sábado, 12 de julio de 2014

LA HARINERA DE MAS DE LAS MATAS

       

       

         Escribir de Mas de las Matas es abrir la sección de recuerdos del periódico de mi memoria. Es escuchar las voces amables de vecinos y vecinas que me acogían con cariño en mis escapadas veraniegas a las orillas del Guadalope. Es añorar a mi abuela Benita, con la que tantas cosas compartí aquellos inolvidables veranos y a la que tanto quise y querré mientras viva.  Es hablar de las aventuras vividas con mi familia y amigos por la acequia de las lunas, por la acequia del portillo, por la Vega, por el Martinete, por la calle de detrás de los corrales… Es recordar la primera chica  que consiguió que desviara los ojos de un balón. Es volver a sentir las miradas curiosas de las señoras que observaban “bicicletear” por la calle Nueva a un jovencito desconocido. Es revivir los encierros caprinos que organizábamos con mi hermano en el callejón del pajar. Escuchar los sonidos de la fauna corralera cuando íbamos a darles de comer con mi abuela o mis tíos… Hablar de Mas de las Matas es hablar de un pedazo importantísimo de mi vida.

            Hoy siguen uniéndome lazos familiares muy fuertes con esta localidad bajoaragonesa. Son lazos de sangre y cariño sin igual, pero los recuerdos de una infancia feliz se graban a fuego en el corazón y, sin lugar a dudas, Mas de las Matas fue uno de esos lugares que impregnaron de emociones, sentimientos y experiencias mi crecimiento personal. Así que permitidme, desde estas líneas, dar las gracias a todos y cada uno de aquellos grandes seres humanos que contribuyeron, de una u otra forma, en que hoy sea la persona que soy.

            Pero hablar de Mas de las Matas no es solo hablar de recuerdos, ni tan siquiera hablar de los magníficos rincones que esconde a la sombra de la bella torre de su iglesia. Hablar de Mas de las Matas es hablar de compromiso, de trabajo en equipo, de ilusión, de proyectos comunes con el fin de recuperar la memoria de un lugar compartido, del esfuerzo colectivo por conocer las raíces de las gentes que pueblan este enclave Sanjuanista. Es hablar del magnifico trabajo de un grupo de hombres y mujeres, que desde 1978, se desviven por poner en valor el pasado, el presente y el futuro de su pueblo. Me refiero al Grupo de Estudios Masinos.

            Y en esta ocasión visitamos la magnifica harinera recuperada por esta asociación. Su importancia patrimonial no deja lugar a dudas. Es un auténtico tesoro industrial restaurado con mucho gusto y dedicación para que no deje indiferente al visitante.

            Nuestra llegada al lugar de encuentro se produce antes de lo convenido, así que nos entretenemos observando lo que parece un pequeño campanario en lo alto del edificio que hoy es sede del GEMA. Puntual como un reloj, Javier Díaz, masino de pro e incansable trabajador, asoma por la calle del Carmen apenas pasados unos segundos de las 16h.

            Javier es uno de los miembros mas antiguos del Grupo que tomó la responsabilidad, hace ya muchos años, de poner en valor la historia y el patrimonio de Mas de las Matas. Un grupo comprometido que ha dedicado tiempo, esfuerzo, trabajo, ilusión e incluso su propio dinero, para que los vecinos del Mas disfruten del conocimiento de su pasado, de la belleza de su patrimonio y de la información puntual a través de la reconocidísima publicación “El Masino”.

            Tras los pertinentes saludos y agradecimientos, nos ponemos manos a la obra y comenzamos una visita que en 36 años de vivencias entre los amables vecinos del Mas todavía no había realizado. No tengo excusa, es imperdonable.

Antes de llegar al objetivo conocemos los diferentes espacios que desde hace años gestiona el GEMA. Su sede en el antiguo hospital, la Casa Feliu y La Alfarda. Edificios con alma y con aroma a tesón, esfuerzo y mucha dedicación. Edificios que albergan, no sólo grandes riquezas patrimoniales, también vivencias, recuerdos, discusiones, acuerdos, risas, lloros…   proyectos comunes.

Casa Feliu alberga el Centro Dinópolis y una extraordinaria exposición que nos ayuda a descubrir la historia de Mas de las Matas, pinceladas del orgulloso pasado de los pobladores de esta bella depresión. Resulta curioso conocer de boca de Javier el origen del nombre de la localidad. Y es que hace muchos años, cuando los viejos muros de Camarón se quedaban pequeños y las guerras ya no eran habituales, varios vecinos decidieron construir sus moradas alrededor de una gran masada, la masada de los Señores Matas, o “El Mas de los Matas”.  Fascinante visita aderezada por el marco incomparable de un edificio con enjundia, un edificio donde familias poderosas nacieron, crecieron y murieron.

En la Alfarda, a una colección privada de bellos recipientes cerámicos se le une una exposición permanente de utensilios industriales que han formado parte fundamental en el desarrollo económico del Mas. Por unas claraboyas podemos ver el agua clara a nuestros pies, en la estructura bien conservada de uno de los lavaderos que tiene el municipio. Quizá ese sea el mayor tesoro de esta localidad: el liquido elemento que, proveniente del Guadalope, nunca deja de susurrar al oído de sus vecinos en su manso discurrir por las acequias circundantes.

Por fin, tras hablar largo y tendido de propósitos pasados, presentes y futuros, nos encaminamos a la joya de la corona del patrimonio industrial de Mas de las Matas, el ojito derecho de las personas que forman el Grupo de Estudios Masinos, la Harinera.

Un bello arco de sillar de medio punto nos da la bienvenida. A simple vista, desde el exterior, una de las pocas pistas que quedan para datar la antigüedad del edificio. En uno de los sillares, a la derecha, una extraña inscripción geométrica llama mi atención. Un circulo en el exterior, un cuadrado dentro de el, dentro del cuadrado cuatro triángulos y dentro de los triángulos unos números. Extraña representación geométrica de la que se desconoce el significado.

Nada más entrar, a nuestra derecha, una serie de paneles explicativos y varias vitrinas nos introducen en el proceso de molienda. Los paneles están convenientemente ilustrados y las explicaciones son muy precisas. En las vitrinas encontramos papeles y documentos antiguos relacionados con el uso del edificio, con la historia de éste y otros molinos que servían para transformar el grano que tanto costaba recolectar en la materia prima del alimento diario.

Al fondo de la primera sala, justo enfrente de vitrinas y paneles, el corazón del edificio, en este caso corazones. Los tres molinos, de marca Averly, posan orgullosos, limpios y aseados ante la atenta mirada de los curiosos visitantes. Atrás quedaron los tiempos en los que el duro trabajo afeaba su aspecto, en el que el polvo del proceso cubría sus ropajes metálicos. Hoy están jubilados y esperan orgullosos la llegada de aquellos exploradores que quieren observarlos.


Intento seguir el rastro de tanto conducto forrado de madera, sinfines cintas, poleas, correas, tamices… pero desisto. Suerte que está Javier con nosotros y sus explicaciones nos ayudan a comprender a la perfección, en éste y en los pisos superiores, el complejo proceso que se llevaba acabo en las instalaciones. Complejo proceso que, como no podría ser de otra manera en una localidad rica en recursos hídricos, es accionado por la fuerza del agua.


En tiempos pasados en los que no existían los pequeños cerebros electrónicos que hoy automatizan cualquier proceso industrial,  los cerebros de los operarios del molino era los que garantizaban la perfecta sincronía de todos los elementos encargados de transformar el grano. Eran ellos los que con memoria, trabajo, precisión y grandes dosis de ingenio conseguían descifrar y resolver cualquier problema que surgiera en cada una de las piezas del bellísimo rompecabezas de madera y metal que componen este tesoro industrial.

Sin lugar a dudas, la harinera de Mas de las Matas es lugar de visita obligada. Es el emplazamiento perfecto para conocer más sobre nuestros antepasados, sobre su modo de vida, sobre su forma de procurarse el alimento. En tiempos pasados eran capaces de crear complejos industriales en los que la belleza y la productividad no estaban reñidos. En los que lo bello era, a su vez, práctico.



            Nos despedimos de nuestro anfitrión no sin antes agradecerle su magnifica presentación, su extraordinaria forma de explicar al profano el complejo proceso de transformación y cada uno de los elementos que lo componen. Cada palabra, cada gesto, cada respuesta… va recubierta de pasión. Pasión por su pueblo, pasión por sus raíces, pasión por el trabajo que el Grupo de Estudios Masinos sigue desarrollando en la recuperación de los recuerdos, en la recuperación de la memoria de un pueblo agradecido, la recuperación de una historia vivida por aquellos que ocuparon nuestras calles antes que nosotros.




            Enhorabuena, y gracias por todo amigos del GEMA.

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