" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

sábado, 23 de noviembre de 2024

CUEVA DE LAS BRUJAS (Cantavieja)

 AHP Huesca - Procesos

ES/AHPHU - J/000312/0014 - Proceso contra Boneta "la Gasca", acusada de hacer enfermar y ladrar a dos niñas de doce y trece años en Huesca, tras pasar la mano por sus caras. Año 1575.

Este es uno de los muchos expedientes sobre brujería que encontramos en DARA (Documentos y Archivos de Aragón). El infausto recuerdo de la Santa inquisición y sus numerosos procesos contra supuestas brujas, también fue una constante en el medievo aragonés.

Desde mujeres que hacían enfermar a niños hasta su muerte, que embrujaban a muchachas, que lanzaban hechizos y maldiciones, hasta este extraño caso contra Boneta “la Gasca”, que según los denunciantes hacia ladrar a niñas.

La caza de brujas fue un terrible genocidio, cometido al albor de envidias, rencores, odios e ignorancia, que supuso la muerte en la hoguera de decenas de mujeres en toda la Europa occidental. Muchas de ellas tan solo eran poseedoras de los grandes secretos medicinales de la propia naturaleza.  Aragón no fue una excepción.

Nuestra toponimia está impregnada del recuerdo de aquellos trágicos acontecimientos, y muchas de nuestras leyendas giran alrededor de aquellas “demonólatras” objetivo de los inhumanos inquisidores, verdaderos adoradores del demonio.

Nuestra protagonista de hoy recuerda a aquellas mujeres mentadas como brujas. Según las leyendas del lugar, en la Cueva de las Brujas de Cantavieja, se reunían estas temidas nigrománticas en vistosos aquelarres. Lo curioso de este espectacular enclave geográfico, es que cercano a él encontramos la masía de la brujera, incluso, según los mapas, la propia partida se llama también brujera. ¿Cómo no íbamos a visitar este mágico lugar?

Una húmeda mañana, pertrechado de enormes dosis de magia blanca (por si las moscas), puse rumbo a esta gruta natural a la que la mística húmeda atribuye negras leyendas.







Desde mi localidad, siempre existe debate sobre el mejor camino para llegar a Cantavieja. Si hablamos de la ruta más rápida, la carretera de Mas de las Matas, Castellote, Bordón, Olocau y Mirambel, es sin duda la mejor opción. Si por el contrario te gusta conducir, te gusta disfrutar de carreteras sinuosas y paisajes únicos, la opción de la “Silent Route” es tu opción.

En mi caso primó la rapidez, así que fue la opción castellotana la que elegí para llegar hasta la capital del Maestrazgo. Ojo que esta ruta no anda falta de paisajes maravillosos, están, pero siendo honestos, la ruta del silencio, la carretera del “Caimán”, es otro nivel.

La autonómica A-225 transcurre en la mayor parte de su recorrido por territorio templario. El Mas con su esbelta torre,  Castellote con su castillo templario y su histórico túnel, los bellos paisajes del embalse de Santolea, hoy necesitado de recurso hídrico, Bordón y su majestuosa parroquia, Aloca, con los restos de aquel castillo propiedad real,  Mirambell, uno de los pueblos más bonitos del mundo y la magnífica atalaya donde se asienta Cantavieja vista desde lo más profundo del barranco por el que discurre el rio.

No llegamos a penetrar en el casco urbano cantaviejano, tras los dos miradores que dejamos a la derecha, una pista asfaltada serpentea hasta el rio de nuevo en dirección a Tronchón, es ese el camino que tomamos para asaltar la Cueva de las Brujas. En esta época del año, todos los cauces de montaña son una maravillosa paleta de colores donde combinan los verdes intensos de las húmedas mañanas y los ocres del otoño.

Al atravesar el rio y comenzar a ascender hacia la ermita de San Cristobal, distinguí un edificio de piedra con una era empedrada frente a él que llamo mi atención. Las piedras dibujaban un precioso circulo, y en el centro había una circular de gran tamaño que parecía una rueda de molino. Desconozco cual era la función de esa edificación. Los pastores eléctricos me impidieron acercarme más a él.

Tras una sinuosa ascensión llegamos a la ermita de San Cristóbal, un complejo eremítico de gran belleza con un peirón espectacular. Se encuentra en un cruce de caminos, ya cercana al paraje de la brujera. ¿Para contrarrestar a las fuerzas demoniacas? Allí nos desviamos a la izquierda, por otra pista asfaltada con el firme hecho un desastre, en la que la señalética indica Teruel.

Dejamos a la derecha la masía denominada en los mapas “la brujera” y frente a una pequeña cata de arcilla, a la izquierda de la pista, aparcamos el vehículo. Unos metros más adelante, a la derecha, un camino asciende ladera arriba. Los pastos están vallados, pero la valla está abierta en este camino.

El primer tercio de la ladera Sur de la Muela, combina pastos y bosque bajo. El camino discurre por estos paisajes hacia el Este en permanente ascensión. Decidimos atajar y subir campo a través hacia el roquedo donde se encuentra la cueva. A esas altitudes y con esas pendientes el pecho comienza a silbar, pero la línea recta era la ruta más rápida.

Posteriormente a la visita, una vecina de Cantavieja nos dijo que tanto la masada como la partida no se llamaban Brujera, sino Bajera. Lo confirman las primeras planimetrías de la zona. Imagino que en la transcripción de las planimetrías al mapa definitivo hubo un error, y la Bujera se convirtió en Brujera por su proximidad con la Cueva de las Brujas. ¿Y por qué Bujera? Pues lo más lógico es que dicho nombre responda a la propiedad de aquellas tierras, pues allí se encuentra el Mas de Buj.

A mitad de camino, una vez superada la primera pared de piedra de la ladera, algo llamo poderosamente mi atención. El suelo estaba repleto de conchas fósiles de tamaños muy variados. Pregunté a nuestro amigo y geólogo de cabecera Luis Moliner, que me dijo que ese terreno pertenece a la Formación Mosqueruela, que es marina y de poca profundidad. Plataforma somera submareal o intermareal.  El fondo estaba expuesto al oleaje y las mareas, por eso se depositaban allí las conchas.

Continuamos la ascensión admirando las maravillosas vistas que se disfrutan desde allí. Las nubes bajas, asidas al macizo del Cuarto Pelado, y los verdes intensos, consecuencia de la humedad de la mañana, resultaban un verdadero espectáculo.

Finalmente, tras atravesar unas cuantas balmas, llegamos a los pies del risco donde se sitúa la cueva. Hay una sirga amarrada arriba para vencer el ultimo escollo, pero no es tramo demasiado peligroso. Al subirlo nos desplazamos unos metros a la izquierda y ante nosotros tenemos la majestuosa oquedad de la cueva de Las Brujas.

La gruta principal, la que podemos distinguir desde la entrada, no debe llegar a los quince o veinte metros de profundidad, una altura de cuatro o cinco metros y una anchura de otros cuatro o cinco. Poco espacio para un aquelarre numeroso y alrededor de una hoguera. Lo sorprendente es que al final de la misma, a ras de suelo, encontramos el inicio de una gruta mucho mas pequeña que se introduce en las entrañas de la montaña. Caminé por ella mientras nos pareció seguro con los elementos de protección que llevábamos, pero cuando el firme comenzó a estar húmedo, decidí no continuar. Había avisado telefónicamente de que entraba, pero era mejor no arriesgar más yendo solo. Volveré acompañado para comprobar la profundidad de la gruta y si existe alguna cámara en su interior.

El tramo recorrido era un largo pasillo pétreo con el suelo lleno de rocas desprendidas de su parte superior. No puedo decir cuantos metros me introduje en aquella caverna, pero calculo que pudieron ser un centenar. Esqueletos de cabra montesa, restos de alguna fogata, murciélagos… nada que relacionase aquella cueva con antiguas hechiceras. Su morfología es propicia para inventar oscuras leyendas, pues ya desde antiguo algunas cuevas se han considerado puertas al infierno.



“Algunas grutas o cuevas que también se han considerado puertas al infierno son la cueva Coricia, en una ladera del monte Parnaso, cerca del santuario del dios Apolo en Delfos, o las cuevas del cabo Ténaro en Grecia. La boca al infierno por excelencia en Occidente se identificó con la cueva de la Sibila en Cumas, cerca del lago Averno, lugar donde vivían estas mujeres que podían profetizar el futuro. En la Eneida de Virgilio, el príncipe troyano Eneas, guiado por la Sibilia de Cumas, entra en la cueva para acceder al reino de Hades”

El viaje de las almas al mas allá: El infierno de los negros (David Hernández de la Fuente)

Salí de la cueva y tras confirmar mi salida por teléfono móvil me asomé al acantilado. Las vistas desde aquella guarida son espectaculares. Volveré, y lo haré acompañado. No solo por recorrer la inhóspita gruta que se adentra hacia el corazón de la Muela Monchén, también para compartir la majestuosidad de aquellos paisajes. Solo hay una cosa que puede mejorar aquellas vistas, las miradas cómplices ante tan magnifico espectáculo. El disfrute compartido.

Cueva de las Brujas de Cantavieja, te recordaré y te admiraré siempre.

jueves, 26 de septiembre de 2024

LA CENTRAL ELËCTRICA "MAESTRAZGO"

Ya todos conocéis mi enfermiza admiración por todo aquello que se extiende más allá de la Azud de Abenfigo hacia el alto Guadalope y el rio Pitarque. Adoro cada rincón de esa bella tierra.


De todas formas, si me obligáis a concretar, es desde el barranco de Dos Torres al barranco de la Cueva Muñoz, donde toda la bioquímica de mi cuerpo sufre una reacción en cadena que provoca en mi agitado espíritu una sensación de paz, bienestar y felicidad, carente de explicación científica.

Y es extraño, pues lo lógico es que ese sentimiento de pertenencia, ese apego emocional, se despertase en Pitarque, pues por mis venas corre sangre pitarquina. Sin embargo, pese a la inmensa belleza de los paisajes que rodean el pueblo de mis ancestros, mis chacras no se alinean de igual forma que lo hacen en el momento que dejo atrás la desaparecida localidad de Santolea y me adentro en el cauce del padre Guadalope aguas arriba del cabezo de la ermita de Santa Bárbara.

Elías Teres, ilustre arabista del siglo XX, consideraba que el río Guadalope se correspondería con el mencionado por el geógrafo andalusí Yaqüt (1179-1229), en su obra El Libro de los Países, del año 1228. Citó el río “Wadl-l-Lawh” (Río de la Tabla), del que decía que constituía una comarca rural de Zaragoza. Sabiendo que hasta el siglo XIX las navatas descendían el cauce de este rio hasta el puerto de Castelserás, el nombre de Wadl-l-Lawh le viene ni que pintado. Sin duda es la opción más plausible.

Precisamente son las aguas del Rio de la Tabla (Guadalope), las que accionaban las turbinas fabricadas en Suiza, y que eran el corazón de nuestra protagonista de hoy. Protagonista cuyo “corazón” funcionó hasta hace muy pocos años.

Este magnífico edificio sito en la margen izquierda del rio Guadalope, en un espectacular desfiladero labrado por sus aguas entre las bellas alturas de las Carcamas y el Este del cabezo de Santa Bárbara, no siempre fue fábrica de electricidad, lo que es seguro es que siempre fue importante en el tejido social e industrial de los pueblos de Ladruñan y Santolea.



Amanecía el cielo encapotado, algo poco habitual en las jornadas de agosto. Hasta el clima se coliga conmigo cuando decido visitar el vasto territorio de las hoces. No cabe duda que la relación de esos paisajes conmigo va más allá de lo entendible.

Carretera de Berge, carretera de Molinos a Seno, carretera de Cuevas, Carretera de Dos Torres y por ultimo carretera de Santolea a Ladruñan, esas fueron las vías de comunicación que nos condujeron al lugar donde se encontraba nuestro objetivo.

Resulta desolador ver el estado actual de los tres vasos del embalse de Santolea. Apenas quedan 8 hectómetros cúbicos de reservas, y la situación del embalse de Calanda no es mucho mejor. Vivimos tiempos difíciles en cuanto al necesario recurso hídrico.

Siempre que circulo junto al despoblado de Santolea, empatizo con aquellos vecinos y vecinas que se vieron obligados a abandonar su pueblo sin que este fuese inundado. Y los responsables de aquello, no contentos con eso, además les hicieron sufrir la desgarradora agresión de ver como sus casas, sus recuerdos, sus sentimientos, sus emociones… eran voladas por los aires sin miramiento ni compasión alguna. No le desearé ningún mal al cerebro que estuvo detrás de todo aquello, pero tampoco ningún bien.


Antes de pasar bajo al acueducto de la imponente acequia que discurría camino de las ricas huertas de Santolea, giramos a nuestra izquierda para avanzar medio centenar de metros hasta aparcar nuestro coche en un campo trillado, sobado en exceso por los neumáticos de los amantes de la pesca.

Desde allí nos dirigimos andando hacia la orilla de lo que en años pluviosos debería ser la lámina de agua del embalse del Puente de Santolea. Hoy, el fango seco ya está cubierto de una espesa capa de herbáceas de verde intenso que todavía no impiden el paso al ser humano. Me alegró ver que el barranco de Cuevas mantiene al menos un mínimo caudal. Son muchos los barrancos y manantiales que han perdido hasta la última gota.

Las llamadas Carcamas de Ladruñan son espectaculares. Ya despertaron esa sensación de monumentalidad y sacralidad en nuestros antepasados prehistóricos, que decidieron pintar varios de sus abrigos para inmortalizar imágenes de su día a día. Son grandes paredes de roca gris y rojiza, elevadas centenares de metros sobre el cauce del rio, decoradas con el manto intermitente de bosque mediterráneo y luciendo formas geológicas extraordinarias.


Ascendimos la margen izquierda y al fondo ya pudimos distinguir las paredes de mampuestos y sillares del antiguo molino del Cantalar. Fue el 19 de enero de 1922 cuando se publicaba en la Gaceta de Madrid la concesión a Rafael Amela Jimeno, representante de la empresa Eléctrica Morellana, de 2900 litros para la producción de energía eléctrica. Eléctrica Morellana, germen de Electra del Maestrazgo, había llegado a un acuerdo contractual con los propietarios del molino para su aprovechamiento como generador hidroeléctrico, compaginando ambas actividades.


No tenemos constancia de la fecha exacta en la que se construyó el molino, tan solo está referencia documental:


1.1. Código de referencia

ES/AHPZ - J/013501/000005

1.2. Título

Autos da denuncia del procurador de fray Romualdo Dolz, Comendador de Castellote, contra el prior de la cofradía de Santa Bárbara de Ladruñan, sobre que no que prosigan la fábrica del nuevo molino.

1.3. Fecha(s) 1771

Dado que ya existía un molino propiedad de la Orden en el núcleo urbano de Ladruñan, entendemos que esta infraestructura proyectada por la cofradía de Santa Bárbara sería la del Cantalar. Lógicamente, contaba con la oposición del Comendador, pues la puesta en servicio de este nuevo molino restaba clientela al de la encomienda y además los sanjuanistas dejaban de controlar la producción del municipio.

El molino estuvo en servicio desde entonces. Consta documento de 1832 de alquiler del mismo por 6 años, y en 1897 era Don Francisco Julve Alcañiz el encargado de la molienda. Mención aparte merece la historia de la familia de Ramón Corbatón y María Carod, que se hicieron cargo de la central apodada Maestrazgo a partir de 1925. Varias generaciones convivieron alrededor del trigo y la electricidad en este edificio cargado de experiencias vitales. Bodas, nacimientos, accidentes, minusvalías, asaltos de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón… incluso ahogamientos masivos de jabalíes que frenaron la producción.

Parte de esa historia esta relatada en el siguiente enlace:



El edificio es de planta rectangular, con el tejado a dos vertientes. En la fachada principal encontramos una gran puerta en el centro coronada por un pequeño ventanal redondo. Al lado del rio distinguimos cuatro ventanas, y bajo ellas el canal de evacuación del agua ya turbinada.

Atravesamos la raída puerta. Todavía están allí las antiguas turbinas, aunque hoy el suelo está cubierto de fango seco. Una revista de accesorios de motos depositada en el suelo, una señal de extintor o el timbre anclado a la pared son prueba fehaciente de que no hace tanto tiempo que esta vieja central estaba en activo. Entre el vandalismo y el aire han destrozado las ventanas que se abren al cauce del Guadalope, cuyos cristales están esparcidos sobre la arcilla seca.



La techumbre se mantiene en buenas condiciones. Vigas de madera se asientan sobre una elaborada estructura de hierro. Al fondo de la sala unas pequeñas escaleras de acceso a unos cubículos cuyo uso desconocemos. Y sobre ellos un altillo.

Da respeto circular por el interior, pues apenas se aprecian las trampillas de las canalizaciones subterráneas. Lo que si se mantienen son las tuberías por las que el agua en su caída impactaba violentamente contra la turbina para provocar su movimiento.


En el exterior apreciamos las ruinas de una vieja construcción, imaginamos que el antiguo hogar de los vigilantes y mantenedores. Seguimos la canalización soterrada ladera arriba, hasta el canal que discurre unos metros más arriba del edificio y que tiene su origen en una azud ubicada camino del Puente Natural. Por desgracia el canal esta en pésimas condiciones, algún tramo entre la central y la Algecira está completamente derruido.

El molino del Cantalar, la central Maestrazgo. Ojala no corra la misma suerte que las casas de Santolea, aunque parece la más probable. Ojala algún intrépido emprendedor vea en estas cuatro paredes de pavimento acuoso algún negocio u oportunidad original que le dé una segunda vida.



Ladruñan, un placer sentirte de nuevo.

domingo, 28 de abril de 2024

MOMIAS DE QUINTO DE EBRO

Volvíamos de la capital del Ebro, de uno de esos compromisos vitales cuyo motivo no viene a cuento en este artículo. Habíamos dejado atrás el cruce de Pina, y nos acercábamos a las revoltosas curvas que hay entre recta y recta en la llamada partida de El Blanco. En la agenda virtual de aquella mañana, la hora de llegada a casa iba a ser anterior a la que habíamos calculado, así que no éramos victimas del yugo de la prisa.




En el horizonte, al Este, se distinguía la silueta del monumental Piquete de Quinto de Ebro. Este templo del siglo XV, que se construyó bajo la advocación de La Asunción, recibe esa denominación popular de “El Piquete” por su posición elevada sobre el cerro de La Corona. Durante siglos, esa estratégica posición ha hecho que el templo se haya convertido en fuerte en todas las guerras en las que Quinto ha sido protagonista.


Observando las bellas trazas mudéjares del templo me vino una idea a la cabeza, “¿Por qué no vamos a ver las famosas momias?”. Aceptada la moción, enfrente de la gasolinera tomamos el camino de Valdamén.

Pasamos frente al campo de futbol. Cuantas veces habré jugado en ese campo con el Club Deportivo Alcorisa. Recuerdo algunas circunstancias francamente desagradables en las que tuvo que intervenir la Guardia Civil.

En la calle de Doña Urraca es donde encontramos el parking del museo. Desde allí ascendemos a pie al interior del recinto amurallado que rodea al antiguo templo cristiano, hoy desacralizado. Estéticamente, la antigua iglesia es preciosa. Rodeada de una inmensa explanada, sus esbozos mudéjares recién restaurados, suponen una apariencia de monumentalidad extraordinaria, con formas geométricas en su torre que solo aquellos antiguos pobladores que residían en las “morerías” de reino cristiano, eran capaces de hacer.

Antes de entrar al templo, decidimos rodear la construcción.

“Su historia constructiva muestra cierta complejidad. Originalmente se trataba de una iglesia de estilo mudéjar de una única nave dividida en tres tramos, con capillas laterales y ábside pentagonal, más dos torres en los ángulos de los pies (existen referencias a una segunda torre aparte de la conservada, que se situaría en el lado del Evangelio, aunque no quedan restos arquitectónicos de su existencia)…

Al exterior, uniformemente construido con ladrillo visto, presentan gran diferencia el cuerpo original, que abarca desde la cabecera hasta el campanario, y el añadido barroco, situado a los pies. Este último, ligeramente más alto y muy sobrio en la decoración, presenta como elemento más destacado el enorme frontón triangular, con decoración de mútulos, que corona el hastial de los pies. El edificio original del siglo XV, está recorrido en su parte superior por esa galería de arquillos renacentistas situado sobre el alero primitivo con ménsulas piramidales escalonadas; los arcos de la galería que discurre sobre el cuerpo de naves son de medio punto y doblados, mientras que los que van sobre la cabecera son ligeramente apuntados.

En cuanto a la obra original, al exterior destacan fundamentalmente tres elementos: los vanos, la puerta y la torre.

En cada uno de los paramentos se abre una compleja ventana, compuesta por tres arquillos apuntados, separados por mainel octogonal, y enmarcados por un gran arco moldurado del mismo perfil.

La torre está situada en la parte central del muro sur, pues en su origen quedaba a los pies de la iglesia. Es de planta cuadrada y cuatro cuerpos, separados por frisos con decoración dentada y cornisas sostenidas por ménsulas piramidales escalonadas. Destaca la decoración de ladrillo, con motivos de lazo de ocho y de cuatro, que presentan un panel completo en el segundo cuerpo y, en el tercero (originalmente, el cuerpo de campanas), enmarcan vanos geminados en arco apuntado sobre montados por un gran arco apuntado decorado con alfiz de ladrillo.”

Territoriomudejar.es


Accedemos a la antigua iglesia. Los muros interiores están raídos, ametrallados, carcomidos… No cabe duda que la última guerra fue cruel con el edificio. Aun así, pese al maltrato evidente al que ha sido sometido durante las últimas décadas tras su devastación en la guerra civil, es apreciable en cada rincón de su estructura su original monumentalidad.

    

Tuvo que ser una iglesia bellísima y decorada con frescos de vivos colores. Probablemente de su última restauración barroca. Los relieves de yeso existentes en alguno de los arcos de las capillas también parecen obra de esa última rehabilitación.

El tamaño del templo es similar a nuestra iglesia de San Sebastián, pero con seis capillas laterales adheridas a la nave principal. Sorprende saber que en el edificio se han cuantificado 1085 enterramientos, pero solo quince de ellos acabaron momificados.

Llama la atención de aquellos huesos cubiertos de pieles deshidratadas, el estado de sus ropajes, casi intactos. Incluso hay zapatos de cuero cuya conservación es extraordinaria.






Bigotes, dientes, pelo, uñas… es increíble contemplar cuerpos momificados a tan poca distancia. E inevitable pensar quienes serian y cómo fue su vida. Bueno, la vida de aquellos que fallecieron adultos, pues también hay cuerpos momificados de bebes que te hielan la sangre. La mortalidad tras el nacimiento en aquella época era muy alta.

Varios de los cuerpos momificados visten hábito franciscano. Incluso en alguno de los cuerpos hay lugares donde la piel y el tejido se han fusionado, haciendo difícil determinar cuál es cuál. Por muy acostumbrado que estés a la contemplación de cadáveres, conforme avanzas en aquel museo no puedes evitar sentir desasosiego y ponzoña mental ante aquellos huesos envueltos de piel seca que acercan los restos a una humanidad imaginaria.



En el museo también podemos contemplar numerosos objetos encontrados junto a los cuerpos, Algún ataúd policromado cuyo color ha resistido el paso del tiempo. Medallas, llaves, tinteros e incluso una pistola. Es sorprendente lo magníficamente conservados que están.





En definitiva, el museo de las momias de Quinto es un lugar diferente, único en Aragón. Al menos yo no conozco museo alguno en el que puedas contemplar cuerpos momificados en el mismo lugar que fueron enterrados. En un edificio cuyo envoltorio luce espectacular, pero cuyo interior es buena muestra de la destrucción y el horror vivido durante la última guerra.

Si no lo conocéis, no dudéis en acercaros. Eso sí, la visión de aquellos cuerpos menudos, amortajados, con ropajes infantiles de otras épocas, producirá desazón en el alma más curtida.

domingo, 18 de febrero de 2024

CASTILLO DE OLOCAU DEL REY

 OLOCAU-579 Almas.

“Esta villa, situada en la provincia de Castellón, reino de Valencia, pertenece en lo judicial a Morella y en lo eclesiástico al arzobispado de Zaragoza. Algunos la llaman Olocau del Rey por las grandes mercedes que debió a Don Jaime I, que la pobló en 1271, después de haber arrojado a los moros que la dominaron desde su castillo de Olcaf, cuyas ruinas se ven en una inmediata colina. El mismo Rey le dio su brillante escudo de armas.

Tiene su iglesia parroquial de Nuestra Señora del Pópulo, con cuatro ermitas, dedicadas a San Marcos, San Blas, la Magdalena y Virgen de la Naranja, y dos preciosas fuentes, cuyas aguas frescas y cristalinas sirven a sus vecinos en todas las necesidades”

"Tradiciones histórico-religiosas de todos los pueblos del arzobispado de Zaragoza (1880)"

Autor: Julio Bernal y Soriano

Nota: (Olocau perteneció a dicho arzobispado hasta 1950. Actualmente pertenece al de Tortosa. Y además, actualmente tiene cinco ermitas, incluida la de San Roque.)

Julio Bernal y Soriano

El castillo de Olcaf, aquel que, según el medievalista Ramón Menéndez Pidal, Rodrigo Díaz de Vivar “lo labro de nuevo y lo abasteció de hombres de armas y de provisiones”. Según narra este historiador del XIX, el Cid lanzó desde esta fortaleza su ofensiva contra Morella.

Son varias las localidades que se disputan la posesión del castillo de Olcaf, Olocau del Rey, población castellonense y Olocau, población valenciana, son dos de ellas. Las razias del Campeador en territorio valenciano, narradas en el “Cantar del Mío Cid”, no acaban de dar pistas concretas de cual pudo ser realmente aquel castillo musulmán tan codiciado. Los medievalistas discrepan sobre su posible ubicación.

Lo que es seguro es que era una plaza importante, pues en 1264 el castillo de Olocau pasaría a ser propiedad real, siendo intercambiado con la Orden De San Juan por el municipio de Villafames. Una muestra de la importancia que Jaime I, el rey conquistador daba a esta fortaleza.

Nunca había subido a este castillo. Jamás había ascendido por ese serpenteante sendero que da acceso a las ruinas de lo que, en tiempos pasados, fue un fortín inexpugnable. Tenía que solucionar esa anomalía. Un explorador que se precie no puede tener pendiente a una fortaleza de la importancia de la de Olocau del Rey. Así que para allí que fuimos.

Fue un domingo del mes de octubre. Uno de esos domingos en los que las temperaturas eran tórridas, rozando calores más propias de agosto que del décimo mes del calendario. Para llegar a Olocau, esa localidad de la comarca de Los Puertos de Morella que penetra en la provincia de Teruel entre las localidades de Bordón, Tronchón y Mirambel, debemos de fijar itinerario a través de la localidad templaría de Castellote. De hecho, durante más de cien años, la línea fronteriza entre Olocau y Bordón, era frontera entre las Ordenes del Temple y de San Juan. Aquellas órdenes caballerescas luchaban codo con codo contra el infiel, pero la rivalidad que existía entre ellas lejos del frente de batalla rozaba en muchas ocasiones la guerra fría.

Recorrer la carretera autonómica 226 es siempre fascinante. Solemos fijar el túnel de Castellote como frontera entre las planicies del Bajo Aragón y el agreste Maestrazgo, pero en la partida de Las Fajuelas, antes de llegar a Abenfigo, la carretera comienza a serpentear ya entre grandes alturas, estribaciones de las sierras de Los Caballos y La Menedella. Es más, como ya hicieron los antiguos, en nuestra zona yo fijaría el muro natural que separa la depresión del Ebro y el Sistema Ibérico en las sierras de Los Caballos, Peñas Blancas y La Ginebrosa. El castillo de Alganes, Castiel, el Castillo de Foz, la atalaya de Valdenuez, el castillo de Alcorisa, el castillo de Berge y el castillo de Molinos defendían este muro natural en época andalusí.

Supero el túnel, atravieso la villa templaría castellotana y pongo rumbo a Bordón. Es increíble la pasión que despiertan estos monjes guerreros del manto blanco. En realidad Castellote perteneció a tres órdenes militares distintas a lo largo de su historial medieval cristiana, la del Santo Redentor, la del Temple y la del Hospital de San Juan de Jerusalén, posteriormente de Malta. Los templarios estuvieron en Castellote poco más de cien años, mientras los hospitalarios fueron señores de la villa cinco siglos, pero siempre definimos Castellote como villa templaría debido a la fascinación que despierta esta misteriosa orden.

Dejo a la derecha la vieja presa de Santolea y atravieso los túneles de la Umbría de Nocilla para desembocar en la Refoya. Antes de que se inundasen estos paisajes, las cuencas de los ríos Bordón y Guadalope eran fértiles huertas dependientes de grandes masías. Todavía distinguimos estas ancestrales construcciones por doquier.


     Las Planas, Los Alagones, Bordón y su mística parroquial… ya no me queda nada para cruzar la frontera artificial que divide Aragón de la Comunidad Valenciana, esos carteles carreteros que determinan el lugar por donde los viejos conquistadores separaron tierras para entregarlas a sus nobles colaboradores. En este caso es el barranco de la Cueva Álvaro el accidente geográfico que delimita los dominios de las comunidades autónomas.

Serpenteo por la ladera norte de Las Tierras del Mas del Arco hasta que por fin conquistamos la austera ermita de la Magdalena, signo inequívoco de nuestra llegada a la Real Olocau.

Olocau del Rey llegó a pertenecer a la Corona de Aragón, pues fue conquistado por Alfonso II en 1184, cincuenta años antes de que se iniciase la conquista del reino valenciano. Ese mismo año pasó a manos de la Orden del Hospital. Fue el infante Don Pedro, hijo del Conquistador, quien en 1271, una vez consolidadas las fronteras alrededor de Morella, concedió carta puebla a Olocau, integrándolo en el reino valenciano.

Descendemos hacia el casco urbano, y justo antes de entrar en él, tomamos la pequeña circunvalación que rodea la villa. Un poco más adelante, unos doscientos metros, podemos aparcar nuestro vehículo e iniciar el ascenso al castillo por una senda señalizada, deteriorada por las barrancadas, pero todavía transitable.

En mi caso, como soy de esos a los que les incomoda volver por donde se va, siento que me pierdo algo, decido subir por la ladera Oeste del cerro sobre el que se asienta el castillo y después bajar por la senda mencionada. Por eso conduzco unos cientos de metros más por la pista asfaltada de un parque eólico, hasta que a la derecha distingo un depósito de agua junto al que dejo el vehículo.

Abandono el vehículo, me pertrecho y observo el cerro sobre el que se distinguen las ruinas de la importante plaza militar. Dudo unos segundos sobre la mejor forma de subir monte a través, y finalmente me decido por ir ascendiendo poco a poco en dirección norte, hasta llegar al camino por el que se puede acceder con vehículo a motor, cortado actualmente por una cadena.

Conforme avanzo, empiezo a distinguir los paisajes que se divisan desde aquella atalaya inexpugnable. Los estrechos del Bordón, las hoces, los pinares de Las Cuevas, Castellote, La Menedella, El Morrón… la superficie que se divisa desde aquella elevación es inmensa. Todavía son visibles los daños provocados por aquel terrible incendio de 1994. Hay zonas en las que el pino no ha vuelto a brotar y se distingue algún viejo ejemplar solitario que sobrevivió a aquellas terribles llamas.

Entramos en la superficie que ocupaba la fortaleza. Nos reciben los espectaculares restos de un viejo torreón circular, restaurado y convertido en mirador. 360 grados de vistas infinitas. Al Este, bajo la ladera, se encuentra la villa de Olocau, pero desde nuestra posición son perfectamente visibles las grandes alturas ubicadas a cincuenta kilómetros a la redonda.

El castillo está totalmente derruido. Encontramos restos de muros y murallas alrededor de toda la cima y numerosa cerámica, pero es complicado interpretar como pudo ser aquel mítico castillo árabe de Olcaf. Según he podido leer, se trata de un castillo tipo montano y mediano porte, estrecho y largo, de planta irregular, que posee dos recintos: uno el que lo forma la torre prismática y el aljibe y el otro la torre Principal.






Como decíamos, Menéndez Pidal, ilustre historiador del XIX,  afirmaba que entre estos muros de mampuestos, hoy esparcidos por las laderas del cerro, estuvo Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, pasando un duro invierno. Aunque algunos estudiosos actuales ofrecen otras teorías sobre donde se encontraba realmente el puerto de Alucan, lugar nombrado en el Cantar del mío Cid que Menéndez Pidal relaciona con Olocau.

Sea como fuere, nadie puede dudar de la importancia estratégica del lugar.  Un cerro a 1200 metros de altura, prácticamente inexpugnable por los cuatro puntos cardinales y que domina decenas de kilómetros cuadrados. Además, con contacto visual directo con las fortalezas de Castellote y Morella. Es un lugar extraordinario, y si el Cid buscaba un nido de águila donde planificar el asalto a la taifa valenciana, este era el perfecto. No me cabe duda.

              Castillo de Olcaf, un evocador enclave islámico con una fuerza extraordinaria y unas vistas únicas. Volveré.