" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

martes, 10 de junio de 2025

SANT MIQUEL DE ESPINALBAR (O ESPINALVA)

En el mundo existen las buenas personas, las muy buenas personas, las grandes personas, las personas extraordinarias... Y por encima de todo eso está mi amigo Sergio.


Conocí a Sergio Ferrero por motivos profesionales, pues fue compañero de trabajo durante varios años. Es una de esas personas que ya despiertan simpatía en el primer contacto. De esas que lo dan todo sin esperar nada a cambio. De esas personas que son capaces de hacer siempre un mundo mejor. De aquellos que hacen mejores a quienes tienen alrededor.

La primera excursión que hicimos juntos a su amada comarca del Matarraña, fue a la Cova Bonica, un extraordinario lugar con una historia sorprendente. En aquel viaje conocimos también a Jorge Manero, un guía de excepción que conocía la llamada “toscana española” como la palma de su mano.

Fue Sergio quien me hablo de un lugar excepcional en el corazón dels Ports. Un complejo construido sobre una gran atalaya que dominaba las grandes alturas de las maravillosas tierras del Matarraña. Ya estaba abandonado, pero allí, a más de 1150 metros de altura, no hace mucho que residieron familias alrededor de una vieja ermita que honraba a Sant Miquel.

“Quiero ir”, le dije. Y se puso manos a la obra. Contactó con Jorge, la brújula del Matarraña, y de forma conjunta organizaron una excursión fascinante. Alrededor de uno de los muchos almuerzos que solemos compartir, Sergio me propuso una incursión desde Beceite hasta la propia Sant Miquel, de ahí al Tossal dels Tres Reis, comida en Fredes y vuelta a la vertiente turolense de los puertos por la bella localidad de Peñarroya de Tastavins. “Si, pon fecha”, le dije.


Y esa fecha acabó llegando. No sin incertidumbre, pues las lluvias amenazaron la excursión durante toda la semana, pero aquel sábado de marzo amaneció despejado. Húmedo, pero despejado. “He comprado buen tiempo”, repetía Sergio.

Habíamos quedado en una cafetería de Valderrobres. Sergio había extendido la invitación a un matrimonio amigo de Zaragoza y yo había hecho lo propio con Carmelo y Eva. ¿Quién no querría sumergirse en la indómita tierra del Matarraña? ¿Quién no querría disfrutar de sus mágicos paisajes desde dentro? Un café, unas buenas pastas, las pertinentes presentaciones y manos a la obra.

Visitamos primero los restos de la llamada fabrica bonica, una antigua papelera construida en el año 1789, el mismo año en el que la papelera de Villarluengo entraba en funcionamiento. Sus estructuras no solo se dedicaban a la manufactura del papel, también eran la vivienda palaciega de la familia Zurita, propietaria de la instalación.


En el sótano y la planta baja se desarrollaba el proceso industrial de la elaboración del papel, pues todavía son visibles varias piletas y estructuras industriales. El primer piso, mucho más alto que las otras dos alturas superiores, era la vivienda o palacete de los propietarios, y poseía entrada independiente por la cara sur del edificio. Las dos últimas plantas son galerías o golfas, con numerosas pequeñas ventanas alrededor de toda la construcción. Era el lugar donde se procedía al secado del papel, aún hoy se pueden ver, incrustados en la pared, las maderas y clavos que soportaban las cuerdas en las que se colgaba el papel para dicho secado.

Tres de las cuatro fachadas, están decoradas con motivos pictóricos muy elaborados, con representaciones de animales, de miembros del clero, e incluso con una alegoría a las corridas goyescas, con un torero entrando a matar. Es una lástima su estado de conservación, un estado tan lamentable que ha supuesto el crecimiento en su interior de varios pinos de gran tamaño. 

Posteriormente hicimos parada en el embalse de Pena, recorriendo su monumental dique, ubicado en un estrecho de gran belleza. El embalse de Pena comenzó a construirse en 1909, poniéndose en servicio en 1930. Su presa tiene una altura de 41 metros y una anchura de 119. Según me comento Jorge, bajo las aguas de este embalse se encuentra una de las masadas en las que el famoso Floro, forajido de principios del siglo XX, hizo de las suyas.

Desde Pena, tomamos la pista asfaltada que conduce a Beceite. Y desde allí, el camino en dirección hacia el monumental Parrizal. Fue en la Vall del Prat, de camino a uno de los monumentos naturales más bonitos de Aragón, donde tomamos la pista que nos iba a conducir a Sant Miquel.



Tanto el rio Matarraña como el barranco Dels Garrigons, bajaban con caudal extraordinario. De hecho, en el trayecto tuvimos que cruzar más de una torrentera cuyo caudal había provocado daños en el firme del camino. Eso unido a la humedad del terreno, hizo que en algún momento temiésemos por la seguridad del único vehículo del triunvirato que no poseía tracción a las cuatro ruedas, pero la destreza del piloto hizo que el coche no sufriese. Tan solo se le atraganto una cuesta mojada por ir en una marcha corta, pero la superó a la segunda subiendo en segunda. Eso sí, ni las dificultades, ni las torrenteras, ni los numerosos venajes que fluían de los ribazos, evitaron que disfrutásemos de aquellos indómitos paisajes, de ese maravilloso bosque mediterráneo, de esas imponentes paredes de roca caliza que nos escoltaban durante el recorrido.

Fue al coronar la ladera derecha del Riu del Racó d’en Patorrat cuando visualizamos por primera vez el altozano de Sant Miquel. Desde la distancia parecen los restos de una gran fortaleza. Las construcciones superiores, las eras, las calzadas de piedra seca y los anchos muros destinados a sujetar las nevadas, dan al otero una apariencia de ciudad medieval, de complejo amurallado capaz de resistir numerosos asedios.

Cuando aparcamos junto a las construcciones que todavía permanecen en pie, esa sensación de robustez, de baluarte, no se disipó. Es más, las vistas que disfrutamos desde Sant Miquel, el control de los accesos a la antigua taifa de Valencia y a la de Lérida y Tortosa, lo convierten en un punto de gran valor estratégico.

En cuanto al complejo, no fui capaz de cuantificar las viviendas existentes, pero diría que, al menos, hay dos con sus respectivos edificios de servicio. Integrados en las edificaciones se encuentran los restos de la ermita que da nombre a la localización, y que, muy probablemente, seria punto de encuentro de los masoveros de la zona todos los domingos.







Algunas de las estancias están en condiciones deplorables, pero otras todavía son visitables. En su interior encontramos restos de bebidas alcohólicas y utensilios antiguos. Incluso en una de las habitaciones, junto a la figura de Sant Miquel, hay un curioso aljibe que antiguamente debía ser recipiente de las pluviales de todos los tejados. Según señalan en el blog “fotosantigues”, en la década de los cuarenta del siglo pasado todavía había familias residiendo en Sant Miquel de Espinalbar. Seguro que el fenómeno maquis y las ordenes del General Pizarro también acabaron afectando a sus moradores.

Nada en sus restos constructivos nos aporta información sobre la historia de este lugar, pero según hemos podido leer, ya hay referencias documentales datadas en 1324, cuando Ramona Zavit de Fuentespalda deja en su testamento una donación de un sueldo jaques a la ermita. De todas formas, no me cabe duda alguna de que el poblamiento de este cerro no tiene su origen en época cristiana, ni tan siquiera en época musulmana, pues un breve paseo por sus laderas me sirvió para localizar restos de cerámica ibérica. Es una cerámica fácilmente identificable.




Tras recorrer detenidamente todo el complejo, echamos un ultimo vistazo al terreno que teníamos frente a nosotros, identificando numerosas cumbres, algunas de ellas distantes del lugar, al menos, medio centenar de kilómetros en línea recta. Observar desde aquella atalaya todo el paisaje que tenemos a nuestros pies, hace que nos sintamos inmensamente pequeñitos.

No vimos ejemplares de espino albar en las cercanías del recinto, pero seguro que los hubo. Nuestros antepasados no ponían los nombres por casualidad.


Antes de comer en la localidad castellonense de Fredes, todavía tuvimos tiempo de visitar el Tossal del Tres Reis, cima en la que confluyen los límites geográficos de Aragón, Catalunya y Comunidad Valenciana. Un lugar con extraordinarias vistas desde donde se distingue incluso el mar Mediterráneo.


Es cierto que en muchas páginas WEB se habla de que dicho pico hace referencia a los reyes de Aragón, Valencia y Catalunya, pero eso no es posible, pues tanto el Rey de Aragón, como el de Valencia como el Conde de Barcelona, fueron la misma persona en época post musulmana. Si pudiera ser otra teoría leída en una WEB en la que habla de tres reyes moros, los de las taifas de Zaragoza, Lérida-Tortosa y Valencia, que dirimían sobre este pico sus diferencias. Eso sí, la realidad es que en la cartografía antigua del IGN no aparece nombre en esta ubicación, y en la actual consta como Tossal del Rei. Solo en la cartografía militar reciente aparece como Tossal dels Treis Reis. Da la sensación de que se trata de un bautizo contemporáneo.

Tras la comida, viaje de vuelta. De nuevo por paisajes increíbles, con monumentales escarpes, masas forestales bellísimas y extraordinarios rincones montaraces difíciles de olvidar. Volveremos. Incluso fuimos escoltados por las imponentes Roques del Masmut en un punto determinado del recorrido.



En definitiva, una maravillosa jornada por lugares fascinantes, visitando rincones bellísimos y acompañados de gente extraordinaria. ¿Se puede pedir más? Si, organizar cuanto antes la siguiente excursión.