OLOCAU-579 Almas.
“Esta villa, situada en la provincia de Castellón, reino de Valencia, pertenece en lo judicial a Morella y en lo eclesiástico al arzobispado de Zaragoza. Algunos la llaman Olocau del Rey por las grandes mercedes que debió a Don Jaime I, que la pobló en 1271, después de haber arrojado a los moros que la dominaron desde su castillo de Olcaf, cuyas ruinas se ven en una inmediata colina. El mismo Rey le dio su brillante escudo de armas.
Tiene su iglesia parroquial de Nuestra Señora del Pópulo, con cuatro ermitas, dedicadas a San Marcos, San Blas, la Magdalena y Virgen de la Naranja, y dos preciosas fuentes, cuyas aguas frescas y cristalinas sirven a sus vecinos en todas las necesidades”
"Tradiciones histórico-religiosas de todos los pueblos del arzobispado de Zaragoza (1880)"
Autor: Julio Bernal y Soriano
Nota: (Olocau perteneció a dicho arzobispado hasta 1950. Actualmente pertenece al de Tortosa. Y además, actualmente tiene cinco ermitas, incluida la de San Roque.)
Julio Bernal y Soriano
El castillo de Olcaf, aquel que, según el medievalista Ramón Menéndez Pidal, Rodrigo Díaz de Vivar “lo labro de nuevo y lo abasteció de hombres de armas y de provisiones”. Según narra este historiador del XIX, el Cid lanzó desde esta fortaleza su ofensiva contra Morella.
Serpenteo por la ladera norte de Las Tierras del Mas del Arco hasta que por fin conquistamos la austera ermita de la Magdalena, signo inequívoco de nuestra llegada a la Real Olocau.
Olocau del Rey llegó a pertenecer a la Corona de Aragón, pues fue conquistado por Alfonso II en 1184, cincuenta años antes de que se iniciase la conquista del reino valenciano. Ese mismo año pasó a manos de la Orden del Hospital. Fue el infante Don Pedro, hijo del Conquistador, quien en 1271, una vez consolidadas las fronteras alrededor de Morella, concedió carta puebla a Olocau, integrándolo en el reino valenciano.
Descendemos hacia el casco urbano, y justo antes de entrar en él, tomamos la pequeña circunvalación que rodea la villa. Un poco más adelante, unos doscientos metros, podemos aparcar nuestro vehículo e iniciar el ascenso al castillo por una senda señalizada, deteriorada por las barrancadas, pero todavía transitable.
En mi caso, como soy de esos a los que les incomoda volver por donde se va, siento que me pierdo algo, decido subir por la ladera Oeste del cerro sobre el que se asienta el castillo y después bajar por la senda mencionada. Por eso conduzco unos cientos de metros más por la pista asfaltada de un parque eólico, hasta que a la derecha distingo un depósito de agua junto al que dejo el vehículo.
Abandono el vehículo, me pertrecho y observo el cerro sobre el que se distinguen las ruinas de la importante plaza militar. Dudo unos segundos sobre la mejor forma de subir monte a través, y finalmente me decido por ir ascendiendo poco a poco en dirección norte, hasta llegar al camino por el que se puede acceder con vehículo a motor, cortado actualmente por una cadena.
Conforme avanzo, empiezo a distinguir los paisajes que se divisan desde aquella atalaya inexpugnable. Los estrechos del Bordón, las hoces, los pinares de Las Cuevas, Castellote, La Menedella, El Morrón… la superficie que se divisa desde aquella elevación es inmensa. Todavía son visibles los daños provocados por aquel terrible incendio de 1994. Hay zonas en las que el pino no ha vuelto a brotar y se distingue algún viejo ejemplar solitario que sobrevivió a aquellas terribles llamas.
Entramos en la superficie que ocupaba la fortaleza. Nos reciben los espectaculares restos de un viejo torreón circular, restaurado y convertido en mirador. 360 grados de vistas infinitas. Al Este, bajo la ladera, se encuentra la villa de Olocau, pero desde nuestra posición son perfectamente visibles las grandes alturas ubicadas a cincuenta kilómetros a la redonda.
El castillo está totalmente derruido. Encontramos restos de muros y murallas alrededor de toda la cima y numerosa cerámica, pero es complicado interpretar como pudo ser aquel mítico castillo árabe de Olcaf. Según he podido leer, se trata de un castillo tipo montano y mediano porte, estrecho y largo, de planta irregular, que posee dos recintos: uno el que lo forma la torre prismática y el aljibe y el otro la torre Principal.
Como decíamos, Menéndez Pidal, ilustre historiador del XIX, afirmaba que entre estos muros de mampuestos, hoy esparcidos por las laderas del cerro, estuvo Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, pasando un duro invierno. Aunque algunos estudiosos actuales ofrecen otras teorías sobre donde se encontraba realmente el puerto de Alucan, lugar nombrado en el Cantar del mío Cid que Menéndez Pidal relaciona con Olocau.
Sea como fuere, nadie puede dudar de la importancia estratégica del lugar. Un cerro a 1200 metros de altura, prácticamente inexpugnable por los cuatro puntos cardinales y que domina decenas de kilómetros cuadrados. Además, con contacto visual directo con las fortalezas de Castellote y Morella. Es un lugar extraordinario, y si el Cid buscaba un nido de águila donde planificar el asalto a la taifa valenciana, este era el perfecto. No me cabe duda.
Castillo de Olcaf, un evocador enclave islámico con una fuerza extraordinaria y unas vistas únicas. Volveré.