miércoles, 17 de junio de 2015

LA CASA MALDITA DE ALCAÑIZ



“El niño observaba la lámina de agua que, unos metros mas abajo, reflejaba los rayos del sol en ese mediodía del domingo de resurrección.



En su mano derecha, la oblea humedecida  que Mosén Bartholome Lanaja le había dado en la misa de esa mañana. En su mano izquierda el crucifijo de plata que su tío, el cardenal Domingo Ram, le había entregado antes de partir a Roma.


Dió dos pasos hacia atrás hasta alejarse un poco del viejo pozo del jardín de su palacio. Sabía que aquello que estaba a punto de hacer era un sacrilegio, sabía que aquel simple gesto supondría el castigo divino para su familia. 


Mosén Bartholome les había dicho en infinidad de ocasiones que jugar con el cuerpo de Cristo era el mayor de los pecados, mientras él y su amigo Hernán discutían por ver quién de los dos trasladaba el copón con las hostias consagradas al altar.


“No podía hacerlo”, pensó. Al darse la vuelta vio el bello rostro de su cuidadora. Zaida lo miraba desde una ventana con el rostro enjuto, triste, rasgado por el recuerdo. Recordó entonces las terribles historias que le conto sobre las torturas y vejaciones que ella y su familia habían sufrido por parte de la Inquisición por el mero hecho de amar de otra forma a Dios, por rezarle de otra forma, por quererle de otro modo.


El  marido de Zaida murió en el potro de tortura, su hija le fue arrebatada por una noble familia zaragozana, y su madre quemada viva acusada de brujería. Ella tuvo la cuestionable suerte de convertirse en la concubina de su tío, el Cardenal, que la mantuvo con vida y le encargo el cuidado de su sobrino cuando los lascivos pensamientos del jerarca eclesiástico eran saciados.


El niño volvió a mirar a su amada Zaida. “Yo te vengare” dijo en voz baja, y con un gesto ágil y decidido tiro a aquel pozo el crucifijo y la hostia consagrada.


Desde aquel día, la maldición cayó sobre aquel noble palacete. El palacio de los RAM sucumbió al desanimo de sus moradores y  al paso del tiempo, y pese a que en muchas ocasiones se intento recuperar el esplendor de esta bella construcción, por unas circunstancias o por otras nunca ha sido posible. “


Quizá la historia no fue tal que así, pero algo parecido ronronean todavía los mayores de Alcañiz sobre aquella casa maldita en la que un niño lanzo al pozo su ostia consagrada. Sea como fuere, aquel viejo palacio, sigue esperando que alguien acabe con aquella maldición.

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