Ha pasado ya un año desde que escribí en estas páginas mis
reflexiones sobre la ubicación del
desaparecido castillo de Alcorisa. Aquellas reflexiones, basadas en indicios,
casualidades y muchas preguntas sin respuesta, fueron el inicio de una aventura
fascinante.
Tras aquellas primeras líneas y las
muchas preguntas a las que debíamos dar respuesta, iniciamos una investigación
cuyo combustible era el afán por conocer, por entender la historia de Alcorisa
y de su castillo. Dicha investigación, aunque modesta y desde el
desconocimiento de protocolos o procedimientos historiográficos, se basa en
tres pilares fundamentales:
1- Dar a conocer el trabajo de campo
realizado en nuestra montaña del Calvario, no solo a expertos en la materia
sino también a todos aquellos que pudieran estar interesados, para intercambiar
pareceres, observaciones o teorías, y seguir explorando nuestro termino con el
afán de enlazar las intrincadas piezas de un rompecabezas histórico que, unido,
pudiera dar significado a los indicios y casualidades encontrados.
2- Escuchar y estudiar todas y cada una
de las teorías existentes sobre la fortaleza y su ubicación, así como cualquier
otra reflexión que pudiese aportar luz sobre aquella antigua fortaleza.
3- Estudiar el contexto en el que el
castillo de Alcorisa y la aldea unida a él se movieron durante toda su
historia, para así intentar responder al ¿cómo?, ¿cuándo? y ¿por qué?
Aquella investigación ni mucho menos
ha llegado a su fin. Seguimos consultando, indagando, explorando… Pero hace ya un año que nuestro Balcei publicó el
inicio de aquella aventura. Un año desde que este inquieto “rastreador” creyó
ver en nuestra amada ermita del Calvario pistas de una historia que se pudo
iniciar mucho antes de la que ya conocemos. En este tiempo han pasado por
nuestras manos decenas de libros, legajos, documentos, genealogías o investigaciones.
Por eso me permitiréis que, en este año 2015, vuestra sección de explorador, y
digo vuestra porque sin vosotros no existiría, haga un alto en nuestros paseos
y recorridos por lo cercano, para centrarse en recorrer los diferentes momentos
históricos que ha vivido nuestra villa. Permitidme contar con pelos y señales
nuestras andanzas por el pasado de Alcorisa.
CONTINUAMOS EL TRABAJO DE CAMPO
Muchas personas se han interesado por aquella teoría llena de
preguntas sin respuesta que salió publicada en Balcei hace un año. He hecho de
guía para muchos amigos y amigas en una visita diferente a nuestra emblemática
montaña. Y muchas han sido las veces que he tenido que aclarar que las teorías,
por muchos indicios en los que se sustenten, no dejan de ser teorías. En la
historia han sido muchas las teorías que resultaron ser ciertas, pero también
muchas de ellas se demostraron falsas.
Tras la
publicación de aquella primera entrega, Montserrat Martínez, ilustre
arqueóloga, amiga y experta en el trabajo de campo, se mostró enseguida
dispuesta a ser testigo de aquellos indicios sobre los que yo había construido
mi teoría. Y un sábado de primavera Marian, Montse y yo nos pusimos manos a la
obra para reconocer los lugares que sustentaban mi idea de que el castillo de
Alcorisa fue un Qal’a árabe que tenía como fin la protección, vigilancia y
defensa de un nudo de comunicación importantísimo, arraigado ya desde tiempos
iberos y romanos. En Alcorisa confluían los caminos de Alcañiz a Montalbán y
Teruel y de Olocau y Castellote a Zaragoza.
El primero,
que venía de Alcañiz por el actual camino de las aldeas, discurría desde el
Cabezo de la Guardia, cruzando el rio junto a la torre campana, desde allí por
el camino del poyo, enlazando con la actual calle del Castillo y Marques de
Lema en dirección a Teruel. Algunos vecinos de Alcorisa todavía conocen este
camino como el “camino real”, y en el todavía son visibles tres de los antiguos
peirones que marcaban las rutas oficiales en la antigüedad. (Fotos 1,2 y 3)
La web de
Patrimonio Cultural de Aragón, dependiente del Gobierno Aragonés, dice lo
siguiente sobre los peirones: “Las cruces de término, denominadas peirones en
Aragón, son pilares o monolitos construidos en piedra o ladrillo que se
localizan en las proximidades de un gran número de pueblos de la comunidad.
Tienen una doble funcionalidad: por un lado señalan el inicio o confluencia de
caminos, siendo referencia fundamental para identificar lugares, y por otro
lado tienen un carácter devocional, santificando el lugar que ocupan.”… “No
obstante, los orígenes de los peirones en Aragón son muy anteriores y se
remontan hasta la Antigüedad. En el mundo romano se creía que los cruces de
caminos eran lugares frecuentados por fantasmas y almas en pena y para
espantarlos, en ellos se colocaba una imagen de Mercurio que consistía en una
columna de piedra o madera. También en el imperio conquistado por Roma se
levantaban aras en las calzadas y en las salidas de las ciudades en las que se
podían realizar sacrificios a los dioses confiándose a su protección. Los
peirones, en su acepción actual, tienen sus orígenes en tiempos de la
Reconquista, en el siglo XII aproximadamente. Según algunas teorías estos hitos
eran levantados (la mayoría de ellos se construían sobre los ya edificados por
los romanos), a medida que los pueblos eran tomados a los musulmanes y pasaban
a poder cristiano.”
El segundo
camino venia de Zaragoza, atravesaba el rio y por la falda sur del monte Calvario
de Alcorisa se dirigía a la peña del Tormo, ermitas, mina del corredor, a
enlazar con el llamado “Camino de Seno” proveniente de Berge para bajar juntos
al barranco de Valdecastillo y de ahí subir hacia la fuente el Salz y después
Seno y Castellote. En principio pensaba que este segundo camino ascendía por la
ladera de las Umbrías, pues allí existe una antigua calzada medieval, pero
Javier Figuerola me contó que aquella cuesta se conocía como la “cuesta del
atajo”, y era precisamente eso, un atajo sobre el camino original de
Castellote.
Para
confirmar la importancia de este segundo camino visitamos primero el término
municipal de Castellote, concretamente el nacimiento de la fuente del Salz.
Montse ya había estudiado con detenimiento aquel lugar en el pasado y conocía a
la perfección su enorme importancia arqueológica. Desde aquí nuestro más
sincero agradecimiento por esta visita, pues no sólo nos enseñó con detalle
los lugares que confirmaban la
importancia histórica de aquel lugar (túmulos, poblados iberos, torreones,
villa o estacionamiento romano, una posible presa romana, fortificaciones
medievales, bellos escudos heráldicos…) (Foto 4 y 5) sino que también fue, para
dos iniciados como Marian y yo, una clase maestra en la identificación de restos.
MUCHAS, MUCHÍSIMAS GRACIAS.
Confirmada la importancia que aquel
camino había tenido a lo largo de la historia como importante nudo de
comunicación entre prósperos poblamientos, nos dirigimos a nuestro monte
Calvario. Fue una sensación extraña explicar a toda una eminencia en el campo
de la investigación arqueológica como Montse los indicios que yo consideraba
que apoyaban la teoría de que la actual ermita del Santo Sepulcro se levantó
sobre una construcción anterior. Pues bien, tras mi humilde exposición, Montse
no solo no negó las evidencias, sino que, dentro de la cautela necesaria en
estos temas, también vio posibles indicios de que la ermita estaba edificada
sobre una construcción anterior. Coincidimos en que la presencia de un experto
medievalista era muy necesaria, y que algunas de las pistas debían ser
investigadas con más profundidad.
También fue fructífera la visita a la
peña de San Juan, pues identificamos varios restos cerámicos de origen ibero e
infinidad de restos medievales mezclados con cerámica mas moderna, del siglo
XVIII en adelante. Tejas y adobes incluidos. Parecía claro que aquellos
montículos de tierra que se repartían por toda la altiplanicie de la montaña y
por sus laderas tenían un origen humano, y que el principio de economía descartaba
que aquellos escombros hubieran sido transportados hasta allí.
Con respecto a los restos de
amurallamiento que existen en el extremo norte de la peña, coincidimos en que
parecían demasiado frágiles, no parecían tener la consistencia de una edificación
militar islámica. Pascual Madoz en su diccionario geográfico de 1845 dice lo
siguiente: “Situación: En un llano al pie de dos enormes masas de
piedra de almendrilla llamadas Cantal de Alcorisa o Peña de San Juan, porque
hubo allí una ermita dedicada a dicho Santo” (Quiero recordar que la actual ermita de San Juan se construyo en 1919).
¿Pueden ser de esa ermita los restos que todavía hoy podemos contemplar en el
borde de la Peña?
Para confirmar el origen humano de
los montículos antes mencionados, pedí la colaboración de un gran amigo,
Carmelo Peralta, experto en los procesos de erosión de la capa vegetal. Carmelo
no solo me confirmo lo artificial de aquellos montículos terreros, también
localizo aterrazamientos (foto 6), en los que encontramos restos de cerámica
ibera, que podían responder al patrón de pequeñísimos huertos de labor, pues
estaban debajo de un pequeño aljibe natural que todavía hoy recoge el agua de
lluvia que cae sobre la zona, un aljibe rodeado de escaleras talladas en el
suelo rocoso de conglomerado.
Gracias a la amabilidad de nuestro
párroco y de Carmelo Calvo, visitamos tiempo después la casa del ermitaño. Si
la teoría de que en la primera mitad de la casa del ermitaño y la ermita del
Santo Sepulcro se levantaba un torreón de sillar y mampostería fuera cierta,
los muros sobre los que se alza el adobe actual debían llegar hasta la roca madre, cerrando el
cuadrado de la estructura original. No sólo confirmamos eso, sino que
descubrimos restos de antiguos muros y una sorprendente bodega excavada en la
roca bajo el altar mayor de la ermita, una bodega a la que precisamente se
accedía por una trampilla desde el mismo altar, que fue cerrada con ladrillo
tiempo atrás. (Foto 7) No es una cripta, es una especie de despensa, quizá un
lugar donde almacenar alimento, ¿Pero
por qué construir un acceso desde la ermita? ¿Quizá porque cuando se construyó
no era una ermita lo que había sobre ella?
También es digno de mención el aljibe
o cisterna que hay en la planta baja de la casa, donde estaban los antiguos
telares. Su construcción es de una belleza y de una complejidad enorme. Un
autentico ‘cubo de rubik’ de piedras sillares talladas para que casen entre
ellas de una forma excepcional. (foto 8)
Con respecto a las extrañas marcas o
símbolos que hay en el aljibe superior, el que está junto a la ermita, mediante
filtros fotográficos intentamos aislar las marcas realizadas de forma
artificial de aquellas heridas que los elementos habían producido en la roca
caliza. Aun así no conseguimos descifrarlos. Incluso solicitamos ayuda en un
grupo de Facebook llamado “Marcas de cantería y otros criptogramas” del que
forman parte varios expertos nacionales y ninguno supo darme una respuesta
concreta. Números deteriorados, marcas rúnicas, letras griegas… muchas las teorías,
pero ninguna confirmación rotunda sobre el significado de aquellas cuatro
marcas.
Por último, y conforme la gente se
acercaba a nosotros con otras teorías, íbamos explorando y estudiando cada una
de ellas.
La más extendida es la que defiende
Cesáreo Gil Atrio, la de que el castillo estaba en la peña de San Juan. Incluso
algunas de las personas que hablaron con nosotros sobre el asunto nos contaban
que sus abuelos les hablaban del castillo Moro que había sobre la peña. Es una
posibilidad que no hay que descartar, sin embargo, y después de estudiar las
diferentes fortalezas islámicas, no nos parece que en nuestra peña de San Juan
pudiera estar una de ellas. Los restos actuales son demasiado endebles, estaría
demasiado lejos de los caminos a proteger y faltan estructuras de almacenaje de agua. Hándicaps
muy importantes. Además, como nos comento Montse Martínez, la percepción
temporal de los ancianos es muy relativa, pues para ellos toda construcción
cuya antigüedad se haya perdido en los anales del tiempo es de origen moro. Así
lo había podido comprobar ella en las muchas excavaciones en las que ha
participado, por lo que seguramente los restos del primer poblamiento ibero
dieron origen a esa leyenda.
Otra teoría es que el Castillo y su
correspondiente alquería (una pequeña comunidad rural de unas pocas
casas, conformada por una o varias familias, que se dedicaban a explotar las
tierras de los alrededores, así como a las actividades ganaderas) estuvieron en la zona de San
Cristóbal, y que precisamente la ermita que antes coronaba este monte podía
estar construida sobre sus restos. En mis innumerables visitas a los
repetidores y a las laderas que los rodean, no he encontrado nada que me lleve
a pensar que allí pudiera estar nuestro castillo o la susodicha alquería.
Aunque tampoco es extraño porque cuando colocaron allí la primera antena se
destruyó todo el patrimonio que quedaba en el lugar. Las posteriores
roturaciones para la plantación de pinos acabarían por ocultar cualquier resto
que pudiera sacarnos de dudas. Creemos que pese a ser uno de los puntos más
altos de la zona, el hecho de estar tan alejado de los caminos principales y
que una de las pocas pistas que tenemos sobre aquella fortaleza, la calle del
Castillo, nada tenga que ver con este lugar hacen improbable que el castillo
alcorisano estuviese allí. Además la ubicación de nuestro actual casco urbano
añade otro “pero” a esta teoría, la Ley
del principio de economía: si tienes una alquería y una fortaleza en una orilla
del río que además está en una ladera mucho mas agradecida para el sol, no
construyes un casco urbano completamente nuevo en el otro lado, donde la luz
solar y el espacio son más limitados.
Pese a que, como digo, tenemos
motivos para pensar que estas dos ubicaciones no son las indicadas, ni mucho
menos las descartamos. Si que descartamos sin embargo, la posibilidad de que el
castillo estuviera cercano a la población actual pues, si hubiera sido el caso,
los respectivos señores de Alcorisa habrían hecho las pertinentes modificaciones
para seguir residiendo en él. No había mayor dignidad en la cultura de la época
medieval que residir en el Castillo que presidía la aldea o villa. Y si era una
fortificación modesta se reformaba. Aquello era un apartado más en las guerras
de egos de la época. De hecho conocemos
muchos ejemplos de castillos adaptados a palacios que todavía han llegado hasta
nuestros días en varias poblaciones de nuestras comarcas.
¿Y por qué estamos convencidos de que
la fortaleza árabe de Alcorisa fue un Qal’a? Después de analizar detenidamente
las diferentes construcciones musulmanas de la época de Al-Ándalus esa ha sido
nuestra conclusión.
Los modelos de fortaleza de aquella
época, descritos a la perfección por expertos de ARTEGUIAS, eran los
siguientes:
-
Alcazabas: El término “alcazaba” deriva
del árabe clásico qasaba. Con él se designaba al recinto fortificado situado
dentro de una medina o ciudad para refugio de una guarnición o de los
gobernantes de la plaza. Eran, por tanto, fortalezas urbanas.
-
Alcázares:
La palabra "alcázar" proviene del árabe al-qasr, que significa
"castillo" y que, a su vez, procede del latín castrum. El qasr o
alcázar era un palacio o residencia aristocrática fortificada.
-
Hisn: Recinto fortificado cuya
principal función era dar protección al campesinado y su ganado en tiempos de
guerra, así como el control y la vigilancia de los caminos. No sólo serían
castillos situados en una posición elevada, sino que actuarían como cabeza de
un territorio más o menos extenso, controlando y defendiendo los espacios
agrícolas irrigados, e incluso actuando como fiscalizador de los recursos del
Estado.
-
Qal’a: Era
otro tipo de fortificación no urbana situada en una posición estratégica, no
tenia porque ser en altura, para dominar caminos y valles de ríos de mucho
tránsito. Para Pavón Maldonado, fueron en su mayor parte fortalezas estatales
regidas por gobernadores. Pronto, alrededor de muchas de estas fortalezas de
origen rural se fue asentando población civil permanente, lo que supuso la
formación de arrabales o pequeñas alquerías.
-
Atalaya: El
espacio rural islámico estuvo jalonado por numerosas atalayas o torres de
observación y de defensa. El vocablo "atalaya" deriva del árabe
tali'a, no obstante, estas torres de vigilancia recibieron también otros
nombres como maharis, bury o calahorras. Se localizaban generalmente en puntos
elevados que les permitiesen controlar visualmente el espacio. Servir de
avanzadilla y punto de vigilancia de los movimientos de ejércitos enemigos ante
posibles cabalgadas y razias, mediante el envío y la recepción de señales
visuales o acústicas, entre ellas y con las fortalezas principales.
Descartando las dos primeras por ser
fortificaciones urbanas y la última por tratarse de un pequeño torreón sin la
suficiente relevancia para ser subarrendado a un caballero importante de la
época como Don Lope de Albero, compañero de batallas de los reyes aragoneses,
tan sólo nos quedan el Hisn o el Qal’a.
El Hisn, como hemos podido leer, eran
fortalezas construidas en lugares donde los recursos y la población ya eran
importantes. Eran cabeza de un territorio incluso. Como ya dijimos, el origen
de nuestro casco antiguo es cristiano, por lo que las posibles construcciones
que hubiese alrededor del castillo en época musulmana serian escasas y de muy
poca importancia, así que es muy difícil que pudiese ser cabeza de ningún
territorio. Mas bien diríamos que el ejemplo de Hisn podría ser el semiderruido
castillo de Calanda, que si estaba rodeado por una población relativamente
importante y cuya estructura urbana hoy todavía es visible.
Por eso, bajo nuestro punto de vista,
todo apunta a que el castillo de Alcorisa en época musulmana no fue más que una
fortaleza militar, un Qal’a de control de caminos ocupado por soldados
musulmanes, similar al que habría en Foz Calanda. Y es posible que bajo su
amparo y protección pudiera nacer una alquería o arrabal de poca relevancia que
explotase los regadíos del Guadalopillo. Estas fortalezas eran plazas militares
donde un contingente armado era el encargado de frenar el avance enemigo, al
menos hasta que las tropas que custodiaban la fortaleza principal estuvieran
preparadas para entrar en batalla. Por decirlo de alguna manera, estos Qal’a
tenían como objetivo anular el factor sorpresa del adversario, entretener al
rival mientras sus piezas principales se preparaban para jugar la partida.
El Qal’a de Alcorisa, bien pudo ser
parecido a la Torre que aun mantiene parte de su estructura en al qal’a la Vieja (foto 9). Construida por el Islam en el siglo X, época de
dominación musulmana de Alcorisa, cerca de la actual Alcalá de Henares. De lo que no cabe duda es que la
construcción defensiva existente en Alcorisa tenía la suficiente importancia
para ser subarrendada a un caballero de mesnada de relevancia o para darla como
dote de un matrimonio, pero no tan importante como para que nuestros dos
primeros señores fijasen su residencia en ella.
La posible ubicación del Qal’a en el
lugar que ocupa nuestra ermita del Calvario tendría claras ventajas
estratégicas. En primer lugar el despliegue de las tropas hacia el camino
principal sería muy rápido por la puerta sur de la fortaleza (Casa del
Ermitaño). En segundo lugar dispondrían de dos accesos al castillo, uno en la
ladera y otro sobre la montaña, por el acceso actual a la ermita, lo que
facilitaría las maniobras en posibles emboscadas. Y en tercer lugar dicha
ubicación supondría que las tropas enemigas tuviesen que dividirse en dos para
hacer efectivo un posible asedio.
Además, en lugares de relativa
importancia estratégica y con una orografía poco propicia para la vigilancia,
los musulmanes construían los torreones satélite de los que antes hemos
hablado, las atalayas. Estas torres o bien eran de nueva construcción o se
aprovechaban las estructuras ya existentes. Precisamente Montse Martínez nos
habló de los restos de un torreón ibero sobre la balsa de Figueruelas, del que
aún hoy podemos ver parte de sus cimientos. (Foto 10) ¿Y cómo se llama el
camino que va desde la fuente del piojo rodeando el monte Calvario? Pues sí,
calle Atalaya.
Probablemente fueron más las atalayas
satélite del qal’a de Alcorisa, ¿Pudo la ermita de San Cristóbal estar erigida
sobre los cimientos de una de estas construcciones? De momento hemos localizado
tres lugares con pequeños restos constructivos, cimentados en el terreno, que
por su tamaño bien podrían ser antiguas torres de vigilancia, una en la parte
inferior del cabezo del Porquero, otra en lo alto de la partida de las Ermitas
y otra en lo alto del cabezo del Poyo.
(Foto 11 , 12 y 13) También hemos encontrado
lugares de importancia estratégica donde la acumulación artificial de piedras o
de restos cerámicos invita a pensar que también allí pudo existir algún tipo de
construcción, por ejemplo la Val Fonda (Foto 14), pero no podemos afirmarlo con seguridad, pues allí también hubo un poblado
de la edad del hierro.
De todos modos pese a que han pasado
miles de años, millones de personas, decenas de ejércitos, multitud de
estrategas militares… los puntos estratégicos han seguido siendo los mismos. Lo
que en la edad del hierro se considero un enclave defensivo perfecto, también
fue considerado así por iberos, por romanos, por visigodos, por musulmanes, por
cristianos… incluso algunos de esos puntos todavía fueron enclaves de gran
importancia estratégica en las ultimas guerras civiles de nuestro país. Así que
estar seguros del origen de los pequeños restos constructivos que encontramos a
nuestro alrededor es complicado, y mas si no hay restos cerámicos o hay
presencia de restos de varias épocas.
Hasta aquí el trabajo de campo
realizado en este año. Estamos a la espera de que los calendarios y las agendas
permitan a expertos medievalistas
visitar nuestro pueblo y nuestro monte Calvario, pero de momento no ha sido
posible. Sabemos que es complicado, pues son personas de gran relevancia
académica que tienen innumerables compromisos. Esperemos que 2015 sea el año en
que puedan estar con nosotros. Seguiremos insistiendo.
Pero antes de finalizar esta primera
entrega reflexionemos sobre otro asunto. ¿Y el nombre de Alcorisa? Hay muchas
teorías sobre el origen del nombre de nuestra villa, unas muy caballerescas,
otras razonables… Me concederéis la oportunidad de introducir una más.
Como ya sabéis, el escudo más antiguo
de Alcorisa que se conserva está sobre el pórtico de la Iglesia de Santa María
la Mayor. En uno de sus cuarteles las barras de la Corona, en el otro la
referencia a su castillo y en el tercero un corazón alado. ¿Por qué un corazón
alado? Reflexionando sobre esto descubrí que en el idioma materno de los
Ballester, el catalán, “el corazón que
se iza o se alza”, se traduce por “el cor hissar” en el que “el” se pronuncia
al y tanto la “h” como la “r” son mudas,
por lo que se pronunciaría “al cor issa” si lo unimos “alcorissa”. Pero esto no
fue lo más sorprendente, buscando mas respuestas encontré que en árabe “hissar”
significa fortaleza o castillo. Sabiendo entonces que “alcor” es montaña o
colina, tendríamos la composición “Alcorhissar” o fortaleza de la colina.
¿Casualidad? ¿Pudo ser “Alcorhissar” el nombre original de nuestra localidad?
¿Es consecuencia de la “latinización” del nombre árabe el corazón alado de
nuestro escudo?
Muchísimas gracias por vuestra
lectura. En el próximo número comenzaremos el recorrido por el contexto
histórico del castillo, por los episodios que durante cientos de años fueron
sucediendo alrededor de Alcorisa y su Qal’a, por las vidas de aquellos ilustres
hombres de mesnada que disfrutaron de la posesión de aquella fortaleza
desaparecida. Continuará…
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