lunes, 21 de abril de 2014

LA ERMITA DEL LLOVEDOR

          El Castillo Templario de Castellote todavía recuerda aquel día, uno de tantos del siglo XVIII, en el que sus vecinos comenzaron a construir bajo sus pies la hermosa ermita del Llovedor.


           La construyeron en la cara norte de la imponente mole rocosa en la que él ejercía de vigiá del tiempo desde hacia cientos de años, junto al lugar donde la roca caliza lloraba la sangrienta historia de esos bellos rincones. Lloraba por los recuerdos en los que veía a los seres humanos vivir para destruir, construir para romper, luchar y sangrar, guerrear en nombre de dioses y causas sin sentido que solo servían para sembrar odio, muerte y dolor.


     Hoy el Castillo, debido a aquellos caprichos guerrilleros que tantas veces lo han azotado a lo largo de la historia se encuentra amputado, consolidado, pero amputado. La grandeza de aquella enorme fortaleza que en su día poso orgullosa sobre las espeluznantes cortadas de Castellote, sobre la puerta al territorio del Maestrazgo, solo podemos imaginarla.
              
             Sin embargo los muros originales del Castillo, aquellos que dan al norte, todavía pueden ver a su inseparable compañera de viaje, a esa pequeña ermita levantada en honor a la virgen del Llovedor, levantada donde la montaña sigue llorando por el ser humano, donde la montaña sigue llorando por el futuro de este planeta.

         La ermita del Llovedor es venerada por castellotanos y visitantes. Cuidada y mimada. Es visitada en romería y junto a ella se reúnen cuadrillas de amigos y familiares para disfrutar del maravilloso paraje en el que esta enclavada.   Es de nave única, de techo plano, construida en mampostería, sillar y sillarejo y tanto el presbiterio como la sacristía aprovechan la roca madre horadada.

           El  Castillo  observa orgulloso a  su  hermana  pequeña. Contempla a los castellotanos cuidar con mimo todo el entorno del  templo. Satisfecho por la admiración y cuidados que los vecinos tienen por la pequeña y hermosa ermita piensa:

“Si a mi me hubieran querido y cuidado igual... al menos puedo decir que me han ayudado a mantenerme en pie. Puedo decir que después de la extrema violencia a la que he sido sometido en infinidad de ocasiones, por fin mis vecinos me valoran, me quieren, me visitan y se preocupan por mi. Ojala, tanto mi hermana pequeña como yo, podamos posar 1000 años más orgullosos y felices ante los ojos emocionados de nuestros amigos castellotanos. Y que sea en paz, sobretodo que sea en paz”   

                                       

No hay comentarios:

Publicar un comentario