" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

miércoles, 20 de mayo de 2015

EN BUSCA DEL CASTILLO PERDIDO (capitulo 3)

De territorio íbero a la muerte de Pelegrín de Atrosillo

Los próximos números de ‘Explorador de proximidad’, poco tendrán que ver con la idea original por la que nació esta sección. Durante este 2015 nos convertimos en ‘Explorador de la historia alcorisana’. A aquellos a los que la historia no les llena, mis disculpas. Espero volver a encontraros en las aventuras de 2016. Y a aquellos a los que les apasiona la historia del lugar en el que viven tanto como a mí, disfrutadlo como yo lo he hecho. GRACIAS.

Los expertos datan el primer poblamiento íbero de la peña de San Juan alrededor del siglo II-I A.C. Ese pudo ser sin duda el germen de la Alcorisa actual. 


Vista aérea de la peña de San Juan


Se conocen numerosos poblamientos íberos anteriores a esa fecha. Uno de ellos está muy próximo a la peña de San Juan,  en Figueruelas. Así que podríamos pensar que el movimiento de población íbera de un lugar a otro se pudo producir por motivos estratégicos, con el fin de dominar la parte del valle del Guadalopillo que no se divisaba desde Figueruelas, hasta conectar con el yacimiento ibérico de El Carrascal, que domina el acceso hacia Berge por el río, el barranco de la Icesa y el llano del Lecinar, perfectamente visible éste último desde nuestra peña de San Juan, y el cruce de caminos que ya existía entonces a los pies de la montaña del Calvario.

En los años 197 y 196 A.C. se produjo una sublevación generalizada de todos los pueblos indígenas hispanos contra Roma, que había invadido nuestras tierras tras la II guerra Púnica contra los cartagineses. En un primer momento los ejércitos romanos sufrieron una derrota aplastante y a duras penas consiguieron retirarse.

Pudo ser entonces cuando los íberos armaron sus defensas ante la más que probable venganza romana, eligiendo nuestra peña de San Juan como lugar de importancia estratégica para controlar los movimientos del enemigo.

En el año 195 A.C. Roma envió refuerzos. Un ejército consular al mando del cónsul Marco Porcio Catón, al cual algunos escritos definen como “el tipo más loco y peligroso de toda Roma”. Este poderoso ejército, compuesto por alrededor de 70.000 hombres, aplastó la sublevación. Tan sólo Numancia resistió al poder destructor de los soldados romanos.

Tras años de duras revueltas y de cambios estratégicos en la perseverante colonización, finalmente Roma impuso su ley y sus costumbres a los pobladores originales, consolidando su dominio con la construcción de importantes núcleos poblacionales y villas dispersas por el territorio. Desconocemos si el poblamiento de la peña de San Juan fue abandonado en aquellos años, pero es seguro que sus estructuras fueron aprovechadas tiempo después.

Existe constancia de la presencia romana en nuestras tierras. La villa parcialmente excavada a los pies del Cabezo de la Guardia es buena muestra de ello. Es más, Montserrat Martínez encontró sobre la peña de San Juan restos de terra sigillata hispánica, cerámica de origen romano correspondiente a finales del siglo I a.C. Aunque esto no significa que hubiera pobladores romanos en el lugar, tan sólo prueba que los pobladores iberos de nuestra peña de San Juan convivieron con los invasores romanos.

Muchos de los poblados íberos que se extienden por nuestro término fueron abandonados en la época de dominación romana. Tan solo existe constancia de que en época medieval, en los siglos XII y XIII, se hace referencia  todavía a un asentamiento llamado Pitarra. (Imagen 2, 3 y 4) y que, según dice el libro ‘Historia de Aragón’ en su segundo volumen,  fue entregado por el rey Pedro II de Aragón a Artal, Hijo de Ximeno de Atrusella, junto el castillo de Foz Calanda en el año 1202. La ubicación exacta de este asentamiento se desconoce, pero Montserrat Martínez, gran conocedora de la zona, encontró cerámica medieval en unas masadas próximas a La Foya.


Imagen 2.Transcripción de documento de 1276 del libro:
 "Bullarium Ordinis Militae Calatrava" 1761



Imagen 3... "Catedra Episcopal de Zaragoza"



Imagen 4... Transcripción de la carta puebla de Camarón. 
"Documentos ineditos de la Corona de Aragon". 1851

Se cree que fue alrededor del año 466 cuando los visigodos, aprovechando la decadencia romana, irrumpieron en la Península Ibérica. En Alcorisa no existe constancia de poblamientos visigodos. Es un periodo “oscuro” de nuestra historia del que apenas se conoce nada, porque poco se ha investigado sobre ello.  Sin embargo, en Berge aparecieron dos necrópolis visigodas, expoliadas en tiempos recientes, en las proximidades de la Virgen de la Peña, en el Berchivillo y las Umbrías, en cuyas excavaciones participo Montserrat Martínez. Los materiales se encuentran en el museo provincial de Teruel.

Los visigodos dominaron nuestras tierras casi 300 años. Hasta que en la primavera del año 714 las tropas musulmanas, que tres años antes habían entrado en la Península Ibérica provenientes de África, alcanzaron el valle del Ebro. Los musulmanes iniciaron un acelerado proceso de islamización. Comenzaron por arabizar algunos nombres y habilitar mezquitas. El proceso de islamización se aceleró gracias a la concesión de enormes facilidades para todos los que se sumaron a la comunidad musulmana.

Los núcleos poblacionales que en ese momento existían en nuestro término, desconocemos en qué lugares exactos, se sometieron a los nuevos señores. Y comenzó una larga época de vasallaje islámico de la zona. Primero integrados en los dominios del califato de Córdoba, después como Marca Superior de Al-Andalus con capital en Zaragoza, y posteriormente formando parte de las Taifas musulmanas.


Es el periodo de las taifas el que mas nos interesa. Concretamente el reinado de Al-Muqtadir. Fue regente de la Taifa de Zaragoza entre los años 1046 y 1081, cuando ésta alcanzó su máximo esplendor. De hecho fue el que ordenó la construcción del actual palacio de la Aljaferia. En el año 1076, Al-Muqtadir consiguió reunir bajo sus dominios las taifas de Zaragoza, Tortosa y Denia, siendo el rey de Valencia vasallo suyo. 


En aquel periodo los cristianos comenzaron a planificar su expansión hacia el sur y Ramiro I de Aragón hostigaba continuamente a la Taifa de Zaragoza, aunque una y otra vez sus embestidas eran frenadas por las tropas musulmanas. Los enfrentamientos con Aragón se recrudecieron. Bajo reinado de Sancho Ramírez, los aragoneses recibieron por fin el apoyo decisivo del Papa Alejandro II, que supuso la llegada de refuerzos de otros países europeos.

Al-Muqtadir falleció en el 1082, dividiendo su reino entre sus dos hijos. Al-Mutaman, sería rey de la Taifa de Zaragoza, y a Al-Mundir le fue entregada en herencia la taifa de Lérida y Tortosa. No respetaron el testamento de su padre. Y como ambos querían controlar todo el territorio, se enzarzaron en una guerra que duraría varios años.

Es entonces cuando la sierra del Caballo o los Caballos se convirtió en zona de frontera entre las Taifas de Zaragoza y de Lérida y Tortosa. Estos enfrentamientos pudieron ser el origen de la construcción del castillo o qal’a de Alcorisa. La línea marcada por las fortalezas de Buñol, Calanda, Foz Calanda, Alcorisa, Berge y Molinos no sólo fue importante para frenar el avance de las tropas aragonesas en el siglo XII, también cuando Al-Mutaman y Al-Mundir guerreaban entre ellos por el dominio de plazas tan importantes como Castellote, Camarón, Olocau o Morella.

De hecho fue El Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar, el que, al servicio de la taifa zaragozana, derrotó a las tropas de Al-Mundir, apoyadas por el Condado de Barcelona, en la batalla de Monzón y Tamarite, primer enfrentamiento armado de los dos hermanos musulmanes. Tras esta victoria, Al-Mutaman envió al Cid y sus mesnadas a abrir un camino al mar para su reino por la ciudad de Morella. Es en esa empresa cuando Rodrigo Díaz de Vivar, su caballo Babieca y su espada Tizona rindieron las fortalezas de Huesa y Montalbán, para después ir hasta Alcañiz y continuar a Morella. En la batalla de Morella, que segun algunos investigadores pudo ser en Olocau y según otros en la Pobla de Alcolea, ganó a Colada, su otra espada. Es probable que el legendario caballero castellano estuviera también en las puertas del castillo alcorisano en sus correrías por el Bajo Aragón.

Seria una vez estabilizada la zona, cuando es probable que, bajo la protección del castillo, se instalara un pequeño grupo de musulmanes con el fin de explotar las huertas próximas al río, habitando la alquería que acompaño al castillo los últimos años del Islam en nuestras tierras, aunque se desconoce su ubicación exacta. Es posible que se aprovechasen estructuras anteriores.

Las tropas aragonesas se aprovecharon de los continuos enfrentamientos entre las taifas musulmanas. Y en 1118 Alfonso I el Batallador tomó Zaragoza. Un año después haría lo propio con el Bajo Aragón, marcando la frontera en las sierras de la Ginebrosa, el Caballo y los puertos de Beceite. La orografía y el entramado defensivo existente, en el que se incluía el castillo de Alcorisa, frenaron el avance de las tropas aragonesas, que no fueron capaces de consolidar la conquista de los corredores del Guadalope y el Guadalopillo hasta finales del siglo XII, bajo reinado de Alfonso II y cuando el Condado de Barcelona ya formaba parte de la Corona de Aragón.

Alfonso II cedió Alcañiz y sus aldeas a la Orden de Calatrava en 1179 (Imagen 6). El primer legajo que yo he encontrado en el que se nombra por primera vez Alcorisa y su castillo es de 1187. Se trata de una Bula Papal firmada por Gregorio VIII en la que concede privilegios a la Orden, incluyendo Alcorisa y su castillo (Imagen 7). La encontré transcrita en uno de los libros mas importantes de cuantos me he encontrado en esta intensa investigación, “Bullarium Ordenis Militae de Calatrava”, escrito en 1761 y en el que se recopilan todas las bulas y privilegios de la Orden de Calatrava desde su fundación. (Imagen 8)



Imagen 6... Transcripción del documento de cesión de Alcañiz a la Orden de Calatrava. 
"Bullarium Ordinis Militae Calatrava" 1761


Imagen 7... Transcripción del primer documento que yo conozco (año 1187)
 en el que aparece el nombre de Alcorisa. "Bullarium Ordinis Militae Calatrava" 1761


Imagen 8... Portada interior del libro "Bullarium Ordinis Militae Calatrava" 1761

Posteriormente vuelven a aparecer, en 1194, Alcorisa, Pitarra y Val de Nuez en la carta puebla de Camarón, antigua villa situada junto a Mas de las Matas, donde hoy se yergue la ermita de Santa Flora.


Poco después de 1179, fecha en que Alfonso II cedió Alcañiz y sus dominios a la Orden de Calatrava, los monjes guerreros arriendan el castillo de Alcorisa a Don Lope de Albero, primer señor cristiano de nuestras tierras tras la reconquista. Lope de Albero fue un rico hombre de mesnada, oriundo de la localidad oscense de Albero Alto, que tenía un ejército a disposición del rey de Aragón. Así que la cesión de los monjes calatravos del castillo de Alcorisa a tan ilustre caballero sólo pudo tener como objetivo asegurar la protección de la plaza conquistada. De hecho, Lope de Albero jamás fijó residencia en la fortaleza alcorisana.
Posteriormente, en 1218, Lope de Albero cedió el castillo de Alcorisa como dote a su hija Sancha Lope y a su yerno, Pelegrín de Atrosillo, que se convertiría de esta forma en el segundo señor del castillo de Alcorisa. (Imagen 9)


Imagen 9... Parte del documento en el que Don Lope de Albero cede el castillo de Alcorisa a su hija Sancha y a Pelegrín de Atrosillo. Archivo de la Corona de Aragón.

Nuestros dos primeros señores aparecen mencionados en el ‘Llibre dels fets’ de Jaime I “El conquistador”, cuando en 1220 don Rodrigo de Lizana prendió ilegalmente a Lope en su castillo de Albero trasladándolo al castillo de Lizana. Pelegrín y su hermano pidieron intervención real ante tal atropello y Jaime I declaró ilegal la detención de don Lope de Albero. Las tropas reales sitiaron Lizana, pero Don Rodrigo huyó a Albarracín bajo el amparo de sus amigos los Azagra. Las tropas reales sitiaron  la bella localidad de los Montes Universales, pero fracasaron.

Pelegrín de Atrosillo y su hermano Gil, señor de Estercuel (los Atrosillo fueron los que construyeron la primera ermita que se erigió donde hoy está el convento del Olivar), fueron dos activos soldados a las órdenes de Jaime I. Ambos participaron en las conquistas de Mallorca, Burriana, El Puig y Biar, y estuvieron presentes en las Cortes celebradas en Alcañiz en 1250. Es muy probable que en todos estos acontecimientos conocieran al barón Arnaldo Ballester, participe también en estos hechos, y que curiosamente poseía el mismo escudo de armas que los Ballester alcorisanos. (Imagen 10) En la colección archivística de don Luis de Salazar y Castro, que se guarda en la Biblioteca Nacional, existe una referencia a Don Gil de Atrosillo como alcaide de Peñiscola, una muestra más de la importancia de esta familia en la época del Conquistador.


Imagen 10... Escudo del Barón Arnaldo Ballester

Ese espíritu belicoso y los muchos señoríos que tenían los Atrosillo repartidos por la Corona, supusieron probablemente que no perdieran tiempo en la repoblación y desarrollo de la pequeña fortaleza de Alcorisa. Por eso los monjes calatravos, hartos de la poca atención del señor de Atrosillo a su dominio, decidieron romper el vinculo de Alcorisa con esta familia a la muerte de Pelegrín.

El de Atrosillo murió en 1271. Poco después los Ballester irrumpieron en Alcorisa. Según el árbol genealógico de los descendientes de la familia Ballester, ilustrado en el libro ‘Alcorisa y sus tradiciones’, don Ramón Ballester y su esposa doña Juana Bernat fueron los primeros Ballester que llegaron a Alcorisa tras la muerte de Pelegrín.

Pero… ¿residieron los Ballester en Alcorisa a partir de entonces? ¿Quién fue realmente Ramón Ballester?. Intentaremos resolver esas cuestiones en el próximo número.

Óscar librado Millán


(Permitidme una vez mas agradecer su ayuda y su colaboración en esta aventura a Marián Beltrán, Montserrat Martínez, Alberto Librado, Daniel Millera y Antonio Martínez)

miércoles, 18 de marzo de 2015

EN BUSCA DEL CASTILLO PERDIDO. CAPITULO 2



          Ha pasado ya un año desde que escribí en estas páginas mis reflexiones sobre  la ubicación del desaparecido castillo de Alcorisa. Aquellas reflexiones, basadas en indicios, casualidades y muchas preguntas sin respuesta, fueron el inicio de una aventura fascinante.

Tras aquellas primeras líneas y las muchas preguntas a las que debíamos dar respuesta, iniciamos una investigación cuyo combustible era el afán por conocer, por entender la historia de Alcorisa y de su castillo. Dicha investigación, aunque modesta y desde el desconocimiento de protocolos o procedimientos historiográficos, se basa en tres pilares fundamentales:

1-      Dar a conocer el trabajo de campo realizado en nuestra montaña del Calvario, no solo a expertos en la materia sino también a todos aquellos que pudieran estar interesados, para intercambiar pareceres, observaciones o teorías, y seguir explorando nuestro termino con el afán de enlazar las intrincadas piezas de un rompecabezas histórico que, unido, pudiera dar significado a los indicios y casualidades encontrados.

2-      Escuchar y estudiar todas y cada una de las teorías existentes sobre la fortaleza y su ubicación, así como cualquier otra reflexión que pudiese aportar luz sobre aquella antigua fortaleza.

3-      Estudiar el contexto en el que el castillo de Alcorisa y la aldea unida a él se movieron durante toda su historia, para así intentar responder al ¿cómo?, ¿cuándo? y ¿por qué?

Aquella investigación ni mucho menos ha llegado a su fin. Seguimos consultando, indagando, explorando… Pero  hace ya un año que nuestro Balcei publicó el inicio de aquella aventura. Un año desde que este inquieto “rastreador” creyó ver en nuestra amada ermita del Calvario pistas de una historia que se pudo iniciar mucho antes de la que ya conocemos. En este tiempo han pasado por nuestras manos decenas de libros, legajos, documentos, genealogías o investigaciones. Por eso me permitiréis que, en este año 2015, vuestra sección de explorador, y digo vuestra porque sin vosotros no existiría, haga un alto en nuestros paseos y recorridos por lo cercano, para centrarse en recorrer los diferentes momentos históricos que ha vivido nuestra villa. Permitidme contar con pelos y señales nuestras andanzas por el pasado de Alcorisa.

CONTINUAMOS EL TRABAJO DE CAMPO

Muchas personas se han interesado por aquella teoría llena de preguntas sin respuesta que salió publicada en Balcei hace un año. He hecho de guía para muchos amigos y amigas en una visita diferente a nuestra emblemática montaña. Y muchas han sido las veces que he tenido que aclarar que las teorías, por muchos indicios en los que se sustenten, no dejan de ser teorías. En la historia han sido muchas las teorías que resultaron ser ciertas, pero también muchas de ellas se demostraron falsas.

            Tras la publicación de aquella primera entrega, Montserrat Martínez, ilustre arqueóloga, amiga y experta en el trabajo de campo, se mostró enseguida dispuesta a ser testigo de aquellos indicios sobre los que yo había construido mi teoría. Y un sábado de primavera Marian, Montse y yo nos pusimos manos a la obra para reconocer los lugares que sustentaban mi idea de que el castillo de Alcorisa fue un Qal’a árabe que tenía como fin la protección, vigilancia y defensa de un nudo de comunicación importantísimo, arraigado ya desde tiempos iberos y romanos. En Alcorisa confluían los caminos de Alcañiz a Montalbán y Teruel y de Olocau y Castellote a Zaragoza.

            El primero, que venía de Alcañiz por el actual camino de las aldeas, discurría desde el Cabezo de la Guardia, cruzando el rio junto a la torre campana, desde allí por el camino del poyo, enlazando con la actual calle del Castillo y Marques de Lema en dirección a Teruel. Algunos vecinos de Alcorisa todavía conocen este camino como el “camino real”, y en el todavía son visibles tres de los antiguos peirones que marcaban las rutas oficiales en la antigüedad. (Fotos 1,2 y 3)





         La web de Patrimonio Cultural de Aragón, dependiente del Gobierno Aragonés, dice lo siguiente sobre los peirones: “Las cruces de término, denominadas peirones en Aragón, son pilares o monolitos construidos en piedra o ladrillo que se localizan en las proximidades de un gran número de pueblos de la comunidad. Tienen una doble funcionalidad: por un lado señalan el inicio o confluencia de caminos, siendo referencia fundamental para identificar lugares, y por otro lado tienen un carácter devocional, santificando el lugar que ocupan.”… “No obstante, los orígenes de los peirones en Aragón son muy anteriores y se remontan hasta la Antigüedad. En el mundo romano se creía que los cruces de caminos eran lugares frecuentados por fantasmas y almas en pena y para espantarlos, en ellos se colocaba una imagen de Mercurio que consistía en una columna de piedra o madera. También en el imperio conquistado por Roma se levantaban aras en las calzadas y en las salidas de las ciudades en las que se podían realizar sacrificios a los dioses confiándose a su protección. Los peirones, en su acepción actual, tienen sus orígenes en tiempos de la Reconquista, en el siglo XII aproximadamente. Según algunas teorías estos hitos eran levantados (la mayoría de ellos se construían sobre los ya edificados por los romanos), a medida que los pueblos eran tomados a los musulmanes y pasaban a poder cristiano.”

            El segundo camino venia de Zaragoza, atravesaba el rio y por la falda sur del monte Calvario de Alcorisa se dirigía a la peña del Tormo, ermitas, mina del corredor, a enlazar con el llamado “Camino de Seno” proveniente de Berge para bajar juntos al barranco de Valdecastillo y de ahí subir hacia la fuente el Salz y después Seno y Castellote. En principio pensaba que este segundo camino ascendía por la ladera de las Umbrías, pues allí existe una antigua calzada medieval, pero Javier Figuerola me contó que aquella cuesta se conocía como la “cuesta del atajo”, y era precisamente eso, un atajo sobre el camino original de Castellote.  
         
           Para confirmar la importancia de este segundo camino visitamos primero el término municipal de Castellote, concretamente el nacimiento de la fuente del Salz. Montse ya había estudiado con detenimiento aquel lugar en el pasado y conocía a la perfección su enorme importancia arqueológica. Desde aquí nuestro más sincero agradecimiento por esta visita, pues no sólo nos enseñó con detalle los  lugares que confirmaban la importancia histórica de aquel lugar (túmulos, poblados iberos, torreones, villa o estacionamiento romano, una posible presa romana, fortificaciones medievales, bellos escudos heráldicos…) (Foto 4 y 5) sino que también fue, para dos iniciados como Marian y yo, una clase maestra en la identificación de restos. MUCHAS, MUCHÍSIMAS GRACIAS.



Confirmada la importancia que aquel camino había tenido a lo largo de la historia como importante nudo de comunicación entre prósperos poblamientos, nos dirigimos a nuestro monte Calvario. Fue una sensación extraña explicar a toda una eminencia en el campo de la investigación arqueológica como Montse los indicios que yo consideraba que apoyaban la teoría de que la actual ermita del Santo Sepulcro se levantó sobre una construcción anterior. Pues bien, tras mi humilde exposición, Montse no solo no negó las evidencias, sino que, dentro de la cautela necesaria en estos temas, también vio posibles indicios de que la ermita estaba edificada sobre una construcción anterior. Coincidimos en que la presencia de un experto medievalista era muy necesaria, y que algunas de las pistas debían ser investigadas con más profundidad.

También fue fructífera la visita a la peña de San Juan, pues identificamos varios restos cerámicos de origen ibero e infinidad de restos medievales mezclados con cerámica mas moderna, del siglo XVIII en adelante. Tejas y adobes incluidos. Parecía claro que aquellos montículos de tierra que se repartían por toda la altiplanicie de la montaña y por sus laderas tenían un origen humano, y que el principio de economía descartaba que aquellos escombros hubieran sido transportados hasta allí.

Con respecto a los restos de amurallamiento que existen en el extremo norte de la peña, coincidimos en que parecían demasiado frágiles, no parecían tener la consistencia de una edificación militar islámica. Pascual Madoz en su diccionario geográfico de 1845 dice lo siguiente: “Situación: En un llano al pie de dos enormes masas de piedra de almendrilla llamadas Cantal de Alcorisa o Peña de San Juan, porque hubo allí una ermita dedicada a dicho Santo (Quiero recordar que la actual ermita de San Juan se construyo en 1919). ¿Pueden ser de esa ermita los restos que todavía hoy podemos contemplar en el borde de la Peña?

Para confirmar el origen humano de los montículos antes mencionados, pedí la colaboración de un gran amigo, Carmelo Peralta, experto en los procesos de erosión de la capa vegetal. Carmelo no solo me confirmo lo artificial de aquellos montículos terreros, también localizo aterrazamientos (foto 6), en los que encontramos restos de cerámica ibera, que podían responder al patrón de pequeñísimos huertos de labor, pues estaban debajo de un pequeño aljibe natural que todavía hoy recoge el agua de lluvia que cae sobre la zona, un aljibe rodeado de escaleras talladas en el suelo rocoso de conglomerado.


Gracias a la amabilidad de nuestro párroco y de Carmelo Calvo, visitamos tiempo después la casa del ermitaño. Si la teoría de que en la primera mitad de la casa del ermitaño y la ermita del Santo Sepulcro se levantaba un torreón de sillar y mampostería fuera cierta, los muros sobre los que se alza el adobe actual debían  llegar hasta la roca madre, cerrando el cuadrado de la estructura original. No sólo confirmamos eso, sino que descubrimos restos de antiguos muros y una sorprendente bodega excavada en la roca bajo el altar mayor de la ermita, una bodega a la que precisamente se accedía por una trampilla desde el mismo altar, que fue cerrada con ladrillo tiempo atrás. (Foto 7) No es una cripta, es una especie de despensa, quizá un lugar donde almacenar alimento,  ¿Pero por qué construir un acceso desde la ermita? ¿Quizá porque cuando se construyó no era una ermita lo que había sobre ella?


También es digno de mención el aljibe o cisterna que hay en la planta baja de la casa, donde estaban los antiguos telares. Su construcción es de una belleza y de una complejidad enorme. Un autentico ‘cubo de rubik’ de piedras sillares talladas para que casen entre ellas de una forma excepcional. (foto 8)


Con respecto a las extrañas marcas o símbolos que hay en el aljibe superior, el que está junto a la ermita, mediante filtros fotográficos intentamos aislar las marcas realizadas de forma artificial de aquellas heridas que los elementos habían producido en la roca caliza. Aun así no conseguimos descifrarlos. Incluso solicitamos ayuda en un grupo de Facebook llamado “Marcas de cantería y otros criptogramas” del que forman parte varios expertos nacionales y ninguno supo darme una respuesta concreta. Números deteriorados, marcas rúnicas, letras griegas… muchas las teorías, pero ninguna confirmación rotunda sobre el significado de aquellas cuatro marcas.

Por último, y conforme la gente se acercaba a nosotros con otras teorías, íbamos explorando y estudiando cada una de ellas.

La más extendida es la que defiende Cesáreo Gil Atrio, la de que el castillo estaba en la peña de San Juan. Incluso algunas de las personas que hablaron con nosotros sobre el asunto nos contaban que sus abuelos les hablaban del castillo Moro que había sobre la peña. Es una posibilidad que no hay que descartar, sin embargo, y después de estudiar las diferentes fortalezas islámicas, no nos parece que en nuestra peña de San Juan pudiera estar una de ellas. Los restos actuales son demasiado endebles, estaría demasiado lejos de los caminos a proteger y faltan  estructuras de almacenaje de agua. Hándicaps muy importantes. Además, como nos comento Montse Martínez, la percepción temporal de los ancianos es muy relativa, pues para ellos toda construcción cuya antigüedad se haya perdido en los anales del tiempo es de origen moro. Así lo había podido comprobar ella en las muchas excavaciones en las que ha participado, por lo que seguramente los restos del primer poblamiento ibero dieron origen a esa leyenda.

Otra teoría es que el Castillo y su correspondiente alquería (una pequeña comunidad rural de unas pocas casas, conformada por una o varias familias, que se dedicaban a explotar las tierras de los alrededores, así como a las actividades ganaderas) estuvieron en la zona de San Cristóbal, y que precisamente la ermita que antes coronaba este monte podía estar construida sobre sus restos. En mis innumerables visitas a los repetidores y a las laderas que los rodean, no he encontrado nada que me lleve a pensar que allí pudiera estar nuestro castillo o la susodicha alquería. Aunque tampoco es extraño porque cuando colocaron allí la primera antena se destruyó todo el patrimonio que quedaba en el lugar. Las posteriores roturaciones para la plantación de pinos acabarían por ocultar cualquier resto que pudiera sacarnos de dudas. Creemos que pese a ser uno de los puntos más altos de la zona, el hecho de estar tan alejado de los caminos principales y que una de las pocas pistas que tenemos sobre aquella fortaleza, la calle del Castillo, nada tenga que ver con este lugar hacen improbable que el castillo alcorisano estuviese allí. Además la ubicación de nuestro actual casco urbano añade otro “pero” a esta teoría,  la Ley del principio de economía: si tienes una alquería y una fortaleza en una orilla del río que además está en una ladera mucho mas agradecida para el sol, no construyes un casco urbano completamente nuevo en el otro lado, donde la luz solar y el espacio son más limitados.

Pese a que, como digo, tenemos motivos para pensar que estas dos ubicaciones no son las indicadas, ni mucho menos las descartamos. Si que descartamos sin embargo, la posibilidad de que el castillo estuviera cercano a la población actual pues, si hubiera sido el caso, los respectivos señores de Alcorisa habrían hecho las pertinentes modificaciones para seguir residiendo en él. No había mayor dignidad en la cultura de la época medieval que residir en el Castillo que presidía la aldea o villa. Y si era una fortificación modesta se reformaba. Aquello era un apartado más en las guerras de egos de la época.  De hecho conocemos muchos ejemplos de castillos adaptados a palacios que todavía han llegado hasta nuestros días en varias poblaciones de nuestras comarcas.

¿Y por qué estamos convencidos de que la fortaleza árabe de Alcorisa fue un Qal’a? Después de analizar detenidamente las diferentes construcciones musulmanas de la época de Al-Ándalus esa ha sido nuestra conclusión.

Los modelos de fortaleza de aquella época, descritos a la perfección por expertos de ARTEGUIAS, eran los siguientes:

-          Alcazabas: El término “alcazaba” deriva del árabe clásico qasaba. Con él se designaba al recinto fortificado situado dentro de una medina o ciudad para refugio de una guarnición o de los gobernantes de la plaza. Eran, por tanto, fortalezas urbanas.

-          Alcázares: La palabra "alcázar" proviene del árabe al-qasr, que significa "castillo" y que, a su vez, procede del latín castrum. El qasr o alcázar era un palacio o residencia aristocrática fortificada.

-          Hisn: Recinto fortificado cuya principal función era dar protección al campesinado y su ganado en tiempos de guerra, así como el control y la vigilancia de los caminos. No sólo serían castillos situados en una posición elevada, sino que actuarían como cabeza de un territorio más o menos extenso, controlando y defendiendo los espacios agrícolas irrigados, e incluso actuando como fiscalizador de los recursos del Estado.

-          Qal’a: Era otro tipo de fortificación no urbana situada en una posición estratégica, no tenia porque ser en altura, para dominar caminos y valles de ríos de mucho tránsito. Para Pavón Maldonado, fueron en su mayor parte fortalezas estatales regidas por gobernadores. Pronto, alrededor de muchas de estas fortalezas de origen rural se fue asentando población civil permanente, lo que supuso la formación de arrabales o pequeñas alquerías.

-          Atalaya: El espacio rural islámico estuvo jalonado por numerosas atalayas o torres de observación y de defensa. El vocablo "atalaya" deriva del árabe tali'a, no obstante, estas torres de vigilancia recibieron también otros nombres como maharis, bury o calahorras. Se localizaban generalmente en puntos elevados que les permitiesen controlar visualmente el espacio. Servir de avanzadilla y punto de vigilancia de los movimientos de ejércitos enemigos ante posibles cabalgadas y razias, mediante el envío y la recepción de señales visuales o acústicas, entre ellas y con las fortalezas principales.

Descartando las dos primeras por ser fortificaciones urbanas y la última por tratarse de un pequeño torreón sin la suficiente relevancia para ser subarrendado a un caballero importante de la época como Don Lope de Albero, compañero de batallas de los reyes aragoneses, tan sólo nos quedan el Hisn o el Qal’a.

El Hisn, como hemos podido leer, eran fortalezas construidas en lugares donde los recursos y la población ya eran importantes. Eran cabeza de un territorio incluso. Como ya dijimos, el origen de nuestro casco antiguo es cristiano, por lo que las posibles construcciones que hubiese alrededor del castillo en época musulmana serian escasas y de muy poca importancia, así que es muy difícil que pudiese ser cabeza de ningún territorio. Mas bien diríamos que el ejemplo de Hisn podría ser el semiderruido castillo de Calanda, que si estaba rodeado por una población relativamente importante y cuya estructura urbana hoy todavía es visible.

Por eso, bajo nuestro punto de vista, todo apunta a que el castillo de Alcorisa en época musulmana no fue más que una fortaleza militar, un Qal’a de control de caminos ocupado por soldados musulmanes, similar al que habría en Foz Calanda. Y es posible que bajo su amparo y protección pudiera nacer una alquería o arrabal de poca relevancia que explotase los regadíos del Guadalopillo. Estas fortalezas eran plazas militares donde un contingente armado era el encargado de frenar el avance enemigo, al menos hasta que las tropas que custodiaban la fortaleza principal estuvieran preparadas para entrar en batalla. Por decirlo de alguna manera, estos Qal’a tenían como objetivo anular el factor sorpresa del adversario, entretener al rival mientras sus piezas principales se preparaban para jugar la partida.

El Qal’a de Alcorisa, bien pudo ser parecido a la Torre que aun mantiene parte de su estructura en al qal’a  la Vieja (foto 9). Construida por el Islam en el siglo X, época de dominación musulmana de Alcorisa, cerca de la actual Alcalá de Henares. De lo que no cabe duda es que la construcción defensiva existente en Alcorisa tenía la suficiente importancia para ser subarrendada a un caballero de mesnada de relevancia o para darla como dote de un matrimonio, pero no tan importante como para que nuestros dos primeros señores fijasen su residencia en ella.


La posible ubicación del Qal’a en el lugar que ocupa nuestra ermita del Calvario tendría claras ventajas estratégicas. En primer lugar el despliegue de las tropas hacia el camino principal sería muy rápido por la puerta sur de la fortaleza (Casa del Ermitaño). En segundo lugar dispondrían de dos accesos al castillo, uno en la ladera y otro sobre la montaña, por el acceso actual a la ermita, lo que facilitaría las maniobras en posibles emboscadas. Y en tercer lugar dicha ubicación supondría que las tropas enemigas tuviesen que dividirse en dos para hacer efectivo un posible asedio.

Además, en lugares de relativa importancia estratégica y con una orografía poco propicia para la vigilancia, los musulmanes construían los torreones satélite de los que antes hemos hablado, las atalayas. Estas torres o bien eran de nueva construcción o se aprovechaban las estructuras ya existentes. Precisamente Montse Martínez nos habló de los restos de un torreón ibero sobre la balsa de Figueruelas, del que aún hoy podemos ver parte de sus cimientos. (Foto 10) ¿Y cómo se llama el camino que va desde la fuente del piojo rodeando el monte Calvario? Pues sí, calle Atalaya.


Probablemente fueron más las atalayas satélite del qal’a de Alcorisa, ¿Pudo la ermita de San Cristóbal estar erigida sobre los cimientos de una de estas construcciones? De momento hemos localizado tres lugares con pequeños restos constructivos, cimentados en el terreno, que por su tamaño bien podrían ser antiguas torres de vigilancia, una en la parte inferior del cabezo del Porquero, otra en lo alto de la partida de las Ermitas y  otra en lo alto del cabezo del Poyo. (Foto 11 , 12 y 13)  También hemos encontrado lugares de importancia estratégica donde la acumulación artificial de piedras o de restos cerámicos invita a pensar que también allí pudo existir algún tipo de construcción, por ejemplo la Val Fonda (Foto 14), pero no podemos afirmarlo con  seguridad, pues allí también hubo un poblado de la edad del hierro.  




De todos modos pese a que han pasado miles de años, millones de personas, decenas de ejércitos, multitud de estrategas militares… los puntos estratégicos han seguido siendo los mismos. Lo que en la edad del hierro se considero un enclave defensivo perfecto, también fue considerado así por iberos, por romanos, por visigodos, por musulmanes, por cristianos… incluso algunos de esos puntos todavía fueron enclaves de gran importancia estratégica en las ultimas guerras civiles de nuestro país. Así que estar seguros del origen de los pequeños restos constructivos que encontramos a nuestro alrededor es complicado, y mas si no hay restos cerámicos o hay presencia de restos de varias épocas.

Hasta aquí el trabajo de campo realizado en este año. Estamos a la espera de que los calendarios y las agendas permitan a  expertos medievalistas visitar nuestro pueblo y nuestro monte Calvario, pero de momento no ha sido posible. Sabemos que es complicado, pues son personas de gran relevancia académica que tienen innumerables compromisos. Esperemos que 2015 sea el año en que puedan estar con nosotros. Seguiremos insistiendo.

Pero antes de finalizar esta primera entrega reflexionemos sobre otro asunto. ¿Y el nombre de Alcorisa? Hay muchas teorías sobre el origen del nombre de nuestra villa, unas muy caballerescas, otras razonables… Me concederéis la oportunidad de introducir una más.

Como ya sabéis, el escudo más antiguo de Alcorisa que se conserva está sobre el pórtico de la Iglesia de Santa María la Mayor. En uno de sus cuarteles las barras de la Corona, en el otro la referencia a su castillo y en el tercero un corazón alado. ¿Por qué un corazón alado? Reflexionando sobre esto descubrí que en el idioma materno de los Ballester, el catalán,  “el corazón que se iza o se alza”, se traduce por “el cor hissar” en el que “el” se pronuncia al y  tanto la “h” como la “r” son mudas, por lo que se pronunciaría “al cor issa” si lo unimos “alcorissa”. Pero esto no fue lo más sorprendente, buscando mas respuestas encontré que en árabe “hissar” significa fortaleza o castillo. Sabiendo entonces que “alcor” es montaña o colina, tendríamos la composición “Alcorhissar” o fortaleza de la colina. ¿Casualidad? ¿Pudo ser “Alcorhissar” el nombre original de nuestra localidad? ¿Es consecuencia de la “latinización” del nombre árabe el corazón alado de nuestro escudo?


Muchísimas gracias por vuestra lectura. En el próximo número comenzaremos el recorrido por el contexto histórico del castillo, por los episodios que durante cientos de años fueron sucediendo alrededor de Alcorisa y su Qal’a, por las vidas de aquellos ilustres hombres de mesnada que disfrutaron de la posesión de aquella fortaleza desaparecida. Continuará…