jueves, 26 de septiembre de 2024

LA CENTRAL ELËCTRICA "MAESTRAZGO"

Ya todos conocéis mi enfermiza admiración por todo aquello que se extiende más allá de la Azud de Abenfigo hacia el alto Guadalope y el rio Pitarque. Adoro cada rincón de esa bella tierra.


De todas formas, si me obligáis a concretar, es desde el barranco de Dos Torres al barranco de la Cueva Muñoz, donde toda la bioquímica de mi cuerpo sufre una reacción en cadena que provoca en mi agitado espíritu una sensación de paz, bienestar y felicidad, carente de explicación científica.

Y es extraño, pues lo lógico es que ese sentimiento de pertenencia, ese apego emocional, se despertase en Pitarque, pues por mis venas corre sangre pitarquina. Sin embargo, pese a la inmensa belleza de los paisajes que rodean el pueblo de mis ancestros, mis chacras no se alinean de igual forma que lo hacen en el momento que dejo atrás la desaparecida localidad de Santolea y me adentro en el cauce del padre Guadalope aguas arriba del cabezo de la ermita de Santa Bárbara.

Elías Teres, ilustre arabista del siglo XX, consideraba que el río Guadalope se correspondería con el mencionado por el geógrafo andalusí Yaqüt (1179-1229), en su obra El Libro de los Países, del año 1228. Citó el río “Wadl-l-Lawh” (Río de la Tabla), del que decía que constituía una comarca rural de Zaragoza. Sabiendo que hasta el siglo XIX las navatas descendían el cauce de este rio hasta el puerto de Castelserás, el nombre de Wadl-l-Lawh le viene ni que pintado. Sin duda es la opción más plausible.

Precisamente son las aguas del Rio de la Tabla (Guadalope), las que accionaban las turbinas fabricadas en Suiza, y que eran el corazón de nuestra protagonista de hoy. Protagonista cuyo “corazón” funcionó hasta hace muy pocos años.

Este magnífico edificio sito en la margen izquierda del rio Guadalope, en un espectacular desfiladero labrado por sus aguas entre las bellas alturas de las Carcamas y el Este del cabezo de Santa Bárbara, no siempre fue fábrica de electricidad, lo que es seguro es que siempre fue importante en el tejido social e industrial de los pueblos de Ladruñan y Santolea.



Amanecía el cielo encapotado, algo poco habitual en las jornadas de agosto. Hasta el clima se coliga conmigo cuando decido visitar el vasto territorio de las hoces. No cabe duda que la relación de esos paisajes conmigo va más allá de lo entendible.

Carretera de Berge, carretera de Molinos a Seno, carretera de Cuevas, Carretera de Dos Torres y por ultimo carretera de Santolea a Ladruñan, esas fueron las vías de comunicación que nos condujeron al lugar donde se encontraba nuestro objetivo.

Resulta desolador ver el estado actual de los tres vasos del embalse de Santolea. Apenas quedan 8 hectómetros cúbicos de reservas, y la situación del embalse de Calanda no es mucho mejor. Vivimos tiempos difíciles en cuanto al necesario recurso hídrico.

Siempre que circulo junto al despoblado de Santolea, empatizo con aquellos vecinos y vecinas que se vieron obligados a abandonar su pueblo sin que este fuese inundado. Y los responsables de aquello, no contentos con eso, además les hicieron sufrir la desgarradora agresión de ver como sus casas, sus recuerdos, sus sentimientos, sus emociones… eran voladas por los aires sin miramiento ni compasión alguna. No le desearé ningún mal al cerebro que estuvo detrás de todo aquello, pero tampoco ningún bien.


Antes de pasar bajo al acueducto de la imponente acequia que discurría camino de las ricas huertas de Santolea, giramos a nuestra izquierda para avanzar medio centenar de metros hasta aparcar nuestro coche en un campo trillado, sobado en exceso por los neumáticos de los amantes de la pesca.

Desde allí nos dirigimos andando hacia la orilla de lo que en años pluviosos debería ser la lámina de agua del embalse del Puente de Santolea. Hoy, el fango seco ya está cubierto de una espesa capa de herbáceas de verde intenso que todavía no impiden el paso al ser humano. Me alegró ver que el barranco de Cuevas mantiene al menos un mínimo caudal. Son muchos los barrancos y manantiales que han perdido hasta la última gota.

Las llamadas Carcamas de Ladruñan son espectaculares. Ya despertaron esa sensación de monumentalidad y sacralidad en nuestros antepasados prehistóricos, que decidieron pintar varios de sus abrigos para inmortalizar imágenes de su día a día. Son grandes paredes de roca gris y rojiza, elevadas centenares de metros sobre el cauce del rio, decoradas con el manto intermitente de bosque mediterráneo y luciendo formas geológicas extraordinarias.


Ascendimos la margen izquierda y al fondo ya pudimos distinguir las paredes de mampuestos y sillares del antiguo molino del Cantalar. Fue el 19 de enero de 1922 cuando se publicaba en la Gaceta de Madrid la concesión a Rafael Amela Jimeno, representante de la empresa Eléctrica Morellana, de 2900 litros para la producción de energía eléctrica. Eléctrica Morellana, germen de Electra del Maestrazgo, había llegado a un acuerdo contractual con los propietarios del molino para su aprovechamiento como generador hidroeléctrico, compaginando ambas actividades.


No tenemos constancia de la fecha exacta en la que se construyó el molino, tan solo está referencia documental:


1.1. Código de referencia

ES/AHPZ - J/013501/000005

1.2. Título

Autos da denuncia del procurador de fray Romualdo Dolz, Comendador de Castellote, contra el prior de la cofradía de Santa Bárbara de Ladruñan, sobre que no que prosigan la fábrica del nuevo molino.

1.3. Fecha(s) 1771

Dado que ya existía un molino propiedad de la Orden en el núcleo urbano de Ladruñan, entendemos que esta infraestructura proyectada por la cofradía de Santa Bárbara sería la del Cantalar. Lógicamente, contaba con la oposición del Comendador, pues la puesta en servicio de este nuevo molino restaba clientela al de la encomienda y además los sanjuanistas dejaban de controlar la producción del municipio.

El molino estuvo en servicio desde entonces. Consta documento de 1832 de alquiler del mismo por 6 años, y en 1897 era Don Francisco Julve Alcañiz el encargado de la molienda. Mención aparte merece la historia de la familia de Ramón Corbatón y María Carod, que se hicieron cargo de la central apodada Maestrazgo a partir de 1925. Varias generaciones convivieron alrededor del trigo y la electricidad en este edificio cargado de experiencias vitales. Bodas, nacimientos, accidentes, minusvalías, asaltos de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón… incluso ahogamientos masivos de jabalíes que frenaron la producción.

Parte de esa historia esta relatada en el siguiente enlace:



El edificio es de planta rectangular, con el tejado a dos vertientes. En la fachada principal encontramos una gran puerta en el centro coronada por un pequeño ventanal redondo. Al lado del rio distinguimos cuatro ventanas, y bajo ellas el canal de evacuación del agua ya turbinada.

Atravesamos la raída puerta. Todavía están allí las antiguas turbinas, aunque hoy el suelo está cubierto de fango seco. Una revista de accesorios de motos depositada en el suelo, una señal de extintor o el timbre anclado a la pared son prueba fehaciente de que no hace tanto tiempo que esta vieja central estaba en activo. Entre el vandalismo y el aire han destrozado las ventanas que se abren al cauce del Guadalope, cuyos cristales están esparcidos sobre la arcilla seca.



La techumbre se mantiene en buenas condiciones. Vigas de madera se asientan sobre una elaborada estructura de hierro. Al fondo de la sala unas pequeñas escaleras de acceso a unos cubículos cuyo uso desconocemos. Y sobre ellos un altillo.

Da respeto circular por el interior, pues apenas se aprecian las trampillas de las canalizaciones subterráneas. Lo que si se mantienen son las tuberías por las que el agua en su caída impactaba violentamente contra la turbina para provocar su movimiento.


En el exterior apreciamos las ruinas de una vieja construcción, imaginamos que el antiguo hogar de los vigilantes y mantenedores. Seguimos la canalización soterrada ladera arriba, hasta el canal que discurre unos metros más arriba del edificio y que tiene su origen en una azud ubicada camino del Puente Natural. Por desgracia el canal esta en pésimas condiciones, algún tramo entre la central y la Algecira está completamente derruido.

El molino del Cantalar, la central Maestrazgo. Ojala no corra la misma suerte que las casas de Santolea, aunque parece la más probable. Ojala algún intrépido emprendedor vea en estas cuatro paredes de pavimento acuoso algún negocio u oportunidad original que le dé una segunda vida.



Ladruñan, un placer sentirte de nuevo.

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