martes, 9 de julio de 2013

CAPITAL DEL MAESTRAZGO

Cantavieja esconde entre sus casas una extraordinaria monumentalidad. Solo por ver el esplendor de una plaza que conserva todavía la arquitectura medieval de su construcción, merece la pena visitar la capital de la Comarca del Maestrazgo. 
Por sus calles han paseado templarios, maestres de otras ordenes, hidalgos, el Duque de la Victoria, reyes, mercaderes italianos, generales carlistas, jerarquías eclesiásticas... y todos, desde el primero al ultimo, consideraron a Cantavieja como un enclave defensivo excepcional. 
Es un placer poder disfrutar todavía hoy de los tesoros que hombres y mujeres de otras épocas fueron dejándonos como legado, y pese a que muchas veces nos empeñamos en destruir ese legado, Cantavieja se ha resistido a perder la monumentalidad e importancia de su arquitectura.


¿Y el origen de su nombre?

CUENTA LA LEYENDA…



Que hace ya cientos de años, residía en una villa del Maestrazgo una mujer de gran belleza. Por envidias, otras damas querían echarla del pueblo asi que sus lenguas viperinas hicieron correr el falso rumor de que había engañado a su marido con un galán que iba de paso por la villa. Consiguieron echarla entre burlas, insultos y agresiones, repudiada por su marido.

Avergonzada, agredida y con el llanto cubriendo su rostro, se refugió en la Cueva de las Brujas, en una de las paredes rocosas de la muela Monchén. Y allí vivió de lo que la naturaleza le proporcionaba durante muchas décadas, sola y repudiada.


Sin embargo, en una de las muchas guerras que ha vivido la capital del Maestrazgo, durante el implacable asedio del ejército enemigo, y cuando la villa y sus habitantes habían perdido toda esperanza de sobrevivir, aquella que fue bella, envejecida y con la cara raída por el tiempo, decidió defender la plaza.

Cuando las tropas invasoras iban por fin a tomar el lugar por la fuerza, seguros de que los defensores de aquellas murallas habían sucumbido, la anciana bajo a los acantilados y tocando un tambor comenzó a cantar. Los barrancos que rodeaban la villa hicieron el resto, y el sonido de los cantos de aquella mujer comenzaron a repartirse incesantemente por los alrededores. El ejército invasor, por los efectos del eco, comenzó a escuchar tambores y cantos desde todos los puntos cardinales, y asustados por los enormes refuerzos que llegaban huyeron despavoridos.

Desde aquel dia los vecinos de la villa, honraron a esta mujer desconocida, le proporcionaron casa y sustento el resto de su vida, e incluso desde aquel día, aquella villa paso a llamarse “CANTALAVIEJA”. La anciana jamás desvelo su identidad, pero a su muerte dejo escrito que por favor se la enterrara con aquel que fue su marido.


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