AHP Huesca - Procesos
ES/AHPHU -
J/000312/0014 - Proceso contra Boneta "la Gasca", acusada
de hacer enfermar y ladrar a dos niñas de doce y trece años en Huesca, tras
pasar la mano por sus caras. Año 1575.
Este es uno de los muchos expedientes sobre brujería que
encontramos en DARA (Documentos y Archivos de Aragón). El infausto recuerdo de
la Santa inquisición y sus numerosos procesos contra supuestas brujas, también
fue una constante en el medievo aragonés.
Desde mujeres que hacían enfermar a niños hasta su muerte,
que embrujaban a muchachas, que lanzaban hechizos y maldiciones, hasta este
extraño caso contra Boneta “la Gasca”, que según los denunciantes hacia ladrar
a niñas.
La caza de brujas fue un terrible genocidio, cometido al
albor de envidias, rencores, odios e ignorancia, que supuso la muerte en la
hoguera de decenas de mujeres en toda la Europa occidental. Muchas de ellas tan
solo eran poseedoras de los grandes secretos medicinales de la propia
naturaleza. Aragón no fue una excepción.
Nuestra toponimia está impregnada del recuerdo de aquellos trágicos acontecimientos, y muchas de nuestras leyendas giran alrededor de aquellas “demonólatras” objetivo de los inhumanos inquisidores, verdaderos adoradores del demonio.
Nuestra protagonista de hoy recuerda a aquellas mujeres
mentadas como brujas. Según las leyendas del lugar, en la Cueva de las Brujas
de Cantavieja, se reunían estas temidas nigrománticas en vistosos aquelarres.
Lo curioso de este espectacular enclave geográfico, es que cercano a él
encontramos la masía de la brujera, incluso, según los mapas, la propia partida
se llama también brujera. ¿Cómo no íbamos a visitar este mágico lugar?
Una húmeda mañana, pertrechado de
enormes dosis de magia blanca (por si las moscas), puse rumbo a esta gruta
natural a la que la mística húmeda atribuye negras leyendas.
Desde mi localidad, siempre existe
debate sobre el mejor camino para llegar a Cantavieja. Si hablamos de la ruta
más rápida, la carretera de Mas de las Matas, Castellote, Bordón, Olocau y
Mirambel, es sin duda la mejor opción. Si por el contrario te gusta conducir,
te gusta disfrutar de carreteras sinuosas y paisajes únicos, la opción de la
“Silent Route” es tu opción.
En mi caso primó la rapidez, así que
fue la opción castellotana la que elegí para llegar hasta la capital del
Maestrazgo. Ojo que esta ruta no anda falta de paisajes maravillosos, están,
pero siendo honestos, la ruta del silencio, la carretera del “Caimán”, es otro
nivel.
La autonómica A-225 transcurre en la
mayor parte de su recorrido por territorio templario. El Mas con su esbelta
torre, Castellote con su castillo
templario y su histórico túnel, los bellos paisajes del embalse de Santolea,
hoy necesitado de recurso hídrico, Bordón y su majestuosa parroquia, Aloca, con
los restos de aquel castillo propiedad real,
Mirambell, uno de los pueblos más bonitos del mundo y la magnífica
atalaya donde se asienta Cantavieja vista desde lo más profundo del barranco
por el que discurre el rio.
No llegamos a penetrar en el casco
urbano cantaviejano, tras los dos miradores que dejamos a la derecha, una pista
asfaltada serpentea hasta el rio de nuevo en dirección a Tronchón, es ese el
camino que tomamos para asaltar la Cueva de las Brujas. En esta época del año,
todos los cauces de montaña son una maravillosa paleta de colores donde
combinan los verdes intensos de las húmedas mañanas y los ocres del otoño.
Al atravesar el rio y comenzar a
ascender hacia la ermita de San Cristobal, distinguí un edificio de piedra con
una era empedrada frente a él que llamo mi atención. Las piedras dibujaban un
precioso circulo, y en el centro había una circular de gran tamaño que parecía
una rueda de molino. Desconozco cual era la función de esa edificación. Los
pastores eléctricos me impidieron acercarme más a él.
Tras una sinuosa ascensión llegamos a
la ermita de San Cristóbal, un complejo eremítico de gran belleza con un peirón
espectacular. Se encuentra en un cruce de caminos, ya cercana al paraje de la
brujera. ¿Para contrarrestar a las fuerzas demoniacas? Allí nos desviamos a la
izquierda, por otra pista asfaltada con el firme hecho un desastre, en la que
la señalética indica Teruel.
Dejamos a la derecha la masía denominada en los mapas “la brujera” y frente a una pequeña cata de arcilla, a la izquierda de la pista, aparcamos el vehículo. Unos metros más adelante, a la derecha, un camino asciende ladera arriba. Los pastos están vallados, pero la valla está abierta en este camino.
El primer tercio de la ladera Sur de la Muela, combina pastos y bosque bajo. El camino discurre por estos paisajes hacia el Este en permanente ascensión. Decidimos atajar y subir campo a través hacia el roquedo donde se encuentra la cueva. A esas altitudes y con esas pendientes el pecho comienza a silbar, pero la línea recta era la ruta más rápida.
Posteriormente
a la visita, una vecina de Cantavieja nos dijo que tanto la masada como la
partida no se llamaban Brujera, sino Bajera. Lo confirman las primeras
planimetrías de la zona. Imagino que en la transcripción de las planimetrías al
mapa definitivo hubo un error, y la Bujera se convirtió en Brujera por su
proximidad con la Cueva de las Brujas. ¿Y por qué Bujera? Pues lo más lógico es
que dicho nombre responda a la propiedad de aquellas tierras, pues allí se
encuentra el Mas de Buj.
A
mitad de camino, una vez superada la primera pared de piedra de la ladera, algo
llamo poderosamente mi atención. El suelo estaba repleto de conchas fósiles de
tamaños muy variados. Pregunté a nuestro amigo y geólogo de cabecera Luis
Moliner, que me dijo que ese terreno pertenece a la Formación Mosqueruela, que
es marina y de poca profundidad. Plataforma somera submareal o intermareal. El fondo estaba expuesto al oleaje y las
mareas, por eso se depositaban allí las conchas.
Continuamos
la ascensión admirando las maravillosas vistas que se disfrutan desde allí. Las
nubes bajas, asidas al macizo del Cuarto Pelado, y los verdes intensos,
consecuencia de la humedad de la mañana, resultaban un verdadero espectáculo.
Finalmente,
tras atravesar unas cuantas balmas, llegamos a los pies del risco donde se
sitúa la cueva. Hay una sirga amarrada arriba para vencer el ultimo escollo,
pero no es tramo demasiado peligroso. Al subirlo nos desplazamos unos metros a
la izquierda y ante nosotros tenemos la majestuosa oquedad de la cueva de Las
Brujas.
La
gruta principal, la que podemos distinguir desde la entrada, no debe llegar a
los quince o veinte metros de profundidad, una altura de cuatro o cinco metros
y una anchura de otros cuatro o cinco. Poco espacio para un aquelarre numeroso
y alrededor de una hoguera. Lo sorprendente es que al final de la misma, a ras
de suelo, encontramos el inicio de una gruta mucho mas pequeña que se introduce
en las entrañas de la montaña. Caminé por ella mientras nos pareció seguro con
los elementos de protección que llevábamos, pero cuando el firme comenzó a
estar húmedo, decidí no continuar. Había avisado telefónicamente de que
entraba, pero era mejor no arriesgar más yendo solo. Volveré acompañado para
comprobar la profundidad de la gruta y si existe alguna cámara en su interior.
El tramo recorrido era un largo pasillo pétreo con el suelo lleno de rocas desprendidas de su parte superior. No puedo decir cuantos metros me introduje en aquella caverna, pero calculo que pudieron ser un centenar. Esqueletos de cabra montesa, restos de alguna fogata, murciélagos… nada que relacionase aquella cueva con antiguas hechiceras. Su morfología es propicia para inventar oscuras leyendas, pues ya desde antiguo algunas cuevas se han considerado puertas al infierno.
Cueva de las Brujas de Cantavieja, te recordaré y te admiraré siempre.