Escribir de Mas de las Matas es abrir la sección de recuerdos
del periódico de mi memoria. Es escuchar las voces amables de vecinos y vecinas
que me acogían con cariño en mis escapadas veraniegas a las orillas del
Guadalope. Es añorar a mi abuela Benita, con la que tantas cosas compartí
aquellos inolvidables veranos y a la que tanto quise y querré mientras
viva. Es hablar de las aventuras vividas
con mi familia y amigos por la acequia de las lunas, por la acequia del portillo,
por la Vega, por el Martinete, por la calle de detrás de los corrales… Es
recordar la primera chica que consiguió
que desviara los ojos de un balón. Es volver a sentir las miradas curiosas de
las señoras que observaban “bicicletear” por la calle Nueva a un jovencito
desconocido. Es revivir los encierros caprinos que organizábamos con mi hermano
en el callejón del pajar. Escuchar los sonidos de la fauna corralera cuando
íbamos a darles de comer con mi abuela o mis tíos… Hablar de Mas de las Matas
es hablar de un pedazo importantísimo de mi vida.
Hoy siguen
uniéndome lazos familiares muy fuertes con esta localidad bajoaragonesa. Son lazos
de sangre y cariño sin igual, pero los recuerdos de una infancia feliz se
graban a fuego en el corazón y, sin lugar a dudas, Mas de las Matas fue uno de
esos lugares que impregnaron de emociones, sentimientos y experiencias mi crecimiento
personal. Así que permitidme, desde estas líneas, dar las gracias a todos y
cada uno de aquellos grandes seres humanos que contribuyeron, de una u otra
forma, en que hoy sea la persona que soy.
Pero hablar
de Mas de las Matas no es solo hablar de recuerdos, ni tan siquiera hablar de
los magníficos rincones que esconde a la sombra de la bella torre de su
iglesia. Hablar de Mas de las Matas es hablar de compromiso, de trabajo en
equipo, de ilusión, de proyectos comunes con el fin de recuperar la memoria de
un lugar compartido, del esfuerzo colectivo por conocer las raíces de las
gentes que pueblan este enclave Sanjuanista. Es hablar del magnifico trabajo de
un grupo de hombres y mujeres, que desde 1978, se desviven por poner en valor
el pasado, el presente y el futuro de su pueblo. Me
refiero al Grupo de Estudios Masinos.
Y en esta
ocasión visitamos la magnifica harinera recuperada por esta asociación. Su
importancia patrimonial no deja lugar a dudas. Es un auténtico tesoro
industrial restaurado con mucho gusto y dedicación para que no deje indiferente
al visitante.
Javier es
uno de los miembros mas antiguos del Grupo que tomó la responsabilidad, hace ya
muchos años, de poner en valor la historia y el patrimonio de Mas de las Matas.
Un grupo comprometido que ha dedicado tiempo, esfuerzo, trabajo, ilusión e
incluso su propio dinero, para que los vecinos del Mas disfruten del
conocimiento de su pasado, de la belleza de su patrimonio y de la información
puntual a través de la reconocidísima publicación “El Masino”.
Tras los
pertinentes saludos y agradecimientos, nos ponemos manos a la obra y comenzamos
una visita que en 36 años de vivencias entre los amables vecinos del Mas
todavía no había realizado. No tengo excusa, es imperdonable.
Antes de llegar al objetivo conocemos
los diferentes espacios que desde hace años gestiona el GEMA. Su sede en el antiguo
hospital, la Casa Feliu y La Alfarda. Edificios con alma y con aroma a tesón,
esfuerzo y mucha dedicación. Edificios que albergan, no sólo grandes riquezas
patrimoniales, también vivencias, recuerdos, discusiones, acuerdos, risas,
lloros… proyectos comunes.


Por fin, tras hablar largo y tendido
de propósitos pasados, presentes y futuros, nos encaminamos a la joya de la
corona del patrimonio industrial de Mas de las Matas, el ojito derecho de las
personas que forman el Grupo de Estudios Masinos, la Harinera.

Nada más entrar, a nuestra derecha,
una serie de paneles explicativos y varias vitrinas nos introducen en el
proceso de molienda. Los paneles están convenientemente ilustrados y las
explicaciones son muy precisas. En las vitrinas encontramos papeles y
documentos antiguos relacionados con el uso del edificio, con la historia de éste
y otros molinos que servían para transformar el grano que tanto costaba
recolectar en la materia prima del alimento diario.
Al fondo de la primera sala, justo
enfrente de vitrinas y paneles, el corazón del edificio, en este caso
corazones. Los tres molinos, de marca Averly, posan orgullosos, limpios y
aseados ante la atenta mirada de los curiosos visitantes. Atrás quedaron los
tiempos en los que el duro trabajo afeaba su aspecto, en el que el polvo del
proceso cubría sus ropajes metálicos. Hoy están jubilados y esperan orgullosos
la llegada de aquellos exploradores que quieren observarlos.
Intento seguir el rastro de tanto
conducto forrado de madera, sinfines cintas, poleas, correas, tamices… pero
desisto. Suerte que está Javier con nosotros y sus explicaciones nos ayudan a
comprender a la perfección, en éste y en los pisos superiores, el complejo
proceso que se llevaba acabo en las instalaciones. Complejo proceso que, como
no podría ser de otra manera en una localidad rica en recursos hídricos, es
accionado por la fuerza del agua.
En tiempos pasados en los que no
existían los pequeños cerebros electrónicos que hoy automatizan cualquier
proceso industrial, los cerebros de los
operarios del molino era los que garantizaban la perfecta sincronía de todos
los elementos encargados de transformar el grano. Eran ellos los que con
memoria, trabajo, precisión y grandes dosis de ingenio conseguían descifrar y
resolver cualquier problema que surgiera en cada una de las piezas del
bellísimo rompecabezas de madera y metal que componen este tesoro industrial.
Sin lugar a dudas, la harinera de Mas
de las Matas es lugar de visita obligada. Es el emplazamiento perfecto para
conocer más sobre nuestros antepasados, sobre su modo de vida, sobre su forma
de procurarse el alimento. En tiempos pasados eran capaces de crear complejos
industriales en los que la belleza y la productividad no estaban reñidos. En
los que lo bello era, a su vez, práctico.
Nos
despedimos de nuestro anfitrión no sin antes agradecerle su magnifica presentación,
su extraordinaria forma de explicar al profano el complejo proceso de
transformación y cada uno de los elementos que lo componen. Cada palabra, cada
gesto, cada respuesta… va recubierta de pasión. Pasión por su pueblo, pasión
por sus raíces, pasión por el trabajo que el Grupo de Estudios Masinos sigue
desarrollando en la recuperación de los recuerdos, en la recuperación de la
memoria de un pueblo agradecido, la recuperación de una historia vivida por
aquellos que ocuparon nuestras calles antes que nosotros.
Enhorabuena,
y gracias por todo amigos del GEMA.