jueves, 4 de julio de 2013

POZO DEL SALTO


 
En esta ocasión nuestra excursión discurrirá por nuestra propia cuenca, la del Guadalopillo, para ser más exactos en el cauce de uno de sus afluentes. Visitaremos un lugar tan bello como desconocido. Aunque en este caso ese desconocimiento juega a su favor, pues su riqueza estética y natural no se ha visto afectada tan apenas por la mano del hombre.

Iniciamos nuestro recorrido en coche, dirección hacia Molinos. Una vez pasado el cruce de Molinos-Venta de la Pintada, a unos 200 metros en dirección al bellísimo pueblo de las Grutas de Cristal, podremos observar un camino hacia la derecha con un cartel indicador por el que deberemos entrar para poder llegar a nuestra excursión de hoy. Es un tramo de camino de aproximadamente 4 kilómetros herido por las lluvias, pero que todavía es practicable para turismos. Dejaremos a mano derecha una ermita recién restaurada, la ermita de Santa Lucia, donde han combinado en su restauración la belleza de su pequeña torre y un edificio funcional y moderno completamente nuevo.

Finalizara nuestra travesía en coche en unas tierras de labor, pues es el lugar donde se acaba el camino. Una vez descendamos del vehiculo podremos apreciar fácilmente el barranco por donde ascenderemos hasta el pozo del salto. Un barranco tallado por el pequeño riachuelo que discurre entre grandes cortadas de roca caliza. Un riachuelo que con la ayuda de las lluvias se convierte en un gigante embravecido capaz de pulir las rocas mas duras.

Nada mas adentrarnos en el cauce de ese riachuelo podremos apreciar diferentes obras hidráulicas, hoy en desuso, que ayudaban al almacenaje y distribución del agua que discurre mansa mientras esquiva los obstáculos que la erosión ha ido colocándole en el camino. Es curioso observar como nuestros antepasados aprovechaban los propios materiales que la naturaleza ponía a su disposición para reconducir el líquido elemento hasta sus tierras, prueba de ello es la pequeña acequia tallada sobre la misma roca y que estaba destinada a esa función.


Caminaremos por una senda pisada, libre de vegetación y fácil de seguir. Es una senda de poca dificultad, aunque en varias ocasiones las aguas del pequeño riachuelo, o los enormes cantos rodados depositados en las orillas del mismo, nos obligaran a un sobreesfuerzo para poder superarlos. Sin embargo, la majestuosidad del lugar que vamos a visitar hace que merezca la pena remangarse o arrastrarse sobre las rocas en alguna ocasión.

Son poco mas de dos kilómetros de senda si sumamos la ida y la vuelta, una senda que en el ultimo tramo discurre entre bosque de ribera y bosque mediterráneo. Acompañados en cada uno de nuestros pasos por pinos carrascos, chopos, sabinas quejigos, encinas… y en lo mas alto, un vigía de excepción, el buitre leonado, una de las mayores rapaces de la Península Ibérica.


Es al final, cuando los grandes árboles que nos acompañan nos dejan ver la pared de roca que nos cierra el paso, cuando vislumbramos un lugar de ensueño. Evoca el recuerdo de aquella mítica escena de la película “El Lago Azul”, donde Christopher Atkins y Brooke Shields se demuestran todo su amor en un pequeño lago, bajo una preciosa cascada. Es un salto de unos veinte o treinta metros. El agua impacta en un saliente de roca caliza, cubierto ya por la húmeda vegetación, y la distribuye por las paredes de alrededor, lo que provoca la verdor, digna de cualquier rincón de El Amazonas, que ilumina el lugar. Apetece sentarse, observar, escuchar el canto de los pájaros y el dulce sonido del agua al caer esparcida sobre el pequeño lago formado a los pies de la cascada.


Es entonces cuando me fijo en un viejo cartel, raído por el tiempo, que advierte de la presencia en el lugar del Águila Real. Vuelvo a mirar hacia el pozo del salto y sonrío, ¿que mejor lugar podría elegir la mas real de nuestras rapaces para anidar? Imagino la maravillosa sensación que uno debe de tener al despertarse con tan fabulosa estampa todas las mañanas. Pestañeo varias veces para intentar guardar en mi disco duro aquel precioso lugar, un lugar al que escaparse cuando los quehaceres diarios colapsan en exceso nuestro sistema.

Desando mi camino dejando atrás aquel rincón maravilloso, prometiéndome a mi mismo que no tardare en volver.

                                                                                                                      Oscar Librado Millán

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