudo que corona el pórtico de grandes dimensiones que da acceso al altar mayor. Distingo la silueta de un monte escarpado con una sierra de arco sobre él bajo una M invertida coronada. Es un escudo idéntico al que podemos contemplar en la abadía de Montserrat. Quizá esa sea la pista definitiva para saber cual es el verdadero nombre del santuario.


De todas formas yo seguiré llamando a aquel lugar Monserrate, pues mas haya de los motivos históricos o eclesiásticos, están los motivos sentimentales. Durante más de 800 años, generación tras generación, los vecinos de Fornoles han venerado, han cuidado, han sufrido y han amado este lugar. Durante mas de 800 años han ligado su vida y su existencia a un santuario y a una reliquia que les ha ayudado en su peregrinar por el día a día, en el transcurrir de una vida donde Monserrate ha sido protagonista obligada.

Por eso, si los fornolenses, dueños y señores de la espiritualidad del lugar, llaman al santuario Monserrate, no seré yo quien les lleve la contraria.

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